Desde que empezó el aislamiento social preventivo y obligatorio salieron a la calle más de 1.450 millones de billetes de todas los valores vigentes, para cubrir la demanda cada vez mayor de personas y empresas que prefieren tener efectivo a mano en los días inciertos de pandemia. Se trató de un salto en la cantidad de papeles en circulación del 27%, unos $488.000 millones, que implicaron volcar a la calle unos 360 millones de billetes nuevos por mes.
Lejos de ser un reflejo lineal de la emisión monetaria -el dinero no necesariamente tiene que imprimirse para permitir un pago o una operación-, se trata de un fenómeno distinto. Y es el de una disparada en la demanda de dinero físico por parte de los argentinos en la situación sin precedentes que supone la cuarentena.
Se registró una disparada en la demanda de dinero físico por parte de los argentinos en la situación sin precedentes que supone el aislamiento social, preventivo y obligatorio
Y tanto para el Banco Central, que carga con el costo de imprimir ese dinero, como para los bancos, comercios y hasta familias que tienen que operar con esos papeles, supone un salto en los costos logísticos y productivos.
El dinero físico en circulación en el país estaba en un proceso de transformación desde el momento en que se emitieron billetes de $200, $500 y $1.000 con el objetivo de asumir el avance de la inflación y facilitar el manejo de efectivo en transacciones que agregan ceros a cada año de disparada de precios.
Ese proceso consistía en reducir la cantidad de billetes de denominaciones más bajas y medias, como por ejemplo el billete de $100, en favor de otros de mayor valor que permitieran con menores costos cubrir la demanda de efectivo. Así, mientras el billete de $5 era retirado -algo en lo que se avanzó bastante hasta que la cuarentena obligó a suspender el último paso, su entrega final en los bancos- también se reducía la cantidad de billetes de $100 al tiempo que se trataba de aumentar la de versiones de $500 y $1.000, equivalentes a unos USD 7 y USD 14 al cambio mayorista sin impuesto PAIS, muy lejos de las máxima nominaciones de USD 100 en los EEUU y más aún de los 500 euros que circulan en Europa.
La Casa de la Moneda trabajaba en esa dirección cuando la pandemia de coronavirus COVID-19 llegó al país, la cuarentena frenó a la economía como nunca antes se había registrado y los argentinos decidieron que, a la hora de enfrentar los gastos esenciales que demandaba a nueva etapa, lo mejor era hacerlo con efectivo.
Se sumaron a la calle 895 millones de billetes de $ 100, precisamente los papeles que se trataba de reducir por su pérdida de valor. Hubo que mover casi 224 millones de nuevos billetes de $ 100 por mes
El Banco Central informa quincenalmente la cantidad de billetes en existencia. Esa serie muestra como a medida que se retiraban unidades de menor denominación y se sumaban las de más valor la cantidad total de dinero papel retrocedió hasta noviembre del año pasado. En ese momento, el número total empieza a crecer lentamente. Y desde el 13 de marzo, último registro antes del inicio de la cuarentena 7 días más tarde, la cantidad directamente explotó.
Desde el inicio de las medidas de aislamiento social y hasta el 15 de julio, último dato disponible, se sumaron a la calle 895 millones de billetes de $100, precisamente los papeles que se trataba de reducir por su pérdida de valor. Hubo que mover casi 224 millones de nuevos billetes de $100 por mes. Son unos $89.500 millones de pesos que pasaron a circular en esa denominación que, a tipo de cambio oficial, apenas si alcanza USD 1,32 de valor.
La explicación, según fuentes del Banco Central, era que fue lo único que pudo hacer la entidad que conduce Miguel Pesce ante la explosión en la demanda de pesos. Casi 9 millones de personas empezaron a cobrar el Ingreso Familiar de Emergencia (IFE), entre ellos muchos cuentapropistas y empleados no registrados que tenían al dinero en papel como principal herramienta, lo que hizo que prefirieran pasar por el banco a hacerse de billetes antes que usar medios de pago electrónicos de los que no siempre disponían antes de la cuarentena.
