Luego de los anuncios del Gobierno nacional del proceso de estatización de la cerealera Vicentín y que se corriera al directorio de la compañía, aparecieron los acreedores internacionales de la empresa.
Como sucedió con los bonistas de la deuda argentina, en el caso de la compañía se armó un grupo de acreedores internacionales, que en su mayoría son bancos internacionales y que con este nuevo escenario en donde el directorio fue removido, se aprestan a negociar la forma en la que recuperarán sus créditos.
Mediante un comunicado, el grupo de instituciones internacionales que conforman el Comité Ad hoc de Acreedores Privados Internacionales señaló su “firme disposición a entablar un diálogo constructivo con las autoridades gubernamentales relevantes para discutir la regularizacion de la deuda de Vicentin, lo que contribuirá a aliviar la situación financiera general de la compañía”.
El Comité está formado por seis instituciones financieras internacionales: IFC (Corporación Financiera Internacional, parte del Grupo del Banco Mundial), FMO (Banco de Desarrollo controlado por el Estado holandés), ING, Rabobank, Natixis y Credit Agricole.
El objetivo del Comité, que se formó inmediatamente después del anuncio del colapso financiero de Vicentin en diciembre de 2019, es negociar conjuntamente la recuperación de los más de USD 500 millones en préstamos otorgados a la compañía que entrará en un procesos de expropiación y que lo había hecho bajo el concepto de “promover el desarrollo del sector agroexportador argentino”.
La deuda de la compañía es de USD 1350 millones y estas entidades financieras que conformaron el Comité tienen alrededor del 40% de la deuda total de la empresa, lo que los convierte en el principal acreedor de Vicentín.
“Las instituciones financieras que conformaron el Comité Directivo han financiado y apoyado el crecimiento del sector de agronegocios en Argentina durante más de 20 años y son optimistas en cuanto a que una solución satisfactoria a la crisis financiera de Vicentin, incluyendo el pago de su deuda, permitirá a estas instituciones continuar apoyando a la industria de agronegocios en Argentina, la que desempeña un papel clave en los ingresos de exportación para el país”, culmina el comunicado.
La situación de Vicentín sigue sumando complejidad. Luego del crack de diciembre de 2019 la empresa no logró recomponer relaciones con las principales instituciones del negocio agropecuario. Y no por las consecuencias de lo que puede haber sido un mal management que culminó con un concurso de acreedores, sino por lo que algunos entienden que actuó de mala fe.
Por ejemplo, en el sector señalan que la empresa, en medio de la crisis, siguió facturando pero esa plata nunca llegó a los operadores de la Bolsa de Cereales, tampoco en materia de registros, decisiones que se tomaron a sabiendas que iban a golpear fuerte.
El recinto de la Bolsa de Cereales de Rosario es la caja de resonancia de cómo está viviendo el sector la caída y expropiación de un gigante del sector. Y, aunque en lo que se refiere al histórico posicionamiento ideológico del sector no ven con buenos ojos la intervención del Estado, las maniobras de la empresa dejaron muchas heridas y hoy hay muy pocas voces con ganas de salir a enfrentarse al Gobierno por defender a una compañía que entienden que actuó de mala fe.
De todas formas persiste una grieta respecto a lo que será el posicionamiento de la entidad y del mundo de los agronegocios respecto de la decisión y el tono con el que se comunicará. Mientras por un lado hay un posicionamiento ideológico que rechaza el intervencionismo, por el otro están aquellos que son acreedores y que ahora ven una posibilidad de cobrar.
“Hay acreedores que ahora están pensando en que la idea de estatizar no es mala porque sabían que con Vicentín no iban a cobrar y ahora tienen una posibilidad. Y, del otro lado, están los que no tienen deuda de la empresa y son los que más se oponen”, explicó un conocedor de los pasillos del histórico edificio ubicado en la esquina de Córdoba y Corrientes, en la peatonal de la ciudad de Rosario. “Es como si se diferenciara a los que tienen que gobernar y a los que sólo tienen que escribir en twitter”, culmina sonriendo por su propia ocurrencia.
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