Luego del crack financiero de 1929, el mundo se cerró en términos comerciales con suba de aranceles y otras formas de proteccionismo afectando sobre todo a países como la Argentina, que, durante las primeras décadas del siglo XX habían crecido en base a un modelo abierto e integrado.
Como producto de este cambio de paradigma, Gran Bretaña firmó los acuerdos de Ottawa con sus colonias, a las que le otorgó preferencias comerciales, perjudicando las exportaciones argentinas hacia ese importante mercado europeo. El resultado de este conflicto derivó en el pacto Roca-Runciman, que, más allá del debate que generó entre diferentes actores del poder económico, reflejó el cambio de paradigma global hacia un mundo caracterizado por acuerdos bilaterales.
Dado que muchas instituciones y economistas han comparado la actual crisis por la pandemia del coronavirus como una réplica de La Gran Depresión, cabe preguntarse si la consecuencia de esta debacle de la economía global también será que haya más trabas en términos de comercio internacional y flujo de inversiones directas. Y, en ese caso, dónde debería ubicarse la Argentina, que, en la década del 30, obligada por las circunstancias, comenzó a cerrarse y a adoptar el modelo de sustitución de importaciones, potenciado desde los años cuarenta.
Para saber cuál puede ser el escenario del comercio internacional en 2021 y qué lugar debería buscar la Argentina, Infobae dialogó con Diana Tussie (Flacso) Roberto Bouzas (Udesa), Martín Krause (Ucema), Marcelo Elizondo (DNI) y Pablo Lavigne y Eva Bamio (Abeceb).
Pablo Lavigne, ex subsecretario de Comercio, sostuvo. “el mundo no volverá a ser el mismo tras la pandemia; incluso antes del Coronavirus la globalización se había puesto en cuestionamiento con fenómenos como la elección de Donald Trump en Estados Unidos, el Brexit en el Reino Unido y el avance de populismos y nacionalismos tanto de izquierda, como de derecha”.
Todos estos hechos “ya habían debilitado el sistema de reglas multilateral del comercio y a fin de 2019 la OMC no logró conformar el Órgano de Apelación de Disputas, por el bloqueo de EE.UU. para elegir a los miembros. Su Director General, el brasileño Roberto Azevedo, presentó su dimisión anticipada en el medio de la emergencia sanitaria global”.
Previamente a estos sucesos mencionados, aclaró Lavigne, “las potencias comenzaban a avanzar mediante grandes acuerdos comerciales en establecer nuevas reglas al comercio: los acuerdos Transpacífico y Transatlántico, el Acuerdo entre la Unión Europea y Japón, marcaban una agenda de temas que, de alguna forma, obligaban a los países en desarrollo a sumarse o quedarse aislados”.
“La irrupción del Coronavirus no hizo más que profundizar algunas de las tendencias que ya emergían. Al poner en evidencia la fragilidad de las cadenas globales de valor, especialmente de sectores sensibles como aquellos ligados a la salud, y una concentración geográfica no hizo más que acelerar la tendencia al reshoring que comenzaba a delinearse para abastecer a una demanda fluctuante desde puntos más cercanos”, aclaró Eva Bamio.
De todos modos, Bamio y Lavigne aclararon que estos sucesos no derivarán en la firma de una mayor cantidad de acuerdos bilaterales de comercio, “sino que más bien se dará por la reconfiguración de la producción mundial en tres grandes ejes: América del Norte, Europa y Asia (sudeste e India)”.
Algunos economistas proyectan una reconfiguración de la producción mundial en tres grandes ejes: América del Norte, Europa y Asia -sudeste e India- (Eva Bamio y Pablo Lavigne)
Este escenario podría modificarse si Joe Biden ganara las elecciones presidenciales en Estados Unidos en noviembre. “Al tratarse de un líder que juega las reglas globales, es posible que utilice el soft power a su favor y logre encolumnar a la Unión Europea y otras potencias, recuperando un lugar de liderazgo global que hoy está vacante”, indicaron los expertos.
En tanto, Martín Krause admitió: resulta “difícil imaginar el escenario internacional después de la pandemia, sobre todo después que previo a ésta líderes populistas impulsaran medidas proteccionistas y el descreimiento sobre papel de OMC, merecido por otra parte, pero al revés, por lo poco que hizo para adaptarse a los cambios en el comercio mundial”.
Sin embargo, consideró Krause que, a diferencia de 1929, ahora “el mundo enfrenta la salida de esta crisis con un sistema internacional como no había entonces y la pandemia no ha llevado al cierre proteccionista; los acuerdos bilaterales o regionales hasta ahora, no eran para cerrarse respecto al resto del mundo sino, por el contrario, para avanzar más rápido de lo que lograba el sistema multilateral”.
En este sentido, Diana Tussie recordó: “es posible imaginar un escenario parecido pero hay que primero avizorar que el bilateralismo no era estrictamente bilateral; por el contrario, hubo entramados de acuerdos como los iniciados por la conferencia de Ottawa de 1932 donde hubo liberalización entre miembros. A los dos años Roosevelt dio inicio en 1934 a algo similar con los acuerdos de comercio recíproco para promover exportaciones . En otras palabras, luego del golpe proteccionista de 1929 se armaron áreas comerciales. Al mismo tiempo hubo acuerdos entre bancos centrales para apuntalar estos entramados. Ahora, más que bilateralismo, veo dos multilateralismos en competencia y convivencia”.
En tanto, Roberto Bouzas expresó: “una creciente regionalización y un aumento en el proteccionismo son escenarios muy probables para el futuro, pero es interesante advertir que ninguna de las dos tendencias implica una ruptura radical con lo que ya venía ocurriendo”.
Un aumento en el proteccionismo es un escenario muy probable en el futuro (Roberto Bouzas)
“La regionalización es una tendencia que estaba firmemente asentada antes de la pandemia, tanto desde el punto de vista regulatorio -con la explosión de acuerdos comerciales en detrimento del ámbito multilateral- como productivo -las cadenas de valor siempre fueron mucho más regionales que globales”, aclaró.
Del mismo modo, “desde la crisis financiera de 2008 la protección fue en un lento pero progresivo aumento, no a través de los instrumentos arancelarios tradicionales, sino por medio de nuevas herramientas como los subsidios internos o las restricciones a la exportación”, agregó el economista.
Por su parte, Marcelo Elizondo coincidió en que en el nuevo tablero regional “habrá bloques”, como en el siglo 20. “Es muy clara la disputa entre Occidente y Oriente otra vez, como se ve claramente en la situación de Hong Kong; hay una disputa de valores otra vez. Y eso influirá mucho en la economía, ya que se generará un nuevo mapa en el que los países se ordenarán de acuerdo a sus identidades”.
La ilusión universalista del mundo bajando aranceles fracasó y el mundo va a hacia nuevos bloques, donde lo económico será parte de un todo, no lo único”, sentenció.
El futuro del Mercosur
Por todas estas razones, los economistas consideran lógico preguntarse qué rol ocupará el Mercosur, desgastado tanto por la inestabilidad macroeconómica de varios de sus miembros como por la falta de avances en la liberalización interna y con otros bloques comerciales.
Al respecto, Lavigne dijo: “el Mercosur, por sus características, tiene espacio para negociar acuerdos comerciales; sus aranceles consolidados en la OMC son elevados, también lo es el arancel medio que aplica a las importaciones. Se trata de un mercado relativamente interesante y cuenta con recursos para atraer inversiones”.
El Mercosur tiene espacio para negociar acuerdos comerciales y cuenta con recursos para atraer inversiones (Pablo Lavigne)
Sin embargo, advirtió: “es posible que, tras la pandemia, algunos sectores sensibles redoblen su oposición a concluir nuevos acuerdos”.
“El mundo que se avecina posiblemente sea más cerrado, con lo cual habrá que mejorar la inteligencia para identificar mercados de interés con los cuales negociar acuerdos y medir en forma acabada los costos y beneficios potenciales, asegurando ir más allá de lo arancelario; los obstáculos técnicos y las barreras sanitarias y fitosanitarias serán un tema para poner en el centro de la discusión”, agregó Bamio.
Por su parte, Bouzas afirmó: “la situación del Mercosur es decepcionante porque no ha conseguido avanzar en el objetivo de crear un espacio aduanero común, condición necesaria para poder aprovechar plenamente los beneficios potenciales de un mercado más grande e integrado”.
Krause también opinó que “el Mercosur sirve de poco, aunque ahora hay tres de los cuatro presidentes que quisieran agilizarlo y abrirlo, algo que lamentablemente Argentina no suscribe. Corremos el riesgo que sigan sin nosotros”.
Por su parte, Tussie consideró que “es realista pensar que habrá un frenazo en el avance de nuevos acuerdos por un tiempo a menos que los paquetes financieros de los que se habla, vía organismos multilaterales y bancos regionales, logren incentivar la demanda. El Mercosur, como tantos otros acuerdos, no podrá escapar de esta realidad por un tiempo. Más aun, el Mercosur adolece del problema de que China es el destino principal de las exportaciones”.
En este contexto, resulta muy relevante saber qué espacio de alianzas comerciales en particular y económicas en general debería buscar la Argentina.
Pablo Lavigne consideró que el país “debe trabajar un modelo de inserción externa de mediano plazo; si bien no hay recetas únicas, es difícil planificar un modelo de negocios en una economía que oscila tan abruptamente entre enfoques tan diferentes”.
“Más allá de que se opte por volver a un modelo más orientado a la producción de industrial nacional, el mismo debe considerar la necesidad de importar insumos y capital para lograr productos con estándares de calidad, por lo cual los giros en las políticas deben ser parciales, explicados e implementados en horizontes temporales que permitan adaptarse. Cerrar de un día para otro, puede derivar en que las industrias a las que se busca ayudar no tengan insumos para producir y deban recurrir a sustitutos de baja calidad y alto precio, reforzando un esquema en el cual es difícil que logren competir a escala global”, detalló.
En este sentido, Martín Krause dijo: “esa inserción es ciertamente necesaria, pero depende más de las condiciones propias que las externas. No tenemos reglas de juego que atraigan la inversión, ni que promuevan una apertura comercial con crecimiento del comercio internacional, del que Argentina cubre solamente el 0,34 por ciento”.
No tenemos reglas de juego que atraigan la inversión, ni que promuevan una apertura comercial con crecimiento (Martín Krause)
“De nada nos sirve un tratado de libre comercio como, por ejemplo, el del Mercosur-Unión Europea, si no hacemos las reformas necesarias para tener una economía competitiva. Es más, porque no la tenemos y no hay voluntad de hacerlas es que se rechaza o se postergará in eternum ese tratado”, sentenció Krause.
Para el economista de Ucema, “no hay inserción posible sin reformas que reduzcan los costos de producir en Argentina y garanticen estabilidad en las reglas de juego. Uno de los recientes casos de esto es la Ley de Economía del Conocimiento, dirigida a una de las actividades exportadoras más prometedoras. Fue aprobada el año pasado por unanimidad en el Congreso. Duró tres meses y fue suspendida. Ni la unanimidad genera seguridad jurídica”.
En este sentido, Roberto Bouzas consideró: “la economía argentina ya está poco y mal integrada a la economía global; la evidencia más clara de ello es la permanente restricción externa que limita el crecimiento desde hace décadas”.
Por lo tanto, “extrapolar las tendencias globales a la economía argentina es un grave error; la Argentina necesita incrementar sus vínculos comerciales y productivos, en oposición a los financieros, con el resto del mundo y hay espacio para hacerlo. Hay que tener presente que en el pasado los principales obstáculos no han sido las condiciones internacionales más o menos favorables, sino las políticas domésticas erráticas”, concluyó.
Tussie agregó que el país enfrenta “una coyuntura que requiere mucho pragmatismo que no desprecie oportunidades”.
Marcelo Elizondo agregó: “la Argentina primero que nada debe resolver que debe estar en algún espacio de integración, el que quiera, porque ahora no está en ninguno”.
La Argentina primero que nada debe resolver que debe estar en algún espacio de integración, el que quiera, porque ahora no está en ninguno (Marcelo Elizondo)
“La primera opción es Brasil y la región, aunque el presidente Jair Bolsonaro genere controversia, más allá de que el mundo está contento con su grado de apertura. Por esto, el país debería hacer un bloque con Brasil y Chile”.
“Otra opción es China, pero si ese país te apoya, exigirá cosas como entrar a la ruta de la seda y otras cuestiones, como fue en su momento la central en el sur del país”, aclaró Elizondo.
La tercera opción, dijo el director de DNI es “fortalecer el vínculo entre el Mercosur y la Unión Europea, pero el acuerdo está estancado y seguramente se complicará más cuando Merkel deje el poder en 2021”.
En este creciente panorama de tensión entre China y Estados Unidos, afirmó Pablo Lavigne, “la Argentina está obligada a tratar con ambas potencias, con lo cual debe mantener un equilibrio equidistante”.
“De Estados Unidos dependemos en términos financieros y de China a nivel comercial; y, de ambos, para inversiones, insumos y tecnología”, precisó Tussie.
De Estados Unidos dependemos en términos financieros y de China a nivel comercial; y, de ambos, para inversiones, insumos y tecnología (Diana Tussie)
“La Argentina necesitará el apoyo de Estados Unidos para la renegociación de su deuda en el FMI y para lograr financiamiento para proyectos futuros, con el BID. China emerge como el socio comercial de mayor dinamismo. Hay que mantener la relación en el plano del entendimiento, el respeto y la formalidad, para lo cual se requerirá mucha cintura en caso de que se redoblen los conflictos”, agregó Bamio.
En tanto, Krause opinó que “tenemos que estar abiertos a ambos, comerciar con ambos, y con el resto de los países, sin barreras. Debemos abrirnos unilateralmente”.
En cambio, Bouzas sostuvo que, por sus características estructurales “la Argentina va a seguir estando mucho más vinculada con China desde el punto de vista comercial que con Estados Unidos”, ya que se trata de mercados complementarios en el primer caso y competitivos en el segundo.
En el plano financiero, aclaró Bouzas, “la situación es la opuesta y administrar esa tensión no va a resultar nada sencillo; el gran desafío va a ser identificar y promover los intereses económicos en cada espacio de relacionamiento externo, evitando embarcarse en la dimensión política y estratégica de ese conflicto”. Este equilibrio, admitió, “no dependerá solo de lo que hagamos sino también de cuán agudo se torne el conflicto comercial chino-norteamericano; si se agrava va a ser difícil escapar indemnes de esa polarización”.
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