Eduardo Costantini: “Este contexto está signado mucho más por la fortaleza del kirchnerismo que por la voluntad de Alberto Fernández”

El dueño de Nordelta y fundador del Malba y un diálogo extenso con Infobae en el que habló de todo. “Con una inflación estimada del 50% se tiene una economía intubada por todos lados, pero lo que de verdad me preocupa es el largo plazo”, aseguró

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Eduardo Costanini (Gentileza Costantini)
Eduardo Costanini (Gentileza Costantini)

Cómo todos los eneros, el empresario Eduardo Costantini (74) está en Punta del Este, Uruguay. Desde allí habló con Infobae de la situación económica de la Argentina y aclaró que no tiene pensado radicarse allí –al menos por el momento–, como muchos colegas de negocios que optaron por cruzar el charco, en medio de la inestabilidad local. También se refirió a la gestión de Alberto Fernández, al impuesto a la riqueza y a cómo prepara el Malba, el Museo de Arte Latinoamericano de Buenos Aires que fundó hace 20 años, para cuando él no esté. Además, recomendó en qué conviene invertir en tiempos turbulentos.

“En la era del 5G, la inteligencia artificial y la innovación tecnológica asombrosa, los problemas internos, la agenda del día a día y las malas expectativas nos sacan de la cancha del progreso. En ese sentido también estamos atravesando una crisis histórica”, define Costantini, quien no se privó de hacer kitesurfing en aguas esteñas. “Navegué con una tabla de 6 pies para olas y un kite de 10 metros, sin arriesgar, sólo para disfrutar. Es mi pasión”, detalló quien tuvo un grave accidente en 2003, en Tigre, practicando ese deporte.

Costantini disfruta el verano junto a su esposa Elina. Rebautizaron la tradicional casa de Punta Piedras del empresario con el nombre de “Nuestro Amor” y hasta adoptaron un perro callejero al que llamaron “Feliz Costantini”. “Tan cuidado después de tanto desamparo”, describió al animal el alma mater del Malba y Nordelta en Instagram.

— Ahora está en Uruguay. ¿Pensó en radicarse en ese país?

— No. Viajo mucho, uno está en distintos lugares. Pero no. Sé que muchos empresarios lo hicieron y la explicación es por cómo está la Argentina. Es eso.

Eduardo Costantini y su esposa
Eduardo Costantini y su esposa Elina, en la casa de Punta Piedras, ahora rebautizada como “Nuestro Amor”, junto a sus mascotas Gino y Feliz (Instagram)

— ¿Volverá, entonces?

— Sí, por supuesto. Voy a volver.

— ¿Cómo evalúa el primer año de Alberto Fernández como presidente?

— El 2020 fue absolutamente extraordinario para todo el mundo. El impacto local fue fuerte y se siente en todos los aspectos, familiar, social, económico. Fue mayor en los países con menos recursos porque hubo una suerte de coma inducido y la receta fue prestar una gran ayuda económica, tanto a las familias como a las empresas, y apuntalar el empleo. Las finanzas locales se deterioraron en todos los niveles, tanto en el sector público como en el sector privado. Los países que tienen menos recursos se dividen en dos: los ordenados y desordenados. Los primeros pudieron acudir al mercado de capitales en un contexto de muy elevada liquidez y tasas de interés históricamente bajas. Estos países, como Uruguay, tienen recursos del mercado financiero a una tasa a 10 años de 2 por ciento. Después están aquellos países excepcionalmente complicados, como Argentina. Somos un país con muy bajos recursos, pobre y sin acceso al mercado de capitales. Hubo que enfrentar la pandemia con desorden fiscal y monetario, inflación y sin poder acceder al mercado de capitales.

— ¿Qué va a pasar este año?

— Ya entramos al año pasado con inflación elevada, una expansión monetaria que empezó a acelerarse y un deterioro en las expectativas de los inversores producidas por el cambio de gobierno. Desde las PASO el mercado tuvo una percepción de un claro deterioro de las expectativas sobre el país. Un contexto desfavorable para, digamos, sortear esta crisis sanitaria y económica. La aceleración del valor del dólar se tradujo en el aumento de precios. Además, la Argentina ya tenía un déficit fiscal que se amplió. Guzmán habla de 4,5% de déficit para este año, pero la línea kirchnerista quiere una política fiscal más laxa con miras a las elecciones de medio término. Va a haber precios regulados, precios máximos, demorarán los aumentos de las tarifas. Será un año de alta inflación, control de importaciones, una economía más cerrada y una baja inversión, de un 9% del PBI nada más.

En la era del 5G, la inteligencia artificial y la innovación tecnológica asombrosa, los problemas internos, la agenda del día a día y las malas expectativas nos sacan de la cancha del progreso

— ¿De todo lo que mencionó, qué es lo que más le preocupa?

— Lo que siempre me preocupa más en la Argentina es el largo plazo. Ahora, en el corto plazo, vemos desequilibrios enormes, luces amarillas y un Gobierno que cierra todas las canillas en el sector externo. Si se consiguen buenos recursos de la cosecha de la soja se podría, con dificultad, llegar a las legislativas sin una crisis cambiaria en el medio, pero es difícil porque con una inflación estimada del 50% tenemos una economía intubada por todos lados. Siempre por algún lado salta. Lo que de verdad me preocupa es el largo plazo y cómo conciliar lo político y lo económico. En lo político hay claras señales de una mayor hegemonía del kirchnerismo en el Congreso y el Ejecutivo no está apelando a un acuerdo social. Eso le hace muy mal a las expectativas.

— Muchos empresarios ponen a la crisis de confianza en el centro de todos los problemas que menciona. ¿Está de acuerdo?

— Antes que el Gobierno asumiera ya había una crisis de confianza. Comenzó luego de las PASO, con la Bolsa que cayó 50% en un día, bonos destrozados y un lunes con devaluación. Cuando asumió Fernández, lamentablemente, ratificó esa crisis. Las familias, los inversores y el mercado anticiparon antes de la pandemia el deterioro de la situación argentina en términos de respeto del funcionamiento del sistema económico y de la democracia.

Este año el Malba cumple
Este año el Malba cumple 20 años (Gentileza Costantini)

— ¿En ese contexto cómo lo ve al presidente Fernández?

— No soy un politólogo, pero lo veo al Presidente más alineado con el cristinismo que lo que se pensaba al inicio de su mandato. Se está imponiendo de manera clara una línea dentro del Gobierno: la vicepresidenta y el Instituto Patria.

— ¿Lo conoce al Presidente? ¿Lo convocó alguna vez?

— Nunca hablé con él, no lo conozco. Lo he visto mucho en televisión, pero cuando criticaba a Cristina Kirchner. Si me llama no me negaría a reunirme con él, soy partidario del diálogo. Este contexto está signado mucho más por la fortaleza del kirchnerismo que por la voluntad de Alberto Fernández.

— ¿En términos económicos, cuál fue la mejor y la peor medida que tomó este Gobierno?

El acuerdo con los acreedores fue muy significativo. El inicio del diálogo con el Fondo, también. Las peores son aquellas medidas que muestran un cambio de posición, ceder ante la ideología kirchnerista.

Va a haber precios regulados, precios máximos, demorarán los aumentos de las tarifas. Será un año de alta inflación, control de importaciones, una economía más cerrada y una baja inversión, de un 9% del PBI nada más

— ¿El impuesto a la riqueza es un ejemplo de eso?

— No necesariamente. Es algo claramente negativo, pero hay otras medidas; hubo muchas marchas atrás. Vicentin fue muy malo, una locura de una noche de verano, en realidad. Causó un daño muy grande a las expectativas. Todo lo que fue ceder fue negativo. Apoyar el traslado de los jueces y el ataque contra la Corte Suprema son hechos muy graves.

— ¿Esas medidas impactan en la economía, en la inversión?

— Absolutamente. Destruyen la percepción de la seguridad jurídica.

— ¿Se va a judicializar el impuesto a la riqueza?

— Va a depender de cada caso, pero creo que habrá un elevado número que irá a la Justicia.

— ¿A título personal tiene pensada alguna estrategia?

— No hablo de mi situación personal.

Puertos, una de las "ciudades"
Puertos, una de las "ciudades" que Costantini desarrolló en Escobar (Gentileza Costantini)

— ¿Funcionó la estrategia de los últimos meses del 2020 que buscó contener al dólar?

— En el corto plazo funcionó porque íbamos a una devaluación. El dólar está totalmente exacerbado, demasiado “comprado”, como se dice técnicamente. Pero hacia adelante la escasez de divisas va a seguir existiendo. Es muy difícil tener una economía sin ingresos de capitales y sin crédito externo: no hay casi en todo el mundo ejemplos de este tipo.

— Se habla de la recuperación de algunos sectores. ¿Cómo están los desarrollos inmobiliarios y la construcción?

— Muchas familias están saliendo de la ciudad. Ocurre en Europa, en EEUU, en distintos países de la región. Acá la gente busca una mejor calidad de vida, más aire libre. El que puede, aún con la crisis cambiaria, salió a comprar casas y terrenos para construir. Vemos esa tendencia. Yo no la había vivido nunca en mi carrera: nunca en 50 años había visto una corrida cambiaria con aumento de precios y con aumento de operaciones inmobiliarias. Dentro de la ciudad, en el mercado de oficinas, está todo muy castigado, y los departamentos están alicaídos. Hay caída del costo de construcción, más proyectos en las afueras y la inversión pública va a caer por la falta de recursos presupuestarios.

Es muy difícil tener una economía sin ingresos de capitales y sin crédito externo: no hay casi en todo el mundo ejemplos de este tipo

— Imaginemos dos argentinos que pudieron ahorrar. Uno tiene $100.000 y el otro $1 millón. ¿En qué les aconsejaría invertir?

La gente ahorra en dólares. Yo le aconsejaría eso, que ahorre en dólares. Es lo más accesible. Siendo algo más sofisticados, el valor de las acciones está muy bajo; las empresas argentinas están regaladas. La cuestión es que haya una perspectiva de mediano y largo plazo, algo que podría cambiar en las elecciones. Si hubiera un cambio entonces ahí sí se vería una suba vertiginosa del valor de las acciones, cómo pasó en 2015 cuando Macri ganó. Claro, ese cambio de expectativas al final se frustró. Si la opción es comprar acciones, yo miraría papeles con liquidez. Los bancos son interesantes –tienen liquidez, dentro de la poca que hay– y también empresas que no están ligadas al sector público. Estas últimas estarán totalmente reguladas, con “precios políticos”. Vería sectores que fueran menos vulnerables a la fijación de precios y regulaciones, empresas con un balance con muy poca deuda en dólares, en lo posible. El mercado de bonos está muy golpeado.

— ¿Cuáles son tus principales proyectos para este año?

— Estamos invirtiendo en todos los proyectos que tenemos, salvo las tres torres de la nueva Catalinas, que está demorada. Es un proyecto de oficinas siglo 21, pero tenemos que ver bien cómo evoluciona el contexto. De cualquier forma, ahí estamos haciendo trabajos de infraestructura y de acondicionamiento del terreno. Puertos y Nordelta, ciudades que están alejadas de la metrópolis, tienen un movimiento interesante. Tenemos un proyecto nuevo de edificios de viviendas en Nordelta y otro en la calle Huergo, con departamentos chicos con una gran cantidad de amenities y pensados para las necesidades actuales. A pesar de que el mercado está alicaído ambos tienen muy buenas perspectivas.

— ¿Y en el exterior, en Estados Unidos y Uruguay?

— No. Siempre estamos atentos, pero no tenemos ningún proyecto concreto.

El empresario en el museo
El empresario en el museo que fundó: en 2020, dejó de presidir la Fundación que lleva a adelante el proyecto (Gentileza Costantini)

— El año que pasó varias empresas multinacionales decidieron dejar la Argentina, ¿esa tendencia va a seguir?

— Si seguimos en la tónica de lo conversado, diría que sí. La Argentina está un camino equivocado, claramente. Estamos viviendo una crisis puntual dentro de otra estructural de décadas. No enfrentamos nuestra realidad, no hacemos los cambios estructurales y políticos que tenemos que hacer, como reducir el nivel de corrupción y fortalecer las instituciones, que es la base de la democracia y del orden económico. Seguimos en la grieta.

