Desde los primeros días de circulación del coronavirus covid-19 en el territorio argentino, la disyuntiva entre la vida y la economía que planteó el propio presidente Alberto Fernández fue el punto de partida para abordar un evento que golpeó en todo el planeta. Así, en segundo plano en materia de prioridades, las variables económicas más relevantes sufrieron un doble impacto: el del shock de la pandemia y el de las medidas puestas en marcha para intentar paliar, con éxito pobre, la incidencia del virus. El golpe es evidente en algunos de los indicadores más sensibles para la población en general pero más para los sectores vulnerables: actividad, empleo y pobreza muestran daños tanto de corto como de mediano plazo para la economía nacional.
Recesión
En materia de actividad económica, 2020 va camino a ser el peor año del que se tenga registro, en línea con un mundo que vive su peor recesión desde la gran depresión de 1930. Tanto los datos oficiales como los elaborados por privados, algo más actualizados, muestran lo abrupto que fue el desplome. Y aunque después del piso venga el rebote, los especialistas señalan que la vuelta a la normalidad post pandemia va a dejar huellas por mucho tiempo, no sólo en las curvas de 2020.
En el Índice General de Actividad de OJF (IGA-OJF) se registra que en octubre la economía cayó 4,9% interanual, lo que implica un freno a la recuperación que se evidenció en los meses previos luego del golpe de abril, cuando se desplomó más del 19%. En lo que va del año, mientras tanto, el retroceso acumulado a 10 meses es del 8,9%.
“Lo que se ve en los datos de actividad mensual es que en febrero la economía estaba planchada, venía de un año de caída, pero en marzo y abril se nota una caída muy abrupta. Hay un efecto de corto plazo que ya se está recuperando. Mayo, junio, agosto y también septiembre son cuatro meses de recuperación plena. Pero también hay un impacto de largo plazo porque se desplomó la inversión, 12,8%, que es por debajo de la tasa de amortización del capital. Este año destruimos capital. Y después de varios años donde la tasa de inversión era pobrísima, 2018-2019, y después un año sí y un año no”, dijo Fausto Spotorno, economista de OJF.
“Lo que te deja esta cuarentena larguísima y complicada, que afectó la productividad por todas las trabas que mantuvo más allá del momento más intenso, es que vas a necesitar niveles de inversión altísimos y para eso no tenés ahorro local suficiente, tenés que traer del exterior. Y para eso hacen falta medidas económicas menos locas”, agregó Spotorno.
Los datos oficiales del Indec, por su parte, aunque actualizados a septiembre muestran en la comparación antes y después cuál fue el golpe de la cuarentena. El Estimador Mensual de la Actividad Económica (EMAE) cayó un 6,9% interanual en septiembre, también una mejora después del derrumbe del 17,2% registrado en el cuarto mes del año. En los primeros nueve meses del 2020 el indicador de la actividad económica acumula una caída del 11,9% con relación al mismo período de 2019.
La falta de trabajo que se esconde tras el nivel de desempleo
Uno de los saldos más contundentes que dejaron la pandemia y las medidas dispuestas para intentar paliarla es el que se ve en el mercado de trabajo. Según datos de la Encuesta Permanente de Hogares (EPH), en el segundo trimestre la desocupación trepó del 10,4% al 13,1%, un nivel que no se alcanzaba desde el tercer trimestre de 2004.
Posteriormente, datos de del Observatorio de la Deuda Social de la UCA pusieron en números el nivel de desempleo al final del tercer trimestre del año. Según esos cálculos, alcanzó 14,2% en ese momento del año, bastante después del fin de la cuarentena más intensa.
Pero más allá de lo relevante del dato, la particularidad de la crisis económica y sanitaria de 2020 hace que el número de desempleo por sí mismo oculte buena parte de los costos sociales que se pagaron este año. Y esto es porque el desempleo es medido como la porción de los encuestados que dicen haber buscado activamente trabajo sin haberlo conseguido.
Para dar dimensiones del nivel de paro en el que cayó una porción importante de los trabajadores argentinos corresponde más mirar la caída en las tasas de empleo y de actividad, cuyas variaciones en el año muestran cuántas personas trabajaban antes de marzo y cuántas lo hacen hoy. El dato así visto incluye una porción de la población que habitualmente queda afuera de las estadísticas laborales pero que este año se volvió muy relevante: aquellas personas que se quedaron sin trabajo pero que no salen a buscarlo, ya sea porque las restricciones al movimiento lo impiden o, porque, dado el freno de la economía prima el desaliento entre quienes ya golpearon todas las puertas en busca de sustento y no encontraron empleo.
