Después de 7 meses de Gobierno, de los cuales 4 transcurrieron en estado de cuarentena en prevención del COVID-19, y cuando parece más cercana que lejana el cierre de la negociación de la deuda pública con los tenedores de bonos bajo legislación extranjera, el presidente, Alberto Fernández, empezó a dar pistas de elaboración de un plan económico para 2021, y así se lo hizo en un diálogo virtual con los líderes legislativos de Cambiemos.
Si bien no se pasó de la etapa del enunciado, habida cuenta que poco y nada se dijo de los contenidos de ese programa macro y microeconómico, un experto muy cercano a la ideología del Gobierno, como es el ex viceministro de Economía de Axel Kicillof en 2013 y 2015, aunque ya estaba en funciones muy vinculadas desde 2011, tras la reelección de Cristina Fernández de Kirchner, y ahora abocado a la tarea académica como director de la carrera de Economía en la Universidad Nacional Arturo Jauretche, en Florencio Varela, asesor de empresas, bancos y financieras, sindicatos y fondos de inversión locales y del exterior, a través de la consultora PxQ, en diálogo con Infobae dio varias pistas sobre qué debería contener ese plan económico para no caer en viejas trampas que deriven en una nueva crisis.
- ¿Cómo ve el proceso de renegociación de la deuda, en menos de 80 días se modificó 4 veces la propuesta original, con acercamiento del Gobierno a las pretensiones del grupo de bonistas que es clave para acordar, pero sin presentar un Presupuesto ni un Plan Económico que avalen el compromiso de cumplimiento de los pagos futuro?
- La evidencia desde 1980 es que estos procesos duran, en promedio, 13 meses. Vamos 8 y hoy estamos muy cerca de un acuerdo que es bueno para las 2 partes. No se puede desvincular el contenido de la oferta de la duración del proceso. Si negociamos en 1 mes como lo hicimos en 2016 con los fondos buitres, vamos a terminar pagando 110 dólares cada 100, como pagamos aquella vez. Creo que hoy Argentina está muy cerca de despejar su horizonte financiero por los próximos 10 años y eso va a ser un mérito de este equipo económico y del Gobierno. La idea del período de gracia fue un aporte original de Martín Guzmán que no estaba a priori en el set de herramientas de un país que busca reestructurar sus compromisos. Creo que hoy hablar de un plan económico en el marco del COVID-19 es ciencia ficción. No obstante, el Gobierno mostró capacidad de controlar el gasto público no-COVID y de sostener el tipo de cambio real, dos componentes muy importantes a la hora de pensar un plan económico cuando el mundo vuelva a la normalidad.
Creo que hoy hablar de un plan económico en el marco del COVID-19 es ciencia ficción. No obstante, el Gobierno mostró capacidad de controlar el gasto público no-COVID y de sostener el tipo de cambio real
- En uno de los informes semanales de PxQ alerta sobre la concentración necesidades de financiamiento en moneda extranjera, no sólo por parte del sector público, sino también el privado ¿por qué?, ¿En cuánto estima que puede conspirar contra la velocidad de recuperación de la actividad económica después de que se levante la cuarentena?
- El principal indicador de sostenibilidad del FMI para la Argentina es la cantidad de dólares que la economía tiene que pagar cada año. Eso fue una enseñanza que el FMI se llevó de la crisis Argentina de 2001, cuando el Fondo pensaba que el hecho de que el 90% de la deuda pública estuviera denominada en dólares con una moneda sobreapreciada no representaba riesgo alguno. Hoy estamos abajo del techo establecido por el análisis sostenibilidad. Pero hay que tener en cuenta que las necesidades con el FMI, con los acreedores que tiene ley argentina y con los organismos internacionales también son en dólares. Hay mucho foco en cuán “agresiva” es la propuesta de Argentina a los acreedores y la respuesta que es todo lo agresiva que tiene que ser para asegurar que el principal acreedor va a poder cobrar: el FMI. El problema de los acreedores no es Guzmán, es Kristalina.
- Los últimos datos de la AFIP sobre el mercado de trabajo registrado revelaron que en el primer bimestre completo con cuarentena unas 18.500 empresas dejaron de pagar los aportes y contribuciones a la Anses, afectó a casi 300.000 trabajadores y bajó el salario nominal en hasta $40.000, según los rubros ¿Cómo cree que eso afectará la reactivación de la producción y consumo cuando se levanten las restricciones a la movilidad de las personas?
