Éxodo de empresas: en qué se diferencia y en qué se parece el actual contexto a otros momentos similares de la Argentina

Desde 1930, la inestabilidad cambiaria y legal desalentó el ingreso o provocó la salida de inversiones. Hubo diferentes etapas y tipos de radicación, conflictos, hasta terrorismo

Seis de las empresas que se fueron o quieren irse

Falabella, Sodimac, Danone y Walmart se quieren ir. Latam, Qatar Airways y Norwegian, BASF, Axalta y Glovo ya se fueron o están en proceso de salida. Brighstar le entregó las llaves de sus plantas fueguinas a la local Mirgor. Air New Zealand y Emirates ya no volarán a la Argentina. Uber Eats dejará de prestar servicios el mes próximo. Curtume, la ex curtiembre de la familia Yoma, parada hace cuatro meses, cavila si vale quedarse. La francesa Pierre Fabre anunció su venta al laboratorio argentino Sidus. Nike transfirió su operación argentina a la mexicana Axo.

En poco tiempo, varias empresas extranjeras armaron sus petates y pusieron en venta lo que no pueden llevarse, incipiente éxodo al que se sumaron empresarios locales exitosos como Marcos Galperin, fundador de Mercado Libre, la firma más valiosa de la Argentina, Federico Tomasevich, presidente del banco Puente, y Gustavo Grobocopatel, el mayor innovador de agronegocios argentino de las últimas décadas, que decidieron radicarse en Uruguay.

El clima y el contexto económico de los negocios hace varios años no son buenos: a una década de estancamiento, varios años de recesión, alta presión impositiva, desvaríos regulatorios y omnipresentes inflación y volatilidad cambiaria se sumaron en 2020 una recidiva de hostilidad gubernamental y normativa, una panoplia de tipos de cambio con brechas como estancias, una grieta que se ahondó con la pandemia y una restructuración de deuda que no calmó las aguas, sino que fue seguida de la comprobación de que las reservas del Banco Central, en vez de estabilizarse y crecer –como se esperaría en un país que extendió vencimientos y goza de superávit comercial– orillan el subsuelo. La usurpación de terrenos en el sur, en la provincia de Buenos Aires y en diversos puntos del país, incluida ahora la de la Estancia “Casa Nueva”, de la familia Etchevehere, por una integrante de la familia auspiciada legalmente por Juan Grabois y con apoyo de funcionarios del gobierno nacional, atizan aún más los reclamos de “seguridad jurídica” y hace que muchos teman por el elemental derecho de propiedad privada.

El que trajo dólares, ¿repatriará dólares?

Un punto en común con episodios del pasado, dijo a Infobae el historiador económico Roberto Cortés Conde, es que desde 1931, cuando la Argentina abandonó el patrón oro e instauró su primera “Comisión de Control de Cambios”, los extranjeros que plantan capital en el país se las ven en figurillas para estimar cuáles serán sus resultados en las divisas con la que financiaron o trajeron sus inversiones y si, además, podrán disponer de ellas cuando quieran y en las mismas condiciones que regían cuando las ingresaron.

Una de las banderas en el alambrado del campo de la familia Etchevehere, en Entre Ríos

La relación del país con la inversión extranjera tiene un siglo largo. Empezó a fines del siglo XIX, señaló a Infobae el economista Bernardo Kosacoff, cuando la inversión en frigoríficos, ferrocarriles y puertos sentó las bases del “modelo agroexportador” que llevó al mundo la prodigalidad de las pampas. Entonces la Argentina competía cabeza a cabeza con Canadá y Australia y con ventaja sobre Brasil, Turquía, Sudáfrica, México, España. Siguió la expansión del mercado interno: producción de alimentos, construcción y nombres como la Compañía Argentina de Cemento Portland. Y después la fase liviana de sustitución de importaciones, bajo el peronismo, y la pesada, bajo el gobierno de Arturo Frondizi.

Bajo los dos primeros gobiernos de Juan Domingo Perón fueron las primeras salidas, básicamente por las estatizaciones; ferrocarriles, gas, electricidad. “Los ferrocarriles ya habían empezado a perder dinero en la década del ’30”, dice Cortés Conde. La estatización en 1947, cuenta en sus escritos Jorge Schvarzer, estudioso de la industria argentina que murió en 2008, le vino como anillo al dedo a los FFCC ingleses, porque ese año expiraba la ley 5.315, llamada “ley Mitre” (por Emilio Mitre), sancionada en 1907, única en la historia argentina que eximió por 30 años del pago de aranceles no a la importación de un producto o línea de productos, sino las de un grupo de empresas. Así, las compras de los FFCC a Inglaterra llegaron a representar 15% del total de importaciones argentinas, proporción que se mantuvo hasta 1930. Incluían “desde el papel, las plumas y los tinteros que usaban los jefes de estación” hasta “uniformes, toallas, sábanas, mantas, sillas y libros de contabilidad”, precisa Schvarzer. Ese privilegio caducaba justo el año en que pudieron irse.

Frondizi y su asesor, Rogelio Frigerio, impulsaron la "segunda fase" de la sustitución de importaciones

Paradojas

La base empresarial e industrial ya era fuerte, al punto que –cuenta Schvarzer en “Paradojas del desarrollo argentino”- más de la mitad de las cien mayores empresas industriales del país en 1970 habían sido fundadas antes de 1929 y la mayoría seguía operando sus usinas originales". El peso de esa ola de industrialización e inversión extranjera aún se refleja en las estadísticas de “Distribución Funcional del Ingreso” del Indec: hasta 2012 el principal rubro empleador de la “Industria Manufacturera” argentina fue “Matanza de Ganado” (Frigoríficos, una industria surgida en el siglo XIX), desde entonces superada por “Panaderías”, una tradición de elaboradores e inmigrantes en la que los anarquistas dejaron su marca en los nombres de las facturas (Vigilante, Bola de Fraile).

Durante la presidencia de Frondizi, en la segunda fase de la Industrialización Sustitutiva de Importaciones, dice Kosacoff, ingresaron unas 200 empresas extranjeras (siderurgia, petróleo, industria pesada en general). En 1958 estas explicaban el 15% del Valor Agregado industrial en la Argentina y en 1975 la proporción era de 34/35%, al cabo de casi 20 años en que la industria había crecido a un ritmo cercano al 4% anual. “A diferencia de lo que vino después, eran plantas nuevas, “Greenfield”, para hacer cosas que no se producían localmente: automotrices, alimenticias, Olivetti”, dice Kosacoff.

Hasta 1951 los ingresos se dieron bajo un régimen general, pero con la ley de regulación del capital extranjero del peronismo, empezó a regir el caso por caso, convenios especiales, contratos como los que Perón firmó para atraer a Kaiser y la Standard Oil o los que luego Frondizi firmó con empresas petroleras y fueron anulados por el gobierno de Arturo Illia.

Atentados y secuestros

En junio de 1969, con los atentados coordinados en 13 locales (8 fueron destruidos totalmente) de la cadena de supermercados Minimax, en víspera del arribo de uno de sus accionistas, Nelson Rockefeller –enviado del entonces presidente de EEUU, Richard Nixon– empezó la era en que la inversión extranjera fue repelida con atentados y secuestros. Un caso prominente fue el secuestro y asesinato, en 1972, de Oberdan Salustro, presidente de la filial local de FIAT, que se había instalado en la Argentina en 1919 y empezado la fabricación local del modelo 600, el Topolino, en 1960. Fue el preludio de una larga serie de secuestros extorsivos.

Jorge Born, secuestrado por Montoneros en 1974 junto a su hermano Juan. Por ellos se pagó el mayor rescate de la historia. Luego, la sede de Bunge y Born se trasladó de Buenos Aires a San Pablo

En 2012 la revista norteamericana Business Insider constató que de los 18 mayores rescates de la historia pagados por empresas de todo el mundo a cambio de la liberación de ejecutivos secuestrados, 8 ocurrieron en la Argentina en los ’70s. De menor a mayor: Ronald Grove (Vesty Meat Packing Company, 1972, secuestrado por el ERP); Vincenzo Russo (ITT, 1972, Montoneros), Antony Da Cruz (Kodak, 1972, grupo no identificado), Francis Brimicombe (British American Tobacco, 1973, grupo no identificado), John Thompson (Firestone, 1974, ERP), Enrique Metz (Mercedes Benz, 1975, Montoneros), Charles Lockwood (Roberts, 1973, ERP; secuestrado dos veces y las dos veces liberado tras pago de rescate), Victor Samuelson (Exxon, 1974, ERP) y Jorge y Juan Born (Bunge & Born, 1974, Montoneros). En dólares de 2012, hizo las cuentas el economista Nicolás Gadano, fueron USD 105 millones para el ERP y USD 320 millones para Montoneros, que sumados y actualizados a valores de 2020 equivalen a USD 463 millones.

