El 99% de adhesión al canje es utilizado por el Gobierno como un “trampolín” para lo que viene en materia económica. La prioridad ahora será avanzar en la reactivación, algo que es fácil y difícil al mismo tiempo: los números son muchos mejores que los de abril, cuando se produjo el cierre masivo de industrias y comercios por efecto de la cuarentena estricta. Pero para dejar atrás los efectos de la pandemia aún falta un largo camino. La velocidad para recorrerlo dependerá en buena medida de las señales que permitan recuperar la confianza de empresarios e inversores.
La exitosa renegociación de la deuda (descontando que el canje local también tendrá una aceptación masiva) le permitió a Alberto Fernández despejar el horizonte para el resto de su gestión, ya que por lo menos hasta 2024 los pagos en concepto de capital e intereses son ínfimos.
Si bien no deberá destinar recursos al pago de la deuda en los próximos años, en cambio habrá que preparar el camino para poder refinanciar los vencimientos que se producirán desde el año 2025 en adelante. Para ese momento, la Argentina deberá asegurarse acceso fluido a los mercados financieros para no volver a caer en default.
El Presidente se entusiasma con repetir el “milagro” del período 2003-2007, cuando la economía salió del estallido de la Convertibilidad con varios años de crecimiento a “tasas chinas”. Esa onda expansiva duró hasta el 2011, con el intervalo de la crisis financiera global del 2008. Y así lo expresó el fin de semana: “Vamos a salir de la economía postrada que nos dejaron. Lo hicimos una vez y lo vamos a hacer dos veces”.
El ritmo de recuperación estará atado al crecimiento del mercado interno. Pero no será fácil, porque los salarios siguen cayendo contra la inflación y además la masa de ingresos quedó muy afectada por la pandemia. No sólo los asalariados continuaron perdiendo poder adquisitivo, sino que aquellos que trabajan de manera informal o por cuenta propia en muchos casos sufrieron una fuerte merma de ingresos.
La discusión sobre el déficit fiscal futuro recién comienza. La proyección de un rojo de 4,5% del PBI para 2021 que anunció ayer Martín Guzmán no convenció. Los economistas consideran que hay espacio para un esfuerzo mayor por la recuperación económica y porque bajará el gasto relacionado con la pandemia
Pero para que la recuperación no quede trunca el otro frente clave es el fiscal. Ayer Martín Guzmán dio la primera pista sobre lo que se viene en 2021, al hacer referencia a un déficit fiscal de 4,5% del PBI. Ése número es el que al menos en principio figuraría en el proyecto de Presupuesto y el que arrancará la negociación con el FMI. Si bien es un ajuste en relación a los casi 8 puntos de rojo fiscal primario de este año, aún sigue siendo demasiado alto.
Adrián Yarde Buller, economista jefe del Grupo SBS, consideró que “el anuncio no me pareció una buena señal. Hay que considerar que la reactivación económica mejorará los ingresos. Y que al mismo tiempo debería desaparecer el gasto relacionado con la pandemia”.
En una línea similar se pronunció el economista Fausto Spotorno, de OJF y Asociados: “El rojo de 4,5% es un resultado probable dado el rebote de la actividad económica y la inflación que se espera en 2021. Pero ese déficit es muy alto habrá que ver cómo bajarlo”.
Ese desequilibrio fiscal se financiaría por dos vías: más emisión monetaria (lo cual sigue poniendo en riesgo la estabilidad cambiaria) y colocaciones de deuda del Tesoro en moneda local, algo que ya ayudó a conseguir unos $30.000 millones frescos en julio y también en agosto. Se trata de un nuevo canal de financiamiento disponible que podría ampliarse al menos en los próximos meses.
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