- El mercado de trabajo de Argentina tiene una dinámica muy particular. En general, lo que destruye el empleo es la recesión y lo que baja el salario real es la devaluación. Pero la crisis del COVID-19 no es como ninguna crisis del pasado. Esta vez vamos a tener las 2 cosas: caída del empleo y del salario real. Mucho se habla de la necesidad de una reforma laboral que flexibilice el mercado de trabajo de Argentina. No conozco mucha más flexibilidad que el sindicato de petróleo o de autos bajando 50% del salario de bolsillo para sostener el empleo. Me parece que en eso el sindicalismo argentino está siendo parte de la solución y del factor que va a permitirle a Argentina sufrir menos que otros países en el mundo. No obstante, el gran problema es la informalidad laboral. Ahí debería estar puesto el foco de la política pública, porque la única forma de ponerle un piso a la actividad es ponerle un techo al desempleo.
- El consenso de los economistas, entre los que se incluye, considera que se transita la peor caída del PBI en la historia económica argentina ¿Cree que del mismo modo se podrá asistir a la mayor velocidad de recuperación histórica? ¿Qué requisitos deberían cumplirse y que grado de factibilidad de que se den?
- La velocidad de la recuperación va a depender de varios factores, pero inicialmente dos: el primero es el gasto público actual: cuando mayor gasto, mayor velocidad. Porque el Gobierno tiene que garantizar que el día que vuelva la normalidad las empresas lleguen listas para producir y los consumidores listos para consumir. La segunda condición se refiere al crédito, tanto interno como externo. El externo es sencillo: hay que evitar el default. El interno es más complejo. La Argentina tiene un sistema financiero y un mercado de capitales ridículamente chico. Y eso va a ser una restricción a la hora de recuperarse del COVID-19, porque el gasto privado no va a poder arrancar al contado en 2021, va a requerir de crédito amplio, largo y barato. Creo que en eso el Gobierno tiene que ser muy agresivo para desarrollar un mercado de crédito en pesos, profundo y largo.
Creo que haber comenzado a solucionar lo que probablemente haya sido el error más grosero en la historia económica Argentina, que fue haber defaulteado deuda en pesos, fue un excelente primer paso para que algún que otro argentino se anime a apostarle al peso. Esa recomposición va a llevar mucho tiempo, pero es central. No existe economía en el mundo que pueda pensar en crecer y desarrollarse sin acceso al crédito.
La velocidad de la recuperación va a depender de varios factores, pero inicialmente dos: el primero es el gasto público actual: cuando mayor gasto, mayor velocidad; y el segundo se refiere al crédito, tanto interno como externo. El externo es sencillo: hay que evitar el default. El interno es más complejo
- Uno de los cambios sustanciales que trajo la cuarentena extendida es el aumento singular de la demanda de pesos transaccionales, aumento de los saldos en cuenta corriente y caja de ahorro bancaria, y consecuentemente singular caída de la demanda de dinero ¿cómo proyecta la vuelta a la normalidad y sus efectos sobre la inflación y el mercado cambiario?
- Justamente nuestra falta de acceso al crédito implica que la economía se mueve al contado. Es decir, si la gente no se mueve, el dinero tampoco. Eso permite que el Gobierno pueda combatir el COVID-19 sin consecuencias sobre la inflación. El gran problema es que la vuelta a la normalidad va a demorar: no hay normalidad hasta que no haya vacuna o tratamiento efectivo contra ese virus.
El gobierno puede mandarnos a hacer cuarentena, como en Argentina, o decir que el virus no existe, como en Brasil. Pero hoy los datos muestran que los índices de movilidad de Argentina son similares a los de Brasil: las “cuarentenas de facto” son las mismas, porque lo que manda es el miedo al virus y las precauciones de las grandes empresas a no exponerse al riesgo de contagios masivos. Por eso la normalidad va a tardar y por eso mismo la demanda de pesos también va a seguir con estas anormalidades. Hay que aprovechar este momento atípico para apuntalar la demanda de pesos. Para eso evitar el default es lo más importante de todo: no hay demanda de pesos con un país en default.
Luego, es importante que a medida que vuelve la normalidad, el gobierno pueda tener una política monetaria que no signifique la “eutanasia del ahorrista”, parafraseando a Keynes. La tasa de interés real para el día después tiene que ser positiva para el ahorrista, pero no tan positiva para el que toma crédito para invertir. En eso la política monetaria tiene un desafío enorme y creo que el ejemplo a seguir es Brasil a la salida de la hiper, que pudo combinar una política de fortalecimiento de su moneda con un BNDES que permitió el acceso al crédito a miles de compañías.
- Usted muchas veces se ha manifestado a favor de un mercado único de cambios, porque considera “una locura tener controlado la paridad oficial entre el peso y el dólar y libertad en el paralelo” ¿Ve al Banco Central y al mercado con resto suficiente para poder nivelar el mercado con la venta de dólares y al Tesoro para que coloque bonos en pesos a tasas suficientemente atractivas, sin que derive en una crisis financiera y del sector real mayor?
- Si la Argentina arregla la deuda, totalmente. El inicio de la pandemia hizo que el Banco Central empezara a acumular USD 40 millones por día, porque la caída de las importaciones superó a la de las exportaciones. Pero eso se dio vuelta cuando el tipo de cambio paralelo superó los $100. Si Argentina quiere estabilidad financiera, el tipo de cambio paralelo no puede despegarse del solidario. Si no la diferencia la paga en Banco Central perdiendo reservas. Y la caída de reservas hace tic-tac en Argentina.
Lo que necesita ahí Argentina es volver a la normalidad y la normalidad es que la política monetaria en general se hace con bonos del Tesoro, no con Letras del Banco Central (Lebacs, Leliqs, lo que sea). Eso es una anomalía que nos quedó de la crisis de 2001 pero que tuvo como gran error el “reperfilamiento” de la deuda en pesos, la decisión más torpe que yo recuerde, porque nos quiso salvar de una corrida cambiaria y le terminó sumando una corrida bancaria.
Tenemos que volver a la normalidad y eso es un Tesoro que emita bonos y un Banco Central que intervenga para garantizar que la tasa que pagan esos bonos es la tasa de referencia que elige la autoridad monetaria. De lo contrario, el canal de transmisión entre la política monetaria y el sistema financiero tiene una falla de origen que exacerba todos los problemas que ya tiene el peso como moneda. Hoy estamos ante una oportunidad importante, pero ese proceso llevará tiempo, puesto que un ahorrista recordará por siempre que en un país donde lo único que sobran son pesos, una vez un gobierno decidió no pagarle.
Hoy estamos ante una oportunidad importante, pero ese proceso llevará tiempo, puesto que un ahorrista recordará por siempre que en un país donde lo único que sobran son pesos, una vez un gobierno decidió no pagarle
- ¿Cree que la función del Banco Central es la de financiar el déficit del Tesoro con emisión que luego absorbe con la colocación de Leliq con una tasa del 38% anual, cuando el promedio de las tasas de interés de los depósitos en bancos se ubica en torno a 30% anual?
- Sí, creo que hoy por hoy, ese es el costo que tenemos que pagar hasta que no despejemos el problema de la deuda. La tasa de interés real de un país con incertidumbre en materia de deuda siempre es más alta que un país que no tiene ese problema. No se olvide que cuando quisimos bajar violentamente esa tasa para reactivar el crédito al inicio del COVID-19, lo que reactivamos fue la brecha cambiaria, mientras que el crédito siguió brillando por su ausencia.
Hoy subir la tasa de interés no tiene costo, es puro beneficio, porque en el medio de la pandemia la solución no es el crédito, sino el gasto. La Argentina tiene que implementar un combo de política económica exótico. La mayor parte de las economías del mundo hacen política fiscal y monetaria expansiva. Suben el gasto y bajan la tasa. Argentina tiene que hacer política fiscal expansiva, es decir, subir el gasto, pero política monetaria contractiva, es decir, subir la tasa. Porque esa suba no afecta a la demanda agregada, que no cae porque el crédito se vuelva caro, cae porque las empresas no pueden abrir y la gente se queda sin empleo.
La manera de que darle a la maquinita en el marco de una pandemia sea sostenible es tener una tasa que remunere bien los saldos ociosos que tienen algunos consumidores y algunas empresas. Si esos saldos van al dólar, es game over. Hoy una devaluación haría casi más daño que el COVID-19.
- Para el día después de la cuarentena, el Gobierno se propuso enviar al Congreso un proyecto de Reforma de Ley de Movilidad Jubilatoria ¿qué opina de la fórmula original, de la posterior que cambió el gobierno de Mauricio Macri ¿Cuál cree que debería ser el mejor mecanismo de ajuste?
