Wall Street sufrió su peor caída desde junio, en lo que representa un reflejo del impacto entre los inversores de las últimas noticias del Covid-19. La segunda ola de contagios en Europa, el cierre de actividades en países como Alemania y Francia más la perspectiva de que podría suceder lo propio en los Estados Unidos no sólo le pegará al mundo desarrollado. También influirá en las posibilidades de recuperación de economías muy golpeadas como la Argentina.
Los derrumbes bursátiles muestran algunas proyecciones. Por ejemplo, volvió a caer fuerte el precio del petróleo, que por primera vez en varios meses se ubicó por debajo de los USD 40 el barril. Y también le pegaron a las empresas más vinculadas al turismo, dado que la perspectiva de un regreso de la actividad será mucho más lento que lo esperado. Esta vez ni siquiera se salvaron las tecnológicas, que habían sido los grandes “ganadores” en medio de la crisis de la primera etapa de la pandemia.
Para la Argentina el impacto se sentirá en primer lugar en mayores dificultades para exportar. Este año las ventas al exterior caen más de 15% ante la mejor demanda del mundo desarrollado en el marco de una recesión global. Pese a esta merma de exportaciones, la balanza comercial siguió alta porque el derrumbe de importaciones fue aún mayor al menos en la primera parte del año.
El rebote de 5,5% que establece el proyecto de Presupuesto 2021 luce optimista. No sólo por la crisis cambiaria y de confianza que sufre la Argentina, sino por las perspectivas de una situación sanitaria que se proyecta compleja para el año próximo ante la posiblidad de un rebrote en la cantidad de casos de Covid-19 en la región
La caída del petróleo también representa un desafío adicional para el sector energético y la posibilidad de atraer inversiones a Vaca Muerta. Claro que las dificultades para expandir este sector van más allá de los precios internacionales y están también muy relacionados con las señales para promover el sector.
Dentro del contexto negativo, hay un aspecto que está jugando a favor y podría sostenerse. La pandemia produjo un fuerte debilitamiento del dólar, que se reflejó en suba de casi todas las materias primas. En ese contexto, la soja rozó los USD 400 la tonelada y se mantiene en niveles altos más allá del ajuste de las últimas jornadas. Siendo el principal producto de exportación argentino, esto debería asegurar un ingreso relativamente fluido de divisas. Esto depende más de las cerealeras y la política cambiaria del Gobierno que de lo que ocurra en el contexto internacional.
La salida de fondos internacionales de mercados emergentes es un problema relativamente menor para la Argentina, porque se está jugando otra liga. El país ya carece de crédito internacional hace tiempo y está lejos de poder recuperarlo. El riesgo país está ubicado en niveles cercanos a 1.500 puntos y es probable que se quede allí un buen tiempo. Pero será más difícil renegociar las deudas de las provincias y de las empresas, obligadas ante la imposibilidad de acceder solo parcialmente a los dólares oficiales. Ese escenario financiero será el que analizará la próxima misión del Fondo Monetario Internacional (FMI) que llegará al país en noviembre y que promete extenderse a casi dos semanas, un plazo mayor al usual.
El principal impacto que sentirá la Argentina serán las mayores dificultades para exportar. Este año las ventas al exterior caen más de 15% ante la mejor demanda del mundo desarrollado en el marco de una recesión global
Por supuesto que en el caso argentino además se suma la crisis generada por la fuerte suba del tipo de cambio libre y una brecha que sigue arriba del 130%. Pero el rebrote del virus también puede jugar en contra. Si el cierre de las economías también llega a América latina en una segunda ola las consecuencias serían aún más graves en países débiles. En el caso argentino, obligaría a mayor emisión de pesos por parte del Banco Central para salir a socorrer empresas y a quienes se quedaron sin ingresos.
Los últimos datos de actividad muestran que luego de un fuerte repunte inicial tras el cierre total de la economía en abril sobrevino una importante desaceleración. Según el propio Gobierno este año la caída será de 12%, pero el año próximo habría un rebote cercano al 5,5%. Hoy luce como una proyección optimista.
Además, el déficit fiscal de 4,5% previsto en el proyecto de Presupuesto 2021 podría terminar siendo más grande. ¿Qué hay detrás de esta proyección? Por un lado la posibilidad de un menor repunte económico. Y por otro la perspectiva de mayor emisión monetaria ante la necesidad de salir a socorrer a sectores que continuarán más afectados por la pandemia. El turismo es posiblemente el más emblemático.
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