La economía gana lugar en la agenda: el Gobierno prepara medidas pero primero debe recuperar la confianza

La renovada presión sobre el dólar y las reservas obliga al Gobierno a acelerar definiciones. El peligro de una nueva crisis cambiaria reapareció en el horizonte, mientras sigue la megaemisión monetaria para salvar a empresas y empleos

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Edificio del Banco Central de la República de Argentina en Buenos Aires  (EFE/Cristina Terceiro/Archivo)
Edificio del Banco Central de la República de Argentina en Buenos Aires (EFE/Cristina Terceiro/Archivo)

Carnival Cruises volvió ser noticia esta semana: la línea de cruceros más grande del mundo levantó USD 1.300 millones a través de la colocación de un bono en el mercado, que se sumó a otros USD 2.800 millones que consiguió hace un mes. Tuvo que pagar una tasa levemente superior al 11% anual en dólares. El detalle es que la compañía no tiene un centavo de ingresos desde que arrancó la pandemia y gasta USD 500 millones por mes para mantener sus operaciones. Sin embargo, los inversores siguen apostando por una sencilla razón: el rendimiento es muy atractivo en un mundo donde la tasa de interés tiende a cero.

El mundo está hoy dominado por una gigantesca masa de liquidez, producto de la mega emisión de dinero por parte de los grandes bancos centrales del mundo. Argentina tiene una oportunidad realmente espectacular. Al revés de lo que muchos opinan, lo más probable es que si se cierra en forma satisfactoria la renegociación de la deuda no tardarían en aparecer inversores interesados con comprar bonos locales.

El Gobierno reiteró ayer, a través de un comunicado, que no mejorará la oferta, pero que sí está dispuesto a modificar cláusulas legales que meten “ruido” en la negociación con los acreedores. Los inversores ya están jugados a que el cierre de la negociación es inminente. Sería insólito que con una diferencia de apenas tres dólares las partes no se pusieran de acuerdo cuando es obvio que todos ganan si se consigue cerrar el capítulo del default. Al menos ese es el razonamiento predominante en Wall Street.

Los inversores ya están jugados a que el cierre de la negociación es inminente (Bryan Smith/ZUMA Wire/dpa)
Los inversores ya están jugados a que el cierre de la negociación es inminente (Bryan Smith/ZUMA Wire/dpa)
La gran liquidez global es un argumento contundente para que el Gobierno no dilate el acuerdo con los bonistas. Los nuevos bonos que emitirá el país podrían tener tasas más bajas incluso que el 10% en dólares y abrir la puerta para que se financie el sector privado

La liquidez que sobra en el mundo debería actuar como un argumento de peso para que Alberto Fernández apure al máximo las negociaciones. Pero si no le alcanza con eso, el frente interno también actúa como un condicionante. El tipo de cambio informal volvió a rozar los $140, subiendo casi 15 pesos en lo que va de julio, y el Central tuvo que vender más de USD 300 millones de reservas en lo que va de julio, a pesar del estricto cepo cambiario.

Los elevados niveles de incertidumbre siguen jugando un rol importante en el comportamiento del mercado cambiario. La elevada brecha le mete más presión al Central. Todos los que tienen margen para comprar USD 200 por mes a un cambio de $98 (dólar “solidario”) buscarán arbitrar contra una cotización que ya es casi 40% más alta en las cuevas.

Para tratar de llevar un poco de calma, el Presidente aseguró que tiene cerca de “60 medidas” para poner en marcha con el objetivo de sacar a la Argentina de la crisis que atraviesa. Ahora sí la economía empieza a tomar un lugar más relevante dentro de la agenda. El cierre de más de 20.000 empresas y los más de 300.000 puestos de trabajo formales que se perdieron desde que arrancó la cuarentena ya no dejan margen para priorizar la salud por sobre la economía. Ese “lujo” fue posible al principio de la cuarentena pero ya es imposible de sostener sin profundizar el derrumbe.

