Bioceres consiguió la aprobación del gobierno de la variedad de trigo transgénico HB4, resistente a la sequía, con la condición de que sea aprobada previamente en Brasil a los efectos de su comercialización. Una vez obtenido ese paso, el desafío es llevar esa semilla a todo el mundo. Federico Trucco, CEO de la compañía de biotecnología, explicó ante Infobae las complejidades para compatibilizar un ambicioso proyecto de exportación de talento argentino con las marchas y contramarchas de la economía, en particular en el plano cambiario.
El pedido de lograr la aprobación comercial en Brasil antes de recibir la aprobación en el país, tiene antecedentes, según explica Trucco: “Cuando nos aprobaron la soja, en 2015, nos pidieron algo similar respecto de China. Es una consideración para cuidar a los mercados de exportación. Como compañía también tenemos otras exigencias, nos ponemos la vara más alta de acuerdo a la realidad del negocio.”
- ¿Cómo los impacta la situación macroeonómica?
- Nuestro sector, todo lo vinculado a la producción agropecuaria y sus insumos, probablemente fue el menos impactado por la pandemia. En el ejercicio que cerramos en junio, cumplimos con las ventas que nos habíamos propuesto un año antes, sin saber quién iba a ganar las elecciones ni mucho menos que llegaría la pandemia. Eso muestra que en este contexto el sector agropecuario, que produce para una cadena global, tiene cierta resiliencia a los vaivenes en la economía. No obstante, este tipo de desarrollos son importantes por su potencial internacional. La Argentina es un productor importante de trigo pero representa solo el 8% de la torta. Lo interesante es llevarla a cada rincón del planeta, exportando conocimiento. El desafío para nosotros siempre fue exportar materia gris, no exportar una semilla.
-¿Cómo se manejan en el frente cambiario, en un momento crítico para el ingreso de divisas al país?
-El sector agropecuario tiene un dólar que está muy atrasado en términos reales. Eso le genera un diferencial de costo de sus insumos versus valor de lo producido que es desfavorable, una situación que hay que atender. Es poco probable que podamos crecer con todo nuestro potencial si tenemos esta diferencia tan significativa entre el costo de los recursos que tenemos para aplicar al sembrar una hectárea y el valor de lo producido. Este es el punto de mayor tensión. Hay que salir de este escenario de escasez de recursos de una forma virtuosa, agrandando la torta en lugar de hacerla cada vez más chica.
Hay que salir de este escenario de escasez de recursos de una forma virtuosa, agrandando la torta en lugar de hacerla cada vez más chica
- El ministro de Economía, Martín Guzmán, dijo que la brecha cambiaria no afecta al productor porque pueden acceder a insumos importados al dólar oficial ¿Es así, realmente?
- El dólar que recibe el productor es de $50, porque se le aplican retenciones. Ahí ya hay una primera diferencia. Pero lo más significativo dentro de los insumos, son los costos financieros. El productor siembra hoy para cosechar dentro de 4 o 6 meses. El financiamiento es el insumo central y ahí le pega de lleno, tanto la situación macro como la brecha cambiaria, lo hace más costoso. En cuanto a los insumos importados, algún agroquímico, etc., es cierto lo que dice el ministro, pero al cambio de 77 pesos.
- ¿Cómo impactó a Bioceres la restricción para acceder a los dólares?
- En nuestro caso, tuvimos acceso a los dólares para los insumos, en ese sentido no quisiera agitar ningún fantasma, pudimos llevar el negocio con normalidad. La complejidad surge cuando necesitas acceder al mercado de cambios para cancelar deudas, porque somos una compañía con financiamiento internacional pero que genera ingresos localmente.
- ¿Tuvieron que reestructurar la deuda con sus acreedores, como pidió el Banco Central?
- Por suerte no, porque teníamos una deuda muy pequeña que caía en esa situación y preferimos cancelarla con recursos propios. Pero podríamos haber estado en esa situación. Y no hubiera sido nada sencillo: cada vez que uno pide algo a un acreedor, también a uno le piden algo a cambio. Hay una brecha entre lo que nos cuestan las cosas y lo que recibimos por las ventas. Hoy el sector tiene la ayuda porque el mercado está alcista, y la soja sube, y eso posibilita atenuar este factor. Pero ese sin dudas es el principal punto de tensión con el sector.
- El acuerdo del país con sus acreedores, ¿modificó en algo hasta ahora las condiciones de financiamiento externo para las empresas?
- Es mejor haber cerrado el acuerdo que no haberlo hecho, por supuesto. Pero la Argentina tiene un nivel de desprestigio en el mundo financiero global que, aún con el acuerdo, no genera una solución inmediata. Hay un desvalor que está emocionalmente encarnado en el inversor internacional, por el cual siempre vamos a tener que pagar un sobreprecio por ser una compañía argentina. Tal vez se sobredimensionó el beneficio del acuerdo, porque al día siguiente de firmarlo, la Argentina siguió siendo la Argentina. Hay temas de restricciones en el flujo de capital que son mucho más importantes en cuanto al financiamiento internacional que haber normalizado la deuda. Si tus ingresos están en la Argentina, tu capacidad para acceder a los dólares para pagar las deudas en el exterior está cuestionada. El marco normativo tiene un nivel de volatilidad excesiva. Parece una pavada, pero es importante que las cosas sean estables.
Es poco probable que podamos crecer con todo nuestro potencial si tenemos esta diferencia tan significativa entre el costo de los recursos que tenemos para aplicar al sembrar una hectárea y el valor de lo producido. Este es el punto de mayor tensión
- ¿Hay chances de reducir ese “sobreprecio por ser argentino”?
- No soy optimista. Pero hay que ver también el mercado local. Para conseguir capital de trabajo nosotros colocamos obligaciones negociables casi a tasa cero, a 3 años, que captaron capitales en pesos que buscaban una cobertura dollar linked. Ese financiamiento local lo vamos a seguir teniendo. El financiamiento internacional no lo veo, solo para casos excepcionales. Incluso me pregunto si, pensando en costo-beneficio, vale la pena poner la energía en eso para lo que uno va a conseguir.
- ¿Por qué?
- Son décadas de destrucción de una marca. Eso es muy difícil de revertir. Y eso es consecuencia de todos nosotros, de los argentinos como sociedad. Nos quedamos con un universo de inversores pequeño y oportunista, que busca retornos inmediatos y que mira a la Argentina como si fuera un casino.
- ¿Qué expectativas tiene sobre la ley de Economía del Conocimiento que se aprobó esta semana y que beneficia, entre otros sectores, a la biotecnología?
- Las modificaciones que se habían incorporado en Diputados eran positivas en relación al proyecto original. Después, en el Senado, nos generó preocupación porque se pusieron muchas limitaciones. Vamos a tener una ley débil, como instrumento de promoción no va a ser contundente. La ley se modificó para que tuviera menor costo fiscal y eso traerá un menor estímulo. Pudo haber sido mejor. Para la biotecnología, al menos, el impacto va a ser marginal.
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