El Gobierno echa más leña al fuego tras endurecer los controles cambiarios y avanza esta semana con el impuesto a la riqueza

La desconfianza de los inversores llevó a restringir más la actividad cambiaria. Pero se insiste peligrosamente con proyectos que generan más dudas sobre el rumbo de la política económica

Miguel Pesce, titular del BCRA

Hace por lo menos dos meses que era un secreto a voces que al Central no le quedaba otra que restringir el acceso al dólar “solidario” ante el drenaje de reservas. Sin embargo, las desinteligencias entre el ministro de Economía y el titular del BCRA demoraron demasiado el anuncio, lo que tuvo un costo de más de USD 2.500 millones sólo contando lo que se perdió innecesariamente desde principios de agosto. Insólitamente se eligió un martes a la tarde para ponerle un freno a la operatoria, obligando a un virtual feriado cambiario de por lo menos tres días hábiles. La lógica hubiera sido anunciarlo un viernes y tomarse el fin de semana para que el mercado pudiera digerir las medidas.

El dólar y el cepo cambiario son termómetros de los niveles de desconfianza que hoy existe en relación al rumbo de la política económica del Gobierno. La apuesta a tranquilizar a los inversores a partir del canje de deuda tampoco tuvo el resultado esperado. No sólo no ayudó a frenar el drenaje de reservas, sino que tampoco hubo una mejora en la cotización de los flamantes títulos. Todo lo contrario: la tasa de los bonos pasó a rendir 13% anual en dólares, cuando se especulaba que podría bajar al 10%. La demanda por activos argentinos muy escasa. Y eso se reflejó en la caída de las cotizaciones de la deuda y un nuevo derrumbe en el precio de las acciones, que ya están más de 80% abajo en dólares desde las PASO de agosto del año pasado.

Dentro del equipo económico reconocen, y así lo expresaron públicamente también, que endurecer el cepo no era algo buscado ni deseado. Pero que la delicada situación obligó a privilegiar el acceso a los dólares para la producción, relegando a quienes buscan atesorar y encarecerlo para los que viajan al exterior y gastan en dólares con tarjeta.

El endurecimiento del cepo no es la causa de la crisis económica, sino la consecuencia. La fuga de dólares refleja la desconfianza de los inversores y la falta de un rumbo que despierte entusiasmo. Así lo refleja además el flojo debut de los nuevos bonos argentinos surgidos del canje
Foto del miércoles de la fachada del Banco Central de Argentina. Sep 16, 2020. REUTERS/Agustin Marcarian

En todo caso, restringir todavía más el acceso al mercado cambiario ayuda a “ganar tiempo”, explican desde el Central. Pero lo que nadie consigue responder hasta ahora es…¿tiempo para qué?

Por ahora ni las medidas adoptadas por Alberto Fernández ni sus declaraciones públicas lograron tranquilizar a los empresarios, consumidores ni a los mercados. Todo lo contrario: cada día que pasa crece la incertidumbre sobre los verdaderos planes que tiene el Gobierno. La inversión en 2020, a mínimos históricos por efecto de la pandemia. Todos los días aparecen empresas que deciden cerrar sus operaciones en la argentina. Además, en la Cámara Argentina de Comercio calculan que ya han cerrado más de 30.000 comercios en la Argentina desde marzo.

El avance legislativo del denominado “impuesto a la riqueza” no contribuye para serenar los ánimos o empezar a despejar el horizonte económico. Mañana ya tendría despacho de comisión y estarían las condiciones para que avance la media sanción en la Cámara de Diputados. Luego, sería un trámite su aprobación en el Senado.

Las críticas de los tributaristas a esta iniciativa fueron airadas. Lo consideran inconstitucional y confiscatorio. En los casos de mayores fortunas, entre Bienes Personales y el nuevo gravamen que prometen será “por única vez”, podría implicar que el contribuyente deberá pagarle al Estado el equivalente a 7,5% de todo su patrimonio en un solo año. Un verdadero disparate.

El impuesto a la riqueza no tiene precedentes. Pese a lo que manifiestan algunos legisladores oficialistas, ningún país tomó una medida ni siquiera parecida para hacer frente a los estragos económicos de la pandemia. En vez de amortiguar sus efectos, una medida de estas características profundizará la crisis

Aunque los legisladores oficialistas aseguran que existen en el mundo muchos proyectos en el mundo similares, en realidad sólo existen algunas ideas que han expresado determinados económicas y políticos. Al revés, en muchos países están pensando en bajar la presión impositiva hacia adelante (como en Gran Bretaña) para ayudar a los sectores más afectados por la crisis, como el turismo. Es decir que la fórmula para reflotar la economía no es cobrar más impuestos, sino menos.

Lo más probable es que, en caso de transformarse en ley, el nuevo gravamen termine bombardeado por amparos para frenar su aplicación. Pero mientras tanto se transmite un pésimo mensaje, de avance sobre el patrimonio y el capital del sector privado. Nadie en la Argentina, además, podría asegurar que es un impuesto que se cobrará sólo una vez. ¿O acaso el año que viene la crisis habrá quedado atrás?

Carlos Heller y Máximo Kirchner

La iniciativa que impulsan los diputados Máximo Kirchner y Carlos Heller además pone en el centro de la escena una disputa de clases que ahora el kirchnerismo decidió adoptar como bandera: combatir a los ricos ayudará a que los pobres estén mejor. Pero para enfrentar la pobreza hay que crecer, mejorar la educación y generar empleo. Todo lo demás es parte del “relato”.

La Ciudad ya pierde $ 150 millones por día por la quita de coparticipación dispuesta por el Presidente. La situación social del distrito tiene poco que ver con la “opulencia” a la que alude Alberto Fernández. Un 17% de los porteños son indigentes (no les alcanza para comer) y uno de cada tres personas es pobre.

Lo mismo ocurre con la disputa por la coparticipación entre la Nación y la Ciudad, que ya está perdiendo $150 millones diarios de recaudación. El Presidente habló de la “opulencia” de los porteños días antes de quitarles recursos. Pero los últimos datos sociales del distrito muestran de todo menos opulencia. Un 17% de los habitantes de la Ciudad son indigentes, es decir no les alcanza para comer. Y uno de cada tres ya están debajo de la línea de pobreza, como efecto directo de la gran crisis desatada por la cuarentena. Entre abril y junio, según el instituto de estadísticas porteño, hubo 40.000 familias que directamente no percibieron ingreso alguno.

Martín Guzmán pasó de héroe a villano en cuestión de días. Sus “acciones” recuperaron luego de cerrar el canje de deuda internacional y local. Pero su negativa a cerrar el cepo a pesar de la insistencia de casi todo el Gobierno le costó muchos dólares al Central. Ahora le tocará defender el martes el proyecto de Presupuesto 2021 en el Congreso y no la tendrá fácil. El tema más incómodo será el fuerte rojo fiscal que se arrastrará al año que viene y que Economía estima en 4,5% del PBI. Pero incluso podría ser más si los efectos de la pandemia se prologan, lo que es más que probable.

Con un “super cepo” para contener la salida de dólares, una caída récord de la actividad económica y niveles de pobreza en torno al 45%, los 100 días que restan hasta fin de año definirán muchas cosas. Pero lo que se está mirando ahora es qué señales dará el Presidente a la hora de definir cuál será el rumbo que adoptará la Argentina y si es un país interesado en atraer inversiones. Hasta ahora no apareció nada de eso. Y el nuevo impuesto a la riqueza no es otra cosa que seguir echando leña al fuego. Insistir con más impuestos y medidas que avanzan sobre el capital privado en vez de generar un clima atractivo para las empresas difícilmente ayude a recuperar las expectativas.