Según los datos oficiales, en el segundo trimestre del año se perdieron 3.757.000 puestos de trabajo, al alcanzar los 17,1 millones, como consecuencia de la recesión y del impacto de la crisis sanitaria. A marzo último había 20.879.000 puestos y tres meses se pasó a 17.122.000 a fines de junio último, lo que representa una fuerte caída del 18% del total de puestos de trabajo que había antes de la cuarentena.
La contracción en el empleo, que en el segundo trimestre golpeó a pleno al mercado de trabajo, fue aún mayor en el sector de los puestos asalariados no registrados o en negro de la economía informal, con una baja del 34% interanual.
También fue alta la disminución en el empleo de los trabajadores no asalariados, sector que agrupa a trabajadores por cuenta propia, independientes y monotributistas donde la baja alcanzó al 28,6%, en la comparación con el segundo trimestre del año anterior.
El menor impacto se registró en el sector de la economía en blanco, donde los trabajadores asalariados tuvieron una baja del 3,3%.
Con datos al cierre del tercer trimestre, la UCA llega a estimar que si se suma a estos trabajadores que perdieron su actividad pero no buscan trabajo la cifra de desempleo podría duplicarse. Para la universidad, existe “efecto desaliento” a la búsqueda de recuperar el empleo perdido, principalmente en la franja de los sectores más vulnerables, no sólo porque forma parte de la población con menores ingresos, sino porque esa circunstancia se corresponde con la precariedad laboral que representa desenvolverse en la informalidad, tanto como asalariado o “changas”, o como pequeño monotributista, porque la economía no da señales de incentivos generalizados a la inversión y creación de puestos registrados.
“Se estima que de no haberse generado ese efecto desaliento la desocupación se habría incrementado a niveles cercanos al 28,5%. Y generó un cambio de composición del mercado de trabajo que amortiguó u ocultó el desmejoramiento de la situación laboral. En 2010 solo el 43,6% de la población económicamente activa poseía un empleo pleno de derechos, mientras que el 27,4% tenía un empleo precario, el 14,8% un subempleo inestable y el 14,2% una situación de desocupación”.
La pobreza más elevada desde 2004
La restricción económica que impuso la llegada al país de la pandemia de covid-19, con una cuarentena estricta a partir del 20 de marzo que se fue flexibilizando, afectó la realidad económico-social de la Argentina con más impacto que en el resto del mundo y se tradujo en un severo empinamiento del deterioro de los indicadores sociales de empleo, pobreza e indigencia, pese a las medidas paliativas que tomó el Gobierno.
Un informe del Observatorio Social de la Universidad Católica Argentina (UCA) reveló la semana pasada que el 34,9% de los hogares y el 44,2% de las personas de la Argentina se encuentran por debajo de la línea de la pobreza al cierre del tercer trimestre del año, por encima del 32,1% y 40,8% registrado en igual período de 2019.
De esta forma, los niveles de pobreza alcanzaron el umbral más alto desde el primer semestre de 2004, cuando el 44,3% de las personas no pudieron satisfacer sus necesidades básicas, según la medición del Indec.
En un contexto en el que resultó determinante la pandemia de coronavirus, los números hubiesen sido mayores si el Estado no implementaba medidas de ayudas para enfrentar la situación. ”El nuevo escenario paralizó aún más la inversión, los consumos y la demanda de empleo en la economía formal, a la vez que frenó toda expectativa de reactivación, afectando especialmente a la pequeña y mediana empresa, profundizando la relación entre informalidad económica, pobreza y exclusión social”, agregó la casa de Altos Estudios.
Según los datos de la Encuesta de la Deuda Social Argentina (EDSA), entre julio y octubre 34,9% de los hogares y 44,2% de las personas se encontraban bajo la línea de la pobreza, y 7,3% de los hogares y 10,1% de las personas eran indigentes, los porcentajes más altos de la década.
Al respecto, el director del Observatorio Social de la UCA, Agustín Salvia, dijo que “sin la AUH, el IFE, la Tarjeta Alimentar y el resto de los subsidios, la indigencia hubiera sido el doble y la pobreza hubiese trepado al 53%”. Así, la pobreza y la indigencia se hubieran acercado al récord histórico de 2002, cuando alcanzaron el 54,3% y el 22%, respectivamente.
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