“Argentina primero”, el nuevo libro de Martín Redrado: “Viene un mundo con condiciones monetarias y financieras muy laxas, pero hay que saber aprovecharlas”

En una reciente publicación, que ya es best seller, el economista reflexiona sobre los desafíos para la Argentina y el contexto global luego de la pandemia. Fragmentos del capítulo “¿Puede volver a crecer la economía argentina?

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El economista Martín Redrado
El economista Martín Redrado

“Estamos en presencia de un fenómeno nuevo porque se registra, en forma conjunta, un shock de oferta —es decir, una caída estrepitosa en la producción de bienes y servicios— junto a un shock de demanda —debido a que más del 70% de la población mundial debe permanecer en sus casas—”.

Ese es uno de los primeros conceptos que se destacan en “Argentina primero” (Sudamericana), el nuevo libro del economista Martín Redrado, ex presidente del Banco Central, que salió al mercado la semana pasada y rápidamente escaló a los primeros puestos de ventas en las principales librerías del país.

Allí se propone construir un nuevo camino, virtuoso e inclusivo, para estabilizar la economía, reducir la inflación y la pobreza, y trazar un sendero de crecimiento sostenido con inclusión social. “Un plan para dejar de improvisar”, como lo define el propio fundador de la Fundación Capital y director, junto al Premio Nobel de Economía Robert Merton, del Master of Central Banking de la Asia School of Business.

En una charla con Infobae, el economista de la UBA y con un Master en Administración de la Universidad de Harvard, detalló la génesis de su sexto libro, cómo imagina la economía global post pandemia y qué Argentina sueña para dentro de 10 años.

- ¿Cómo nació la idea de “Argentina primero”, su nuevo libro?

- Surgió en medio de la pandemia, en términos de cómo cambiaron todos los parámetros de análisis. La idea es pensar y analizar la Argentina luego del coronavirus y la crisis sanitaria. Venía madurando estos conceptos desde hace tiempo. En una de las charlas habituales que doy en foros internacionales, sobre finales del año pasado, en Nueva York, me preguntaron si está en el ADN de los argentinos ser incumplidores seriales de contratos. Difícilmente se me nota cuando me molesta algo, pero esa pregunta logró irritarme. Por supuesto dije que no, que habíamos tenido políticas económicas muy pendulares, que vamos de un lado al otro, pero que de ninguna manera era así. Entonces me puse a pensar con mi equipo por qué nos ocurren estas crisis y a buscar miradas superadoras, integrales. Tuve muchas charlas con economistas y otros especialistas, como Facundo Manes. Por ejemplo, dedico un capítulo específico a la innovación productiva, algo que emergió de charlas con Facundo a lo largo de los últimos dos años. Es parte de la visión integral que debe buscar reemplazar a los compartimientos estancos de la economía: quien piensa en lo fiscal no piensa en lo productivo; el que piensa en la parte productiva no lo hace en términos de innovación; el que mira lo monetario pierde la integralidad. Planteo una visión integral de las necesidades económicas y políticas para los próximos 10 años. Cómo se puede lograr un proceso de crecimiento de 3,5% anual para la próxima década. Así se generó este libro, basado en un programa para estabilizar la economía y de una transformación productiva y social que nos ponga en un sendero de crecimiento productivo.

Argentina primero (Sudamericana)
Argentina primero (Sudamericana)

- Cuenta una anécdota en la que Ben Bernanke, el ex titular de la Fed de EEUU, propuso a sus colegas pensar “fuera de la caja” en medio de la crisis de 2009. ¿Qué sería hoy pensar de esa manera?

