Ni el dólar alternativo cerca de los $150, ni el riesgo país por encima de los 1.400 puntos, ni los flamantes bonos de la deuda con paridades superiores al 14%. Nada le hace perder la calma al ministro de Economía, Martín Guzmán. En una entrevista con Infobae, detalló cada aspecto del Presupuesto presentado horas antes en el Congreso. "Si alguien quiere llamarlo plan económico, no importa”, aseguró. También dio su visión sobre la economía argentina, que a su juicio en 2021 “tendrá un gran año”.
Con su tono moderado, Guzmán prefiere hablar de los “problemas estructurales” de la Argentina y de la necesidad de alcanzar soluciones sustentables, antes que cargar las tintas sobre el gobierno anterior o sobre herencias recibidas. Observa a la inflación como un problema multicausal que se solucionará como parte de un proceso macro, sin soluciones facilistas, y adjudica la tensión en los mercados a la necesidad de atravesar una transición.
Hubo que tomar medidas que no son simpáticas, que no nos gustan. Son medidas para detener la caída de reservas. No constituyen características estructurales de la economía, son transitorias
Descartó roces con el Banco Central y aseguró que el desdoblamiento del tipo de cambio ya no está en agenda: “La decisión ya se tomó”. Defendió el Presupuesto, hecho en base a “premisas sensatas”, en cuya presentación le dijo a Sergio Massa que podía sarasear, lo que se viralizó de inmediato (“un momento relajado, sin saber que estaba el micrófono prendido, solo una anécdota graciosa”). Promete que el Presupuesto balancea la necesidad de una política expansiva con el equilibrio fiscal. Y advierte que la grieta política “tiene un costo económico”, por lo que agradece que en el Congreso haya habido “una discusión valiosa, civilizada, eso es muy importante”.
— Hay un informe reciente de un banco estadounidense que dice que este arranque de reestructuración de deuda es el peor de los países emergentes de los últimos 20 años.
— Sobre esas reestructuraciones me pregunto cuántas ocurrieron en el contexto de una pandemia. Éramos conscientes de que había profundos problemas en la economía. La deuda era uno muy importante. Había que resolverlo para poder avanzar con todo en un programa macroeconómico con mayor espacio fiscal. Pero eso no quita que la economía argentina ya venía muy golpeada. Asumimos, iniciamos un proceso de tranquilizar la economía y vino el coronavirus, que profundizó los problemas.
— ¿Esperaba que al salir los bonos al mercado tuvieran los valores de hoy?
— Al momento de salir al mercado tuvieron una tasa de descuento más baja, pero subieron en el contexto de las medidas que se anunciaron la semana pasada. Esperábamos otra tasa de descuento, pero no hay país que pueda sostener un desendeudamiento de golpe del sector privado con las reservas del Banco Central. Hubo que tomar medidas que no son simpáticas, que no nos gustan. Son medidas para detener la caída de reservas. No constituyen características estructurales de la economía, son transitorias. Esperamos también que el riesgo país vaya bajando.
— ¿Después de las medidas anunciadas la semana pasada, hay tensión entre Economía y el Banco Central, concretamente entre usted y Miguel Pesce?
— Las medidas que se anunciaron fueron absolutamente consensuadas. El Banco Central es el organismo competente y las anunció con el aval de Economía. Como en todo proceso de toma de decisiones, hay un espacio de reflexión y en algún lugar convergen los puntos de vista. Está bien que sea así.
Para reducir la inflación hay que atacar el problema macroeconómico como un todo. Tranquilizar la economía es un concepto general que también involucra reducir la inflación
— De esas medidas, la que tiene que ver con las deudas de las empresas iría en contra de una de las ventajas que siempre se mencionó sobre el acuerdo con los acreedores, que las empresas iban a poder financiar más fácil en el exterior. ¿Cómo se explica eso?
— Lo que se les da a las empresas es acceso al 40% de vencimiento de capital de deuda por monto superior de un millón de dólares, si es que quieren amortizar capital. Las empresas pueden refinanciar sus deudas, pero hoy estamos con costos de financiamiento que son altos. Cada empresa hace lo más barato: tener financiamiento en pesos y comprar dólares al tipo de cambio oficial. El problema es que si todos hacen lo mismo no se puede: el país se queda sin reservas y termina habiendo un salto cambiario mayor. Estamos todos en el mismo barco y se busca resolver una inconsistencia macroeconómica. Se prometieron muchos dólares en los años previos y no se generaron; no alcanzan y menos para un desendeudamiento del sector privado de golpe. Entonces, nos toca tomar medidas para evitar un mal mayor.
— El kirchnerismo siempre adjudicó la inflación a la puja distributiva, el macrismo a factores monetarios. ¿Cuál es para usted la causa de que la inflación sea tan elevada?
— La inflación no es buena. Una de nuestras prioridades es reducirla, pero de forma consistente y que se pueda sostener en el tiempo. En cuanto a las causas, no hay una sola. Como país nos cuesta generar un aumento de lo que producimos para venderle al mundo que sea consistente con niveles de crecimiento económico que se puedan sostener. Básicamente, cuando crecemos importamos más porque necesitamos más insumos. Y para que no haya problemas en el frente cambiario necesitamos exportar más. Pero las exportaciones en muchos momentos no acompañaron el crecimiento del producto, del mercado interno. La falta de divisas genera efectos sobre los precios, pero la parte monetaria también tiene que ver, hay muchos pesos en relación a los dólares. Ahí aparece el problema del déficit fiscal. Hemos tenido déficits fiscales persistentes y hemos estado recurriendo –no coyunturalmente, sino estructuralmente– al financiamiento monetario. En situaciones como ésta no queda otra. En la medida que las exportaciones no crezcan y la cantidad de dinero que vamos generando crezca y no la absorba el sistema, que no la absorban activos en pesos, lo que termina pasando es que la relación peso-dólar sube. Para reducir la inflación hay que atacar el problema macroeconómico como un todo. Tranquilizar la economía es un concepto general que también involucra reducir la inflación.
— El Gobierno dice no tener un plan económico. ¿Tiene un plan anti inflacionario?
— El plan es una cuestión semántica. Tenemos objetivos y principios sobre cómo manejar la política económica para alcanzarlos. Es una estrategia económica. Si se lo quiere llamar plan, no hay ningún problema. Ahora, lo que sí hemos dicho es que no vamos a presentar un PowerPoint con proyecciones de acá a cinco años en un contexto en el cual proyectar está asociado a una altísima incertidumbre y más en un contexto de pandemia. Eso se ha hecho y no funcionó. Sí tenemos un esquema macroeconómico integral que hoy es de transición.
La falta de divisas genera efectos sobre los precios, pero la parte monetaria también tiene que ver, hay muchos pesos en relación a los dólares
— ¿Concretamente, cuándo cree que los argentinos vamos a ver una baja consistente de la inflación?
— Este año la inflación está bajando con respecto al año anterior, en un contexto de recesión. Pero ya desde los primeros meses de gobierno habíamos diseñado un esquema macroeconómico integral. Bajaba la inflación y vino el coronavirus. Apuntamos a que continúe bajando, solo que a una velocidad consistente. No ir más rápido de lo que se puede ir porque si no uno se termina chocando contra una pared y todo termina peor.
— En la Argentina la historia indica que las brechas cambiarias suelen resolverse a través de una devaluación más o menos abrupta. ¿Hay factores para que esta vez la brecha cambiaria no se corrija devaluando?
— La economía tiene controles de capitales férreos. Hay una cantidad de dinero que ingresó a la economía por especulación financiera, de la posibilidad de tener retornos de corto plazo, que inmediatamente se irían del país si no hubiese tales controles. Eso sí que generaría una devaluación. Esto es una elección. Ahora, es cierto que la brecha cambiaria es un problema para el funcionamiento de la economía y nos ocupa. Buscamos primero estabilizar la brecha para luego reducirla. Pero no con un shock, no con devaluación. Había distintas alternativas, una fue la que se tomó. Otra era un mecanismo de mercado más formal: un desdoblamiento cambiario.
— ¿La alternativa de desdoblar el tipo de cambio hoy está fuera de agenda?
— Sí, está fuera de agenda. Se terminó decidiendo por esta opción que se tomó.
— No ve al desdoblamiento como una mala herramienta per se.
— Todas las herramientas se consideran y se discuten. Pero la decisión ya se tomó.
— ¿Por qué cree que Argentina tuvo que hacer tantos cambios de moneda a lo largo de su historia?
