Aunque las tasas oficiales de inflación fueron cayendo a lo largo del año, hasta registrar en julio (último mes informado por el Indec) una inflación mensual del 1,9%, un acumulado de 15,8% en los primeros siete meses de 2020 y de 42,4% en los últimos 12 meses, hay una creciente expectativa de que la inflación se acelerará en los últimos meses del año, aun si el gobierno logra evitar un salto cambiario que de ocurrir podría acelerar todavía más el ritmo de avance de los precios y complicar el cierre de 2020 y el inicio de 2021, año electoral.
“Hay una tendencia hacia la zona del 3% mensual, por distintos aumentos y porque el dólar está subiendo más de dos por ciento mensual y también los salarios, con o sin paritarias, tienden a aumentar. Además, creemos que a partir del año próximo las tarifas irán acompañando la inflación”, dijo Gabriel Rubinstein, de la consultora homónima.
Hay una tendencia hacia la zona del 3% mensual, por distintos aumentos y porque el dólar está subiendo más de dos por ciento mensual y también los salarios, con o sin paritarias, tienden a aumentar (Rubinstein)
De hecho, aunque el dato oficial de agosto se conocerá recién el próximo jueves, los cálculos de bancos y consultoras relevados por el BCRA se ubican ya en un sendero alcista, con estimaciones de hasta 3,5%, la segunda inflación más alta de la región y una de las más altas del mundo.
Mientras, sectores como el de alimentos pidieron al gobierno aumentos de hasta 20% en las listas de precios autorizados por la Secretaría de Comercio. El último aumento, a mediados de julio, fue de hasta 4,5% en algunos rubros, pero la industria dice que el incremento de costos fue muy superior.
Jorge Neyro, de ACM, precisó que para los próximos meses esperan una inflación de 3 a 3,5% mensual, dada la acumulación de presiones hasta ahora contenidas por la crisis pandémica y los controles y congelamientos oficiales. De todos modos, agregó: "la tasa dependerá mucho de decisiones del Gobierno. Se van acumulando presiones -por caso, en tarifas y combustibles- que sólo se pueden compensar con subsidios, que a largo plazo implican mayor ajuste”.
Los sectores que vuelvan a operar lo harán con nuevos precios y el Indec registrará allí valores reales, no los que venía imputando, siguiendo una metodología internacional. Cualquier firma o actividad cerrada acumula deuda, explicó Neyro, por lo que al reabrir busca aumentar los precios de modo que no aumente -y en lo posible disminuya- el valor de la deuda en relación al producto o servicio que ofrece.
De hecho, algo de eso ya se observó. En junio, el Índice de Precios al Consumidor (IPC) del Indec, arrojó una inflación minorista de 2,2%, pero Prendas de Vestir y Calzado, que comenzaban a reabrir, dio 6,6% a nivel nacional, 5,2% en el Gran Buenos Aires y 10,1% en Cuyo, aunque cada sector está condicionado por la demanda que enfrenta. “Por ahí ropa se puede comprar con Ahora 12, pero en Construcción es distinto. Y cuando vayas a tomar un café, ni te vas a acordar cuánto salía antes, porque se perdió memoria inflacionaria”, dijo Neyro.
“A medida que los sectores se normalizan, el exceso de pesos se traduce en aumentos postergados o latentes", dijo a Infobae Jorge Vasconcelos, del Ieral de la Fundación Mediterránea, algo que ya se refleja en las Expectativas de Mercado que releva el Banco Central (REM), entre bancos y consultoras.
A partir de agosto (cuyo índice el Indec informará el jueves 17) entraríamos en un andarivel más cercano al 3% mensual, dijo Vasconcelos, para quien “la política fiscal que empieza a adelantarse para 2021 generará presiones inflacionarias adicionales, no sólo porque el déficit fiscal del 4,5% del PBI habrá que financiarlo sino también porque se sentirá el efecto de un déficit cuasifiscal (del Banco Central) muy fuerte: el BCRA tendrá que pagar más de $60.000 millones por mes de costo cde las Leliq; es un elemento que pondrá presión, por eso no veo señales de que la inflación en 2021 vaya a aplacarse”.
El análisis de Vasconcelos coincide con un informe sobre inflación de la Fundación Libertad y Progreso, que amén de señalar que hasta ahora “se sigue relevando una realidad distorsionada por la cuarentena” y que “en la medida que se vaya normalizando la economía empezarán a encuestar precios más reales”, apunta al potencial efecto inflacionario de una menor demanda de dinero (la gente tenderá a gastarlo más y más rápido) que aumentará el costo de la deuda del BCRA por acumulación de las Leliq (Letras de Liquidez) emitidas para absorber, en agosto, hasta el 87,7% de la emisión monetaria con la que fue auxiliando al Tesoro.
Hasta ahora se sigue relevando una realidad distorsionada por la cuarentena; en la medida que se vaya normalizando la economía empezarán a encuestar precios más reales
El último informe mensual del Estudio Broda destaca a su vez que en el trimestre hasta julio la inflación anualizada fue del 25%, pero “hay mucha inflación reprimida, con tarifas de servicios públicos congeladas, precios regulados que crecen un tercio de lo que aumenta el nivel general y controles que producen fuertes atrasos en un contexto donde la creciente intervención del Estado sustituye el sistema de precios”.