— ¿Por qué hay una tensión permanente entre el establishment y el Gobierno?

— Son agendas diferentes y no hay entendimiento. Y como la ideología es distinta, el diálogo no es fecundo. Es muy difícil dialogar cuando ambos no comprenden la posición del otro. Hay una disfuncionalidad histórica en la Argentina que ahora se extremó por posiciones ideológicas encontradas. En una situación de crisis como la actual lo que sería necesario es lo contrario, acercamiento de posiciones y diálogo para enfrentar algo extraordinario. No hay una agenda política que entienda cómo funciona el mundo.

No enfrentamos nuestra realidad, no hacemos los cambios estructurales y políticos que tenemos que hacer, como reducir el nivel de corrupción y fortalecer las instituciones, que es la base de la democracia y del orden económico. Seguimos en la grieta

— Según el Gobierno, en ese contexto tan extraordinario es en que se decidió poner el Impuesto a la Riqueza, por ejemplo.

— Sí, está bien, pero se puede dialogar en lugar de imponer. En ese caso es un impuesto no solamente para los empresarios sino para las familias. Hay sensación de persecución fiscal, de arbitrariedad y de confiscatoriedad. Si las cosas se hacen de manera hegemónica, pero se tiene el Banco Central lleno de reservas, hay superávit comercial y fiscal y un presupuesto equilibrado, podría ser, pero el país está quebrado. El sector privado, no; el que está quebrado es el Estado. El Gobierno va a tener un costo político en las elecciones por varias de las decisiones que se tomaron este año.

— ¿Cómo está el Malba?

— Está muy bien porque tuvo la flexibilidad de adaptarse a esta situación, a estar cerrado casi todo un año. Se fortaleció el Malba virtual, creamos contenidos, cursos virtuales, exhibiciones, diálogos y entonces surgió una plataforma muy interesante para la cantidad de seguidores que tiene el museo.

El empresario y su esposa,
El empresario y su esposa, en Punta del Este (Gentileza Costantini)

— ¿Qué cuadro le hubiese gustado comprar que sabe que ya no podrá adquirir?

— De los latinoamericanos, podría ser La jungla, de Wilfredo Lam, que está en el MoMA, pero son muchos… Me perdí de comprar cuadros muy buenos y también compré otros espectaculares. Me perdí Desocupados, de Berni, y Antropofagia, de Tarsila do Amaral, que ya estaba donado. A The man in the earth, de Roberto Matta, lo quise comprar, pero el dueño lo donó al Art Institute of Chicago. Estuve a punto de comprar el mejor dibujo de Frida Kahlo, un autorretrato, pero pedían una barbaridad: USD 1 millón en los ‘90 por un dibujo. Y sin embargo es el mejor de Frida Kahlo, el que está en todos los libros de historia del arte latinoamericano.

— ¿Su mejor compra cuál fue?

— Sigo con los artistas latinos y hay varios y muy buenos. Abaporu, de Tarsila do Amaral, es la obra más importante de Brasil y la tiene el Malba. Compré Baile en Tehuantepec, de Diego Rivera, que es espectacular, y Retrato de Ramón Gómez de la Serna, también del mexicano. Y Manifestación, de Berni. El año pasado compré un cuadro de Lam, de los mejores: hacía como 30 años que no aparecía un Lam de esa calidad. De Remedios Varo también compré dos obras que son de lo mejor que hay. Tengo obras realmente muy significativas.

— ¿Por qué dejó de presidir la Fundación del Malba?

— La presidencia de la Fundación es un movimiento que yo vengo pensando antes de crearlo. Los museos se tienen que despersonalizar. Me retiré de la presidencia para darle pluralidad. Hay un cambio de aire, entusiasmo. El recambio es sano y yo sigo estando como presidente honorario y fundador. Todos los museos tienen que pasar por este período de transición para que cuando el fundador no esté todo continúe. Al museo lo pensé a 200 años. Así debería pensarse a la Argentina.

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