Pero además, aún aquellas personas que están bancarizadas retiraron sumas mayores a las habituales. Tener el efectivo en casa reduce las salidas innecesarias al cajero automático y permite hacer frente a cualquier compra esencial para los días de encierro.
Este aumento en la demanda de dinero en efectivo, sostienen muchos economistas, es uno de los factores que está detrás de que con niveles récord de emisión monetaria -sólo para financiar al Tesoro el Central emitió más de $ 1,3 billón de pesos este año- no haya una aceleración de la inflación ni una escalada aún mayor de los dólares paralelos.
Un cajero automático estándar de los más anticuados puede cargar 2.000 billetes en cuatro cartuchos. Son $800.000 si se lo carga en forma íntegra con billetes de $ 100 y, teóricamente, $ 8.000 millones si se lo carga con billetes de la más alta denominación
La capacidad de producción de la Casa de la Moneda, que estaba orientada a la producción de billetes de $200 y $1.000, no pudo seguir el ritmo de esta mayor necesidad de dinero en papel. Es así que en el Central decidieron recurrir al stock de billetes de $100 que había sido producido en 2015 y nunca se había puesto en circulación.
De ahí que la mayor parte de la carga de cubrir la explosión en la demanda por billetes recayera sobre esas viejas emisiones, el diseño con la efigie de Eva Perón previo a la familia de billetes de animales creada durante el Gobierno de Mauricio Macri y la gestión de Federico Sturzenegger en el Banco Central.
Mientras tanto, la producción de billetes hizo lo que pudo para acompañar. Con más de 315 millones de unidades de papeles de $1.000, unos $315.200 millones, esa denominación fue la que más creció después de la de 100 pesos.
Con un costo de impresión que ronda entre los USD 80 y USD 100 por cada mil billetes, la producción de unidades de $1.000 es mucho más eficiente en costos. Con apenas el 35% de las unidades de $100 que salieron a circular, se cubrió un valor monetario 351% mayor.
La afluencia masiva de billetes de $100 a los bancos despertó todo tipo de quejas en el propio sector financiero. El manejo de dinero en efectivo supone un costo para nada despreciable, y con filas de ahorristas en cajeros y ventanillas vaciando las tenencias de billetes de las sucursales, los banqueros empezaron a impacientarse.
El feriado del 9 de julio, un fin de semana largo con feriado puente al día siguiente de esa fecha, fue particularmente complicado. El reciente pago de los aguinaldos puso dinero en las cuentas a disposición y el receso forzó a recargas de emergencia durante todo el fin de semana.
Con un costo de impresión que ronda entre los USD 80 y USD 100 por cada mil billetes, la producción de unidades de $ 1.000 es mucho más eficiente en costos. Con apenas el 35% de las unidades de $ 100 que salieron a circular, se cubrió un valor monetario 351% mayor
Es que un cajero automático estándar de los más anticuados puede cargar 2.000 billetes en cuatro cartuchos. Son $800.000 si se lo carga en forma íntegra con billetes de $100 y, teóricamente, $8.000 millones si se lo carga con billetes de la más alta denominación.
“Por estacionalidad la época de pago de aguinaldos es la más difícil en demanda de billetes, ya este año fue muy costoso y le hicimos llegar al Banco Central la advertencia de que en diciembre el sistema se puede desbordar”, dijo un ejecutivo de un banco de capital nacional.
La negativa a encarar la impresión de billetes de mayor denominación, algo que se ve como una señal negativa que el Gobierno no se anima a admitir dada la memoria de las monedas que antecedieron al peso convertible, es una de las complicaciones, argumentan en los bancos.
Por lo pronto, la Casa de la Moneda trata de reaccionar a la advertencia de los bancos para diciembre. La semana pasada lanzó una licitación internacional para imprimir 250 millones de billetes de $ 500, dado que la producción local no alcanza.
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