¿Qué ocurrió en la economía argentina cuando la brecha cambiaria superó el 100%? En ningún caso la historia terminó bien. La brecha puede durar poco o mucho tiempo y no hace concesiones: mientras dura profundiza las tendencias recesivas, y cuando se termina exacerba las tendencias inflacionarias.
Tales las implacables conclusiones de un estudio de los economistas Gustavo Reyes y Carlos Rivas, del Ieral de la Fundación Mediterránea, que repasaron cinco episodios de la historia de nuestro país en que se dieron estas circunstancias.
El trabajo desecha la explicación de algunos funcionarios que atribuyen el fenómeno al carácter bimonetario de la economía argentina. “Abundan los ejemplos de países sin brecha con mercados de ahorro y crédito en moneda local y extranjera y hemos observado brechas en nuestro país antes de ser tan bimonetarios. Si existiese un exceso de oferta de pesos y el Banco Central proveyera los dólares equivalentes, tampoco existiría una brecha. Es condición necesaria para que exista una brecha un mercado con precio fijo, sin oferta a ese precio. Es equivalente a tener precios cuidados en una góndola vacía”, explican Reyes y Rivas.
La brecha, además, puede ser duradera, lo que es un problema, porque mientras dura profundiza la recesión. Pero salir no es gratuito: en los cinco casos estudiados la salida fue por devaluación del tipo de cambio oficial (no baja del paralelo) y tuvo como efecto de que en los seis meses posteriores multiplicó en promedio por 1,8 (esto es, a un nivel 80% superior) la tasa de inflación del año previo.
En los seis meses posteriores a la devaluación la tasa de inflación del año previo se multiplicó en promedio por 1,8 (esto es, a un nivel 80% superior)
En agosto último Reyes ya había publicado un estudio sobre las fuerzas y situaciones que, históricamente, llevaron a episodios devaluatorios y analizado el “trilema” formulado por Robert Mundell, premio Nobel de Economía 1999, sobre la imposibilidad de un país de controlar a la vez su política monetaria, el tipo de cambio y mantener la movilidad de capitales. La actual situación argentina es aún menos generosa porque, restringida la movilidad de capitales, el gobierno no logra controlar eficazmente ninguna de las otras dos variables.
“Las brechas pueden durar más de lo que a priori pensábamos” dijo Reyes a Infobae, pero al costo de un fuerte deterioro económico y social, como muestran también los casos de Venezuela en los últimos años y la Alemania comunista en la década del ’80, episodio que culminó con la caída del Muro de Berlín.
Mientras más alta es la brecha cambiaria, dice el trabajo, los mercados relacionados directa o indirectamente con el dólar se ven afectados, la dinámica resulta inestable y repercute negativamente en el nivel de actividad. De hecho, precisa, “en 5 episodios de elevada brecha cambiaria registrados en nuestro país, la economía se contrajo en promedio 1.3% respecto a los años previos, con casos más serios como el de 1989, cuando esa merma fue de 7 por ciento”.
En los cinco casos analizados la duración media del fenómeno de elevada brecha cambiaria fue de un año. Pero ese promedio esconde brechas que duraron entre 12 y 50 meses y otras más breves. Brechas cambiarias superiores al 100% ocurrieron 3 veces entre 1948 y 1959 (primeros dos gobiernos de Perón y gobierno de Frondizi), otra ocurrió durante el último año y medio del gobierno de Isabel Perón y otra más sobre el final del gobierno de Raúl Alfonsín.
En los cinco casos analizados la duración media del fenómeno de elevada brecha cambiaria fue de un año. Pero ese promedio esconde brechas que duraron entre 12 y 50 meses
Los cinco casos históricos
El primer episodio transcurrió entre octubre de 1948 y septiembre de 1949 (primer gobierno de Perón); en esos 12 meses la brecha cambiaria promedió un 103% y en los 6 meses posteriores a la devaluación la inflación se multiplicó por 1,76 (esto es, fue un 76% superior) respecto al período previo.
A fines de 1951, sin embargo, la brecha volvió a superar el 100% y el gobierno de Perón lanzó el primer plan de estabilización de la historia argentina, con medidas fiscales contractivas pero sin una devaluación significativa, por lo que la brecha cambiaria bajó poco y se mantuvo en un nivel elevado (promedio del 72%) luego del lanzamiento del plan. La inflación aumentó en 11% respecto de los niveles previos, pero la economía creció a un ritmo del 5%.
El tercer episodio fue el más largo: se inició en enero de 1955, durante el segundo gobierno de Perón (derrocado en septiembre de ese año) y se prolongó hasta febrero de 1959 (gobierno de Frondizi). El episodio concluyó con un ortodoxo plan de ajuste bajo la batuta económica de Álvaro Alsogaray, cuyo programa quedó en la historia por la frase “hay que pasar el invierno”, aunque los dos años posteriores mostraron un buen nivel de crecimiento.
El episodio más largo (1955-59) concluyó con un ortodoxo plan de ajuste bajo la batuta económica de Álvaro Alsogaray, cuyo programa quedó en la historia por la frase “hay que pasar el invierno”
En el cuarto episodio, entre octubre de 1974 y marzo de 1976, la brecha promedió el 137%, el nivel de inflación prácticamente se quintuplicó (este período abarcó, en 1975, el “rodrigazo") y durante los 18 meses que la brecha duró, la economía se contrajo a un ritmo anual de 0,6 por ciento.
El último, más reciente y tal vez más doloroso episodio ocurrió entre marzo y julio de 1989, en el final del gobierno de Raúl Alfonsín, cuando la brecha cambiaria promedió un 160%, azuzada por la escasez de reservas, las promesas -durante la campaña electoral que consagró a Carlos Menem- de “revolución productiva” y “salariazo” y, tras la elección, el viraje hacia un discurso económico de “dólar recontra-alto”, como anticipaba entonces el luego canciller menemista Guido di Tella.
En definitiva, en 3 de los 5 episodios la disminución de la brecha fue gatillada por el lanzamiento de un nuevo plan económico, con una fuerte devaluación. Así ocurrió en1959, 1976 y 1989.
La situación actual
En cuanto a la situación actual, el trabajo destaca que la brecha ya era inusualmente alta (el promedio histórico es de 23%) y comparte rasgos con episodios anteriores:
1- Obedece al exceso de pesos, que se traduce en una mayor demanda de divisas que el BCRA no puede satisfacer al precio oficial, motivo por el cual segmenta los mercados con precios diferentes a través de los controles.
2- El excedente de pesos responde a una aceleración de la emisión monetaria (1951/52, 1989), una caída en la demanda de dinero (fin de 1948/49, 1955/59, fines de 1974 – principios de 1976) o a una combinación de ambas, como estaría ocurriendo ahora.
3- Se destruye el mecanismo estabilizador que se produce en cualquier mercado cuando aumenta la demanda de un bien (al subir su precio, aumenta la oferta, cae la cantidad demandada y se reduce el desequilibrio inicial). La brecha rompe este “mecanismo natural”, dice el paper: “como el precio del dólar oficial sube a un ritmo independiente al impulso de la demanda, no frena las decisiones de quienes pueden comprar al precio oficial (importadores) y no permite a gran parte de los oferentes de dólares (exportadores) vender al mayor precio que refleja el aumento de la demanda en el mercado paralelo”.
Como el precio del dólar oficial sube a un ritmo independiente al impulso de la demanda, no frena las decisiones de quienes pueden comprar al precio oficial
La suma de esos efectos conduce a distorsiones cada vez más grandes, conductas elusivas (sobre-facturación de importaciones, sub-facturación de exportaciones) y mayores expectativas de devaluación, que se trasladan a los precios, en especial los importados. Al respecto, el trabajo precisa que en los últimos meses el aumento de la brecha cambiaria generó una aceleración de la inflación de bienes importables: del 2.5% en julio a 2.9% en agosto y al 5.8% en septiembre. Este tipo de bienes, agrega el trabajo, tiene un peso cercano al 18% en la canasta del índice de precios minoristas.
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