- Es una historia importante porque siempre hay gente que nos marca en nuestra carrera profesional. En lo doméstico, como hacedor de políticas económicas, está Roberto Lavagna, también mis charlas con Manes; y en términos internacionales, esa charla con Bernanke quien nos pidió, en medio de otra crisis tremenda, pensar instrumentos que no fueran tradicionales. Hoy, pensar fuera de la caja es plantear un programa de reducción de la tasa de inflación con la convergencia de las variables que maneja el Gobierno, el gasto y los salarios públicos, recaudación, emisión monetaria, subsidios, inversión. Generar un esquema hacia una inflación de un dígito en 5 años. Todo con un marco legal específico. Por ejemplo, una ley de innovación productiva que duplique la inversión en I+D en 10 años. Argentina se va a diferenciar en esa materia cuando tenga a los científicos y a la capacidad de investigación aplicada alineada con el sistema productivo, las universidades, etc. Lo vemos con las vacunas, pro ejemplo, un sector en el que estamos a la vanguardia. También con la biotecnología y la genética animal. Necesitamos incentivos específicos. Junto a una ley de infraestructura que permita aumentar la inversión en pequeñas obras para generar trabajo para los que hoy no lo tienen, y también obras importantes financiadas por organismos internacionales, con mecanismos puntuales. Y dos ejes finales: una revolución impositiva y una exportadora sustentadas por esquemas legales discutidos y acordados en el Congreso. Pensar fuera de la caja es pensar el país de manera integral, hacer todo junto y al mismo tiempo para recuperar la confianza. Así se consigue un sendero que le quita incertidumbre a la economía y da previsibilidad. Es la forma de crecer de manera inclusiva y sostenida.

Hoy, pensar fuera de la caja es plantear un programa de reducción de la tasa de inflación con la convergencia de las variables que maneja el Gobierno, el gasto y los salarios públicos, recaudación, emisión monetaria, subsidios, inversión. Generar un esquema hacia una inflación de un dígito en 5 años

- ¿Cómo cambiará el mundo luego de la pandemia?

- Esta es una crisis de la que se saldrá con condiciones muy favorables, con un costo del dinero que es igual a cero. Será un mundo de grandes oportunidades para todo aquel que tenga buenos proyectos, capacidad emprendedora y que esté en un país con predictibilidad de sus principales variables. Pero serán oportunidades selectivas, no para todos. Será también un mundo mucho más digitalizado, con empleos en el sector de servicios. Hay que preparar al país para esa digitalización, para la inteligencia artificial que permitirá conocer más a nuestros consumidores, por ejemplo. Hay una cantidad de información que habrá que analizar y segmentar para ser más productivos desde el sector privado. Cambiarán la formas de trabajo y habrá nuevos desafíos, pero con condiciones monetarias y financieras muy laxas. Los que las puedan aprovechar tendrán más posibilidades de crecer. De eso se trata el libro: observar al mundo y poder generar una hoja de ruta que nos de confianza a los argentinos y también a los que nos miran.

El autor fue presidente del Banco Central
El autor fue presidente del Banco Central

- ¿Qué Argentina le gustaría ver en 10 años?

- Esta propuesta, plasmada en el libro, tiene como objetivo crecer al 3,5% anual con generación de empleo de calidad. Sueño con una Argentina con movilidad social ascendente. Para eso hay otro capítulo importante en el que propongo “conectar a los desconectados”: que todos los chicos del país tengan acceso a Internet y a la educación en línea. Es central que esa movilidad social ascendente se base en una sociedad digital que genere más y mejores oportunidades para todos.

A continuación, un extracto de “Argentina primero”.

¿Puede volver a crecer la economía argentina?

En las últimas décadas, la Argentina ha oscilado pendularmente entre dos modelos de desarrollo, cuyos resultados han sido desalentadores. En ciertos períodos nuestro país decidió insertarse en el mundo aceptando los precios de productos que rigen en él, abriendo sus mercados financieros, y alentando el libre movimiento de capitales y la integración a los mercados internacionales. En aquellas oportunidades, el crecimiento se asoció a una expansión de los sectores en los que la Argentina cuenta con ventajas comparadas, tales como la agricultura. Este tipo de modelo fracasó sucesivamente en medio de recesiones, junto a niveles de desempleo y pobreza cada vez más profundos.

