Uno de los locales más emblemáticos de el polo gastronómico rosarino Pichincha, Johnny B Good, cerró sus puertas definitivamente esta semana debido a la imposibilidad de sostener la actividad con horarios de trabajo limitados en medio de la cuarentena que busca frenar los contagios de coronavirus COVID-19. El restaurante y bar de la esquina de Oroño y Güemes de la ciudad santafesina contaba con 23 empleados y, con su desaparición, se suma a una cadena de cierres en la zona. Los comerciantes de la zona dicen que sólo la mitad de los locales gastronómicos de la ciudad van a sobrevivir a la pandemia.
Después de superada la cuarentena más estricta, el sector gastronómico rosarino pasó a trabajar con un régimen limitado que permite abrir los salones al 50% de su capacidad y operar desde la mañana hasta las 23. Sin embargo, la vuelta al trabajo no significó recuperar los niveles de actividad y facturación previos al 20 de marzo, momento de inicio del aislamiento social preventivo y obligatorio.
La asociación civil Mercado Pichincha, que nuclea a comerciantes de ese sector de Rosario, señala que no es el primer cierre de un local emblemático. La salida del mercado de Johnny B Good sigue a las de Queens, El Resorte y Blest, en la zona, y a las de La Birra e Bella y El Buho, estos dos últimos de Paseo Pellegrini, otro polo gastronómico de la ciudad. Y esos, aseguran, son sólo los nombres más reconocibles de una gran cantidad de cierres que -sostienen- costaron 8.000 puestos de trabajo. Y aseguran que la mitad de los locales gastronómicos no van a poder sobrevivir a la pandemia.
Johnny B Good es una cadena de locales de origen cordobés que opera bajo el sistema de franquicias. El local de Rosario es sólo uno de los franquiciados de la cadena,que antes de este cierre contaba con 16 locales en lugares como Puerto Madero, Palermo, La Plata, Mendoza, Córdoba y Santa Fe, entre otros. También en Paraguay y Chile. El modelo de negocio exige el alquiler de muchos metros cuadrados, grandes dotaciones de personal y oferta gastronómica para todo el día para mantener una facturación estable que permita afrontar los costos.
La instalación de una franquicia tiene un costo estimado en el sector de USD 250.000 en este tipo de negocios y el costo fijo del alquiler uno de los desafíos más importantes, contó uno de los propietarios.
“Los últimos dos años fueron bastante duros, nosotros en Rosario veníamos golpeados. Habíamos cumplido 8 años, teníamos que tomar la decisión de renovar el contrato de alquiler que estaba pactado en 4 más 4 años y, con la incertidumbre de lo que puede pasar y que la gastronomía no tiene grandes expectativas hasta que se encuentre una vacuna, decidimos no seguir perdiendo”, dijo a Infobae uno de los socios gerentes del grupo inversor que maneja la franquicia de Rosario y que pidió no ser identificado.
“Ni hablar que el detonante de todo esto fue el Covid, hoy en día no podemos ponernos a renovar el contrato de una esquina tan grande. Tiene 700 metros cuadrados y un alquiler muy importante. Los primeros dos meses hubo una contemplación de parte de los propietarios. Pero después, entendible de su parte que viven de eso, quisieron volver a cobrar en forma plena. Pagar alquileres plenos es algo que es imposible de cubrir operando al 35% de capacidad”, dijo el propietario.
Las desvinculaciones, aclaró el mismo vocero, son de 23 personas. Y siguen a otras ya hechas en enero, cuando Johnny B Good de Rosario pasó a operar sólo un turno por la menor demanda propia de la recesión. Ocho de esos empleados fueron reubicados en otros emprendimientos gastronómicos de los socios.
“Teníamos 23 empleados, nosotros en enero tomamos la decisión de abrir sólo a la noche, así que la cuarentena nos agarró con una nómina ajustada a un sólo un turno. De los 23 empleados 8 se reubicaron en otros emprendimientos que tienen los socios. Antes de enero teníamos una nómina de cuarenta empleados”, dijo.
El grupo de socios opera otros locales gastronómicos más pequeños en la ciudad, que por sus menores costos fijos tienen más posibilidades de operar en equilibrio en medio de las restricciones.
“Son locales gastronómicos de otra envergadura, que pueden subsistir más tiempo porque tienen otro tipo de estructura más liviana. Tenemos ahora 50 empleados y nuestra ilusión en un futuro es volver a abrir Johnny B good otra vez en rosario, porque estuvimos 8 años que no son pocos y creemos que la marca se valora”, concluyó.
Los grupos de comerciantes de la zona aseguran que el caso de Johnny B Good es sólo uno más dentro de una tendencia que se está acelerando en la ciudad de Rosario.
“Acá estamos abiertos hace 2 meses ya, pero estar abiertos no es sinónimo de ser rentables. Al estar con capacidad reducida al 50% y horario restringido a las 23, los locales trabajan al 25 o 30% de su capacidad. Obviamente nadie quiere ser rentable en este contexto, 2020 es un año de pérdidas. El tema es cuánto puede soportar cada uno estos quebrantos que se dan mes a mes desde marzo”, dijo Reinaldo Bacigalupo, presidente de Mercado Pichincha que nuclea a comerciantes del polo gastronómico rosarino y que le piden al municipio que autorice a trabajar más allá de las 23.
“Lo que decimos siempre es que la gastronomía tiene su rentabilidad a la noche. Nadie es rentable vendiendo menús ejecutivos. Y si al turno noche le sacas la rotación que se da después de las 23 horas, las posibilidades se reducen mucho. En Rosario creemos que sólo la mitad de los locales van a seguir abiertos después de la pandemia”, agregó Bacigalupo.
“Durante la cuarentena los propietarios fueron considerados. Hubo quitas y bonificaciones, pero desde que abrimos la mayoría está pidiendo el 100% del alquiler”, dijo el empresario que es además titular del Grupo 83 que maneja el negocio de franquicia del Club de la Milanesa y Ronnie, entre otros.
“La ayuda más importante es el ATP, que estamos pidiendo en La Ley de Emergencia que se mantenga hasta 6 meses después de abiertos al 100%. A nivel municipal, en Rosario tuvimos acceso a créditos blandos. Pero es patear el problema mes a mes, la realidad es que después de 5 a 6 meses de pérdidas fuertes, es lógico que muchos decidan parar la pelota”, concluyó Bacigalupo.
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