La posibilidad de aplicar medidas cambiarias con mayores restricciones se venía discutiendo hace tiempo entre los principales funcionarios del Gobierno. Pero eran negadas una y otra vez. Todo cambió el fin de semana. Un informe reservado del Banco Central que llegó a manos del presidente, Alberto Fernández, pintó la cruda realidad: las reservas líquidas que le quedan a la institución para intervenir en el mercado cambiario llegan a apenas USD 2.800 millones.
Al ritmo de demanda que venía mostrando el dólar ahorro (compras por USD 1.000 millones sólo en la primera quincena de septiembre), era imposible llegar en las mismas condiciones a octubre. La decisión que se tomó fue cuidar la última línea de defensa del BCRA. Sin reservas, es imposible evitar una crisis cambiaria y un posterior estallido inflacionario.
Si bien el Central informa reservas por USD 42.500 millones, una vez descontados el swap chino, los encajes de los depósitos en dólares, el oro y otros préstamos de organismos, la cifra que resta para intervenir en el mercado es mínima. Y no había nada que hacer para revertir el derrumbe, salvo imponer nuevas restricciones.
Quizás erróneamente, la profundización del cepo se ve como una confirmación sobre el rumbo ideológico que quiere adoptar el equipo económico. La realidad es que se trató de una medida desesperada para evitar una devaluación desordenada.
Ayer Miguel Pesce tuvo que reconocer que la situación es “delicada”, cuando pocos días antes había asegurado que no hacían falta nuevas medidas para restringir el mercado cambiario. No fue el único, sólo un par de días antes de las nuevas limitaciones el ministro de Economía, Martín Guzmán, las habían negado de plano. “No vinimos acá a aguantar”, aseguró.
Pero la realidad se impuso y quedaron atrás las especulaciones sobre un cambio en la dirección del mercado después del arreglo de la deuda. Nada de eso sucedió, a pesar de la elevada adhesión conseguida. Pero los mercados siguen desconfiando profundamente de la política económica que quiere llevar adelante el Gobierno.
Quizás erróneamente, la profundización del cepo se ve como una confirmación sobre el rumbo ideológico que quiere adoptar el equipo económico. La realidad es que se trató de una medida desesperada para evitar una devaluación desordenada.
El cepo reforzado no fue una decisión ideológica, sino una necesidad: detener la acelerada sangría de reservas que venía sufriendo el Banco Central. Así se evitó al menos momentáneamente una devaluación brusca para el mercado comercial
Ahora quedan atacar las causas que llevaron a la rápida pérdida de reservas. De vuelta, el cepo es sólo la consecuencia de la falta de credibilidad que despierta el Gobierno entre los inversores. Y queda flotando el tema inevitable: ¿está en condiciones Alberto Fernández de revertir estos elevados niveles de desconfianza?
Mejorar las expectativas será clave para que el BCRA pueda empezar a capturar el superávit comercial, que se mantiene en torno a los USD 1.500 millones. Hasta ahora esas divisas no pudieron quedar en las reservas por la elevada demanda del mercado, lo que apuró las nuevas restricciones.
El horizonte temporal ahora se extiende a los próximos seis meses. Por eso se obligó a las empresas que tienen vencimientos de capital hasta marzo que “reperfilen” sus vencimientos con los acreedores. El objetivo es tender un “puente” hasta que empiece a ingresar las divisas que genera la cosecha gruesa, con el objetivo de lograr en ese momento un mayor equilibrio cambiario.
Seguí leyendo: