La campaña gruesa de granos comenzó a dar sus primeros pasos con la siembra de girasol y de los primeros lotes de maíz y continuará con el ingreso de las sembradoras a los campos para plantar soja. Este proceso, que terminará bien entrado el segundo semestre del 2021 con la finalización de la cosecha de maíz, es crucial para la economía de Argentina, no solo por el movimiento económico que genera, sino también porque solo en el primer semestre del año estos cultivos y sus complejos fueron los responsables de más del 40% de las divisas que ingresaron al país. Por tal motivo, resultará de vital importancia una buena performance de la campaña para traer algo de alivio a las castigadas cuentas nacionales.
Sin embargo, la gran inversión que se realizará para la siembra y producción de soja, maíz, girasol y sorgo se da en un contexto de una gran incertidumbre económica y de un cambio constante de las reglas de juego, sobre todo en lo que respecta al acceso a dólares. En este sentido, el miércoles pasado el Banco Central de la República Argentina (BCRA) decidió, además de encarecer el dólar “solidario”, restringir el acceso a estos para la cancelación de obligaciones en el exterior por parte de empresas.
Para los dirigentes del campo de la Mesa de Enlace, compuesta por las cuatro principales entidades agropecuarias a nivel nacional, esta medida traerá “consecuencias negativas” en el sector al limitar la posibilidad de prefinanciar exportaciones y el aumento en los precios de los insumos estratégicos, ya que la mayoría son importados.
Si bien lo que se conoce como campaña gruesa, que toma ese nombre por el mayor grosor de los granos en comparación a los cultivos que se cosechan en invierno, como el trigo o la cebada, se trata de la siembra y cosecha de girasol, sorgo, maíz y soja, estos últimos dos cultivos sobresalen del resto por la superficie que ocupan y por el volumen de producción.
Según datos de la Bolsa de Cereales de Buenos Aires (BCBA), en la campaña 2019/20, que finalizó hace algunos meses, la soja y el maíz, en conjunto, ocuparon un área de 23,7 millones de hectáreas con una producción de 99,6 millones de toneladas, mientras que el girasol y el sorgo fueron implantados sobre 2,15 millones de hectáreas con una cosecha que se ubicó en 5,9 millones de toneladas.
Pero otro dato relevante de la soja y el maíz es su característica federal y la cantidad de puestos de trabajo que genera, tanto de manera directa como indirecta. A partir de los datos aportados por el economista jefe de la Fundación Agropecuaria para el Desarrollo de Argentina (FADA), David Miazzo, estos dos cultivos se encuentran presentes en 15 provincias de la Argentina y ocupa a 640.000 personas dentro de sus cadenas, que comprende tanto la actividad primaria como la industrialización.
Para Miazzo, el impacto económico que tienen los cultivos que integran la campaña gruesa es “importante” ya que la cosecha 2019/20 alcanzó un valor de producción de USD 31.944 millones a precios FOB de hoy. Asimismo, puso de relieve que, “por sí solas, estas cadenas representaron más del 40% de las exportaciones en el primer semestre. Muy probablemente, la campaña gruesa sea uno de los hechos de la economía productiva más importantes para el país, para su macroeconomía, para el empleo y para la provisión de dólares. Estos, principalmente el maíz y la soja, son los productos que más se destacan a nivel país. Tal vez, solo se asemejen a la producción de gas y petróleo, en cuanto a la comparación de la magnitud económica”.
En relación a las exportaciones, los resultados del primer semestre son contundentes. Según el Indec, Argentina exportó durante los primeros seis meses del año USD 27.388 millones, de los cuales USD 7.676 millones provinieron del complejo sojero, USD 3.322 millones del maicero y USD 377 millones del girasol, ubicándose por encima del 40% de los despachos totales del país, en un contexto de una baja del 11% de los embarques totales de Argentina debido, principalmente, por los efectos económicos de la pandemia de coronavirus.
Más allá del buen desempeño exportador de estos complejos, la actividad está cercada por la alta presión tributaria. Según un informe de FADA, la participación de Estado en la renta agrícola alcanza el 68,3% en promedio. Esto quiere decir que de cada $100 de renta agrícola que produce un campo, más de $68 tienen como destino las arcas de los tres niveles del Estado a través de impuestos.
