Los bonos argentinos siguen sufriendo un duro castigo por parte de los mercados financieros. La caída está relacionada en parte con días negativos para Wall Street, que hace que los inversores vendan activos riesgosos, pero sobre todo la pérdida está relacionada con factores locales. Las nuevas medidas cambiarias, el impacto en las empresas que tendrán más problemas para pagar la deuda y escasas expectativas de recuperación de la economía son algunos de los factores que afectan a los títulos.
Ayer los nuevos papeles de deuda sufrieron caídas en torno al 3% y ya rinden 15% anual en dólares. Desde que empezaron a cotizar a principios de septiembre, la pérdida ya se acerca al 25%. Un pésimo debut y muy mala noticia para todos los inversores que entraron en el canje, esperando una mejora gradual en las cotizaciones. El riesgo país –como reflejo de este pesimismo- volvió a subir y quedó al borde de los 1.400 puntos básicos.
La incógnita es si hay margen de reacción por parte del Gobierno para dar vuelta este clima negativo o no es algo a lo que le prestarán importancia. En definitiva, el propio Martín Guzmán había reconocido que la Argentina estaría mucho tiempo sin acceder a los mercados de deuda, aún después del canje.
El margen de maniobra se achicó dramáticamente. Lo que es perfectamente entendible y aceptable para otros no lo es para la Argentina, infectada por una historia de déficit, endeudamiento, inflación y finalmente default reiterados.
Posiblemente el aspecto que más “ruido” genera entre grandes bancos y fondos de inversión internacionales sea el hecho de que las cuentas públicas en la Argentina seguirán siendo fuertemente deficitarias. El ministro de Economía eligió una fórmula que ya fracasó durante el gobierno de Mauricio Macri: el gradualismo fiscal. Es decir tomarse un largo tiempo para llegar al equilibrio de las cuentas públicas. Pero en general es un proceso demasiado lento y la situación termina explotando antes de que ocurra.
El margen de maniobra se achicó dramáticamente. Lo que es perfectamente entendible y aceptable para otros no lo es para la Argentina, infectada por una historia de déficit, endeudamiento, inflación y finalmente default reiterados.
Guzmán confirmó en el proyecto de Presupuesto 2021 que el déficit fiscal será de 4,5% del PBI. Se trata de un nivel menor que el de este año, que marcará un récord superior a 7% por el gasto social relacionado con la pandemia. Pero para los mercados el ajuste luce insuficiente. Según Economía, un 60% de lo que hace falta para enfrentar el agujero fiscal saldrá de más emisión monetaria del Banco Central y 40% de colocación de deuda en pesos por parte del Tesoro.
La proyección de más emisión monetaria impacta fuertemente en las expectativas. Por lo pronto, el dólar en los mercados financieros sigue en alza y la brecha cambiaria en relación al oficial ya supera el 95%.
Las dificultades de la Argentina para cerrar el frente fiscal sigue haciendo ruido entre los inversores y así lo reflejan los precios de los bonos. Sin acceso a los mercados financieros, el peligro es que el país vuelva a enfrentar problemas para pagar su deuda reestructurada en el mediano plazo
En septiembre, además, el Central volvió a poner en marcha la “maquinita” de crear pesos, luego de tomarse un respiro en agosto. Ya lleva transferidos $ 100.000 millones y en el año supera los 1,6 billones. Pero se calcula que para el último bimestre (especialmente en diciembre), la emisión subirá otro billón de pesos. A eso se le debe adicionar lo que habrá que emitir para hacer frente al rojo del año próximo.
Para un país sin crédito y en medio de un fuerte clima de desconfianza, resistir el recorte del gasto público y no acelerar la reducción del déficit fiscal es un arma de doble filo. Se trata de un “lujo” que sí se pueden dar otros países que tienen otro tipo de historia en los mercados financieros, pero para la Argentina el costo es mucho mayor.
El pésimo arranque de la nueva deuda argentina no queda encapsulado en una pérdida para los inversores. Se refleja también en mayor presión sobre el dólar, aumento de la brecha y por ende más incertidumbre. Este escenario, en caso de no ser corregido, también le pondrá más trabas a las posibilidades de reactivación luego del derrumbe sufrido en el segundo trimestre por efecto de la pandemia.
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