A un año de las PASO: cómo se adoptaron las medidas económicas para que el gobierno de Cambiemos llegara al final de su mandato

El 11 de agosto de 2019 Alberto Fernández ganaba con una inesperada diferencia frente al Presidente y los mercados, que descontaban un segundo mandato de Mauricio Macri, reaccionaron de la peor manera y el Gobierno tuvo que tomar decisiones sin poder asimilar la pérdida del poder

Dujovne y Sandleris, al frente del equipo económico cuando Macri perdió las PASO

El mundo se vino literalmente abajo en pocos instantes. El viernes 9 de agosto de 2019 los mercados festejaban al descontar que Mauricio Macri sacaría un resultado en las elecciones primarias que lo dejaría en condiciones de ganar las elecciones generales de octubre hacia un segundo mandato.

Pero ocurrió lo contrario: la derrota del domingo 11, hace un año exactamente, fue tan abultada, por 16 puntos, que el Gobierno quedó desencajado y sin respuestas en el plano político, ni económico, según recordaron varios miembros del equipo económico en diálogo con Infobae, 12 meses después de aquella debacle.

El lunes 12, tras el triunfo de Alberto Fernández y Cristina Kirchner, el riesgo país casi se triplicó y superó los 2000 puntos básicos, la bolsa cayó el 50% en dólares -la mayor caída para un país que no estaba en guerra-, los bonos el 35% y el dólar pasó de 46 a 65 pesos, hasta que el Banco Central aplicó cierto freno y lo dejó en 57.

¿Qué pasó en esos 3 días? Por prudencia, el ministerio de Economía que manejaba Nicolás Dujovne y el Banco Central liderado por Guido Sandleris prepararon escenarios teóricos por si los resultados eran más favorables o adversos en las urnas. Pero en la intimidad sentían, como el mercado y el resto del Gobierno, que era imposible que se diera el resultado como el que se concretó en aquella virtual primera vuelta electoral.

De hecho, el jefe de gabinete, Marcos Peña, les transmitió días antes a los principales funcionarios del gabinete económico que Macri perdería por muy pocos puntos o empataría y que había que preparar las medidas para asegurar la victoria en octubre.

Francisco Cabrera, ex ministro de Producción, preparaba un plan para el segundo mandato de Macri hasta la víspera de las PASO

Ubicado siempre entre los más optimistas, el viernes 9 el ex ministro de Producción, Francisco Cabrera, se reunió en la residencia de Olivos con Macri junto a otros funcionarios (autodenominados “Los jóvenes turcos”) para presentarle los ejes del segundo mandato y el potencial recambio de gabinete. El Presidente les pidió que avanzaran, confiado.

Con algo más de precaución, en el BCRA habían pensado en dos opciones: con un resultado decoroso, el mercado cambiario seguiría bajo control y los activos financieros de la Argentina mantendrían su camino al alza, pese a los desequilibrios acumulados desde 2018, cuando el Gobierno tuvo que recurrir al Fondo Monetario Internacional (FMI) para no caer en default.

En cambio, con una derrota abultada, habría que apelar al “Plan B”, es decir, dejar correr el tipo de cambio y pensar en restricciones cambiarias o en alguna reestructuración de la deuda pública.

A las 3 de la tarde del domingo 11, tres funcionarios del equipo económico que actuaban como fiscales de mesa en diversas zonas del conurbano, recibieron una llamada: “Hay que poner en marcha el Plan B”, fue el mensaje, tajante.

Cuando llegaron al búnker de Costa Salguero cerca de las 19, mientras los candidatos aguardaban sin ninguna esperanza los resultados de la votación, los economistas observaban aterrados las cotizaciones informales online del dólar.

A una semana de la derrota, el gobierno cambiaba de ministro: se iba Dujovne y entraba Lacunza

El lunes 12 a primera hora, Sandleris fue a la Casa de Gobierno para dialogar con Macri sobre el panorama que se podía presentar una vez que abrieran los mercados. No hubo una orden, sino una descripción de lo que podía llegar a suceder y efectivamente sucedió.

Cuando abrieron las operaciones en el mercado cambiario, la decisión fue no pararse frente al huracán que se avecinaba. “Si nos poníamos enfrente a defendernos con las reservas a cualquier precio, nos llevaban puestos en un solo día”, comentó un encumbrado funcionario de aquella administración. Más tarde, cuando el precio ya superaba los $ 60, el Central salió a vender reservas por primera vez desde el inicio de la gestión de Sandleris y subió la tasa de interés.

Aunque el malhumor del mercado se reflejó en un sacudón sobre el tipo de cambio, los bonos y las acciones, el efecto fue más profundo. “Sentíamos que nos habían pegado una trompada en la cara y quedábamos sin capacidad de defendernos”, comentó otra fuente.

En 72 horas, el Gobierno pasó de pensar sus segundos cuatro años a ver cómo sobrevivía los cuatro meses que le quedaban hasta el 10 de diciembre. Había que superar el pánico para tomar medidas.

La continuidad de Dujovne como ministro pasó a pender de un hilo. El jefe de gabinete y Cabrera empezaron a sondear candidatos dentro del Ejecutivo, pero “nadie quería ser el Jesús Rodríguez de Macri”, en relación al último ministro que acompañó al presidente Raúl Alfonsín en el catastrófico 1989.

En tanto, la gobernadora María Eugenia Vidal, más golpeada electoralmente que el propio Presidente, acercaba la opción de su propio ministro, Hernán Lacunza.

Mientras se buscaba al candidato apropiado, Economía, el Banco Central y los colaboradores de Peña discutían qué hacer.

Pero la calma recién llegó cuando el candidato triunfador de las PASO dijo que el dólar a 60 pesos estaba en un valor correcto.

Economía quería que se implementaran controles cambiarios de inmediato, una idea que Sandleris -junto a su equipo de confianza: Gustavo Cañonero, Verónica Rappoport y Nicolás Gadano- aguantó un par de semanas más hasta poner en marcha.

Además, Sandleris ocupó, por las circunstancias, otro rol impensado como nexo entre Macri y Fernández, debido a los contactos que mantenía desde la facultad de Ciencias Económicas de la UBA con parte del equipo del candidato ganador.

El fin de semana siguiente se confirmó la designación de Lacunza, quien, dentro de Cambiemos, aparecía como el economista que tenía menos para perder y que se propuso, como lo dijo desde el primer día, llevar el barco hasta el puerto sin que se hundiera.

La frase no había sido elegida al azar; los funcionarios del área económica pensaban que Macri iba a tener que adelantar tanto los comicios generales como la entrega del mando, porque el poder ya lo había perdido.

Con Lacunza sentado en el quinto piso del Palacio de Hacienda, las opciones eran o instalar un cepo parecido al que hubo entre 2011 y 2015 o dejar de pagar una parte de la deuda pública.

Cuando los funcionarios económicos llevaron las dos opciones a la Rosada, el ala política no dudó: era menos dañino perjudicar a los inversores de los bonos en pesos que a la mayoría de la población. “Hubo dos licitaciones en pesos cerca de las PASO y ninguna se pudo completar. Era claro que ya no nos querían financiar y por lo tanto no llegábamos, así que se optó por reperfilar la deuda en pesos”, comentó un integrante del equipo que tomó la decisión.

El término “reperfilar” fue el eufemismo elegido para evitar la palabra default, en una decisión muy cuestionada por todo el mercado por su carácter inédito. La decisión, en cambio, fue no alterar los pagos bajo ley extranjera.

Pero Lacunza insistió y el 1 de septiembre el Central aplicó un cepo sobre la compra de dólares, primero lazo y que debió ajustar cuando pasaron los comicios de octubre.

Cuando se confirmó la derrota, los funcionarios de Economía y el Central ofrecieron a los colaboradores de la formula ganadora la posibilidad de iniciar una gestión en conjunto ante los bonistas y ante el FMI, que decidió cortar los desembolsos del programa acordado un año antes hasta que aclarara el panorama político.

Pero no hubo respuesta alguna; en parte, porque no se sabía quién conduciría la economía -aunque en aquel momento Guillermo Nielsen aparecía como el candidato más firme para un cargo relevante- y porque la nueva administración política tampoco quería quedar pegada a ninguna de las decisiones que tomaran aquellos que estaban en retirada.

De todos modos, para ese entonces lo peor de la sangría había pasado, aunque no hubo una transición demasiado elaborada porque el candidato ganador no mostraba al equipo que lo acompañaría. Eso ocurrió recién días antes del cambio de mando, cuando Macri y su equipo ya respiraban aliviados porque, al menos, podían mostrar que se había roto la maldición iniciada en 1930 de los presidentes democráticos no peronistas que tuvieron que entregar el gobierno antes de tiempo.

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