La emisión monetaria masiva que tuvo que impulsar el Banco Central para financiar las políticas destinadas a paliar los efectos de la pandemia y las medidas de distanciamiento social sobre la economía tiene, hasta ahora, muy poco efecto sobre el nivel general de precios. Pero en las últimas dos semanas las alertas tempranas empezaron a dar señales en sentido contrario.
Hasta ahora, el presidente del BCRA, Miguel Pesce, y el Gobierno confiaban en el derrumbe de la actividad económica para que los desequilibrios monetarios no se traduzcan en una escalada inflacionaria. En el corto plazo la realidad les dio la razón, ya que los datos de nivel general de inflación desaceleraron. Aunque con diferentes velocidades según cada clase de bienes y servicios.
Así, mientras que la inflación marcó 1,5% en abril -frente al 3,3% de marzo-, en realidad ese número se mantuvo bajo gracias a precios de servicios públicos congelados y alimentos y bebidas que avanzaron al 3,2 por ciento.
Además, el propio cierre de grandes establecimientos comerciales, y en especial de esparcimiento, al que fuerzan las medidas hace que muchos precios directamente hayan dejado de existir -¿cómo calcular el valor de una entrada de cine hoy?- por lo que la lectura del nivel general ayuda a calmar, pero no es lineal.
Un índice de alta frecuencia detectó una aceleración del avance de los precios de alimentos y bebidas en las segunda y tercera semanas de mayo
En mayo, de la mano del regreso a la actividad de algunas cadenas productivas los precios volvieron a dar información. Y aún los que nunca detuvieron su marcha, mostraron datos preocupantes en las últimas dos semanas.
El índice de inflación de alta frecuencia -se llama así a las mediciones de precios que toman períodos menores a un mes- que elabora la consultora Seido detetcó la aceleración.
“Después de 6 semanas de impresiones muy bajas (menores al 0,5% intersemanal), la inflación se aceleró en la última quincena a 0,9% y 0,75% intersemanal. La tasa de inflación mensual se aceleró de nuevo, a 1,5% (versus 1% intermensual de la semana anterior). Aún es pronto para saber si se trata de un cambio en la tendencia de la deflación, pero las luces amarillas están parpadeando”, reveló el reporte.
“La inflación se está descongelando antes de lo esperado. La tasa semanal está volviendo a los niveles anteriores al cierre”, agregó el informe de Seido.
Entre las causas de los avances, menciona la depreciación del peso en el mercado oficial -se devaluó 4% promedio en abril- y ajustes de precios relativos por el regreso al funcionamiento de distintos sectores.
Los datos más preocupantes, mientras tanto, se ven en alimentos y bebidas. Es el capítulo que más incidencia tiene en el costo de vida de los sectores más vulnerables de la población, que por definición son los que una mayor porción de su ingreso destinan al consumo de bienes esenciales, y es donde se concentra la pobreza.
“La variación semanal de alimentos y bebidas se aceleró por segunda semana consecutiva, de 0,83% intersemanal a 1,25% intersemanal”, detalló el informe de Seido. Es una aceleración de relevancia: entre el 23 de marzo y el 4 de mayo -en plena cuarentena- la suba de estos bienes había promediado 0,25 por ciento.
Las señales, con todo, no dejan de ser un anticipo de lo que vendrá. El consenso es que mientras continúa el parate -según OJF el nivel general de actividad registró una caída de 19,2% anual en abril- cualquier desequilibrio monetario tiene limitado su impacto en los precios. Por eso, la duda no es si los precios volverán a moverse a una velocidad mayor sino cuándo lo harán.
“Lo que vemos es que tenés un montón de cosas congeladas que te ayudan a mantener la calma a corto plazo, más todos los sectores que están frenados que son difíciles de medir. Además, congelaron servicios hogareños como cable e Internet”, dijo María Castiglione de C&T. “En el corto plazo, porque es una anomalía lo que estás viviendo, la emisión monetaria no te está generando un salto de inflación pero que genera un desafío gigantesco a futuro, más cuando levantes las restricciones. Pero lo que no estás viendo en precios lo ves, en cambio, a nivel cambiario”, agregó.
Lo que vemos es que tenés un montón de cosas congeladas que te ayudan a mantener la calma a corto plazo, más todos los sectores que están frenados que son difíciles de medir (María Castiglione)
“No vemos que se vaya a desbocar la inflación en lo inmediato, pero si una aceleración está dentro de lo que esperamos”, agregó.
Un informe de Consultatio Asset Mamagement se plantea si este año puede dispararse una hiperinflación. En la historia argentina, asegura, hubo 22 años con inflación de más del 50%, como el 2019, y en 5 de esos casos la tasa de avance del nivel general de precios se duplicó el año siguiente. Ese riesgo alcanza como para justificar el análisis de la posibilidad de un a"hiper", definida como una tasa de inflación anual de al menos tres dígitos. El informe concluye que, si bien el riesgo no es nulo, no es el escenario base.
Los episodios anteriores, señalan, combinaron seis elementos. Un deterioro fiscal muy marcado -presente hoy-, un desborde monetario -la base monetaria creció 30% en marzo-, desequilibrio externo -pérdida de reservas del Banco Central, en resumen-, alteración de precios relativos, condiciones globales adversas e inestabilidad política. Si bien varios de esos puntos están presentes, no todos lo están. Ni siquiera la mayoría. Por eso, aunque no la descarta como alternativa, una “hiper” no sería el escenario más probable.
“La acumulación de desequiibrios macro (...) nos lleva a plantearnos una aceleración inflacionaria como nuestro escenario base. En términos concretos: proyectamos que la inflación de este año estará en torno al 50%, pero que se acelerará a niveles bien superiores durante el año que viene con un grado muy alto de probabilidad", analizó Consultatio. “Lo que no podemos afirmar es que la aceleración inflacionaria sea lo suficientemente agresiva como para configurar un escenario de hiperinflación”, agregaron.
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