El plan anunciado un mes atrás para importar billetes quedó trunco o, al menos, en suspenso. Ante el crecimiento de la emisión monetaria y la inflación, la Casa de la Moneda había decidido llamar a una licitación internacional para producir 250 millones de billetes de $500. Pero los cortos plazos de entrega hicieron que ningún oferente se pudiera comprometer a cumplir, por lo que la licitación quedó desierta, según confirmaron a Infobae fuentes de la Casa de la Moneda y el Banco Central.
El pliego de condiciones, presentado el 7 de julio pasado, exigía la entrega de 100 millones de billetes para el 26 de agosto, otro tanto para el 25 de septiembre y los 50 millones restantes para el 15 de octubre. Hubo dos compañías que demostraron interés. El más firme fue el de la empresa alemana Giesecke+Devrient (G+D), que avanzó en las averiguaciones pero comunicó que le resultaba imposible cumplir con los plazos. Otra empresa interesada, esta vez proveniente de Ucrania, desertó por la misma causa.
Con la licitación caída, la Argentina deberá abastecerse de dinero en efectivo por sus propios medios, es decir, las dos plantas de producción de billetes que la Casa de la Moneda posee en Retiro y en Don Torcuato (la ex Ciccone).
“No tenemos faltantes. El pico de demanda de billetes ya se produjo, fue el fin de semana largo del 9 de julio y no volverá a haber otro pico hasta fin de año. La provisión de billetes está garantizada por Casa de la Moneda”, señalaron en el Banco Central.
“No es que se haya dado marcha atrás con la idea de importar, lo que ocurrió es que no hubo acuerdo con los plazos de entrega”, explicaron las fuentes.
Las urgencias no terminaban en esa licitación. Existe además otro plan de comprar billetes terminados de $1.000 a la Casa de la Moneda de Brasil, del que no se conocieron mayores precisiones, en base al convenio que sostiene esa entidad con su par de la Argentina desde hace muchos años. Como antecedente, se recuerda que en 2011 la Argentina debió comprarle a Brasil billetes de 100 pesos de urgencia para evitar problemas de desabastecimiento.
Pese a que ya había comenzado a desarrollarse, la Casa de la Moneda y el Banco Central interrumpieron abruptamente el plan para lanzar un billete de $5.000.
A las razones financieras que hacen crecer la demanda de billetes, la Casa de la Moneda debe esquivar problemas sanitarios. Tuvo un brote fuerte de coronavirus dentro de su personal en ambas plantas en mayo y en las últimas semanas el virus reapareció, aunque sin tanta intensidad. Para que no impacte en la producción de billetes, el organismo tuvo que implementar estrictos protocolos de funcionamiento y sostiene con rigidez un esquema de equipos de emergencia. En las áreas más sensibles, mientras un equipo trabaja, otra parte del personal, con el mismo grado de calificación, se queda en su casa, aislado, listo para incorporarse si hace falta.
Desde el comienzo del actual gobierno, los billetes fueron un tema de la agenda del gobierno. En las primeras semanas de su gestión, el presidente del Banco Central, Miguel Pesce, anunció la creación de una nueva familia de billetes con el regreso de los próceres en su contenido, sin ahorrar críticas para la decisión de Cambiemos de reemplazarlos por animales autóctonos. La nueva familia, se aclaró, tendría algún billete de valor superior al de $1.000.
“La idea es que se vayan los animales. Vamos a convocar a varias personas que nos puedan ayudar a identificar personas que fundamentalmente se identifiquen con los valores sociales de nuestro país”, dijo Pesce a comienzos de enero.
Posteriormente, ya en plena pandemia de coronavirus, el BCRA y la Casa de Moneda pusieron en marcha un plan para imprimir billetes de $5.000, con la imagen de los médicos Ramón Carrillo y Cecilia Grierson. Pero el proyecto fue interrumpido abruptamente, según explicó el presidente de la Nación, Alberto Fernández. Muchos recordaron entonces la tenaz oposición de la vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner durante su gobierno a emitir un billete superior al de $100, el máximo de entonces. Para la ex presidenta, lanzar un billete de una denominación superior significaba admitir un alza desmedida de la inflación y la pérdida de valor de la moneda.
La provisión de billetes también produjo hace poco un cortocircuito entre el BCRA y los bancos, que aún persiste. Para asegurar el abastecimiento, el Central decidió volcar al mercado más de 600 millones de billetes de $100 pesos con la imagen de Eva Perón, que no habían sido distribuidos en su momento dado su reemplazo por un billete de ese valor con la nueva familia de los animales. Ante las dudas en la provisión, el BCRA entregó esos billetes que estaban almacenados.
Más allá de la imagen del billete (en el caso del papel de $100, conviven tres distintas: Julio Roca, Eva Perón y la taruca, un venado en peligro de extinción), los bancos hicieron saber su queja porque prefieren recibir billetes de $1.000 o al menos de $500. Con los billetes “grandes”, todo el circuito de transporte de caudales y llenado de los cajeros, resulta más ecónomico.
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