El ministro de Economía Martín Guzmán (REUTERS/Agustin Marcarian)
El ministro de Economía Martín Guzmán (REUTERS/Agustin Marcarian)
El tiempo de priorizar la salud sobre la economía quedó atrás. Con la cantidad de empresas y empleos perdidos ya no es posible patear las soluciones para más adelante. Mientras siguen los programas de salvataje, el Gobierno reveló que prepara “60 medidas” para revitalizar la actividad.

Las medidas de emergencia adoptadas hasta ahora deberán ser sostenidas por mucho más tiempo que el proyectado inicialmente. Continuará el pago de salarios para sectores con caída de actividad. El ATP 4 incorpora créditos a tasas blandas para empresas que ya están saliendo de situaciones críticas pero que facturan hasta 70% menos que el año pasado. Además, habrá una nueva tanda de Ingreso Familiar de Emergencia.

Las medidas de salvataje empresario y de empleo provocarán un rojo récord de las cuentas públicas. El déficit primario se estima en más de 6 puntos del PBI, es decir cerca de 25.000 millones de dólares. La expansión monetaria ya llegó a 1,3 billones de pesos y podría duplicarse hasta fin de año.

La flexibilización de la cuarentena para el AMBA seguramente será lenta, ante el aumento de los contagios, la cantidad de fallecidos y el uso de camas de terapia intensiva. Por lo tanto, la recuperación de la actividad desde el piso de la crisis también demorará más de lo previsto. Seguramente no será antes de fin de año que la actividad vuelva a un nivel de reactivación más robusto.

La Argentina tiene varios desafíos adicionales que el resto del mundo para salir de la crisis generada por la pandemia. La pérdida del poder adquisitivo por la inflación demorará más la recuperación y sigue latente el peligro de una nueva crisis cambiaria

La CGT y la Asociación Empresaria Argentina protagonizaron esta semana un episodio inédito. Divulgaron una declaración conjunta que hace pocas meses hubiera sido inimaginable: hablan de bajar la presión impositiva, impulsar la inserción de la Argentina al mundo, llegar a un arreglo por la deuda y promover la inversión y el empleo formal. Posiblemente no los una el amor sino el espanto: la pérdida de puestos del trabajo del sector formal es la peor desde 2002 y representa un golpe duro para las arcas sindicales.

El presidente Alberto Fernández (EFE/Tono Gil/Archivo)
El presidente Alberto Fernández (EFE/Tono Gil/Archivo)

Podría decirse sin exagerar que el Gobierno de Alberto Fernández recién está por arrancar. Los primeros 100 días transcurrieron con medidas de cortísimo plazo para generar algo de consumo. Pero casi todo quedó supeditado a la renegociación de la deuda, que originalmente debía culminar el 31 de marzo. Luego llegó la pandemia y con ella la cuarentena que arrancó el 20 de marzo. Los siguientes 120 días, por lo tanto, transcurrieron con medidas de emergencia para suavizar los efectos de la crisis.

Ahora es cuando llega el momento de las definiciones. Más allá de si hay o no plan, una de las polémicas de la semana, será todavía más relevante dejar en claro cuál es el rumbo que este Gobierno piensa para la economía. Algo que después de más de ocho meses de gestión sigue sin estar claro.

¿Cuál será el futuro rol del Estado? ¿Qué pasará con el déficit fiscal? ¿Cuáles son los países aliados de la Argentina y de qué manera aumentará el comercio? ¿Cómo se incentivarán inversiones en el sector privado? Estas son solo algunas de las preguntas básicas que el Presidente deberá intentar despejar lo antes posible.

El peligro es seguir utilizando la cuarentena como excusa para postergar definiciones fundamentales. Porque el escenario de un descontrol cambiario continúa latente, en medio de una expansión monetaria récord. Atravesar una nueva crisis financiera cuando todavía se sufren los efectos de la pandemia sería otro durísimo golpe que podría dejar otro tendal de empresas y empleo en el camino.

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