Así, por ejemplo, si bien el IPC general acumuló 15,8% hasta julio y 42,4% en últimos 12 meses, fue en gran medida porque en los mismos períodos los precios regulados subieron respectivamente 5,7 y 23,6%, actuando como factores de contención. En el extremo opuesto, siempre para esos períodos, el valor del dólar oficial aumentó 19,4 y 67,9% respectivamente y el del dólar “contado con liquidación”, una de las especies de “dólar alternativo”, aumentó 53,4 y 168,2%. Y además de las tarifas hay precios “atrasados” como los de pan francés, fideos secos y leche entera, con variaciones muy inferiores a las del IPC oficial. En suma, un conjunto de precios en pugna por acomodarse.
Algo de esa presión ya pasó factura en agosto cuando, por ejemplo, el precio promedio de las 10 marcas más vendidas de cerveza aumentó 8,7%, el de las aguas saborizadas 8%, el de las pastas frescas 5,7%, las gaseosas 5,4%, el café 5,3%, la yerba 4,7% y los vinos de marcas medias 4,1%, dice un relevamiento de Focus Market. Se trata en general de bienes cuyos precios venían “atrasados” respecto del IPC; la cerveza, por ejemplo, aumentó “apenas” 12% en los primeros 8 meses del año.
Los precios que más aumentaron entre agosto de 2019 y 2020, precisa el informe, fueron arroz 79,9%, huevos 78,8%, yerbas 77,4%, azúcar 75,2%, yogures 71,7%, chocolates 69,1%, cremas dentales 65,3%, enlatados de pescado 65,1%, cigarrillos 64,6% y desodorantes de ambiente 62,5%. Un aspecto llamativo fue la baja del precio promedio de algunas categorías: premezclas 4,7%, pañales 3,4%, desodorantes 1,4%, nuggets 1,2% y jabón de tocador 1,2%, resultado de una demanda exhausta ya reflejada en una reducción del 30% en el volumen de ventas de productos de consumo masivo.
Una curiosidad es que, aun con las tarifas de electricidad y de gas congeladas, muchos hogares ya vieron y verán aún fuertes alzas en las facturas hasta octubre, debido a un triple efecto: aumento estacional de consumo (en el caso de gas residencial, la relación usual es de 4 a 1), cuarentena (gente más tiempo en sus casas, incluido los niños, por el cierre escolar, lo que en muchos casos hace que el mayor consumo lleve a un cambio de categoría de usuario) y cese del prorrateo de facturación que se aplicó el año pasado, buscando imitar una “tarifa plana” (en el invierno 2019 el Enargas instruyó a las empresas a prorratear el 22% de las facturas de invierno en las del período estival).
Alejandro Einstoss, del Instituto Argentino de Energía General Mosconi, calculó que un hogar porteño de clase media que estaba en la categoría de usuario R22 (hasta 500 m3 de consumo de gas), al pasar a R23 y consumiendo 30% más gas recibirá en septiembre y octubre, por consumos de julio y agosto, facturas 88% más altas que en el mismo mes de 2019. Pero ese aumento del “costo de vida” no se reflejará en la tasa de inflación del Indec, porque las tarifas en cada categoría siguen siendo las mismas. Aunque atenuado, por menor estacionalidad, lo mismo vale para las facturas de electricidad.
La carne vacuna
En la canasta argentina, un precio muy sensible es el de la carne, cuyo volumen de consumo bajó este año al menor nivel desde 2011 y se situó en agosto 1,2% por debajo del mismo mes de 2019. Según la Cámara de la Industria y Comercio de Carnes (Ciccra), el precio aumentó un 20% desde el inicio de la cuarentena, pero Víctor Tonelli cree que no habrá de ese lado sorpresas para el bolsillo de los consumidores. “Más que expectativa de aumento lo que hay es necesidad de aumento (del precio de la carne) de parte de quienes pagaron una barbaridad los terneros y novillitos", dijo a Infobae el consultor ganadero. “Buscaban un refugio de valor, nadie quiere tener pesos en el bolsillo: el dólar del productor tiene cuatro patas y se llevaron lo que había por delante”. explicó.
Más que expectativa de aumento de la carne lo que hay es necesidad de aumento de parte de quienes pagaron una barbaridad los terneros y novillitos
Así, pagaron el precio del kilo vivo de ternero a $140/145, que sumado a gastos llevó el precio a $150 y hoy tienen que vender el novillo a $110 (menos 5% de gastos), un “diferencial desmadrado” y a pura pérdida. Ni el mercado interno ni la exportación permitirían recuperar la diferencia.
Hay oferta, demanda interna de bolsillos flacos y la exportación, si bien repuntó tras el mazazo inicial del virus, volvió a caer en el mercado europeo. Pasado el verano boreal y con rebrotes, la demanda de las cadenas de restaurantes en Europa (entre 90% y 95% de la carne argentina en el viejo continente es “consumo extra-hogareño”) volvió a caer, como refleja el precio de la tonelada de “Cuota Hilton”: en mayo era de UDD 7,500 a 8.000, en julio tocó los USD 13.000-13.500, en agosto bajó a 12.000 y ya está en 9.500. China compra el 75% en volumen y unos dos tercios en valor de la exportación de carne argentina, pero compra básicamente vaca, y el gusto argentino es por terneros y novillos.
Por todo eso, concluye Tonelli, “hay más interés en que la carne suba que posibilidad de que suba”. Incluso si en los próximos meses hubiera sequía y poca pastura (los meteorólogos se dividen al respecto) la presión será liquidar más que retener, porque además el precio de la ración de maíz aumentó mucho. Carnicerías y supermercados estarían así bien abastecidos y no habría presión alcista.
La macroeconomía
Cualquier análisis “micro” de precios e inflación, sin embargo, puede verse superado por los factores macroeconómicos. Al respecto, el Ministerio de Economía dio señales de querer curarse en salud: redujo el nivel de asistencia del BCRA y es consciente de que debe complementar el esfuerzo de esterilización monetaria con una reducción del déficit fiscal.
“El equipo económico parece percibir que el margen de maniobra se le ha reducido significativamente. La herencia monetaria (bajísimo nivel de monetización, bajo monto de pasivos remunerados, alta tasa de interés) que le dejó el gobierno de Macri al de Fernández, más algún margen fiscal (con un 2019 que cerró prácticamente con equilibrio primario), posibilitaron financiar un abultado déficit fiscal con emisión de moneda sin explosión de la base monetaria. Pero después de haber hecho frente a la pandemia se ha evaporado el margen fiscal y prácticamente han desaparecido los colchones monetarios; las restricciones macro son mucho mayores que antes de la pandemia”, dice el Estudio Broda, que también resalta el aumento del stress financiero, reflejado básicamente en la venta del “dólar-ahorro” y la caída de reservas del BCRA.
El equipo económico parece percibir que el margen de maniobra se le ha reducido significativamente (Estudio Broda)
Gabriel Rubinstein hace hincapié en el mismo frente y aclara que su escenario de 3% mensual de inflación se basa en el supuesto de que se mantiene la actual política cambiaria actual, algo que considera difícil, al punto que se inclina por la hipótesis de un “salto cambiario” hacia noviembre, que aumentaría las tasas de inflación de los tres meses siguientes, complicando el cierre de 2020 y el inicio de 2021.
“Por razones monetarias (el crecimiento de M3 seguirá siendo importante, porque el déficit fiscal sigue siendo alto), los dólares paralelos (CCL y Bolsa) seguirán aumentando y el oficial tendrá que subir para achicar la brecha”, dijo Rubinstein a Infobae. “El objetivo de Guzmán de estabilizar la brecha cambiaria y reducirla a niveles de 35% a 40%, es muy difícil de cumplir en pocos meses, y con una brecha de 80% la economía funciona a los tumbos”, dijo Rubinstein. Y reducirla con la colocación de los bonos que el BCRA tiene a partir del canje tendría patas cortas. “Sería como emitir nueva deuda en dólares con el sector privado, a más del 10%, después de haber dicho que Mauricio Macri emitió irresponsablemente al 7%”, contó a Infobae el consultor.
El Gobierno intentará mantener las tarifas con subsidios, puede haber algún retoque, pero mientras no pierdan gobernabilidad no creo que hay desbordes", concluyó Rubinstein. El riesgo mayor siguen siendo el dólar y la macroeconomía. A su vez, el economista y excandidato presidencial José Luis Espert señaló en una reunión virtual reciente que espera para 2021 una inflación entre 20 y 30 puntos porcentuales mayor que la de 2020.
Damián di Pace, el director Focus Market, apuntó en tanto a lo terrible que ya es la inflación argentina, incluso si no se acelera. De más de 170 países del mundo que están en recesión, señaló, sólo es superada por la de Venezuela.
“Un índice mensual de 2,6% ó 2,8% es muy complicado si a la vez tenés deterioro de ingresos y cuentapropistas que no pueden volver a su actividad: estamos entrando en un terreno de aceleración de inflación, por rebote de sectores, y mucha gente que se queda afuera. Para un guía de turismo, el profesor de un gimnasio o un agente de viajes la inflación ya es muy preocupante”., dijo Di Pace. El único freno, sigue siendo la debilidad de la demanda, que en agosto, por ejemplo, se reflejó en una caída del 11% en el consumo de bebidas.
Según Neyro, de ACM, un factor adicional de inflación será la extensión de paritarias salariales y el aumento de la presión de costos. En los gobiernos kirchneristas, recordó, con tarifas congeladas y tipo de cambio oficial deprimido, hubo paritarias e inflación sustantivas. En un contexto así, concluyó: "importará más la cantidad de dinero. La emisión monetaria es un lubricante, pero lubrica lo que los mercados ofrecen. Por eso la inflación fue más baja durante la pandemia”, concluyó.
Seguí leyendo: