Altísima carga impositiva, imprevisibilidad fiscal, leyes que encarecen la contratación laboral o que –como la reciente ley de Teletrabajo– se sancionan sin casi consultar a los dadores de empleo, una brecha cambiaria y una situación monetaria que le meten alta incertidumbre a cualquier proyecto de inversión, decretos que deciden intempestivamente la intervención y eventual expropiación de una de las principales agroexportadoras del país o declaran servicio público enteros sectores de actividad, como la provisión de servicios de telefonía móvil, internet y TV paga, transformando en tarifas sujetas a la discrecionalidad del gobierno lo que eran precios establecidos en un sistema de mercado.
La lista podría seguir y afecta tanto a empresas y emprendedores nacionales como extranjeros, pero espantan particularmente a estos últimos, que para “hundir” capital en la Argentina evalúan esas cuestiones –y muchas más– con lentes de mediano y largo plazo.
No es casual, entonces, que la Argentina haya vuelto a aparecer entre los peores lugares del mundo para atraer inversiones: entre 2019 y 2020 fue uno de los países que más posiciones descendió en el Indice de Atracción Global (GAI, según sus siglas en inglés) que realiza todos los años The European House Ambrosetti. De acuerdo al GAI, el país cayó del lugar 73 –de 144– que tenía el año pasado a la posición 92 en el ranking del 2020 y tuvo una calificación crítica en materia de sustentabilidad, índice que expresa la capacidad futura de un país para permanecer competitivo.
El Índice de Atracción Global, dice el informe, se destaca por su estabilidad. La inversión productiva, y en particular la extranjera, no es una calesita donde acertar una sortija o un barrilete a echar a volar en áreas de tormenta. Sólo 15 países tuvieron en la última edición del GAI una variación de más de 10 lugares: además de la la Argentina, allí están Panamá, Trinidad y Tobago, Argelia, República Dominicana, Macedonia, Costa Rica, Cabo Verde, Ghana, Mauritania, Mozambique, Libia, Tanzania, Myanmar y Tayikistán. Todos clasificados por debajo del puesto 65.
La lista completa: Argentina en el puesto 92 de 144
El reciente informe, en todo caso, profundiza una tendencia más larga. Así lo muestra un trabajo de Marcelo Elizondo, especialista en negocios internacionales y director de Maestría del Instituto Tecnológico de Buenos Aires (ITBA) que señala que la Argentina es el segundo país de peor performance en acumulación de Inversión Extranjera Directa (IED) en todo el mundo desde que se inició el Siglo XXI.
Según datos de la UNCTAD, una agencia de Naciones Unidas, en 2019 el flujo de IED en todo el mundo, de 36,4 billones (millones de millones) de dólares, era 82,9% superior al stock al inicio de la década y casi 400% mayor a la que había en el año 2000, cuando alcanzaba los 7,4 billones de dólares. Del stock de IED hundida en todo el mundo (esto es, capital de empresas que invirtieron fuera de sus países de origen), el mayor receptor es Europa, con 12,5 billones de dólares en 2019 y un aumento de 59,4% en la década. En Norteamérica el stock de IED fue en 2019 de 10,5 billones de dólares, 138% más alta que en 2010.
El año pasado, por ejemplo, Australia acumulaba un stock de 714.249 millones de dólares de IED, 35% más que en 2010 y 490% más que al despuntar el siglo. En África la suma era 953.906 millones de dólares, 57% más que en 2010 y 523% más que en el 2000. Para referir el stock de IED en Asia hay que hablar de billones (millones de millones) de dólares. Asia del Este y el Sudeste Asiático sumaban 6,7 billones, y la más pobre Asia del Sur tenía “apenas” 559.942 millones de dólares de IED, 1.763% más que en el 2000, lo que muestra un alto dinamismo.
En Latinoamérica el país que muestra mayor stock de IED hundida en el registro anual más reciente es Brasil con 640.731 millones de dólares; seguido en importancia por México con 628.460 millones. Siempre con datos de 2019, les siguen en importancia Chile (267.820 millones de dólares de IED acumulada), Colombia (205.890 millones) y Perú, (115.330 millones). Recién entonces, a la distancia, aparece la Argentina, con un stock de IED de 67.170 millones de dólares.
Nuestro país es así una de las excepciones a la tendencia mundial, con una caída en el stock de IED en 2019 comparado con el de 2000 . En rigor, la región latinoamericana mostraba dos excepciones en la evolución del stock de IED: la Argentina, con una pérdida de 16.421 millones de dólares (caída de 19,2%) y Venezuela, con un retroceso de 11.490 millones (-33,2%).
El retroceso absoluto y relativo en el mapa de la inversión extranjera se refleja en los siguientes datos: en el año 2000 el stock de IED en la Argentina representaba el 0,91% del total mundial; en 2010 equivalía al 0,43% y en 2019 ya era sólo 0,19% del total mundial. Como atractor y receptor de inversión foránea, el país también se empequeñeció a nivel regional. En el año 2000 el stock de IED en Argentina representaba 19,9% del total en Latinoamérica y el Caribe, en 2010 el 5,39% y en 2019 había descendido al 3,05% del stock regional de IED.
En el año 2000 el stock de IED en Argentina representaba 19.9% del total de Latinoamérica y el Caribe, en 2010 el porcentaje había descendido al 5,39% y en 2019 al 3,05% del stock regional de IED
La decadencia del país como llamador de inversiones, profundizada en los últimos tiempos, hará que la Argentina termine este año con un nivel de IED similar a los que tuvo en la época de la hiperinflación de 1989, o de 2002, cuando atravesó lo que fue hasta entonces la peor crisis económica de su historia.
La explicación se encuentra en varias razones, entienden economistas y empresarios: Presión tributaria, inestabilidad política y económica, inseguridad jurídica encabezan el ránking.
Inversiones
Las últimas inversiones extranjeras de gran porte en la Argentina fueron las automotrices, en tiempos ya distantes, dice Miguel Arrigoni, presidente de First Capital Group. Las actuales son escasas y apuntan a agronegocios y tecnología.
“El sector de las tecnológicas ha continuado atrayendo inversión extranjera. En muchos casos son inversiones en empresas argentinas con potencial de expansión internacional”, dice un reciente informe de First Capital, que cita los casos de la startup Auth0, que en julio completó una nueva ronda de inversión de USD 120 millones, y la plataforma de autos usados Checkars, que en agosto se fusionó con la mexicana Kavak para crear la mayor plataforma del rubro en Latinoamérica, para lo cual la operación argentina recibirá una inyección de USD 10 millones.
Se trata de emprendimientos impulsados por el talento argentino a contrapie del marco institucional. De hecho, un reciente ranking de innovación, de la Organización Mundial de Propiedad Intelectual (OMPI), otra agencia de Naciones Unidas, rankeó bajo a la Argentina porque asigno puntaje bajo a la calidad de sus instituciones y el funcionamiento del mercado, no así la sofisticación de sus empresas.
En cambio, el reciente lanzamiento de la producción de un nuevo modelo del Peugeot 208, al que asistió el presidente Alberto Fernández, fue la culminación de un proceso que empezó, casi, en otra era. “Las inversiones automotrices de los últimos dos años se planearon cuando la Argentina producía un millón de autos por año, pero cuando te lanzaste a hacerlo, no podés parar”, explicó Arrigoni a Infobae. En el contexto actual, señaló “no me extrañaría que alguna automotriz se vaya”.
Otra área que hasta no hace demasiado prometía un boom de inversiones, Energía -en particular, Vaca Muerta- ralentizó su marcha a la vista de dos barreras: la internacional, por la baja e incertidumbre del precio mundial del petróleo y la local, por la altísima incertidumbre cambiaria y monetaria. En realidad, dice Arrigoni, el actual esquema cambiario espanta inversores en cualquier sector. “La brecha cambiaria es una grieta por donde se caen las inversiones”, enfatiza.
Reconstituir el clima de inversión requiere tres ejes, dijo a Infobae el presidente de la Coordinadora de las Industrias de Productos Alimenticios (Copal), Daniel Funes de Rioja: Certidumbre, Confianza y Concertación. La certidumbre va más allá de la pandemia, porque hay que convivir con ella, aclaró. Y la confianza y la concertación son necesarias para generar un futuro previsible, porque la inversión productiva no es un bono que se puede comprar hoy y vender mañana: “implica tecnología, bienes de capital y una visión de mediano plazo”, enfatizó el también experto laboralista.
Funes de Rioja hizo hincapié en la necesidad de previsibilidad fiscal y criticó la alta presión fiscal: los impuestos, precisó, explican el 38% del precio de los alimentos y 47% del precio de las bebidas. A su vez, añadió, el costo laboral argentino, por efecto de impuestos y cargas y aportes, es también muy alto y no puede ser compensada por una productividad laboral que, según la Cepal (la agencia de la ONU que sigue las economías latinoamericanas ) es apenas 36% de la norteamericana.
El titular de Copal apuntó también a la necesidad de financiamiento “a tasas razonables, pero no sólo para Pymes, porque si se quiere atraer IED también hay que tener un sistema crediticio que satisfaga a empresas medianas y grandes”. Por último, marcó la necesidad de estimular, en vez de gravar, el comercio exterior, un área particularmente sensible al inversor extranjero.
Las señales locales y el contexto mundial producen sus resultados. Un informe de First Capital sobre el primer semestre 2020 precisa que en ese período el valor de las operaciones de Fusión y Adquisición en la Argentina cayó 85% y el grueso de ellas tuvo lugar en el primer trimestre. Lo más reciente son los retiros, empresas que se van de la Argentina. Como Latam Airlines o la low cost noruega Norwegian, que vendió su operación local a Jet Smart. En el sector autopartista, los proveedores de pintura Axalta, Basf y PPG anunciaron el cierre de sus planta, la francesa Saint Gobain Sekurit cerró sus planta de parabrisas y muda su producción a Brasil, Nike traspasó su operación local a la mexicana Axo), VF Corporation, productor norteamericano de las marcas Lee y Wrangler, cesó la producción local y Gerresheimer, un productor alemán de packaging para el sector farmacéutico vendió su operación argentina a la local IMAP.
La estampida difícilmente alcance a ser compensada por el reciente anuncio de la producción local de tres modelos de motocicleta por parte de la empresa internacional Royal Enfield, en un acto al que también asistió el presidente Fernández. El anuncio es parte de un plan de inversión de $700 millones (al tipo de cambio libre, menos de USD 7 millones, al oficial, menos de USD 10 millones) anunciado en enero pasado, y que el gobierno decidió respaldar con el lanzamiento de una línea de créditos blandos para la compra de motos de producción nacional y baja cilindrada de un valor de hasta $200.000. Newsan anunció días atrás y también con el mandatario presente, una inversión inicial de USD 10 millones junto a LG para producir lavarropas en Avellaneda.
Tal panorama "es consecuencia de la inconsistencia e inestabilidad que venimos teniendo. La discusión que estamos teniendo sobre la coparticipación es un ejemplo de los temas inconclusos que tenemos. Es una ley de 1996 y todavía estamos discutiendo. Hace falta federalismo, hay desarrollos asimétricos y el desarrollo es muy dispar”, señaló José Urtubey, director de Celulosa Argentina y asesor de la Unión Industrial Argentina.
“También hay que trabajar en un programa a largo plazo de desarrollo productivo. El gobierno pasado tuvo un programa económico volcado a lo financiero que no incentiva la inversión productiva. Y a esto se le suma la seguridad jurídica y la falta de competitividad sistémica consecuencia de los altos impuestos y la falta de financiamiento, que afecta la rentabilidad”, dijo Urtubey.
El empresario Martín Cabrales fue tajante y señaló que el país necesita una modernización tributaria y laboral y estabilidad jurídica". Para el empresario las inversiones tienen que ser, en una primera instancia “de los argentinos, pero para eso se necesita confianza, y esto se logra a través de un plan, un paquete de medidas, todo aquello que genere confianza, sumado a una reforma tributaria, es imposible pagar 167 impuestos y que piensen en agregar más”.
De hecho, en una reciente columna en Infobae, el propio Elizondo marcaba una paradoja: mientras en mundo baja impuestos a las empresas para atraer inversiones, en la Argentina se discute cómo aumentar la presión impositiva. Al respecto, el último informe “Doing Business”, un estudio anual del Banco Mundial, precisa que la tasa total de impuestos y contribuciones pagados por los actores económicos como porcentaje de sus ganancias es en Argentina la segunda mayor del mundo, sólo superada por las Islas Comoros). La carga en Argentina es de 106,3%, contra un promedio mundial de 40,3%, 15 puntos por debajo del que se verificaba a principios de siglo. En América Latina, los países que siguen a Argentina en mayor carga a las empresas son Bolivia (83,7%), Venezuela (73,3%), Colombia (71,2%) y Brasil (65,1%); y los que menos carga generan a las empresas son Uruguay (41,8%), Perú (36,8%), Paraguay (35%), Ecuador (34,4%) y Chile 34%).
La diferencia entre crecimiento y desarrollo es lo que un mejor sistema impositivo lograría, donde los impuestos los pague la gente que vota y no las empresas que no votan. es un fenómeno argentino donde el costo de los productos es muy caro (Karagozian)
Sin embargo, lejos de pensar en una rebaja de la presión impositiva, el Gobierno impulsa, en el proyecto de presupuesto 2021, un aumento de la misma. Un borrador de trabajo al que accedió este medio dice expresamente que la presión tributaria de la administración central subirá el año próximo del 24% del PBI que terminará este año al 24,8%, el próximo.
Un historial de 9 defaults soberanos es, de entrada, un inhibidor que debe superar cualquier empresa o analista de inversiones que considere la posibilidad de hundir capital en el país. Relacionado con eso está el hecho de que la Argentina es, con 56 casos entre concluidos y pendientes, el país más demandado en el Ciadi, el Centro Internacional de Arreglos sobre Diferendos de Inversión, una suerte de tribunal ad hoc que en el seno del Banco Mundial arbitra juicios entre países y empresas. Le sigue, en cantidad de casos, Venezuela, con 49.
El primado argentino es consecuencia directa de la tendencia del país a enredarse en conflictos comerciales, de crédito o de inversión por su afición a cambiar reglas, alterar contratos, circunvalar leyes o incumplir créditos. No es algo que salga barato: según un trabajo del economista Sebastián Maril, de Research for Traders, en lo que va del siglo el país lleva pagados USD 16.538 millones en indemnizaciones y compensaciones en fallos o arbitrajes de distinto tipo por expropiaciones, pesificaciones y defaults y tiene demandas pendientes demandas por otros USD 8755 millones.
Con Menem era importante la estabilidad macro y las reglas de juego. En la época de Néstor Kirchner no había reglas de juego claras, pero había mucha ganancia. Ahora, no hay ni una casa ni la otra (Goldin)
Respecto a las leyes laborales, que algunos señalan como particularmente adversas a la inversión, Cabrales dijo que hay que “generar una modernización laboral pensando en el futuro, sin que los trabajadores pierdan derechos pero para generar inversiones y que ese 40% de trabajadores que hoy tienen empleos precarios puedan ser incluidos”.
El empresario textil Teddy Karagozian, que está llevando adelante inversiones para incrementar 40% la producción de hilado, quintuplicar la de tela y multiplicar por 10 la producción de medias Ciudadela, señaló que “los impuestos hacen que sea muy difícil invertir y hacen más difícil ganar dinero”.
“La diferencia entre crecimiento y desarrollo es lo que un mejor sistema impositivo lograría, donde los impuestos los pague la gente que vota y no las empresas que no votan. es un fenómeno argentino donde el costo de los productos es muy caro”, agregó el empresario.
Para el hombre que suele ser la voz cantante del sector textil, atraer inversiones de más largo plazo requiere "una revolución en el sistema impositivo, donde se le de más derecho al trabajador con el seguro de indemnización que implica también más derechos para las empresas. A un costo de 2% al 4% sobre el salario se podría eliminar el pasivo laboral, promover el empleo y aumentar las inversiones”.
Respecto de la tan mentada seguridad jurídica, Karagozian señaló que “para el 99% de la gente la seguridad jurídica es una abstracción: lo que importa es la posibilidad de ganar dinero”.
Por el lado de los economistas las reflexiones apuntan más a lo técnico que a la “cotidianeidad” de la operación que significa llevar adelante una compañía.
Pablo Goldin, economista y director de la consultora Macroview, señaló que “hay dos corrientes” que explican la falta de inversión en la Argentina.
“Hay una corriente que dice que las inversiones no llegan porque por un problema institucional y que tiene que ver con las reglas de juego, con gobiernos inestables y discrecionales. Y hay otra corriente según la cual las reglas estables están bien pero no son la clave: lo más importante es la posibilidad de hacer negocios, y por eso hay inversiones en países más inestables desde lo político o lo jurídico. La Argentina tuvo de las dos.”
“En la época del presidente Carlos Menem era importante la estabilidad macro y las reglas de juego, la gente venía y entendía el juego y hubo un boom de inversiones. En la época de Néstor Kirchner no había reglas de juego claras, pero había mucha ganancia, un tipo de cambio alto, costo salariales bajos y tasas de interés bajas. Ahora, no hay ni una casa ni la otra, no hay reglas de juego ni estabilidad macro ni grandes nichos de negocios", explicó.
La situación actual es tan grave, dijo Goldin, que la tasa de inversión “va a estar entre las más bajas de la historia, parecida a la de la hiperinflación de Alfonsín y de la de la crisis de 2002, no alcanza a cubrir el capital”.
A partir de esto el economista de Macroview señaló que la perspectiva no es buena. “Estamos en un gran dilema, la inversión por el piso y aun con los gatillos de despegue que suelen servir, como por ejemplo reestructurar la deuda, en camino al acuerdo con el FMI que puede ser punto de despegue, puede ser que suceda el despegue porque son acuerdos que se firman como condiciones necesaria pero no suficiente. Hoy no son puertas de entrada para un flujo de inversión”.
Respecto a la posibilidad de una reforma laboral o tributaria, Goldin entiende que esos ítems de manera aislada “no van a mover el amperímetro. Hace falta un esquema macro que estabilice, que se empiecen a conocer el valor de los precios relativos y la tasa de inflación durante un tiempo y en ese contexto aparecen las reformas laborales, tributarias; y recién ahí esto se transforma en un incentivo para que alguien pueda mirar a la Argentina para invertir”.
“Hoy tenés Vicentin, Edesur, las telco, la Corte, la coparticipación, todo eso genera inestabilidad. Y, aunque tengas algún sector que pueda hacer negocio, tampoco lo tenes en la generalidad. Tampoco podes tener la locura macro que hoy tenemos. Para atraer inversiones necesitas tener algo de estabilidad por un tiempo razonable, que genere perspectiva, que no tengas conflictos sociales ni político, no vas a ser Irlanda o Portugal, pero con que ordenes la macro, un contexto de ciertas reglas de juego y una tasa de ganancias argentinas, Argentina tiene que salir”.
En los últimos tiempos el problema se agudizó, al punto que ya no solo se trata de que al país le cueste atraer inversión extranjera, sino que pierde la que ya tenía, como sucedió en el caso de Latam, que no sólo anunció el cierre de su operación argentina, sino que hasta llevó a que el secretario general del gremio de pilotos, Pablo Biró, instó al gobierno a que “no le permita llevarse los aviones del país”.
El economista Miguel Ángel Broda planteó el fenómeno de la inversión, ya no solo extranjera, en términos de paradoja, cuando señaló que "estamos en el mundo del revés, el Presidente almuerza con Hugo Moyano mientras Marcos Galperín (fundador de Mercado Libre, la empresa más valiosa de la Argentina) se tuvo que ir al Uruguay”. En julio pasado, el gremio de Camioneros bloqueó el acceso de centro de distribución de la plataforma de ecommerce más grande de la región: quieren encuadrar a como dé lugar a los empleados de su moderno centro del Mercado Central. Esos empleados están bajo el convenio del sindicato de Carga y Descarga.
Para Eduardo Fracchia, académico de IAE Business Scholl de la Universidad Austral, el problema del país para atraer inversiones tiene varias causas. "regulaciones como las del teletrabajo, telecomunicaciones, elevación de alícuotas impositivas, cepo cambiario y señales después rectificadas como el intento de intervención de Vicentín meten ruido en el sistema de toma de decisiones de inversión”, señaló.
Para el economista de la Fundación Libertad Alejandro Bongiovanni la Argentina no atrae inversiones “por los altos impuestos y la inseguridad jurídica. Sin esto no hay forma de atraer inversiones. Si no hay seguridad jurídica y querés ser un aventurero elegís un país como este, porque hoy explotaron los dos. Tenés muy pocas formas de hacer negocios porque la inseguridad jurídica hace que el rango de lo posible sea muy alto. Este es un país en donde a una actividad y la declaran servicio público y tu precio pasa a ser tarifa".
Para el economista este “enorme rango de lo posible” es “enorme” y se acentúa por lo electoral. “Poder ser una economía de mercado o chavismo, y no importa si el que gobierno es el kirchnerismo o el macrismo. Lo más realista que podes tener es una política económica estable, que dure más de un mandato, que haya algo de lo que se haga que lo mantenga el gobierno siguiente".
Este es un país en donde a una actividad y la declaran servicio público y tu precio pasa a ser tarifa (Bongiovanni)
Por su parte, Matias Carugati, economista en jefe de la consultora Seido, señaló que Argentina no atrae inversiones “porque es un país bastante volátil, en todo sentido. La situación política tiene mucha incidencia sobre la política económica, y los cambios bruscos en el rumbo económico generan incertidumbre. Al margen de eso, la economía es bastante volátil y no genera un ambiente propicio a las inversiones, que son decisiones de muy largo plazo”.
“Sobre ese escenario tan movido, también podemos encontrar cuestiones que “juegan en contra”, como la presión impositiva, los cambios continuos del marco regulatorio, legislación laboral pro-sindicatos (no digo que esté mal, sino que genera un “sesgo anti-inversión”), etc.”, agregó.
Si en alguna etapa de la historia se creyó que a la economía argentina la salvaba una buena cosecha, la recuperación económica del país dependerá en buena medida de su capacidad de atraer inversores, tanto internos como externos. Ya no alcanza una buena cosecha de oleaginosas y cereales. Hace falta una excelente y sostenida cosecha de inversiones. Y para eso hay que sembrar.
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