El paro del campo, a raíz del cierre de las exportaciones de maíz, al que el gobierno, sobre el filo de la medianoche del domingo, abrió una hendija de apenas 30.000 toneladas diarias que no alcanzó para desactivar la protesta, tiene por detrás no sólo el objetivo oficial de controlar los precios internos de las proteínas animales (carnes vacuna, aviar, porcina, leche, huevos) sino también un tironeo por la distribución de la renta. De un lado se encuentran los maiceros y del otro fundamentalmente el sector avícola, cuya fórmula para alimentar los pollos consiste en un 63% de maíz, según precisa el presidente del Centro de Empresas Procesadoras Avícolas (CEPA), Roberto Domenech.
El dirigente y hábil negociador dice allí que CEPA no pidió prohibir la exportación de maíz, pero lista, uno por uno, los argumentos oficiales. El cepo al maíz, afirma, “es una medida que toma el gobierno por una suma de cosas”. Entre ellas, señala que el sector avícola ya no podía sostener el precio del pollo acordado con la secretaría de Comercio porque el precio interno del maíz había pasado de $ 9000 la tonelada en julio a $19.000 actualmente y el de la soja a $ 14.000 a $ 27.000. Aparte, se queja, “no se consigue el maíz; quienes lo tienen no lo venden, entendemos nosotros que fundamentalmente lo tienen los productores”. Y aunque se muestra comprensivo de que éstos busquen “conservar el valor de su dinero”, también se queja del cambio en las condiciones de pago.
“Hay que tener en cuenta una acción y una consecuencia, tanto para el gobierno, por no haberse actualizado a tiempo con los precios de los productos, y quienes aún con estos precios –y cuando vuelva la cosecha no van a ser estos, les advierte- no venden”. Tras repartir culpas, Domenech explica que por la falta de maíz las empresas avícolas “no podemos completar la fórmula de alimento balanceado como corresponde, con 63% de maíz; estamos usando 40, un 45% hasta 50%, el resto completándolo con otros cereales y con excipiente”. Y al final señala que “ojalá que esto (por la prohibición de exportar) repercuta y aparezca el flujo del producto”.
Paradójicamente, Domenech es una de las cabezas del Consejo Agroindustrial Argentino, agrupación que apenas creada fue recibida en julio por la vicepresidente Cristina Kirchner, a la que le presentó un plan para aumentar fuertemente las exportaciones y el empleo en el campo y la agroindustria. No es casual que el gobierno eligió al Consejo para tratar con el campo, minimizando así a las entidades agrupadas en la Mesa de Enlace, más cercanas a la presión de los productores.
Polos opuestos
Los sectores avícola y maicero estuvieron en polos opuestos de las políticas aplicadas por el kirchnerismo entre 2003 y 2015. Al respecto, una investigación de tesis de Delia Jaldo Alvaro para su maestría en Economía Aplicada de la Universidad Católica Argentina precisa que en ese período el sector maicero transfirió al avícola nada menos que USD 2.164 millones de renta, gracias a las retenciones, los permisos de exportación y otras medidas para “defender la mesa de los argentinos”.
Con USD 600 millones, el sector avícola fue también el principal receptor de las “compensaciones” que pagaba la Oficina Nacional de Control Comercial Agropecuario (Oncca), que manejaba Juan Manuel Campillo, exministro de Hacienda de Santa Cruz. Un gráfico del estudio de Jaldo Alvaro muestra cómo los precios del pollo se empinaron luego de que en 2011 el entonces ministro de Economía, Amado Boudou, disolvió la Oncca para abortar un incipiente escándalo.
El estudio muestra también cómo a partir de 2008 las avícolas “descubrieron” el mercado venezolano y lo convirtieron en un destino clave. que se esfumó en 2015. Una posterior investigación de la Sindicatura General de la Nación precisó que los precios que Venezuela pagaba por los pollos argentinos eran entre 25 y 35% superiores a los internacionales, con un exceso de USD 43 millones a favor de los polleros argentinos. La principal beneficiaria, señalaron Rodolfo Pino y Adrián Rico en una investigación publicada en el sitio Avicultura.com, fue Granja Tres Arroyos, principal avícola de la Argentina, de Joaquín de Grazia, a quien responde Domenech.
De carne somos
En cuanto al panorama actual de las carnes, un estudio de Juan Manuel Garzón y Nicolás Torre, investigadores de la Fundación Mediterránea, muestra que mientras en 2020 el consumo de carne vacuna por habitante (49,7 kilos) fue el más bajo de los últimos 50 a 60 años, el de carne aviar, al menos el registrado por los entes de control, habría cerrado en 44,1 kilos por habitante, el más alto de la historia.
Mientras en 2020 el consumo de carne vacuna por habitante fue el más bajo de los últimos 50 a 60 años, el de carne aviar habría sido el más alto de la historia.