- El problema de Cambiemos no fue la fórmula de movilidad, sino una política monetaria absolutamente demencial. Se combinó una cuenta capital desregulada con un esquema de libre flotación apalancado en deuda externa. Y cuando eso estalló por los aires en marzo de 2018, se siguió insistiendo, de la mano del FMI, con la libre flotación primero y con la emisión cero después. Cuesta encontrar errores de esa magnitud y con tanta persistencia en la economía Argentina. Errores cometimos y cometemos todos. Pero chocarse con la misma piedra durante 24 meses seguidos es realmente asombroso.
Para las jubilaciones tenemos que aprender del pasado. Creo que la fórmula no puede estar desvinculada de las cuentas públicas y de la dinámica económica en general. En 2018 y 2019 fue mejor negocio ser jubilado que afiliado a la CGT. Ahora, tampoco se puede desvincular la fórmula del costo de vida. Creo que una fórmula futura tiene que tener un piso real por debajo del cual el poder adquisitivo de las jubilaciones no pueda caer, pero al mismo tiempo una dinámica de crecimiento que sea compatible con las capacidades reales que tiene la economía argentina. Eso se puede lograr, pero dando un debate serio de cara a la sociedad, y no aprobando fórmulas en 15 minutos como fue el caso en 2017. Hay que explicarle a la sociedad en su conjunto cuáles son las restricciones y cuál el plan para recuperar el poder adquisitivo de los jubilados al tiempo que la economía misma se recupera.
Creo que una fórmula futura tiene que tener un piso real por debajo del cual el poder adquisitivo de las jubilaciones no pueda caer, pero al mismo tiempo una dinámica de crecimiento que sea compatible con las capacidades reales que tiene la economía argentina
- Durante el gobierno anterior muchos economistas alertaban sobre la bola de nieve de las Lebac, pese a que tenían como contrapartida la acumulación de reservas en dólares; mientras que ahora la crítica e inquietud se fundamenta en la bola de nieve de las Leliq, que tienen como principal contrapartida deuda del Tesoro Nacional. ¿Usted qué opina? ¿Cómo debería ser la política monetaria y financiera del Banco Central a la salida de la cuarentena?
- No se puede mirar la “montaña” de Lebacs sin entender de dónde se venía, las reservas (deuda) y la velocidad a la que se podía ir (no había controles a la cuenta capital). Cambiemos fue a pedir prestado USD 30.000 millones por año a Wall Street y se sorprendió porque al tercer año le dijeron “no hay más”. A mí me sorprendió que hayan conseguido los primeros USD 30.000 millones. Si el esquema es insostenible, la crisis se dispara con pocas o con muchas Lebacs.
Hoy en día la situación es diferente, ni mejor ni peor, diferente. No vamos a tener esa velocidad de salida porque hay un control de cambios. Por esa misma razón, la velocidad a la que crecen los pasivos remunerados del Banco Central es mucho menor, porque sin control de cambios y apalancado en deuda externa la tasa de interés real es tan grande que se vuelve el factor más importante de creación endógena de Lebacs. Hacia el final de la crisis de 2018, las Lebacs crecían por la propia tasa que pagaban. Hoy eso no es así. Hoy el problema de Argentina es que el Banco Central debe comprender que tiene que administrar 2 mercados: el formal y el paralelo. En el paralelo no hay fondos buitres, hay gente a la que 2 más 2 le da 4. Si tenés una economía que del Rodrigazo para acá siempre tuvo problemas financieros y venís del antecedente de decidir no pagar tu deuda en pesos ¿cómo pretendés que la gente vuelva a confiar en el peso?
Yo creo que este gobierno dio una señal muy clara de que apuesta al peso: en diciembre todo el mercado esperaba el re-reperfilamiento. En lugar de eso, el Gobierno fue dándose un programa para recuperar ese mercado y lo llevó de una paridad del 20% al 90%. Ese primer paso fue muy importante. Pero la confianza lleva tiempo y se va a poner a prueba todos los días.
- El ministro de Economía envió al Congreso los lineamientos para la elaboración del Presupuesto 2021, ¿Qué pautas macroeconómicas debiera contener la estimación de gastos y recursos para el año próximo, y cuál cree que será el punto de partida, en materia de inflación, actividad, balance comercial y resultado fiscal?
