La declaración de Alberto Fernández de que “a la Argentina le fue mejor con el coronavirus que con el gobierno de Macri” tiene una obvia intencionalidad política: poner a su antecesor en el centro de la escena opositora, del mismo modo que éste pintaba a Cristina Kirchner como contrincante excluyente, lo que a su vez le servía para mantener dividido al peronismo.
Es obvio también que Fernández se refirió a los resultados económicos del macrismo versus los de su gestión. Sería contradictorio que los compare con el saldo sanitario del coronavirus, ya cerca de 350.000 contagios y 7.000 muertes. Al fin y al cabo, el propio presidente enfatizó varias veces que entre la vida y la economía él privilegiaba la vida, algo que muchos consideran un “falso dilema”.
¿Qué dicen, entonces, los resultados económicos? Es arduo comparar una gestión de 4 años con otra que aún no llegó a 9 meses. Del saldo de la primera ya se ocupó, en diciembre pasado, una nota de Infobae y el boletín de calificaciones no fue bueno. De 16 indicadores económicos, sólo hubo mejoras en 5, aunque en materia de infraestructura el saldo fue positivo: 7 mejoras sobre 8 indicadores.
Queda entonces registrar los indicadores que Alberto Fernández “heredó” de Macri y ver qué tendencia tuvieron desde entonces. Los resultados no son halagüeños.
El indicador más abarcativo es el “Estimador Mensual de Actividad Económica”. El Gráfico adjunto, elaborado por la consultora de Miguel Broda en base a la serie del Indec, desde 2004 a la fecha, muestra que la caída del nivel de actividad al inicio y en los últimos dos años de la gestión macrista empalidece frente al colapso en lo que va del año. Cabe consignar, además, que en el primer trimestre, que tuvo sólo cuatro días hábiles afectados por la cuarentena iniciada el 20 de marzo, el nivel de actividad ya había caído 5,4% respecto a igual trimestre de 2019.
Si bien desde mayo el indicador muestra variaciones positivas respecto del pozo de abril, sigue en territorio negativo respecto de iguales meses de 2019 y difícilmente el saldo del año sea una caída inferior al 10%. Guido Lorenzo, de la consultora LCG, por ejemplo, la proyectó en 15%, lo que de verificarse retrotraería el PBI de 2020 al nivel de 2005 y el PBI por habitante al de 2002. Esto es, retrocesos de entre 15 y 18 años.
Semejante caída fue poblando el cementerio de empresas. En diciembre de 2019 el Sistema Integrado Previsional Argentino (SIPA) registraba 546.074 empleadores “en blanco”, 23.072 menos que cuando Macri asumió la presidencia, pero 20.374 más que en junio pasado. Esto es, en los primeros 7 meses de gestión Fernández, en un contexto de pandemia y cuarentena, el número de firmas con empleados en blanco retrocedió casi tanto como en los cuatro años de Macri, al nivel más bajo de la última década: 525.700 que, además, empleaban 327.326 personas menos que un año antes.
Empleo
A eso apuntó el economista Matías Surt, de la consultora Invecq, cuando, en reacción a declaraciones del presidente sobre el mercado laboral en los primeros 5 meses del año, elaboró el gráfico de abajo, sobre la evolución del empleo registrado. Imposible ver allí una mejora.
Los datos son aún peores en el campo más pobre e impreciso de la informalidad. El Observatorio de la Deuda Social de la UCA estimó que la tasa de desempleo habría aumentado en el segundo trimestre al 15,5%, contra el 10,4% que registraba en el primer trimestre (prepandemia) y el 8,9% del último trimestre de 2019. El Observatorio calculó que 1.050.000 personas perdieron el empleo en los últimos meses y llamó a 650.000 de ellos “desocupados Covid”, trabajadores informales que se desempeñaban como cuentapropistas, eventuales o asalariados no registrados de emprendimientos pequeños y medianos.
La consecuencia es un marcado aumento de la pobreza, que diferentes consultores estiman podría alcanzar al 50% de la población y que, según precisó Unicef Argentina a principios de este mes, abarcaban en mayo al 53 % de los niños de la Argentina, proporción que aumentaría a 63% hacia fin de año. Ocho millones de niños pobres, cerca de 1,3 millones de chicas y chicos pobres más por una crisis cuyos efectos el presidente frivoliza en pos de una chicana política.
Los datos de inflación, con un 15,8% acumulado en los primeros 7 meses del año y 42,2 % en los últimos 12 meses, lucen mejor que el 54% de inflación de 2019, pero no tanto si se tiene en cuenta que se consiguieron en un marco de recesión y congelamientos tarifarios que consumen recursos fiscales en forma de subsidios, y un cuadro fiscal, monetario y cambiario prendido con alfileres.
Las reservas de libre disponibilidad son entre USD 5.600 millones y USD 4.600 millones menos que el 10 de diciembre de 2019, el déficit fiscal cerraría el año entre 8 y 10% del PBI y obliga a una fuerte emisión monetaria, parcialmente compensada con emisión de Letras de Liquidez (Leliq) que alimentan el “déficit cuasi-fiscal” (no ya del Tesoro, sino del BCRA) y junto a la debilidad de las reservas y los bríos alcistas del dólar, apuntan a un aumento de las tasas de inflación en los últimos meses del año, que podrían empeorar aún más el cuadro económico y social.
Por cierto, el presidente recibió una economía con una fuerte inercia inflacionaria y recesiva y un margen estrecho para negociar la deuda externa con los acreedores privados, en el marco de una deuda pública total que durante los cuatro años de Macri había aumentado de USD 223.000 a 310.000 millones. Pero desde abril ya no paga esos vencimientos, el acuerdo con los acreedores privados los despejó hasta 2025 y tiene hasta fines de 2021 para renegociar los vencimientos con el FMI. No es poca cosa pero, más allá de la estrategia política, debería buscar comparaciones que lo favorezcan.
Seguí leyendo: