Noviembre llegó con algo de alivio para el Gobierno a partir de la mayor estabilidad cambiaria. El dólar libre abandonó la “zona crítica” cerró el viernes a $ 160 cuando había finalizado a $ 195 en la última semana de octubre. Y a fuerza de venta de bonos el contado con liquidación se mantuvo en niveles de $ 150. Pero hay poco para festejar. La inflación sufrió un fuerte salto el mes pasado y todo indica que seguirá muy alta en el último bimestre. Por otra parte hay datos que muestran una recuperación de la economía, pero por el momento demasiado débiles.
Pese al rígido cepo cambiario, el Banco Central no logró hasta ahora recomponer reservas. De vuelta, el mes presenta buenas y malas. Siguen las ventas de divisas para evitar un salto mayor al tipo de cambio, pero se perdió mucho menos que el anterior. Los depósitos en dólares finalmente consiguieron estabilizarse. Pero otra vez la tendencia no es contundente. Las reservas acumulan una caída superior ya a los USD 1.000 millones en lo que va del mes, aunque influídas por cancelación de vencimientos a organismos multilaterales.
La inflación dio un fuerte salto en octubre y seguirá muy alta en el último bimestre del año. Hay datos que muestran una recuperaciòn de la economìa, pero por el momento demasiado débiles
Las limitaciones al dólar ahorro e implementar un cepo cambiario aún más duro tenían como objetivo acotar el acceso al mercado cambiario del público y las empresas. De esta forma sería posible empezar a recomponer reservas. Pero hasta ahora no sucedió nada de ello y el stock perforó a fines de esta semana los USD 39.000 millones.
El dólar no subió, las reservas tampoco
Las reservas líquidas, no obstante, están en terreno negativo. ¿De dónde sacará dólares el BCRA para seguir interviniendo? Sin posibilidad de acceder a los encajes de los depósitos en moneda dura, la entidad utilizó parte de los dólares de Sedesa (el sistema de seguro de depósitos) para intervenir.
El mercado cambiario presenta señales contrapuestas. Dejaron de caer los depósitos en dólares y el Central bajó sus niveles de intervención en noviembre. Sin embargo, las reservas ya acumulan una caída de más de USD 1.000 millones en el mes
Pero si no se revierte en forma inminente esta tendencia negativa en el flujo de dólares, habría que evaluar otras opciones. A las arcas del Central no le sobra nada y ya está prácticamente al límite de sus posibilidades. Según un cálculo del economista Fernando Marull, sólo quedarían unos USD 4.000 millones netos, contabilizando el oro y los DEG (Derechos Especiales de Giro) del FMI. Si no se revierte el flujo negativo del balance cambiario, el Gobierno podría consumirse también este bolsón de liquidez para ganar tiempo hasta abril, cuando empiezan a ingresar los dólares de la próxima cosecha.
La misión del FMI
En las dos semanas que duró la misión del FMI en la Argentina, hubo dos aspectos claves que ocuparon una buena parte del análisis. Uno de ellos fue la necesidad de fortalecer en forma urgente las reservas para salir la zona de extrema fragilidad. Pero al mismo tiempo la otra gran preocupación es cómo revertir el exceso de liquidez en la economía luego de la gran emisión a causa de la pandemia. El peligro de un mayor rebrote inflacionario y de más presión cambiaria continúa latente.
El Gobierno espera que el acuerdo con el organismo sea el paraguas que necesita para empezar a recomponer la confianza. La carta del Senado al organismo desconcertó a muchos, porque la propia Cristina Kirchner venía sosteniendo en reuniones privadas su apoyo a las negociaciones. No está claro si esa jugada apunta a limitar el margen de maniobra de Martín Guzmán o se trata más bien de mantener un relato aceitado en medio de un plan de ajuste a esta altura inevitable.
Más allá de la dura carta del Senado al FMI, en el ministerio de Economía apuestan a que el acuerdo con el organismo sirva de paraguas para enmarcar la futura política económica e ir lentamente a un camino de consolidación fiscal. Es hoy la única opción para evitar un nuevo desborde cambiario
El problema de confianza persigue a Alberto Fernández desde que ganó las PASO, en agosto del año pasado. Y hasta ahora no salió demasiado de esa zona. Ni bien el Gobierno hace el intento de enviar señales más racionales, por ejemplo apuntando a un menor déficit fiscal para el año que viene, aparecen otras iniciativas que empañan rápidamente esas intenciones.
El avance del denominado impuesto a la riqueza en el Congreso fue un ejemplo claro de estas contradicciones. Se trata de un tributo anti inversiones, que posiblemente genere mucho más daño que la recaudación que podría conseguir. Desde el kirchnerismo se empeñan en asegurar que en todo el mundo se estudian iniciativas de estas características para hacer frente a la pandemia. Pero no hay un solo país capitalista que se haya animado a ir tan lejos. Difícil conseguir inversiones con castigos de esta envergadura a quienes invierten en el país y tienen blanqueado su patrimonio.
El gravamen se transformaría en ley en la primera semana de diciembre y representa una verdadera confiscación patrimonial para muchos de los que quedarán alcanzados. Se avecina un largo conflicto judicial. “Son iniciativas que atrasan 50 años”, sostuvo el diputado Luciano Laspina al expresar su oposición ante el Congreso.
El mundo se encamina a una franca recuperación el año próximo. Los mercados financieros están festejando por adelantado la distribución de vacunas contra el coronavirus y la vuelta a la normalidad en todos sus aspectos. La pregunta es qué países podrán aprovechar esta recuperación, aún cuando el hemisferio norte atraviesa una segunda ola de contagios.
La economía muestra señales incipientes, y esperables, de reactivación. La industria ya está produciendo a niveles más altos que antes de la pandemia y el consumo empezó a repuntar en zonas como AMBA, ante las menores restricciones. Pero sin confianza de los inversores se corre el riesgo que la mejora quede a mitad de camino
Nuevamente la Argentina corre un gran riesgo de dejar pasar el tren si no consolida una imagen potable para los inversores. Prueba de la inestabilidad que atraviesa el país es que si bien el dólar se mantuvo más tranquilo, las reservas no repuntan y el riesgo país sigue cómodo arriba de los 1.300 puntos básicos.
Alberto tiene la excusa de la pandemia para justificar un desastroso 2020, con un fuerte aumento de la pobreza, incremento en el desempleo y una economía que se derrumbó alrededor del 12%. La economía muestra ahora señales de incipiente repunte. La industria creció en octubre por primera vez en mucho tiempo en términos interanuales y mantiene la tendencia positiva en noviembre. El consumo también despega en aquellos distritos que tienen menos restricciones. El tercer trimestre, por ejemplo, fue mucho más favorable para la zona AMBA.
Esta mejora casi inevitable luego del cierre total de la economía en el segundo trimestre puede quedarse a mitad de camino si las señales para atraer inversiones no son las adecuadas. La soja a USD 430, su máximo nivel en cuatro años, dólar débil en el mundo y tasas internacionales en valores mínimos son condiciones que deberían impulsar ese esperado repunte. Pero no alcanza.
La política monetaria, las negociaciones con el FMI y sobre todo la interna política dentro del propio Gobierno definirán en estos meses si realmente es posible consolidar la incipiente mejora de la actividad. O si, como ya es una costumbre, la Argentina dejará pasar otra gran oportunidad para subirse a la ola de crecimiento global.
Seguí leyendo: