Auge, delirios y caída de Adam Neumann, el excéntrico fundador de WeWork, el gigante del coworking sobre el que cada vez hay más dudas

Su misión era cambiar el mundo, pero Wall Street no compró la magia de un negocio esencialmente inmobiliario al que había insuflado glamour y apariencia “tech”

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La tapa del libro del periodista de negocios que cuenta las aventuras de Neumann
La tapa del libro del periodista de negocios que cuenta las aventuras de Neumann

Un nuevo libro relata los derroches, delirios de grandeza y engaños que llevaron, hace poco más de un año, a la caída de Adam Neumann, el israelí de hoy 41 años que en 2010, junto al norteamericano Miguel McKelvey, fundó WeWork.

La más importante creación de Neumann se presentó a la Bolsa de Nueva York con un mandato casi bíblico. “Nuestra misión es elevar la conciencia del mundo”, decía, como preámbulo y carta de presentación al noble –y que también esperaba redituable– negocio de compartir: “Ofrecemos a nuestros miembros acceso flexible a espacios bonitos, una cultura de inclusividad y la energía de una comunidad inspirada”.

El libro de Reeves Wiedeman, periodista de negocios y colaborador de publicaciones prestigiosas como la revista del New York Times y otras como New Yorker y Rolling Stones, cuenta los desvaríos de Neumann, que llegó a enviar por avión a los 6.000 empleados de WeWork a un “Summer Camp” en Londres al que él llegó, como hacía en sus desplazamientos, en un Gulfstream de USD 60 millones. Se trataba de celebrar un aporte de capital de USD 1.000 millones que había conseguido de Softbank, un banco de inversión japonés.

Adam Neumann
Adam Neumann

Lujos como un Range Rover de diseño personal y ritos mesiánicos de motivación de su personal se acompañaban de objetivos como salvar al mundo del hambre, rescatar chicos huérfanos o con historias de abuso y ayudar a distintas minorías.

El evento de 2018 fue el último organizado por Neumann y mostró la misma imprevisión que un año después llevó a su caída: por no prever comida en cantidad y calidad suficiente terminó contratando centenares de food-trucks aptos para los hábitos alimentarios de su personal, a los que también deleitó la cantante pop neozelandesa Lorde, tres veces nominada al Grammy.

En ese mega-encuentro, suerte de Woodstock de negocios, los empleados durmieron en colchones de aire en carpas montadas para la ocasión, mientras Neumann y una lista VIP se deleitaban con vinos de altísima gama, agua de coco y otras excentricidades.

Personaje cool y glamoroso

A Neumann (pelo largo, 1,98 de altura, aspecto cool y descuidado) la idea del compartir (sharing) como concepto de negocio le nació de su experiencia en un kibutz en el que vivió en Israel, su país de origen, al que volvió luego de unos años en Nueva York.

Tras el servicio en el ejército israelí, regresó a Nueva York, donde vivió con su hermana, la modelo Adi Neumann, y fundó una empresa de ropa para bebés. Tras el naufragio de ese primer intento, en 2010 fundó WeWork con su amigo norteamericano Miguel McKelvey. La empresa creó un mercado nuevo, el alquiler de espacios de trabajo que eran un punto medio entre una oficina tradicional y lo que un trabajador urbano puede disponer en un bar más o menos cómodo y moderno de una ciudad. La principal virtud de Neumann era la capacidad de convencer, como hizo con Softbank, el banco de inversión japonés que llegó a invertir en WeWork más de USD 4.000 millones.

Softbank, el banco de inversión japonés al que Neumann convenció de invertir en la empresa, todavía la sostiene, ya sin el glamour de su fundador    REUTERS/Issei Kato
Softbank, el banco de inversión japonés al que Neumann convenció de invertir en la empresa, todavía la sostiene, ya sin el glamour de su fundador REUTERS/Issei Kato

Neumann dio glamour (está casado con una prima de la actriz británica Gwyneth Paltrow, con la que tuvo 5 hijos, y en una de sus tenidas contrató a Ashton Kutchter) y apariencia de startup tecnológica (llegó a disertar en la conferencia TechCrunch NY) a lo que era esencialmente un negocio inmobiliario: alquilar edificios, organizarlos y alquilarlos modularmente.

Cuando cayó bajo la lupa de Wall Street, todo se desmoronó y la empresa perdió rápidamente dos tercios de su valor. La salida a bolsa se postergó indefinidamente y Neumann perdió su puesto de consejero delegado. Luego llegó el coronavirus y el modelo de gente trabajando junta en un espacio común quedó lejos de la idea de desconcentración y trabajo desde casa.

La idea del compartir (sharing) como concepto de negocio le nació de su experiencia en un kibutz en el que vivió en Israel

El negocio local también sintió el impacto, claro. Desde la empresa explicaron a Infobae que decidieron cancelar los contratos de arrendamiento en "WeWork Esmeralda 950 (Torre Bellini), Blas Parera 51 y hemos entregado algunos pisos en WeWork Corrientes 800″. En esta última dirección tenía estimado abrir un espacio para 4.500 personas. Este proceso, aseguraron, "es un procedimiento estándar en la industria de Real Estate y no compromete nuestro negocio en Buenos Aires”.

Según destacó Bloomberg ayer, Fitch Ratings rebajó la calificación de WeWork y advirtió que el emprendimiento podría incumplir sus obligaciones. Si se materializa una nueva ola de casos de Covid-19, o la demanda de espacio para oficinas disminuye estructuralmente, Fitch estima que WeWork consumiría alrededor de USD 1.500 millones en efectivo tanto en 2021 como en 2022. En ese escenario, tendría que buscar “liquidez adicional, cuya disponibilidad es muy incierta”.

Si bien el mayor inversor de WeWork, SoftBank, le viene dando apoyo a la empresa, “no está claro que haya más fondos disponibles en un escenario de dificultades”, destacó Fitch.

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