La decisión del Gobierno nacional de intervenir el mercado de maíz cerrando las exportaciones, para retroceder con la medida a los pocos días de anunciarla, dejó un gusto muy amargo en el agro, temeroso de que estas políticas clásicas del kirchnerismo se vuelvan una constante de acá en más, con el objeto de controlar estrechamente los precios y el abastecimiento interno en un año electoral.
Esas experiencias, que nunca dieron resultado, están marcadas a sangre en los productores, y el déjà vu de las últimas semanas, con el cese de comercialización de granos decidido por tres de las cuatro entidades rurales que componen la Mesa de Enlace, profundizó la incertidumbre y desconfianza del sector productivo. Si bien ambos conceptos sonaban desde el inicio de la presidencia de Alberto Fernández, hoy son constantes. Así, la relación entre el Gobierno y el campo pareció llegar a un punto del cual costará volver, aunque las partes sostienen que el diálogo “no está quebrado”.
Ahora bien, esta crisis de confianza coincide con un buen contexto internacional para la Argentina. El valor internacional de los granos se ubica en máximos para los últimos 7 a 8 años (según el cultivo), cercanos a los que se registraban cuando se dio el boom de los commodities. Una soja de USD 520, un maíz de USD 210 y un trigo de USD 250 la tonelada en Chicago se traducen en un crecimiento considerable en el ingreso de divisas respecto de las que se esperaban apenas meses atrás en un país ávido de dólares. Y también significan una mayor recaudación fiscal en concepto de retenciones y mejores márgenes para los agricultores.
No obstante, esto también preocupa al Gobierno, por el impacto que pueda tener en los precios de alimentos, sobre todo a quienes creen que es una “maldición” producirlos y exportarlos, obviando que durante 2019 representaron más del 70% de los dólares que ingresaron al país. De allí que la palabra “desacople” de precios se volvió “trending topic” en el oficialismo.
Infobae consultó a especialistas y referentes del sector agropecuario para que den su visión sobre cómo queda parado el campo frente a esta supuesta encrucijada y qué se puede esperar para los próximos meses, en un escenario de incertidumbre y posibles decisiones políticas sorpresivas en el horizonte.
El presidente de la Confederación de Asociaciones Rurales de Buenos Aires y La Pampa (CARBAP), Matías de Velazco, consideró que “lo ocurrido es un mensaje muy malo para el campo. Me hizo recordar épocas pasadas, en las cuales se sentía una gran incertidumbre y falta de previsibilidad para el futuro, ya que no se sabe si uno va a tener problemas para vender lo que produce, si pueden llegar a volver los cupos de exportación, permisos, trabas de comercialización”.
Hoy el sector, continuó De Velazco, “no tiene ningún tipo de paciencia o tolerancia hacia esas políticas propias del kirchnerismo de otra época. El Gobierno debería hacer una correcta lectura política de que el campo no va a soportar estos manipuleos de mercado”. Y agregó: “El productor es una persona muy orgullosa, no le va a rehusar a la confrontación o pelea, por eso el Gobierno debería medir bien, sobre todo porque le quedan tres años por delante, si quiere gobernar con un campo pujante o enfrentado”.
El dirigente rural consideró que hoy el diálogo no está terminado o roto con el Gobierno, pero sí dejó en claro que el Consejo Agroindustrial Argentino (CAA) no es el que lleva la voz de los productores a la hora de las negociaciones.
“No creo que se haya quebrado nada, pero el CAA no es un interlocutor ante el Gobierno. De hecho, la propia referencia que hace el Gobierno hacia el Consejo es con la intención de socavar el poder de la Mesa de Enlace. Eso mismo denota que el Gobierno a quién mira realmente es a la Mesa”, señaló el titular de CARBAP.
En ese sentido, el dirigente sostuvo que sigue abierta la relación entre el Gobierno y la Mesa de Enlace, pero advirtió que en la coalición del Frente de Todos " hay un sector ultrafanático kirchnerista y otro más racional y nosotros buscamos una relación con el último. Esperemos que en la interna que tienen ganen los buenos. Alberto Fernández tiene que demostrar, de una vez por todas, quién es o qué es y ejercer el poder”, dijo.
El productor y las inversiones
Como se dijo, la intempestiva e inesperada decisión del Gobierno dinamitó la ya débil confianza que el sector agropecuario le tenía, marcando un horizonte de incertidumbre que pone en juego, en primera instancia, las inversiones. Si bien los márgenes que obtendría el productor con estos precios serían más holgados que con los de la cosecha anterior, las inversiones “duras” podrían resentirse.
Según el director de la consultora Zorraquín & Meneses, Teo Zorraquín “la medida pegó muy fuerte en la confianza, con la percepción, casi certeza, que de aquí en adelante el Gobierno va a intervenir cada vez que quiera intervenir. Empiezan a aparecer palabras como desacople de precios nacionales con los internacionales, ROEs, cupos. Todo esto, como lo de Vicentin, fue una puñalada a la confianza”.
El especialista comentó que los gastos que realizará el productor una vez que tenga la cosecha en la mano son los que se suelen hacer, como pago de deudas y compras de insumos para la próxima campaña, entre otros puntos, pero que “probablemente, si el escenario es de desconfianza postergue un año más el cambio de la camioneta o el tractor y creo que lo que se va a empezar es a reflexionar en esos meses, en función de las señales del Gobierno, si se hace más soja o menos o más maíz o menos”.
En este sentido, Zorraquín explicó que “lo que posiblemente tienda a restringirse en un país que no tiene crédito son las inversiones duras, cambio de maquinaria, corrales. Pero en donde no veo ningún interés en bajar la inversión es en la aplicación de tecnología (semillas, herbicidas). Tampoco creo que se arriende una hectárea menos”.
Boom de precios
La suba de los precios internacionales de los principales commodities agrícolas fue exponencial desde agosto de 2020 hasta la actualidad, aunque en el último mes se empinó, alcanzando la soja valores por encima de los de mediados de 2014 y, en el caso del maíz, de 2013. La oleaginosa cotizaba en torno a los US$ 305 entre mayo y junio de 2019 en el mercado de Chicago. Hoy se ubica por encima de los US$ 520.
A pesar de estos precios, y las consecuencias positivas que pueden tener para nuestra economía, Argentina en los últimos 30 días mandó varias señales negativas al mercado internacional, no solo con la intervención del mercado de maíz o el paro agropecuario, sino también por el conflicto salarial que derivó que durante 20 días consecutivos el país no despachara un solo grano.
Al respecto, el economista jefe de la Bolsa de Cereales de Buenos Aires (BCBA), Agustín Tejeda Rodríguez, indicó que “Argentina tiene todos los activos clave como para aprovechar la oportunidad (de la suba de precios), pero lo determinante va a ser, además del clima, que tengamos un set de políticas que promuevan las inversiones y exportaciones. Esa agenda es interna y externa, como negociaciones internacionales y las señales que le damos al mercado”.
Según explicó Tejeda, Argentina es un país importante en lo que se refiere al mercado internacional de granos cuyas decisiones terminan afectando a este último. “Desde afuera miran nuestra soja, maíz y trigo, cuánto es lo que vamos a producir y cuánto vamos a exportar. Entonces las idas y vueltas, sobre todo como en las últimas decisiones, que tienen que ver con restricciones a las exportaciones, siembran incertidumbre en los mercados internacionales. Sin lugar a dudas, es muy importante poder llegar a reglas claras, no sólo para nuestro productor, sino también hacia el mercado internacional, que está esperando esas exportaciones desde nuestro país”, concluyó.
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