Entre los 165 tributos de todo tipo que existen en la Argentina cuando se suman las cargas nacionales, provinciales y municipales están los impuestos al patrimonio. Estos gravan principalmente las propiedades inmobiliarias y de vehículos automotores sobre una buena parte de la abrumadoramente urbana población del país. Se trata, enumera un estudio del Instituto Argentino de Análisis Fiscal (Iaraf), del impuesto a los bienes personales, que percibe el gobierno nacional a través de la AFIP, y de los impuestos inmobiliario y automotor que cobran las provincias y de las tasas sobre esos mismos bienes que aplican los municipios.
El titular del Iaraf, el economista Nadin Argañaraz, calculó el peso de esos impuestos sobre el patrimonio de las personas partiendo de cuatro casos hipotéticos, pero que coinciden con ciertos perfiles socio-económicos y contributivos.

El primer caso es el de Martín, soltero, quien percibe un ingreso de 50.000 pesos mensuales de bolsillo y no tiene casa, sino que alquila una de dos dormitorios, ni auto. Martín no paga el impuesto a los bienes personales de nivel nacional pero -como no es infrecuente en los alquileres- sí puede ser alcanzada por los tributos provinciales y municipales sobre la propiedad, por lo que para el ejercicio termina oblando $ 620 al erario provincial y $ 510 a las arcas del municipio de residencia. En total, $ 1.130 pesos, equivalentes a 2,25% de su ingreso neto. No debe olvidarse, sin embargo, que si gana $ 50.000 de bolsillo Martin tiene un sueldo bruto de $ 60.000 y al empleador debe pagar un adicional de impuestos de $ 13.400, con lo cual su “costo laboral” es de $ 73.400. Así que entre diferentes impuestos, antes de empezar a empezar a disponer de su ingreso para los gastos cotidianos, incluido el alquiler, más de un tercio de su “costo laboral” se quedó en el camino.
El segundo caso es el de Camila, que está en una mejor posición económica; su “ingreso bruto” es de $ 130.000 mensuales, de los cuales $ 110.000 llegan “netos” a su bolsillo. Camila tiene casa propia, en un barrio alejado del centro y un auto chico, usado. Igual que Martín, y prácticamente todos los argentinos no ricos que tienen vivienda, no debe soportar el impuesto nacional a los bienes personales, pero sí deberá abonar por su auto $ 240 de impuesto provincial y $ 280 de tasa municipal, en tanto que por su vivienda debe pagar $ 680 de impuesto provincial y $ 630 en concepto de inmobiliario municipal. En total, son $ 1830 por casa, que equivalen a 1,66% de su ingreso de bolsillo. No debemos olvidar, sin embargo, que si está debidamente en blanco, sus servicios significaron un “costo laboral” para el empleador de $ 162.400, del que cuando se ponga a afrontar los gastos cotidianos tendrá en su bolsillo, también en su caso, un 33% menos.

El protagonista del tercer ejemplo es Víctor, en una situación aún más holgada: tiene un ingreso “neto” de $ 160.000 a partir del cual pudo comprarse una casa en una zona más acomodada y tiene un auto mediano y casi nuevo. De vuelta: no paga impuesto a los bienes personales, pero es alcanzado por el impuesto y las tasas inmobiliarios de nivel provincial y municipal ($ 1.580 y $ 1.530 respectivamente) y por las cargas sobre su automotor, por el que paga $ 520 a la provincia y $ 630 al municipio. Al cabo, Víctor paga impuestos al patrimonio por un total de $ 4.260, que representan 2,6% de su ingreso neto. Ahora podrá empezar a pensar en qué gasta y cuánto ahorra de los $ 155.470 que le quedan en el bolsillo, una brecha de $ 80.430 respecto de su “costo laboral”.
El último caso es el de Silvia, una persona de altos ingresos: gana $ 240.000 de bolsillo, que le permitieron poseer casa propia en un barrio privado y tener dos autos, uno chico casi nuevo y otro mediano. No paga impuestos personales, pero por su vivienda debe abonar $ 2.400 a la provincia y $ 2.800 al municipio y sus dos vehículos le implican una carga fiscal de $ 2.700, divididos entre los $ 1.100 que paga a la provincia y los $ 1.600 al municipio. Así, paga un total de $ 7.900 en concepto de impuestos patrimoniales, que equivalen a 3,3% de su ingreso de bolsillo.
Del ejercicio surge que entre los casos extremos (Martín y Silvia) los impuestos al patrimonio van de 1,66 al 3,3% del ingreso de bolsillo.

Debe tenerse en cuenta, sin embargo que en el camino esas personas ya soportaron cargas sobre el trabajo e impuestos a las ganancias, que pagan impuestos sobre un patrimonio que no genera renta, sino que insume gastos de cuidado, reparaciones, mantenimiento y pierde valor con el transcurso del tiempo,, y que una vez pagados esos tributos deberán afrontar aquellos sobre sus consumos. Para un ejercicio previo del Iaraf, que asumió los mismos niveles de ingreso de este ejercicio -y ciertos niveles de gasto y ahorro- esos impuestos absorbieron respectivamente 23,57% del gasto de Martín, 19,30% del de Camila, 16,9% del de Víctor y 14,87% del de Silvia.
Los impuestos patrimoniales, en particular los inmobiliarios, parecen así relativamente “baratos”. A nivel nacional, porque el mínimo no imponible es muy alto,y porque los “subnacionales” han privilegiado otros tributos. Las provincias, el impuesto a los Ingresos Brutos, y los municipios, bajo distintos nombres, la “Tasa de Seguridad e Higiene”. No obstante, los impuestos sobre el patrimonio representan entre el 10 y el 15% de la recaudación propia de las provincias y son el segundo impuesto más “rendidor” para los municipios, por su facilidad de control y recaudación.
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