Frank Snowden es profesor emérito de Historia e Historia de la Medicina de la Universidad de Yale (EEUU). En octubre pasado publicó “Epidemics & Society, from the Black Death to the Present” (Epidemias y Sociedad, de la Peste Negra al Presente), en la senda de dos libros anteriores: “The Conquest of Malaria: Italy, 1900–1962” y “Naples in the Time of Cholera, 1884–1911)”.
La publicación de su última obra se anticipó en semanas al brote del nuevo coronavirus en China, que lo sorprendió en enero en Italia, país al que viaja con frecuencia. Desde entonces, está en Roma, desde donde dialogó vía Skype con Infobae acerca de lo que algunas epidemias y pandemias del pasado pueden decirnos sobre el actual coronavirus COVID-19.
- ¿Qué tipo de cambios provocan las epidemias o pandemias? ¿Hay patrones históricos?
- Las epidemias pueden cambiar todo. Algunas lo hicieron, otras no. Depende mucho de la naturaleza de la enfermedad. Es distinto una enfermedad nueva, de la que la sociedad no tiene experiencia, que una recurrente, como la gripe estacional. Los síntomas también cuentan. ¿Es una enfermedad insoportable, como la peste bubónica o el cólera? ¿Puede provocar que el enfermo sufra ataques en lugares públicos, o progresa lentamente, como la sífilis y el SIDA? ¿Puede acechar y cercar mucho tiempo a cierto lugar, como la peste bubónica, o desaparecer pronto, como la “Gripe Española” que mató entre 50 y 100 millones de personas pero pasó rápidamente en cada lugar que afectó? Otra variable es a quién ataca la pandemia: ¿A los viejos o a todos? ¿A todos o preferentemente a los pobres? Y el momento en que la enfermedad ataca.
- ¿Qué ejemplo hay de “epidemia que lo cambia todo”?
- La plaga de Atenas (años 429 y 430 antes de Cristo). Hay un gran relato de ella en la “Historia de la Guerra del Peloponeso”, de Tucídides. Fue una pandemia, porque antes de Grecia había pasado por el Etiopía, el Norte de África y Persia, así que fue un evento internacional. Afectó el mundo clásico y ocurrió en medio de una Guerra Mundial entre Esparta y Atenas. Esparta era la gran ciudad-estado autoritaria, potencia militar terrestre y líder de la “liga del Peloponeso”, y Atenas la gran democracia y potencia naval y civil del mundo griego y líder de la “liga Delian”. Esparta invadió Attica y Atenas abrió sus puertas a los ciudadanos de regiones circundantes que huían de la devastación del ejército espartano. Se inundó de inmigrantes, la población se triplicó, de 100.000 a 300.000 habitantes. El resultado fueron condiciones catastróficas. Tucídides cuenta que la gente dormía en los templos y en las plazas. Las condiciones sanitarias colapsaron: sobrepoblación, contaminación de agua y alimentos, suciedad, ámbito perfecto para la expansión de enfermedades. Modernas investigaciones de ADN sugieren que fue un tifus –aunque pudo ser más de una enfermedad-, un ancestro más virulento del tifus moderno lo que plagó Atenas,
- ¿Y por qué “cambió todo”?
- Bueno, ahí está el interés para nosotros hoy, con la COVID-19. El resultado fue extraordinario. Primero, la plaga socavó el Ejército Ateniense y cambió el mundo clásico. La derrota de Atenas y el ascenso de Esparta fue un cambio en el balance de poder a partir de una enfermedad. Además, Tucídides cuenta de un brote de anomia, falta de respeto a la ley. Los atenienses pensaron que morirían pronto, que debían disfrutar lo poco de vida que les quedaba, en una orgía de hedonismo y se produjo el declive de los valores morales que habían hecho famosa a Atenas. Hubo también un cambio religioso. Los griegos abandonaron a sus dioses. Antes les ofrecían sacrificios en el Olimpo; pero pensaron que los habían abandonado, dejaron de creer en su benevolencia y creyeron que Apolo, en particular, quería su destrucción.. Un cambio de resonancia contemporánea fue una ola de xenofobia.