Los datos ilustran el cambio en los hábitos de consumo ocurrido en las últimas décadas y que echan luz sobre los conflictos actuales. Las “carnes” incluyen también la de cerdo, de la que se consumieron 14,2 kilos por habitante, llevando el consumo total de los tres tipos a 108 kilos por habitante, apenas 0,8% por debajo del nivel de 2019. Pero mientras el consumo de carne vacuna cayó 2,9% y el de carne porcina 0,3%, el de carne aviar aumentó 1,7 por ciento.
La historia reciente
Garzón y Torres sintetizan el desempeño cárnico 2020 del siguiente modo:
- La producción de las tres carnes creció. La de carne vacuna a 3,16 millones de toneladas (1% más que en 2019) y la de carne aviar habría cerrado en 2,22 millones de toneladas (también cerca del 1% de aumento). En tanto, las últimas estadísticas del ministerio de Agricultura indican que la producción de carne porcina aumentó 7% (más del el doble de lo que aumentó la faena, debido a mayor peso y mayor rendimiento por animal) encadenando 9 años seguidos de aumento.
- La exportación creció en los casos de las carnes vacuna y porcina. Las ventas externas de la primera cerrarían el año en cerca de 920.000 toneladas y un aporte de USD 2.506 millones al saldo comercial. Las de carne de cerdo aumentaron más del 100%, pero desde una base muy baja, gracias a las compras chinas, cuyos rodeos fueron devastados por la gripe porcina. El sector avícola, en tanto, exportó 213.000 toneladas en los primeros 11 meses, por USD 290 millones; hubo también aquí mayores ventas a China (3%), pero fuertes caídas en las colocaciones a Sudáfrica (-24%) y Chile (-11%).
- El consumo interno retrocedió en el caso de la carne bovina, pero se expandió levemente en las otras dos carnes, como se precisó arriba.
- El precio de los tres tipos de carne aumentó más que la inflación, tanto en animales como en productos finales, en especial al final del año. Al consumidor final, los cortes de carne bovina fueron en diciembre 74% superiores a los del mismo mes de 2019 (contra una inflación punta a punta del 36%); la carne aviar (pollo entero) subió 58% y la porcina 59%. Los aumentos en términos reales fueron de 28%, 16% y 17% respectivamente.
- Los ingresos no pudieron seguirle el ritmo al precio de las carnes. El salario mensual promedio del sector privado formal de la economía permitió comprar 156 kilos de carne bovina, 9,7% menos que en 2019. En promedio, durante 2020 el salario mensual fue equivalente a 156 kilos de carne bovina (promedio de 6 cortes) por mes, 515 kilos de carne aviar o 200 kilos de carne porcina (-8,8%), pero en todos los casos los guarismos empeoraron sensiblemente hacia fin de año.
Garzón y Torres plantean el interrogante de si la suba de precios de animales y carnes de 2020, que tuvo un fuerte envión sobre el final del año, ya terminó o puede continuar. De un lado, observan que los segmentos de clases media y baja “se encuentran seguramente al límite de su capacidad de pago” y, del otro, una fuerte convergencia con los precios de las carnes en Uruguay y Brasil, lo que sugiere que “al menos en moneda dura” no habría margen para más aumentos “en un contexto donde nuestro sector exportador paga más impuestos que sus pares (9% de retenciones) y nuestro principal cliente (China) viene estabilizando compras y mostrando menor predisposición de pago”.
El agotamiento del poder adquisitivo de las clases media y baja, la convergencia del precio de las carnes argentina con Brasil y Uruguay y la menor predisposición de pago de China, el principal importador, actuarían para frenar el precio de las carnes, aunque una incipiente retención de vientres, un repunte de la demanda externa y una mayor presión de los eslabones de transporte, distribución y comercialización traccionarían en sentido contrario. Pero la variable más fuerte es la política: 2021 es un año electoral
Pero eso, acotan, “no significa que los precios de las carnes tendrán un 2021 tranquilo y menos aún que vayan a iniciar el camino del descenso”. Entre las fuerzas que tiran al alza subrayan un incipiente proceso de retención de vientres, que podría impactar en los precios de la hacienda; una mayor demanda externa, en especial de los mercados que más sufrieron, a medida que vayan saliendo de la Pandemia; una demanda interna más vigorosa, si el gobierno logra estabilizar la macro y acotar la inflación, y una mayor presión de los eslabones de transporte, distribución y comercio por mejorar sus márgenes en la composición del precio final al consumidor.
Con todo, la variable más fuerte es la política. En un año electoral es esperable una interferencia creciente en los mercados de carne, para contener o restringir la exportación y controlar los precios. Medidas así, concluye el estudio, podrían estabilizar y hasta reducir los precios en el corto plazo, pero sus efectos de mediano y largo plazo serían los contrarios: precios más altos por caída de inversión y producción.
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