— Tiene que ver con problemas estructurales que desembocaron en grandes cuestiones inflacionarias e inestabilidad de la moneda. Argentina no sólo tiene volatilidad macroeconómica, tiene volatilidad de su rumbo. No hemos logrado como sociedad definir una tendencia sobre la que avanzar. Eso es igual a un conjunto de inestabilidades de ingresos, empleo, precios.
Tenemos que ganarnos la posibilidad de usar la política fiscal como herramienta anticíclica, y que cuando la economía va mal tengamos la posibilidad de tener déficits y poder financiarlos sin depender estructuralmente del financiamiento monetario
— Entonces resulta lógico que la gente no confíe en una moneda como el peso que se devalúa tanto todo el tiempo.
— Es que la confianza hay que construirla. Y se lo hace sobre la base de la realidad. Los resultados mismos son los que van a generar confianza, no promesas rimbombantes sobre la base de ilusiones.
— ¿Usted cree que en algún momento podría ser una opción tener una moneda más estable, quizás atada a otras?
— No, Argentina tiene que recuperar la estabilidad de su propia moneda, del peso. Es un trabajo que lleva tiempo. Desde el primer día de gobierno buscamos reconstruir la curva de rendimiento en pesos. Que se generen instrumentos de ahorro y financiamiento en nuestra moneda y que paguen tasas de interés reales, positivas y sostenibles en las que se confíe. Se empieza por confianza en los activos y por ese camino se va construyendo confianza en la moneda per se.
— ¿Tener disciplina fiscal debiera ser una política de Estado?
— Más que disciplina, hace falta sostenibilidad fiscal. Tenemos que ganarnos la posibilidad de usar la política fiscal como herramienta anticíclica, y que cuando la economía va mal tengamos la posibilidad de tener déficits y poder financiarlos sin depender estructuralmente del financiamiento monetario. Que el Estado tenga capacidad para hacer políticas productivas que resuelvan problemas que el sector privado por sí solo no va a resolver. Tiene que ser una política de Estado. La sostenibilidad fiscal se tiene que entender como una premisa que todos y todas tenemos que abrazar.
— Muchas empresas se fueron del país, otras están analizando salir. El clima de negocios, según los empresarios es de regular para malo. ¿Qué opina de ese contexto?
— Bueno, primero cuidado con esos estamentos que se magnifican. Falabella dijo que se analiza irse...
— La aérea Latam se fue.
— Hay que separar bien cada caso. Y también entender el contexto en el que estamos en toda la región, en todo el mundo. Hoy se está viviendo una pandemia. La economía mundial está cayendo de una forma muy fuerte. Estamos viviendo una situación que no tiene precedentes en la historia del capitalismo tal como lo conocemos. Nosotros, además, teníamos una crisis macroeconómica con destrucción de empresas.
— En este contexto, Latam se fue sólo de Argentina. En todos los países en los que tiene presencia hay pandemia.
— ¿Generalizaría a partir de un caso y decir que aquí hay un éxodo de empresas?
— Es sólo un ejemplo.
— La realidad es que hay una situación económica dura. Hay empresas que en un contexto de pandemia, más allá de la asistencia del Estado, no pueden mantenerse.
El impuesto a la riqueza es una contribución por única vez que no debería afectar a los incentivos
— ¿Hasta cuándo van a seguir determinadas medidas de protección, como el IFE?
— Seguirán en la medida que sean necesarias. La pandemia no cedió. Lo que tenemos al mismo tiempo son restricciones fiscales fuertes, pero dentro de esas restricciones seguiremos tomando las medidas factibles para proteger a quienes tengamos que proteger. Hoy no hay una respuesta unívoca, depende de cómo evolucione la pandemia.
— Hay algunas medidas que tienen una fecha de vencimiento más o menos cercana.
— Sí, y todo esto obviamente que se discute y mantenemos la flexibilidad hasta el momento máximo que se pueda mantener la flexibilidad.
— ¿El impuesto a la riqueza no terminará siendo un desincentivo a la inversión?
— Es una contribución por única vez que no debería afectar a los incentivos. Obviamente, alguien podría responder: ¿qué nos asegura eso? Se toman medidas que implican un costo para sectores de la sociedad y hay sectores a los cuales les puede hacer ruido, pero también dan algo en otra dimensión, en este caso la capacidad de financiamiento de proyectos concretos.
— No cree, entonces, que impacte en la inversión.