A diferencia de Esparta, que prohibía la inmigración, Atenas era famosa por aceptar a todos los ciudadanos de otras partes de Grecia, que se conocían como “metics”. Eso cambió con la guerra y la plaga. Se impusieron leyes que limitaron severamente el status de los inmigrantes y su derecho a la ciudadanía ateniense y eliminaron los derechos de sus hijos, incluso si habían nacido en Atenas. Finalmente, la plaga y la derrota militar destruyeron la democracia ateniense. Antes de la Guerra Pericles había consultado a los atenienses, que apoyaron librar guerra contra Esparta, pero con la plaga y la derrota militar se volvieron contra Pericles, que murió de la plaga, y con él la democracia.
La “plaga de Atenas” cambió el balance de poder en el mundo clásico; trajo aparejados cambios religiosos, morales y políticos, el fin de la democracia ateniense y el triunfo de Esparta, una potencia autoritaria y militar
La pandemia transformó cada aspecto de la sociedad ateniense: geopolítica, cambio de régimen, valores morales, religión, xenofobia y revuelta contra los inmigrantes. Y esto nos da mucho que pensar cuando analizamos la COVID-19. ¿Será una enfermedad que tenga implicancias tan profundas?
- Antes de ir a eso, ¿qué Pandemia, por ejemplo, “no cambió nada”?
- Bueno, mucha gente compara la COVID-19 con la “Gripe Española” de 1918, y creo que es válido en muchos aspectos. Ambas son enfermedades respiratorias. Aunque ahora parece ser mucho más compleja, su principal presentación es como síndrome respiratorio. Y muchas de las medidas adoptadas se asemejan: distancia social, uso de máscara, equipo de protección, cuarentenas, rastreo de contactos. En tres olas, la “gripe española” infectó unos 500 millones de habitantes, un tercio de la población mundial de entonces, y mató entre 50 y 100 millones de personas en todos los continentes. Más que la guerra misma. Pero a pesar de su mortalidad y morbilidad pasó rápido al olvido.
El título del más famoso estudio de la misma es “La pandemia olvidada de América” y se publicó en 2018, en su centenario. En Gran Bretaña hay muchos monumentos de la Guerra, pero sólo uno en homenaje a los doctores y enfermeras que combatieron en el frente contra “la gripe del Día del Juicio Final”, como se la llamó. La enfermedad pasaba rápidamente por los cuerpos y lugares afectados y se movía a otras locaciones, en vez de “sitiarlas” mucho tiempo, y en la mayoría de los casos los síntomas eran leves. Después, los únicos que se acordaban de ella eran los funcionarios de salud pública, por temor a que volviera. Además, esa pandemia golpeó cuando el mundo estaba atento al final de la primera Guerra Mundial, el proceso de Paz de Versalles y la Revolución Rusa. Afectó a todos los continentes pero fue rápidamente olvidada, porque la gente quería dejar el pasado atrás.
En Gran Bretaña hay muchos monumentos de la Guerra, pero sólo uno en homenaje a los doctores y enfermeras que combatieron en el frente contra “la gripe del Día del Juicio Final”
-¿Qué tipo de pandemia le parece Covid-19; más como la Plaga de Atenas o la Gripe Española?
-Creo que será más como la Plaga de Atenas.
- ¿Por cuestiones geopolíticas -como el choque entre China y EEUU, u otras rivalidades entre potencias- o por las características del virus y la enfermedad?
- Aún no sabemos lo que la COVID-19 vaya a hacer, estamos en una etapa muy temprana. No sabemos si vendrá en oleadas o se irá con las estaciones o si provocará una catástrofe en los países en desarrollo más que en los avanzados. No sabemos muchas cosas de la enfermedad. Pero mi sospecha es que estará largo tiempo con nosotros: que será endémica. Tendremos que vivir con ella. Con la naturaleza no se negocia. Tampoco podemos escondernos de ella o culparla, tenemos que lidiar con una realidad física. Y si va a estar un largo tiempo con nosotros tendremos que hacer grandes cambios en el modo en que vivimos, en nuestra relación con el ambiente, cómo imaginamos nuestras ciudades, cómo trabajamos, cómo cuidamos nuestra salud. Los sistemas sanitarios en algunos casos colapsaron o estuvieron al borde bajo el estrés. Habrá que gastar mucho más en ellos para que todo el mundo acceda a testeos y cuidados. Organizar y diseñar ciudades en las que se pueda practicar distanciamiento social.