- En principio, el mundo ya está dejando claro que 2021 no va a ser un año “normal”. El COVID-19 demostró ser más complejo que lo que originalmente creímos todos. Pero voy a hacer de cuenta que no sé eso y solo para hacer el ejercicio, pensemos el 2021 como un año sin COVID-19. El 2020 es el año del gasto público, y así va a tener que ser mientras dure la pandemia.
Ahora, el día que termine el COVID-19, el gasto público se tiene que retirar y darle lugar al gasto privado. Y para que el gasto privado pueda arrancar lo que tiene que hacer la política económica es activar la palanca del crédito. En 2021 si todo sigue así el Gobierno va a tener una sola ayuda del COVID-19: la desindexación. Se desindexaron los salarios, se congelaron las tarifas públicas, hay precios máximos, los servicios privados no existen porque no pueden abrir los restaurantes, los cines, etc, de aumentos de nafta, ni noticias.
En ese contexto, el COVID-19 es como una especie de programa anti-inflacionario heterodoxo. Lo que hay que hacer es aprovechar eso, que es el único costado bueno que tiene el virus para la economía. El 2021 va a ser un año de recuperación solo si el Gobierno es capaz de administrar las múltiples demandas que van a surgir. Si el 2 de enero soltamos los precios máximos, subimos las tarifas, recomponemos salarios y márgenes, vuela la nominalidad en mil pedazos. Hay que entender que 2021 es el año de la reconstrucción pospandemia. El Gobierno va a tener que salir de esta desindexación de manera administrada. Si aprovechamos esa oportunidad, la inflación de 2021 puede ser incluso igual que la de 2020, que va a ser la más baja desde 2009. Si logramos eso, el 2022 podremos decir que empezamos a ganarle la batalla a la inflación.
Si el 2 de enero soltamos los precios máximos, subimos las tarifas, recomponemos salarios y márgenes, vuela la nominalidad en mil pedazos
- Frente a un escenario de fuerte aumento del déficit fiscal, pérdida de fuentes de recursos por el cierre de empresas, creciente endeudamiento del sector privado, empresas y familias, principalmente fuera del sistema bancario: proveedores, servicios, créditos no bancarios ¿Cómo imagina la recuperación de la economía? ¿Hay margen para apelar a incentivos fiscales?
- Como le decía, los esfuerzos del Gobierno tienen que estar destinados al crédito, internacional y local. Las empresas se tienen que poder fondear en el exterior a tasas de un dígito para poder invertir en Vaca Muerta, en infraestructura o en dar el salto de calidad en materia de tecnología que estamos dando a los tumbos producto del virus. Y al mismo tiempo, la pyme que logró sobrevivir a 2021 tiene que poder tomar prestado su capital de trabajo para de a poco recuperar hoteles, restaurantes, comercios, etc. Si eso pasa, podemos empezar a pensar en una tasa de crecimiento razonable para Argentina, que baje paulatinamente el desempleo y que al mismo tiempo no ponga en crisis al Banco Central.
El crédito más importante va a ser el que nos permite ahorrar dólares. Todos queremos exportar, pero este año de eso hay que olvidarse y tengo dudas de cuán abierto va a ser el mundo del pos COVID-19. Por eso hay que poner un ojo en los servicios tecnológicos, en las materias primas, porque el mundo va a seguir comiendo, pero también en todas las empresas que están en capacidad de sustituir importaciones aún en un país con tasa de inflación récord, crisis de deuda y estancamiento secular.
Todos queremos exportar, pero este año de eso hay que olvidarse y tengo dudas de cuán abierto va a ser el mundo del pos COVID-19. Por eso hay que poner un ojo en los servicios tecnológicos, en las materias primas
Si somos inteligentes, tenemos que aprender de los errores del pasado y comprender que no podemos producir internamente todo lo que consumimos. Pero también tenemos que entender que la única reconversión productiva para sectores como el calzado o la electrónica fue ponerse a vender cerveza artesanal. No tengo nada contra el rubro, pero me parece que un gobierno tiene la obligación de marcar un rumbo productivo claro y eso en Argentina no pasa hace ya muchos años. Actualmente el Gobierno tiene esa oportunidad y creo que mirando por el espejo retrovisor para enmendar errores se puede pensar en qué sectores necesitamos apoyar a las empresas locales para tener una economía más estable en el futuro.
Fotos: Lihue Althabe
Seguí leyendo: