La visita presencial que dos funcionarios del Fondo Monetario Internacional harán a la Argentina a partir del próximo martes llamó muchísimo la atención en el seno del FMI, por lo excepcional.
Ningún funcionario del organismo consultado por Infobae pudo señalar un solo caso de misión “presencial” en los últimos meses, por lo que el viaje de la norteamericana Julie Kozack, subdirectora del Departamento Hemisferio Occidental, y el venezolano Luis Cubeddu, “jefe de misión” para la Argentina, es considerado ante todo un fuerte gesto de la directora del FMI, Kristalina Georgieva, hacia el gobierno de Alberto Fernández.
Más que una misión técnica, es otra vuelta de tuerca del “modo escucha” en que el vocero del FMI, Gerald Rice, dijo hace unos días que estaba el organismo respecto de la Argentina. Sin auxiliares técnicos que miren planillas, revisen cuentas, hagan preguntas y pasen largas horas con funcionarios de diversas áreas, desde el Banco Central hasta la secretaría de Hacienda, Kozack y Cubeddu, más el representante del Fondo en la Argentina, el jamaiquino Trevor Alleyne, se dedicarán, más que a los números, a evaluar el ambiente político y de opinión y a transmitir un mensaje al equipo económico y, de ser posible, al mismísimo presidente Alberto Fernández.
La negociación de un acuerdo no es posible en el actual clima de incertidumbre, dijo un observador desde Washington, y si la incertidumbre se empieza a despejar, la letra y los detalles financieros de un acuerdo llevarán no menos de seis meses de negociaciones, como sugirió el ministro Martín Guzmán.
Fuera de lo común
Para subrayar lo extraordinario de esta visita, un ex funcionario del Fondo destacó a Infobae que el jueves el directorio del organismo aprobó un acuerdo de USD 6.500 millones de dólares para Ecuador, equivalente al 661 % de la cuota de ese país en el organismo, que se negoció de forma enteramente virtual. Ecuador concluyó casi al mismo tiempo que la Argentina la renegociación de su deuda con los acreedores privados, pero -a diferencia del caso argentino- mantuvo siempre al Fondo al tanto de lo que conversaba con los acreedores, que incluyeron a algunos de los fondos, como BlackRock, que negociaron con la Argentina. Además, ese acuerdo quedó condicionado a otro posterior con el FMI. Fue el que el directorio aprobó anteayer, liberando un desembolso inmediato de USD 2.000 millones para Ecuador.
Antes, en junio, el Fondo también había aprobado otro crédito de USD 5.000 millones para Ucrania. La mención no es ociosa: Ucrania ya era, antes de ese acuerdo, el segundo deudor en la cartera del FMI, después de la Argentina. Y también esa negociación se hizo de modo completamente virtual.
La visita de dos funcionarios a un país de altísima circulación viral como la Argentina, insistió una de las fuentes, se sale por completo de la práctica del FMI en tiempos del coronavirus. De hecho, a partir del 12 y hasta el 18 de octubre el Fondo y el Banco Mundial desarrollarán su Asamblea Anual, un evento del que participan funcionarios y representantes de unos 200 países del mundo, de modo enteramente virtual.
Misión política
Cubeddu y Kozack no necesitan venir a Buenos Aires para conocer números, su misión es política, hasta el máximo que les permita su rango jerárquico y la disposición del gobierno argentino. Saben, además, que se juegan una parada fuerte en sus carreras burocráticas. La Argentina ha sido un cementerio de reputaciones, al punto de terminar o dañar seriamente las de funcionarios tan variados como el catalán Joaquín Ferrán en la década del ’80, el argentino Claudio Loser y el chileno Thomas Raichmann en los 90s, el indio Anoop Singh en los primeros años del siglo XXI y el italiano Roberto Cardarelli entre 2017 y 2019, cuando el Fondo aprobó, entre el acuerdo inicial y una ampliación posterior, un crédito de aproximadamente USD 57.000 millones para la Argentina, del cual quedaron cinco tramos sin desembolsar.
La Argentina llegó a explicar casi el 44% de la cartera crediticia (no de la capacidad prestable, diez veces mayor) del Fondo y a fines de agosto (última información disponible) todavía representa 32,8%, porcentaje que disminuye mes a mes, a medida que el FMI desembolsa los créditos que fue aprobando en el marco de la crisis por la pandemia de coronavirus.
La deuda de la Argentina con el Fondo, cuyos vencimientos empiezan en septiembre de 2021 y se empinan en 2022 y 2023, es fija en 31.913,7 millones de “Derechos Especiales de Giro” (DEG), la moneda de cuenta del FMI, pero en los últimos meses aumentó en dólares a medida que cayó el valor de la moneda norteamericana respecto del euro, el yuan, el yen y la libra esterlina, las otras cuatro divisas de la canasta del DEG. Al viernes 2 de octubre, la deuda argentina con el Fondo equivale casi exactamente a USD 45.000 millones.
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