El mayor de los rescates, el de los hermanos Born, todavía un primado mundial, impulsó la relocalización de la sede central de Bunge de Buenos Aires a San Pablo, pero en general las empresas se mantuvieron en el país, aunque varias –recordó Cortés Conde- recurrieron al expediente de repatriar los ejecutivos extranjeros a sus países y poner en su lugar a ejecutivos argentinos.

Tras el golpe de 1976, con la dictadura militar y la política económica de José Alfredo Martínez de Hoz, comenzó una oleada de inversiones financieras y en el sector de materias básicas. Sobre el final de ese período de alta inflación y bajísimo crecimiento se produjo el alejamiento de las automotrices FIAT y Peugeot, que dejaron sus licencias en manos del grupo Macri. Desde Sevel, Franco Macri se manejó con decisiones salomónicas, como poner a FIAT en la camiseta de Boca y a Peugeot en la de River. FIAT había también dejado sus negocios de Material Ferroviario y Grandes Motores Diesel y volvió en 1996, con una inversión de USD 600 millones para construir una nueva planta en Córdoba, retomar el control de Iveco (camiones) y relanzar el negocio de maquinaria agrícola con la marca New Holland (luego CNH, Case New Holand).

Los 90s

La siguiente ola de inversión extranjera, de hecho, la más fuerte de los últimos 40 años, se produjo en los 90s, cuando el menemismo tentó a los inversores extranjeros con las privatizaciones, el Mercosur, la expansión de actividades financiera (bancos, seguros, AFJPs) y el poder calcular y remitir utilidades con un tipo de cambio fijo, uno-a-uno entre el peso y el dólar, bajo el régimen de convertibilidad.

Menem y el ministro Cavallo, protagonistas de los 90s, la etapa de mayor ingreso de inversiones extranjeras de los últimos 40 años: privatizaciones, Mercosur, uno-a-uno del peso con el dólar

Entre 1990 y el año 2000, dice un paper de Cepal elaborado por los economistas Fernando Porta, Adrián Ramos y el actual ministro de Desarrollo Productivo, Matías Kulfas, según diversos cálculos, "la Inversión Extranjera Directa sumó entre USD 65.000 y 100.000 millones “y convirtió a la Argentina en una de las economías más transnacionalizadas del mundo”. Los autores escribieron que los efectos de esa oleada fueron ambiguos: “alivio de las cuentas externas en el corto y mayor restricción en el largo plazo, por un lado, y fuerte modernización y poco derrame, por el otro”. De esa etapa son, por caso, los desembarcos, para producir localmente, de Toyota, VW y General Motors.

Nueva etapa

Esa oleada, sin embargo, se revirtió con la devaluación y el default de 2001/2002, que provocó la salida de varias empresas. Algunas, porque la Argentina dejó de ser un buen negocio, y otras por la ruptura del uno-a-uno y de contratos que trajo aparejado el abrupto final de la convertibilidad. La Argentina se volvió el país más demandado ante el Ciadi, el foro de litigios de inversión que funciona en la sede del Banco Mundial. Varias empresas europeas (particularmente, francesas) y de EEUU salieron de la Argentina y durante el kirchnerismo empezaron a llegar empresas brasileñas con varias operaciones, por caso, en el sector cárnico. Entre ellas, la adquisición por parte de Marfrig de Quickfood, de la familia Bameule, creadores de la marca Paty, toda una insignia de la hamburguesía nacional.

Ya desde los 70 el grueso de las inversiones habían dejado de ser “Greenfield”: tanto el ingreso como la salida adoptaron el formato de “Fusiones & Adquisiciones”.

A caballo entre un siglo y otro los éxodos incluyeron fracasos comerciales como el de la cadena de retailing francesa Auchan, que había entrado en 1997 y nunca logró hacer pie en su competencia con Walmart, Coto y Carrefour, y Home Depot, que llegó en muy mal momento, agosto del 2000, y partió 14 meses después, vendiendo los activos al competidor al que había venido a destronar, Easy, que había entrado al país en 1993. A la vez, la cadena norteamericana vendió sus locales en Chile a Falabella, que ahora busca irse de la Argentina.

Los ex ministros del kirchnerismo Julio de Vido y Axel Kicillof, en tiempos de la reestatización de YPF

Otro desembarco no exitoso y posterior salida fue el de la láctea italiana Parmalat: en 1992 compró la marca la Vascongada y más tarde Yogurbelt, Saavedra y Sandy, para irse en 2004, vendiendo sus activos al empresario Sergio Taselli por la suma simbólica de un euro y la asunción de una deuda de USD 50 millones. Tampoco tuvieron éxito en sus intentos las cadenas de pizzerías Domino’s y Pizza Hut, que pasaron por diferentes manos de gestores de private equity.

De mayor dimensión fue el caso de Exxon, que en 1974 había aguantado a pie firme el secuestro a uno de sus ejecutivos, pero en 2012 vendió sus activos de refinación y estaciones de servicio a Bridas (familia Bulgheroni, asociada a la china CNOOC), bajo la marca Axion. Por nombre y debido a su larga presencia en la Argentina, en 2016 se destacó la venta de la banca minorista de Citibank al Santander, en una operación cercana a los USD 200 millones, que consolidó la posición de la entidad española.

Otras salidas, como las que generaron los juicios ante el Ciadi, tuvieron sus bemoles. Ejemplo notorio fue la de Repsol -por la argentinización y posterior estatización de la mayoría accionaria de YPF. Ya se habían ido entidades posicionadas en la Administración de Fondos de Jubilaciones y Pensiones (AFJP), cuyo stock de ahorros previsionales fue reestatizado por el gobierno de Cristina Kirchner, a instancias de Amado Boudou, en 2008. Lo mismo le sucedió al grupo español Marsans, desplazado tras la reestatización de Aerolíneas Argentinas, y antes aún a las francesas Suez (Aguas Argentinas, estatizada como Aysa) y Thales Spectrum, una concesión anulada en 2004 por el gobierno de Néstor Kirchner tras una investigación por irregularidades y corrupción que se había iniciado en 1999, durante el gobierno de Fernando de la Rúa, un caso revisitado recientemente, a raíz del femicidio de su esposa seguido de suicidio por parte de Jorge Neuss, socio local de la empresa francesa.

Pasado imperfecto, presente continuo

En el panorama actual, dice Miguel Arrigoni, de First Capital Group, operan distintas fuerzas. Tanto los que invierten (como la anunciada ampliación de la planta de refinación de Raízen, de Shell, en un acto al que asistió el presidente Alberto Fernández) como los que desinvierten y se van, arrastran la inercia recesiva de la gestión de Mauricio Macri y también la lógica secuencial de proyectos ya lanzados, como Vaca Muerta.

Sobre eso se monta el pésimo escenario actual. “La inestabilidad es amiga de la desinversión”, dijo Arrigoni a Infobae. “¿Quién va a traer hoy USD 100 millones para que al día siguiente valgan la mitad? Y si entran con deuda ¿qué pasa si después no le dejan acceso al MULC?” (Mercado Único y Libre de Cambios, denominación paradojal en un país con demasiados “dólares” y cepo cambiario), se preguntó. “Lo que hay ahora son negocios de gente que huye del peso; somos sobrevivientes”.

10 de diciembre 2019: Mauricio Macri pasa el bastón presidencial a Alberto Fernández: a la inercia recesiva se sumó la pandemia y una enorme incertidumbre sobre el rumbo de la política económica (EFE/Juan Ignacio Roncoroni/Archivo)

Ricardo Panico, del área de banca de inversión del estudio Orlando J. Ferreres & Asociados, subraya un principio básico: “La inversión se hace a mediano y largo plazo, pero con la economía en déficit las empresas temen, desconfían de que luego venga un aumento de impuestos”. La inversión en private equity, dice, necesita un ambiente de crecimiento, y la “estratégica” la convicción de que la Argentina (o el Mercosur) son lugares “donde hay que estar”.

Cuando prima la estrategia, las actuales restricciones pueden llegar a ser compensadas por el precio, compras baratas. Pero no es sencillo. Para las empresas tecnológicas –pone un ejemplo Panico– pesan mucho el déficit, la inestabilidad, la memoria del default y medidas como el decreto que convirtió en servicios públicos las actividades de Internet, telefonía móvil y TV paga.

“Ahora hay empresas en venta", dice, manteniendo la confidencialidad. "Mi impresión es que a fin de año va a haber empresas muy golpeadas: hotelería, transporte, grandes agencias, que necesitarán inyecciones de capital, que buscarán socios y puede haber oleada de ventas a precios de liquidación. Es una situación muy incierta, muy dinámica”.

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