— Toda medida está asociada a disyuntivas. Se evalúan y se toman entendiendo a la sociedad como un todo.
— ¿No encuentra razonable que haya un temor en la sociedad de que ese impuesto que se presenta como extraordinario se transforme en definitivo?
— Es cierto que ha habido medidas que eran de emergencia que se han vuelto estructurales en la economía argentina. Apuntamos siempre a que cuando algo es de emergencia, sea de emergencia.
— En el Congreso usted habló del tema de jubilados y del próximo envío de la ley. ¿Qué puede adelantar de la nueva fórmula con la que cobrarán?
— Primero tiene que avanzar en la Comisión. Desde el Ejecutivo se está diseñando una fórmula de tres principios: crecimiento compartido, sostenibilidad y solidaridad. Uno de las objeciones que hacíamos a la fórmula previa era que si se apuntaba a estabilizar la economía y reducir la inflación, lo que iba a ocurrir era que en una economía que crecía, como estaban atados a la evolución de la inflación, las jubilaciones se iban a rezagar con respecto al resto de los sectores de la economía.
— ¿Qué espera el Gobierno en materia de consumo y actividad económica para el año que viene?
— El 2021 va a ser un buen año para la economía argentina. Obviamente, está la pandemia de por medio y es fundamental que ceda para que eso se refleje. El proyecto de Presupuesto tiene como premisa central propiciar la recuperación económica, con el Estado yendo de la mano con el sector privado e impulsando la demanda en un contexto de capacidad instalada ociosa alta. El país tiene la posibilidad de crecer en lo inmediato con el impulso de la demanda. Luego, lo que necesitamos para evitar caer en los problemas típicos de la inestabilidad argentina, los problemas de la balanza de pagos, es que la capacidad productiva exportable también vaya creciendo.
— ¿Cómo van las conversaciones con el FMI?
— Hay un trabajo constructivo con el Fondo. Una dinámica que fue creciendo en la reestructuración de la deuda. Luego habrá misiones que se están terminando de definir. Hay un diálogo continuo y apuntamos a tener un programa basado en premisas diferentes de lo que fue el programa anterior.
— ¿Estaban al tanto en el Fondo de las medidas de la semana pasada?
— Lo que hablamos con el Fondo son cuestiones que mantenemos entre nosotros. Pero seguimos con una agenda constructiva.
— ¿Tal como ha hecho históricamente, el Fondo va a pedir algunas de las llamadas reformas estructurales?
— Apuntamos a tener un cambio en la estructura productiva y hay reformas necesarias. Por ejemplo, ajustes en la estructura tributaria y reformas sobre cómo se organiza el sistema financiero. Esa anomalía que se creó en el año 2002, que fue su momento las Lebacs y luego las Leliqs, tiene que ser abordada. Con el Fondo lo que buscamos es tener un horizonte despejado de vencimientos.
— ¿La salida de ese marco de tensión tiene que esperar a que avancen esas negociaciones y esos cambios estructurales o hay medidas más inmediatas?
— Las medidas que tomamos son de transición. Se están definiendo un conjunto de reglas de juego de la economía y es complejo definirlas en un contexto de pandemia, pero nos toca avanzar. El presidente Alberto Fernández había anunciado en su momento el envío de un proyecto de ley al Congreso para definir reglas de juego para el sector energético, por ejemplo. Vino la pandemia, vino un shock global a los precios relativos y todo eso afectó la situación. Se busca avanzar en definir reglas de juego concretas. Lo mismo pasa con la economía del conocimiento.
— ¿Qué reflexión final puede hacer para los argentinos que están preocupados por el contexto, por el dólar, por sus ahorros, por lo que va a pasar con la economía en general?
— Estamos frente a un desafío que no tiene precedentes. Cada política económica que se lleva a cabo se compara contra alternativas en un contexto donde todas son imperfectas y hacemos lo que consideramos lo mejor para proteger a la gente, el trabajo, la producción y las empresas. Al mismo tiempo, trabajamos de forma abierta, sobre la base de la responsabilidad, la prudencia, la racionalidad; buscando actuar de forma civilizada y de involucrar al resto de los frentes políticos de forma civilizada en lo que son debates centrales para el presente y para el futuro de la economía argentina. La tarea de encontrar el rumbo es una tarea colectiva y requiere de un debate cada vez más civilizado.
La entrevista completa:
Fotos: Nicolás Stulberg
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