No es el fin del mundo, pero sí un claro mensaje de la naturaleza de que estamos viviendo de un modo no sostenible. Y ese desafío no va a desaparecer incluso si la COVID-19 desaparece o aparece una vacuna contra ella. Habrá más desafíos de este tipo. Vivimos en un mundo de microbios y creamos una relación peligrosa con la naturaleza, que nos seguirá desafiando. Tendremos que adaptarnos y cambiar.
- El coronavirus que causa la COVID-19 es SARS-CoV-2. Otro coronavirus, SARS-CoV-1 desapareció entre 2002 y 2003. No se sabe aún qué pasó con el virus. ¿No podría suceder lo mismo ahora?
- Estoy hablando del futuro y puedo equivocarme, pero creo que eso no va a pasar. SARS-CoV-1 tenía muchos handicaps como virus para adaptarse a los humanos. Uno, clave, es que necesita contacto cercano, prolongado y en ambientes cerrados para propagarse a una comunidad. SARS-CoV-2 es fácilmente transmisible y parece mejor adaptado a los ambientes urbanos. Por eso es mucho más peligroso y es muy improbable que desaparezca. SARS-CoV-1 nunca pudo verdaderamente afirmarse como pandemia. SARS-CoV-2 claramente ya lo ha hecho.
- Usted escribió que hubo varias alertas sobre una próxima pandemia por parte de la Organización Mundial de la Salud (OMS) e incluso de la CIA. ¿Por qué fueron subestimados o ignorados?
- Desde 1997, cuando se produjo el brote de Gripe Aviar, los virólogos dijeron que no somos vulnerables, por caso, a un brote de cólera en Nueva York o Roma. La revolución sanitaria cerró la puerta a esa posibilidad, al menos en ciertos lugares, pero somos muy vulnerables a enfermedades que se transmiten por vía aérea. En el mundo altamente urbanizado, de ciudades densamente pobladas y conectadas por masivos flujos de gente las enfermedades pulmonares tienen gran potencial para prosperar. Era esperable que algún virus lo explotara. Eso fue dicho en 1997, luego tuvimos SARS, MERS, Ébola, todas enfermedades transmisibles y zoonóticas, de animales. El tipo de economía que hemos creado destruye hábitats y biodiversidad y crea cada vez más contactos con enfermedades que los humanos nunca enfrentamos a gran escala. Por eso se volvieron más frecuentes y habrá más de ellas.
El tipo de economía que hemos creado destruye hábitats y biodiversidad y crea cada vez más contactos con enfermedades que los humanos nunca enfrentamos a gran escala
En 2005 Anthony Fauci (director del Instituto Nacional de Alergia y Enfermedades Infecciosas de EEUU), testificó ante el Congreso. Dijo que si uno va a vivir al Caribe es inevitable que enfrente algún huracán. No se sabe cuándo ni de qué intensidad, pero llegará. Sería tonto no prepararse. De igual modo, destacó, los virólogos saben que alguna enfermedad respiratoria llegará: hay que tomar precauciones. Algunos planes se hicieron, pero luego no tuvieron suficientes fondos y se dejaron de lado.
La OMS en 2018 nombró una comisión para investigar riesgo pandémico: el informe se publicó en 2019 y se tituló “Un mundo en riesgo”. Y así estamos ahora, por un accidente de la naturaleza, pero también porque hemos sido sistemáticamente imprudentes. Llegamos con los presupuestos de la OMS y los CDCs (Centros de Prevención de Enfermedades de EEUU), principales agencias de respuesta de emergencia) recortados y a los laboratorios de investigación que desarrollan los conocimientos y herramientas que ahora necesitamos.
Prioridades
- Tal vez porque hubo otras prioridades, como la gran recesión de 2008/09, en la cual los países desarrollados volcaron un montón de dinero...
- Sí. Planeamos con más cuidado nuestro dinero que nuestras vidas. Los sistemas bancarios fueron reformados para asegurar que los bancos tengan más reservas ante eventuales corridas o crisis. Pero nuestros hospitales no tienen internalizado ese margen en caso de “corridas”. Se manejan en base a criterios de rentabilidad: tener todas las camas ocupadas. Si no, están gastando en algo que no genera retornos. Cortamos los presupuestos de los hospitales y en el brote de la COVID-19 faltó capacidad de testeo, de equipo de protección, de respiradores, gente entrenada y protocolos. Uno de los aspectos trágicos es que aunque era inevitable que hubiera enfermos y muertos, la escala de la pandemia se pudo haber evitado. Podríamos haber estado infinitamente mejor preparados y no ser abrumados por la pandemia.
Planeamos con más cuidado nuestro dinero que nuestras vidas. Los sistemas bancarios fueron reformados para asegurar que los bancos tengan más reservas ante eventuales corridas o crisis. Pero nuestros hospitales no tienen internalizado ese margen en caso de “corridas”
- Los costos económicos de esta pandemia serán altísimos. ¿Garantiza eso de que en el futuro estemos mejor preparados?
- La COVID-19 no es una emergencia de corto plazo. Quienes traten de ignorarlo o pretender que no existe o quieran negociar con ella, o que la llamen “un resfrío”, como hizo Donald Trump o “una gripecita”, como hizo Bolsonaro, tomarán enormes riesgos. Puede resurgir y destruir vidas y economías. Va a exigirnos cambiar. Habrá grandes cambios a largo plazo. No podremos legarle un mundo sostenible a nuestros niños si no los hacemos. No es un oponente político, sino la naturaleza la que envío ese mensaje. No podremos ignorarlo.
- Dijo: “no se puede negociar con la naturaleza, con el virus”. ¿Pueden los gobiernos negociar, encontrar un balance entre Salud y Economía, entre contagios y muertes de Covid de un lado y costos económicos –que también pueden traer enfermedad y muerte- del otro? ¿Hay algún modelo mejor: cuarentenas, búsqueda de inmunidad de rebaño, “Modelo sueco”?
-Es vital que quienes deciden no pretendan enfrentar una enfermedad distinta de la verdadera. La idea de “inmunidad de rebaño” se basa en el supuesto de que quienes se recuperan tendrán una inmunidad robusta y de largo plazo, algo que no está probado. Es extraño basar una política pública en un supuesto no probado, es un camino al desastre. No haríamos eso en términos militares: no iríamos a la guerra suponiendo que el enemigo no tiene tanques.
Alternativas y salida
- Una variante del argumento de la inmunidad es una suerte de fatalidad: que, eventualmente, casi todos estaremos infectados y que contener el virus es solo una respuesta de corto plazo...
- Boris Johnson era partidario de ese enfoque, pero ahora es un converso. No se trata de un modo viable o humano de tratar la cuestión: tiene un costo enorme en sufrimiento y vidas. Suecia pagó un precio más alto del que imaginaba y los propios suecos dicen ahora que ese no es su enfoque, que les pasó a sus geriátricos algo que no previeron y su política de salud pública es proteger a los más vulnerables. Pero yendo a lo de Salud y Economía: es una falsa dicotomía eso de que uno debe tener enfermedad y muertes masivas o una economía viable. Cualquier estrategia debe basarse en lo que dijo Fauci: el único arma contra la enfermedad, mientras esperamos por la vacuna, es el distanciamiento social.
- ¿La única?
-Sí, la única que no es una ficción: tiene base científica. El distanciamiento social y sus corolarios de testeo, rastreo de contactos y aislamiento es la única protección cierta que tenemos. La conclusión por cierto no es cerrar todo hasta tener una vacuna. El desafío es reabrir la economía lenta, cuidadosamente, del modo menos costoso posible y con las mejores prácticas de salud pública. Porque si no es así se tiene el peor de los mundos.