En otras etapas, optó por divorciar los precios de productos domésticos de los internacionales, sobrevaluar el peso de manera artificial junto con retenciones a las exportaciones, en tanto que el sistema financiero se aisló de los mercados globales. En esos períodos se favoreció la expansión de las actividades mercado-internistas por sobre el agro y los servicios globales. Este tipo de enfoque “hizo agua” en medio de una creciente inflación.

Este péndulo desalentador de nuestra economía se dio con gobiernos de distintos colores partidarios y en contextos internacionales bien diferentes

En las dos clases de modelos, los problemas estructurales se acentuaron con políticas fiscales permisivas e irresponsables. En el caso del modelo de inserción al mundo, el país se financió emitiendo deuda, con niveles crecientes de tasas de interés que agudizaron las recesiones. Mientras que, en el otro modelo, la financiación se hizo con emisión monetaria, que obligó a incrementar de manera sostenida el tipo de cambio nominal, generando saltos inflacionarios. En cualquier caso, los desbalances de cuenta corriente tuvieron un lugar preponderante en ambos modelos.

Este péndulo desalentador de nuestra economía se dio con gobiernos de distintos colores partidarios y en contextos internacionales bien diferentes. Por tanto, sintetizan dificultades estructurales complejas que solo pueden ir enfrentándose de manera sistemática y realista, a través de políticas públicas y acuerdos empresariales y sindicales consistentes. Esto exige lograr consensos básicos no solo entre la dirigencia política, sino también en el conjunto de la sociedad. Los lineamientos orientados a avanzar en un plan de desarrollo que aquí se presentan se enmarcan en este enfoque conceptual.

Tras un programa de emergencia que tiene como resultado una fuerte expansión monetaria y fiscal, el punto de partida debe ser un programa de “empalme”, que tenga como objetivo estabilizar a toda la política económica. Esto se alcanzará a través de la convergencia hacia un mismo objetivo en la política fiscal, monetaria y de ingresos, que deberán mostrar un sendero decreciente, simultáneo y compatible entre sí, balizando el camino y permitiendo “anclar” las expectativas de la población. La coordinación es esencial, ya que este esquema debe involucrar a todas las áreas competentes del Estado. De esta forma, el compromiso es efectivo por parte de todos. A esto debe sumársele un mecanismo de rendición de cuentas que permita evaluar y corregir desvíos. Una vez generado este esquema de trabajo, será necesario comprometer a todo el sector privado hacia la misma nominalidad, en particular en términos de precios y salarios.

Debe generarse una verdadera cultura de proyección hacia otros países que nos permita generar dólares genuinos. Será necesario encarar una política muy práctica, país por país, producto por producto, mercado por mercado

Para poner en marcha un programa de esta naturaleza, es clave invertir, innovar y exportar. Es hora de hablar de soluciones a través del impulso de las principales variables de la economía: deben expandirse el consumo, las exportaciones y la inversión, todo en conjunto y en forma sincrónica.

A fin de lograr estos objetivos múltiples, será necesario trabajar en herramientas no convencionales: una modernización tributaria que simplifique y reduzca la presión impositiva sobre las familias y las empresas, una reingeniería y desburocratización del sector público con la incorporación de inteligencia artificial para cambiar los procesos de gestión, junto a una revolución exportadora que proyecte nuestra producción hacia el mundo. En particular, debe generarse una verdadera cultura de proyección hacia otros países que nos permita generar dólares genuinos. Será necesario encarar una política muy práctica, país por país, producto por producto, mercado por mercado. Asimismo, este programa debe trabajar en acciones y políticas para atraer inversiones generando incentivos fiscales y crediticios que permitan iniciar un proceso de innovación liderado por la investigación y el desarrollo de nuevos productos.

Llevar adelante estas iniciativas requerirá apoyos mayoritarios de un amplio espectro político que muestre que este es un proyecto del país y no de una facción en particular. Asimismo, se deberá pasar de un programa de emergencia con el Fondo Monetario Internacional a uno nuevo con un horizonte que privilegie el equilibrio presupuestario, pero con la creatividad para generar estímulos que impulsen un desarrollo armónico y sustentable.

Es hora de hablar de soluciones a través del impulso de las principales variables de la economía: deben expandirse el consumo, las exportaciones y la inversión, todo en conjunto y en forma sincrónica

La economía argentina puede volver a crecer de manera sustentable y consistente, a tasas estables, sin sobresaltos. Lograr un incremento sostenido de nuestra producción por encima del 3% anual permitiría aumentar el ingreso por habitante en alrededor del 2% al año. Como consecuencia de ello, la meta de crecimiento sostenido para la economía que incorpora el presente programa se encuentra en estos niveles. En base a esa meta, y en función de un modelo de tres brechas (ahorro/inversión, externa y fiscal), proyectamos que para alcanzar un sendero de crecimiento sostenido se requiere que la inversión crezca cuatro puntos porcentuales por encima del promedio observado en lo que va de esta década, las exportaciones en 17% de la producción (tres puntos porcentuales por arriba de dicho período) y la inversión pública dos puntos porcentuales más que el promedio de 2011-2018.

Lograr este desempeño requiere contar con un esquema productivo acorde. Se trata de generar un sistema en el que los sectores agrícolas, industriales, energéticos y de servicios sean cada vez más complejos, creativos, y operen de manera competitiva e integrada al mundo. Ello requiere:

- incrementar la inversión (nacional y extranjera) en bienes y servicios que se vendan en el exterior y en infraestructura;

- alentar conductas empresariales innovadoras;

- propiciar una creciente interacción entre la economía del conocimiento y las actividades económicas tradicionales.

Se deberá pasar de un programa de emergencia con el Fondo Monetario Internacional a uno nuevo con un horizonte que privilegie el equilibrio presupuestario, pero con la creatividad para generar estímulos que impulsen un desarrollo armónico y sustentable

Con respecto a la inversión, nuestro país debe ampliar sus capacidades empresariales de la mano de la recuperación de la inversión productiva, nacional y extranjera. Así, y más allá de lo expresado anteriormente sobre aumentar la tasa de inversión, en lo que hace a la inversión extranjera directa (IED), si en los años noventa el país se ubicaba como tercer destino en importancia como receptor de capitales extranjeros en América Latina, desde el nuevo siglo la Argentina aparece como quinto en dicho ranking. De este modo, recuperar la participación en los flujos de inversiones externas que ingresan a la región implicaría pasar de los actuales 12.000 millones de dólares a unos 25.000 millones.

Más allá de la importancia de la inversión en sectores exportables, incrementar en cantidad y calidad la inversión en infraestructura, a efectos de ir cerrando la brecha (y reduciendo los sobrecostos que afectan a la producción derivados de la ineficiencia en este terreno), y perfeccionar el desempeño logístico son parte de la agenda de mejora de la competitividad. Será de fundamental importancia alcanzar un consenso para situar el gasto en infraestructura en el orden del 5% del total de la producción (fue 5,6% en los años noventa, para caer al 2,1% entre 2008 y 2015 y ubicarse en 2,5% en 2017).

La economía argentina puede volver a crecer de manera sustentable y consistente, a tasas estables, sin sobresaltos. Lograr un incremento sostenido de nuestra producción por encima del 3% anual permitiría aumentar el ingreso por habitante en alrededor del 2% al año

Por otra parte, la dinámica de crecimiento sostenido deberá estar acompañada de un mayor compromiso de la sociedad para con la innovación, elemento diferenciador de los países que han logrado transitar con éxito el camino del desarrollo. Los actuales niveles de inversión en Investigación y Desarrollo (I+D), que involucra toda acción abocada a incrementar la productividad y a crear nuevos productos más eficientes, son muy bajos en la comparación internacional, y la mayor parte de estos —escasos— esfuerzos son realizados por el sector público. Por ende, resulta necesario invertir más en I+D, y que el sector privado participe en mayor medida de este esfuerzo.

De este modo, para promover esta inversión debe contarse con políticas claras y estímulos al sector privado sostenidos en el tiempo. La brecha tecnológica respecto de otros países no solo nos lleva a dificultades para competir con nuestros productos en el mundo, sino que limita nuestro potencial. Más aún, esta distancia se amplía año a año, por lo que se hace preciso fomentar el desarrollo de actividades de alto valor agregado con potencial, a la vez que es clave desarrollar y modernizar las instituciones que conectan la investigación con el sector privado.

Recuperar la participación en los flujos de inversiones externas que ingresan a la región implicaría pasar de los actuales 12.000 millones de dólares a unos 25.000 millones

En función de ello, se promueven acciones específicas para avanzar en estos objetivos. Del lado público, se prevé establecer una regla de inversión estatal en I+D de carácter procíclico, que habilite un incremento continuo de 0,05%/ de la producción total en los años de crecimiento mayor o igual al 3%, durante quince años. Para fortalecer o impulsar la inversión privada se prevé la desgravación parcial del Impuesto a las Ganancias de los montos que las empresas destinen a ello, cuando estos representen más del 5% de la facturación total.

En materia de inserción internacional, nos caracterizamos por bajos niveles de importaciones y exportaciones comparados con la producción total, ubicándonos entre las economías más cerradas del mundo. Si bien a lo largo de las últimas décadas el negocio exportador comenzó a presentarse como una actividad estratégica de un creciente número de empresas, la performance observada por las ventas de nuestro país al mundo registra escaso dinamismo, aun en comparación con otras economías de América Latina.

Es precisa una modernización tributaria que simplifique y reduzca la presión impositiva sobre las familias y las empresas, y una reingeniería del gasto público con la incorporación de tecnologías de la información para mejorar y transparentar la gestión

Desde el punto de vista de la política exportadora, es necesario ejecutar tres medidas prioritarias: la revisión del arancel externo (ajustando la protección que efectivamente recae sobre un producto para desarrollar más y mejores bienes); el mejoramiento de los instrumentos financieros para el sector (mediante una Agencia de Seguro de Crédito a la Exportación, orientada a las necesidades de las empresas exportadoras de bienes y servicios); la rebaja de costos y la simplificación normativa para reducir costos operativos. En forma complementaria a estas medidas, se propone, entre otras acciones, la focalización de las negociaciones internacionales y las acciones de promoción comercial: con América Latina (para abrir mercados en manufacturas y alimentos); con Asia y África para alimentos (enfatizando normas técnicas y sanitarias, registros, estándares); la creación de un fondo para el desarrollo de mercados y difusión de marcas y diseño; el impulso al desarrollo de cadenas de valor exportadoras en base a recursos naturales, servicios basados en el conocimiento y productos industriales.

En simultáneo, es precisa una modernización tributaria que simplifique y reduzca la presión impositiva sobre las familias y las empresas, y una reingeniería del gasto público con la incorporación de tecnologías de la información para mejorar y transparentar la gestión. Así, surge la necesidad de contar con bienes públicos de mucha mayor calidad que los actuales y garantizar un financiamiento equitativo por parte de la sociedad. Además, es necesario reducir la evasión y la elusión fiscal y avanzar hacia una estructura tributaria más justa y menos distorsiva, que traccione la inversión y la generación de empleo en el sector privado.

Para ello, nuestro enfoque busca promover la creación de regímenes laborales especiales en los sectores mayormente informales, tales como indumentaria y juguetes, entre otros, y una reducción importante de los impuestos distorsivos (en particular, Ingresos Brutos y Cheque) y su reemplazo por impuestos de mayor “calidad”.

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