El Gobierno optó por minimizar el impacto que genera la descontrolada suba del tipo de cambio en el mercado libre. Con una brecha que ya supera el 130%, las respuestas no fueron las esperadas por los inversores. El equipo económico confirmó que habrá una nueva ronda de ATP, mientras que el Banco Central decidió no aumentar la tasa de interés, pese a la expectativa que lo haría.
La decisión del ministro Martín Guzmán es mostrar tranquilidad en medio de un clima de incertidumbre que crece hora a hora. El dólar subió casi 60 pesos en el mercado informal en sólo 37 días. La cotización se “despertó” a partir de las restricciones para la compra de dólar ahorro a mediados de septiembre, pero ganó mucha más velocidad en octubre hasta tocar los $ 190 en el cierre de ayer. Tampoco dieron respiro las distintas cotizaciones en el mercado bursátil, ya que tanto el dólar “Bolsa” como el “contado con liquidación” también tocaron nuevos máximos.
A pesar de este escenario que pone a la Argentina nuevamente en una situación límite, la decisión de minimizar los efectos de una brecha cambiaria al 130% son cada día que pasa más nocivos. El ministro había señalado hace exactamente una semana que la suba del dólar financiero “no tenía impacto” en la inflación, porque las importaciones podían realizarse al tipo de cambio oficial.
El aumento tan sostenido de la brecha, sin embargo, alienta las expectativas de devaluación del tipo de cambio oficial. El impacto se siente día a día: hay remarcaciones de productos electrónicos y hay una creciente traba en la venta de insumos a las empresas. Los proveedores se resisten a vender porque tienen miedo de no poder seguir importando a los precios actuales. Es decir se cubren ante la incertidumbre del famoso “costo de reposición”. Al mismo tiempo, también hay un aumento en el costo del crédito en pesos, lo que encarece el acceso al capital de trabajo de las empresas.
Por el momento, ni el ala económica ni el ala política parecen reaccionar como corresponde ante la magnitud de la crisis. No sólo se trata de insuficientes señales desde la economía. Tampoco la política da respuestas adecuadas. No hay claridad sobre quién toma las decisiones
La decisión del Gobierno de defender “a capa y espada” el dólar oficial procura eludir el fuerte impacto inflacionario que tendría una nueva devaluación. Pero también tiene costos, reflejados en una paralización todavía mayor de la economía. La crisis financiera y cambiaria también se derrama sobre la economía real.
En un comunicado emitido ayer por el palacio de Hacienda luego de la reunión del gabinete económico, Guzmán confirmó las metas de déficit fiscal del año que viene y aseguró que serán claves para apuntalar la recuperación económica. Los inversores lo ven distinto y consideran que semejante aumento de la brecha llevará a la paralización de la economía.
Pero por el momento ni el ala económica ni el ala política parecen reaccionar como corresponde ante la magnitud de la crisis. No sólo se trata de insuficientes señales desde la economía. Tampoco la política da respuestas adecuadas. No hay claridad sobre quién toma las decisiones, hay demasiadas expresiones de funcionarios y allegados al Gobierno que marcan una dominancia del kirchnerismo duro y al Presidente se lo nota tironeado. Los cambios permanentes de opinión de Alberto Fernández parecen reflejar esta tensión entre las dos alas que confluyen en la administración.
El posible acuerdo con el FMI tampoco entusiasma a nadie. El organismo ya se mostró demasiado “blando” en su postura con la Argentina y todavía luce lejano el plan que consiga estabilizar las expectativas. El riesgo de una crisis aún mucho mayor a la desatada por la pandemia continúa latente.
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