El aporte en retenciones
Pero no solamente son importantes las exportaciones de estos cultivos por el ingreso de divisas, sino también por los aportes en concepto de retenciones que hacen estos complejos. En este sentido, FADA, en su informe sobre exportaciones agroindustriales del primer semestre, indicó que en dicho período el complejo sojero aportó por retenciones USD 2.510 millones, mientras que el maicero lo hizo por USD 398 millones y el girasolero por USD 25,8 millones. Si se toma en cuenta que las exportaciones agroindustriales culminaron los primeros seis meses en USD 20.002 millones, el Estado nacional retuvo a estos tres complejos el equivalente al 14,66% de las exportaciones totales del sector.
Al respecto, el fundador y director de la consultora AZ Group, Sebastián Salvaro, consideró que “la significancia para el país respecto de la campaña gruesa es clave porque estos productos, en términos de retenciones son los que más aportan”. Además, agregó que a nivel macroeconómico se definen “los niveles de recaudación que habrá, porque tenés la cosecha en la mano y eso ya te define cómo será la liquidación de divisas y la oferta de dólares disponible”.
Movimiento económico
Por otro lado, Salvaro subrayó el movimiento económico que genera la cosecha al sostener que “hoy la gruesa, en términos de facturación, representa entre el 80% y 90% de las facturación agrícola total. Por eso, en los meses que van de marzo a julio se concentra la cosecha arrancando con girasol, maíz temprano y soja. Y después está el maíz tardío, que hoy es el 60% de la superficie sembrada con este cultivo. Cuando a esto se traslada a movimiento de camiones, cosechadores, gente administrativa haciendo cartas de porte, personal recibiendo los granos en plantas de acopio, se produce el pico de trabajo por excelencia de la actividad agrícola”.
En la misma línea, la Jefa de Informaciones y Estudios Económicos de la Bolsa de Comercio de Rosario (BCR), Emilce Terré, hizo hincapié en este sentido: “No hay que pensar solamente en la cosecha de granos, sino también en todo lo que conlleva la misma, porque hay una mayor demanda de combustible, de insumos, de personal, se pagan impuestos, se contratan fletes, servicios financieros. Entonces, no es solo la cosecha de granos, sino que mueve muchas actividades relacionadas”.
Y agregó: “Hay que verlo de manera federal también. Las actividades industriales que uno puede pensar están muy concentradas en Buenos Aires, pero la agroindustria es una de las actividades más federales que existen. Hay un montón de ciudades, de pueblos que dependen casi exclusivamente o de un molino o de una cooperativa. Entonces -la campaña- tiene un fuerte impacto en todo lo que tiene que ver con el despliegue de la actividad económica en el interior del país”.
Proyecciones
Si bien los cálculos sobre producción de la cosecha gruesa y su valor todavía son preliminares y no existe al momento una estimación oficial, informes privados prevén una trilla de soja y maíz que, en principio, se ubicaría en torno a las 100 millones de toneladas, valores en línea con lo producido el ciclo anterior, en un contexto climático poco prometedor, ya que existe la posibilidad de que el clima seco (Niña) prevalezca durante los meses de la campaña.
Para la BCR, se espera una siembra de soja que se ubique en 17,3 millones de hectáreas con una producción estimada en 50 millones de toneladas, mientras que el área que cubriría el maíz sería de 7 millones de hectáreas y cosecha probable de 48 millones de toneladas.
De concretarse estos guarismos, la superficie de soja subiría respecto a la campaña anterior 100.000 hectáreas, aunque caería la producción en 700.000 toneladas. Por el lado del maíz, el área se vería reducida en 260.000 hectáreas, mientras que la producción presentaría una merma de 3,5 millones de toneladas.
Por su parte, la consultora AZ Group estimó, en base a proyecciones del Departamento de Agricultura de Estados Unidos (USDA), que la producción de soja podría posicionarse en 53,5 millones de toneladas y la de maíz en 50 millones, mientras que la de girasol lo haría en 3,3 millones de toneladas y la de sorgo en 2,4 millones de toneladas.
En base a estas estimaciones preliminares, la consultora proyectó que el ingreso bruto que podrían percibir los productores ascendería entre los cuatro cultivos a USD 22.195 millones. Este cálculo se realizó tomando en cuenta los precios de los contratos a cosecha en los mercados de futuros Matba/Rofex (por ejemplo, el precio del contrato de mayo 2021 de soja se ubica en US$ 250 y el de maíz de abril en US$ 150).
De ese total la soja tendría una participación del 60% (US$ 13.375 millones) y el maíz del 34% (US$ 7.500 millones). En concepto de retenciones, la recaudación estatal sería de US$ 5.426 millones, con la soja aportando el 81% de ese total.
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