No es cerrar todo hasta tener una vacuna. El desafío es reabrir la economía lenta, cuidadosamente, del modo menos costoso posible y con las mejores prácticas de salud publica. Porque si no es así se tiene el peor de los mundos
El costo del stop-and-go (parar y arrancar) sería más alto que una reapertura lenta. Una reapertura sin plan, como la que está empezando EEUU, no es buena. No esperó a que la contención reduzca el perfil de la enfermedad y el número de casos como aconsejan la OMS, el CDC y la Unión Europea. Uno debe reabrir después de asegurar que los sectores que reabren no vuelvan a sus modos del pasado. Hay que ir hacia sectores y ciudades reconfiguradas y los primeros que vuelven son aquellos que pueden evitar una catástrofe.
-¿Hay algún buen modelo o ejemplo de reapertura planeada?
- Observo uno donde estoy viviendo ahora. Italia tuvo medidas de contención más severas que cualquier otro país del mundo, salvo China. Fue larga y vigorosa: uno tenía vedado dejar su casa o departamento sin un documento que decía hacia dónde iba, y podía ir sólo a una farmacia o un supermercado. Si la Policía lo sorprendía en otro lugar, podía arrestarlo o imponer multas muy severas. El mensaje era que el distanciamiento social era la única arma para proteger vidas, la familia, la comunidad, la Nación. Y hubo gran cumplimiento. No hubo grandes protestas y ahora la reapertura es lenta, en etapas, combinada con mucho testeo, de modo de detectar y hacer rastreo inmediato si se presentan casos. La idea es que ya no habrá cierre masivo, pero podrían volver a cerrarse sectores o lugares si detectan que allí la reapertura no funciona bien. Es un experimento cuidadoso, basado en lo que aprendimos hasta ahora. Espero que tenga éxito, porque es el modo racional y humano de hacerlo.
Milán, por ejemplo, tiene arterias con grandes veredas, para que todos -peatones, comerciantes, clientes- estén a distancia entre sí, organizando horarios de trabajo para evitar agolpamiento en el transporte público, promoviendo el teletrabajo y alentando el uso de bicicletas. Las escuelas deberán reconfigurarse para tener mayor ventilación y espacio entre los chicos. La idea es darle a la economía la posibilidad de recuperarse sin causar una catástrofe, mientras esperamos que -además del distanciamiento social- la ciencia nos dé la vacuna o mejores terapias.
Las escuelas deberán reconfigurarse para tener mayor ventilación y espacio entre los chicos. La idea es darle a la economía la posibilidad de recuperarse sin causar una catástrofe
- A modo de resumen, ¿Cuáles cree que serán los efectos más duraderos de esta pandemia?
- Creo que afectará todo, en modos que aún no hemos discutido. Habrá cambios en el frente geopolítico, entre EEUU y China. Una depresión económica mundial es probable. También es probable que el “Sur Global” sea especialmente afectado por el virus, que prospera en condiciones de pobreza, desigualdad, pobres condiciones sanitarias y espacios sobrepoblados. Eso a su vez puede afectar la relación entre el “Norte Global” y el “Sur Global”, porque ese es uno de los motores de esta pandemia: la desigualdad y la tolerancia de los países industrializados a la falta de acceso a la salud.
Otro cambio que se avizora es el de los sistemas de salud: más telemedicina, hospitales más equipados y sistemas más universales de acceso, en la medida que se reconozca que un brote epidémico en cualquier lugar del mundo, en la era de la globalización, es una amenaza para todos. Muchos sectores deberán transformarse, obviamente el turismo y la industria del viaje. No me imagino a nadie a corto plazo embarcándose en un Crucero. Conciertos, cine, eventos deportivos, todas las grandes reuniones de gente, deberán ser repensadas, igual que hábitos como estrecharse las manos, abrazarse en público. Tendremos que vivir de modo diferente y de modo sostenible.
Y espero que esto incluya un movimiento hacia una economía más verde y al planeamiento familiar, porque el presente infortunio es también el resultado de un derrame de las enfermedades zoonóticas (de animales sobre humanos) y de nuestra explosión demográfica.
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