Cómo fueron las 72 horas previas al acuerdo con los bonistas en la cúpula del poder político y financiero

Las consultas de la vicepresidenta Cristina Kirchner, el empuje de Sergio Massa y las advertencias del Banco Central al presidente Alberto Fernández; el rol de equilibrio que jugaron los negociadores privados entre los fondos de inversión más reticentes y las perspectivas para negociar con el FMI

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Caricatura: William Ferreira
Caricatura: William Ferreira

En su decisión más relevante desde que asumió el Gobierno hace casi nueve meses, el eje que lidera la coalición oficialista funcionó en forma aceitada para resolver el acuerdo con los bonistas que se conoció ayer.

Las vacilaciones en torno del rumbo que había que adoptar se superaron con un muy fluido diálogo entre el presidente Alberto Fernández y Cristina Kirchner durante el fin de semana, que dio pie a la visita del ministro Martín Guzmán a la casa de la vicepresidenta ayer por la tarde. Sergio Massa, el presidente de la Cámara de Diputados, fue otro de los protagonistas de las 72 horas en las que se acordó la salida del default.

En Casa Rosada festejaban el apoyo explícito de la expresidenta a la negociación, como un mensaje tan relevante hacia adentro del oficialismo (para evitar cuestionamientos) como hacia los inversores, que siempre temen por la grieta en la fórmula gobernante.

Y una de las razones centrales por las cuales se pasó de un escenario casi de ruptura el viernes a uno de acuerdo el domingo por la noche –insólitamente con una brecha de 1,5 dólares entre ambos– básicamente fue la clara advertencia del Banco Central de que no había más espacio para seguir aguantando una presión sobre las reservas como la que hubo en julio por la venta de dólares, aun con el fuerte cepo que construyó la entidad.

Reservas en baja, brecha cambiaria en alza y una incierta negociación con el FMI por delante representaban un cóctel demasiado peligroso como para seguir dudando sobre la decisión que había que tomar.

La entidad que preside Miguel Pesce advirtió puertas adentro del Gobierno que no había espacio para aguantar mucho tiempo más la presión cambiaria que se manifestó en julio, pese al cepo recargado
La entidad que preside Miguel Pesce advirtió puertas adentro del Gobierno que no había espacio para aguantar mucho tiempo más la presión cambiaria que se manifestó en julio, pese al cepo recargado

En Gobierno advirtieron que el escenario podía complicarse con mayores expectativas de devaluación y una inflación que, a medida que se reabra la economía, posiblemente sea menos edulcorada que la que registró el Indec en los últimos meses.

Otro factor que colaboró es el hecho de que la expresidenta escuchó personas a las que aprecia y que le dijeron que un arreglo era indispensable para evitar un escenario catastrófico en materia socioeconómica en el corto plazo y para ganar las elecciones en 2021.

Entre ellos, al gobernador de la provincia de Buenos Aires, Axel Kicillof, que se juega su propio partido difícil con los acreedores externos y que necesitaba que la Nación cerrara para poder recuperar el oxígeno financiero que la provincia perdió el año pasado. “Ella sabía que había que arreglar”, expresó a Infobae una fuente que tiene buen vínculo con la vicepresidenta.

Y, cuando tanto el presidente como la vicepresidenta dudaron, entró en acción el presidente de la cámara de Diputados, Sergio Massa, que el viernes pensaba que el escenario era catastrófico porque los fondos de inversión no aceptarían bajo ningún punto de vista la oferta de USD 53,4 y que el fin de semana habló tanto con los acreedores como con el presidente y el ministro Guzmán para convencerlos de que, con un pequeño esfuerzo, la derrota se daba vuelta.

Por esta razón, estuvo el lunes en Olivos desde las 5 de la tarde casi hasta las 10 de la noche, hasta que salió aliviado cuando vio que había prevalecido el pragmatismo.

Massa se ha ganado un lugar muy importante en el sistema de toma de decisiones por su peso propio y por el fuerte vínculo que ha tejido con Máximo Kichner, quien también manifestó dentro del bloque oficialista que la cuestión de la deuda había que arreglarla. En el Gobierno aclaran que “Máximo no es Cristina” y que se siente más cómodo con el rol pragmático que ocupaba su padre.

Blackrock, el fondo más grande de Wall Street involucrado en esta negociación
Blackrock, el fondo más grande de Wall Street involucrado en esta negociación

Con todas las cabezas políticas alineadas, solo restaba saber cómo ejecutaría la orden Guzmán, que vino de la Universidad de Columbia para sentar un precedente en materia de deuda y terminó obligado a negociar en zona neutral con aquellos a los que tanto él como su padrino intelectual, Joseph Stiglitz, querían castigar.

La decisión lo excedió por completo, pero terminó cerrando un buen acuerdo porque la Argentina en el resto de mandato de Alberto prácticamente no va a tener que pagar nada de deuda a los bonistas. Pero un genio no es, porque planteó un acuerdo a 35 centavos y terminó cerrándolo casi a 55”, comentó un afilado ejecutivo de muy buenos vínculos con el oficialismo.

De todos modos, en el Gobierno creen que, con este final feliz, Guzmán renovó su plazo fijo como ministro luego de que algunos ya lo veían más afuera que adentro del gabinete.

“Un acuerdo por la deuda siempre tarda y más en este contexto de alta incertidumbre internacional; en unos meses, nadie se va a acordar que hubo cuatro ofertas y que esto se podría haber cerrado hace tres meses; posiblemente este no sea el mejor acuerdo, pero es el que se podía firmar”, comentó una fuente del ala heterodoxa del equipo económico.

De todos modos, en el Gobierno creen que, con este final feliz, Guzmán renovó su plazo fijo como ministro luego de que algunos ya lo veían más afuera que adentro del gabinete

Pese a que el viernes Guzmán le había dicho al presidente que no había que estirarse más, el sábado a la tarde el ministro dialogó con algunos líderes de los bonistas, entre ellos los ejecutivos de UBS, para destrabar la cuestión, con una oferta que solo proponía adelantar pagos ya que no se podía aumentar el valor de los montos a desembolsar en los primero cuatro años.

Previamente, Marcelo Delmar y otros negociadores lograron hacerle entender a los fondos más duros que era mejor este acuerdo que ningún acuerdo, en un punto medio y con el respaldo de algunos funcionarios de rango medio del Tesoro de Estados Unidos y del FMI.

A los jugadores más moderados del sistema financiero les costó disciplinar egos y posturas extremas, como las que en algún momento sostuvo BlackRock. “Logramos hacer doblar a un camión con doble acoplado en una ochava y sin provocar ningún daño importante”, reflexionaba aliviado uno de los negociadores, aunque de inmediato aclaró que solo cantará victoria cuando todo lo que se habló en estas últimas 48 horas se refleje en documentos formales presentados ante la comisión de valores de los Estados Unidos.

Sergio Massa, Alberto Fernández y Cristina Fernández
Sergio Massa, Alberto Fernández y Cristina Fernández

Eso sí, juran que no habrá, como ocurrió en Ecuador, actores que puedan obstaculizar el acuerdo por contar con la cantidad suficiente de bonos para que se activen las cláusulas de acción colectiva (CACs), aunque algunos fondos de inversión puedan quedarse afuera del canje como holdouts.

Con los principales protagonistas conformes, ahora queda el plazo para llevar a cabo el canje y comenzar a dialogar con el Fondo.

El camino, reconocen en el Gobierno, será cuesta arriba con el organismo multilateral. Pero, sin acuerdo con los bonistas, no había sendero por el cual transitar, ya que los principales miembros del directorio no iban a financiar a un país que no estaba dispuesto a ceder menos de dos dólares para salir del default.

De este modo se tejió el acuerdo; sería algo así como pensar que el paciente, en este caso la economía argentina, podía fallecer en la ambulancia, pero logró llegar a terapia intensiva. Resta un largo camino para que se recupere –entre otros motivos, requiere que los médicos se pongan de acuerdo en el tratamiento que necesita– pero el electrocardiograma muestra signos vitales que no eran tan nítidos apenas hace cinco días.

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