Uno de los datos más sorprendentes que aportó junio es el crecimiento de los plazos fijos en pesos. El stock creció casi 11%, contra una inflación que terminó por debajo del 2%, lo que significa un aumento en términos reales muy significativo como no se veía en los últimos años. Esta evolución significó un incremento de $ 175.000 millones, aunque es un arma de doble filo: esos pesos hoy se sienten atraídos por la tasa de interés de 30% anual, pero si el tipo de cambio llega a mostrar volatilidad podrían ir en busca de otro tipo de activos.
La mega expansión monetaria por parte del Banco Central para financiar al Tesoro tiene en parte que ver con esta evolución. Si bien absorbe una buena proporción vía Leliq, parte de los pesos permanecen en el sistema y engrosan tanto las colocaciones a la vista como los plazos fijos.
A lo largo de junio los depósitos a plazo del sector privado pasaron de 1,6 billones a 1,77 billones. El Central impuso un piso de tasa de interés del 30%, con el objetivo de atraer más colocaciones en moneda local y al menos el mes pasado consiguió el objetivo. Pero para que esta tendencia continúe deben verificarse dos condiciones: que la inflación mensual siga por debajo de ese rendimiento y que el tipo de cambio no presente grandes oscilaciones.
Aunque fue muy fuerte la suba de plazos fijos en pesos, también continúan las compras de dólares por parte del público, hasta el límite de U$S 200 por mes. La expansión monetaria que lleva adelante el Central da para todo
En el universo de colocaciones a plazo hay mucho que corresponde a inversores institucionales, que están “atrapados” en el cepo cambiario. Es decir prácticamente carecen de opciones para dolarizarse y sólo pueden optar por alternativas en pesos. Esto le sucede por ejemplo a las compañías de seguros y a los fondos comunes de inversión. Además, a las empresas prácticamente les cortaron la posibilidad de dolarizarse vía “contado con liquidación”, ya que el Banco Central puso fuertes trabas para la compra de activos denominados en moneda extranjera.
Para que este promisorio círculo virtuoso se mantenga una clave es que el tipo de cambio no sufra fuertes subas. Sucede que el inversor más que mirar la inflación lo que observa es básicamente si gana o pierde contra el dólar. Como la cotización se mantuvo estable y prácticamente bajó 10 pesos en el precio implícito en el mercado bursátil, esto resultó fundamental para que se produzca esta preferencia por depósitos en moneda local.
Aún no se conoce cuánta gente compró dólar “solidario”, es decir los $ 200 mensuales permitidos al tipo de cambio oficial más 30% de impuesto. Pero en mayo se registró una cifra récord de 2,4 millones. Es decir que el apetito por dolarizarse se mantiene intacto, pero hay suficientes pesos como para que también aumenten las colocaciones en moneda local.
El Central impuso un piso de tasa de interés del 30%, con el objetivo de atraer más colocaciones en moneda local y al menos el mes pasado consiguió el objetivo.
Los plazos fijos “tradicionales” le ganaron al menos en junio con mucha claridad la pulseada a los ajustados por inflación (UVA), que prácticamente no se movieron. La desaceleración temporal de la inflación los hizo poco atractivos en el corto plazo. Sin embargo, se pueden transformar en una opción atractiva en la segunda mitad de año si es que los precios empiezan a repuntar y una vez que la economía salga del congelamiento actual de casi todos los rubros.
Otro dato no menor que aportó el sistema financiero es que los depósitos en moneda extranjera se mantuvieron relativamente estables por primera vez en mucho tiempo. En esto seguramente influyó la estabilidad cambiaria. Las colocaciones en moneda dura se mantuvieron en niveles de USD 16.800 millones y prácticamente no se movieron en el mes, cuando venían manteniendo un ritmo de caída de entre 30 y 50 millones diarios.
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