Dentro de los factores estacionales que distinguen diciembre, la demanda de pesos es uno de los más importantes. Por eso el Central se preparó con compras de billetes de 1.000 pesos que encargó tanto en España como en Brasil para abastecer al mercado. Pero el problema es la “última milla”. Como los bancos aún atienden al público por sistema de turnos, la principal vía para conseguir efectivo es a través de los cajeros automáticos, que no darían abasto ante los picos que se registrarán en las próximas semanas.
En este arranque del mes ya se pudo ver mucha gente haciendo fila en distintas sucursales de la ciudad de Buenos Aires y del conurbano. Pero la demanda de pesos podría multiplicar las colas en las últimas semanas, en un país donde el efectivo sigue dominando el mercado. El peligro es, por supuesto, que se revivan escenas como las del 3 de abril, cuando miles de personas se agolparon en la puerta de las entidades para cobrar jubilaciones o planes sociales. Claro que en aquella oportunidad el contexto era otro, porque se venía de varias semanas sin actividad bancaria por la estricta cuarentena determinada por el gobierno de de Alberto Fernández.
El fin de semana largo que se aproxima ya será un buen “caso testigo” para ver la respuesta del sistema. Al haber un “puente” turístico serán cuatro días sin actividad y mucha demanda de pesos. Además, mucha gente emprenderá viajes para aprovechar que las “fronteras” de la costa atlántica abrieron a partir del 1 de diciembre, luego de casi nueve meses de cierre total al turismo. El uso del “cash” en casi todos los balnearios es regla fija, por lo que conviene asegurarse una buena cantidad de efectivo antes de emprender la “aventura” del viaje.
Este mes cobran sueldo y medio aguinaldo (a mediados de diciembre) más de seis millones de empleados en relación de dependencia y lo propio sucederá con ocho millones de jubilados. Pero además los beneficiarios de planes sociales no sólo recibirán su ingreso mensual de la Asignación Universal por Hijo, sino que además habrá un bono excepcional de $ 6.000 por chico. Esto provocará un fuerte “stress” en el sistema financiero, teniendo en cuenta la elevada propensión a retirar efectivo de la mayoría de estos grupos.
El pago del medio aguinaldo, el bono para beneficiarios sociales y la propia depreciación del billete de 1.000 pesos pondrá al sistema financiero nuevamente a prueba en diciembre. El Central ya tiene el dinero para abastecer al sistema, pero el problema es la “última milla”
A eso se suma los más de cuatro millones de nuevos usuarios de billeteras digitales. Si bien es un público más acostumbrado al uso de dinero electrónico, también tienen necesidades de retiro de billetes, que en muchos casos pueden canalizar también vía cajeros automáticos, además de otras opciones de “expendio”.
El titular del BCRA, Miguel Pesce, se quiso curar en salud y apuró tanto la fabricación como la importación de billetes de 1.000 pesos. “El Central garantiza la provisión de billetes a los bancos para abastecer las necesidades de sus clientes. No vemos ningún problema para que los bancos dispongan de los billetes necesarios”, explican desde la entidad y aclaran que “este año se pusieron en circulación hasta noviembre 380,8 millones de unidades de billetes de 1.000, a lo que habrá que sumarle la de este mes”.
Los billetes están, pero el desafío que se viene es que puedan llegar normalmente a los bolsillos de la gente. Por supuesto que la mejor manera es promover el uso del dinero electrónico, es decir pagos con tarjeta, con código QR o cualquier otro sistema que no involucre el efectivo. Este año de pandemia se dio un enorme avance y millones de personas que nunca lo habían probado ahora realizan compras on line y pagan incluso servicios por mecanismos electrónicos. Pero el efectivo se sigue llevando la mayoría de las operaciones. Los balnearios de la Costa Atlántica siempre fue una historia aparte: es difícil encontrar comercios que acepten otro medio de pago que no sea cash. Tal vez la proliferación de nuevos medios de pago cambie lo que ya es un clásico, ante la búsqueda de los pequeños locales de vender sin factura y así evadir el pago de impuestos.
Los comercios en plena ciudad de Buenos Aires también están privilegiando el cobro en efectivo. Ya es habitual que ofrezcan descuentos de 10% si el cliente paga cash, aún teniendo opción de pagar con tarjeta en tres o más cuotas sin interés. El comerciante prefiere asegurarse el dinero en forma inmediata y no afrontar los aranceles que cobran las tarjetas y eventualmente pagar menos impuestos si no declaran la transacción.
Se espera para este fin de semana extra largo que los bancos dispongan un esquema especial para llenar los cajeros, pero en general tampoco es suficiente y podría complicarse conseguir billetes ya el mismo lunes feriado.
Además de promover los mecanismos de pago y transferencias electrónicas, los bancos también vienen aceitando el sistema de “extra cash”, es decir la posibilidad de retirar efectivo usando la tarjeta de débito en supermercados, estaciones de servicio y cadenas de farmacias. Este sistema no sólo abastece de efectivo al público, sino que además le quita un peso a las empresas, que en la medida que pueden despachar esos billetes se ahorran el pago del camión de caudales.
El billete de $1.000 hoy tiene la cuarta parte de su poder adquisitivo en relación al momento en que se lanzó, 2017
También las compañías de cobranza extrabancaria trabajan con este esquema y entregan efectivo no sólo a clientes bancarios, sino también a los usuarios de billeteras digitales. Claro que allí también se corre el riesgo de largas filas, porque la gente además concurre para pagar facturas, impuestos y otros servicios.
La negativa del Gobierno a emitir un billete de mayor denominación que el de 1.000 pesos complica más las cosas. Hoy ese billete permite comprar sólo un cuarto de su poder adquisitivo de inicios de 2017, cuando debutó. Para mantener ese poder de compra hoy debería existir un billete de 4.000 pesos.
Esto provoca que el abastecimiento de cajeros con billetes de 1.000 pesos tampoco sea suficiente. Todo sería más fácil con un billete de 5.000 pesos que se pensó en algún momento, pero que nunca vio la luz. Ya en su momento Cristina Kirchner se oponía a sacar un billete superior a los 100 pesos y llegó así hasta el final de su mandato, en diciembre de 2015. Las pérdidas por impresión excesiva de billetes y rotura de cajeros automáticos, con desgaste prematura ante la entrega de billetes sin descanso. Ahora la historia se repite.
Algunas entidades como el BIND trabajaron en modelos propios de cajeros automáticos que por ejemplo procuran brindar una respuesta más ágil a los jubilados, pero no es algo generalizado. Les permiten efectuar retiros sin tarjeta y sólo con comprobación biométrica, por ejemplo a través de la huella dactilar.
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