En un nuevo acto de proselitismo mediático a favor de la Argentina, el premio Nobel de Economía 2001, Joseph Stiglitz, mentor académico del ministro Martín Guzmán en la Universidad de Columbia, reiteró su apoyo a la propuesta de restructuración del gobierno e insistió en su tesis de que la alternativa que enfrenta hoy el capitalismo financiero es entre restructuraciones ordenadas o desordenadas de deudas soberanas.
The Nation es la publicación más de izquierda de las que circulan en todo el territorio de EEUU y Stiglitz vuelve a cuestionar allí a fondos como BlackRock y Pimco (cabe notar que el propio Guzmán dijo que el comité de acreedores encabezado por BlackRock es el que tiene “una posición más alejada de las restricciones que enfrenta nuestro país”). Según Stiglitz, el modo en que se comporten en el caso argentino, dice, “nos dirá un montón acerca de la naturaleza del capitalismo financiero del siglo 21 y la mentalidad y moralidad de los acreedores: ¿valoran más el dinero que las vidas?”
Pandemia y crisis económica mundial
El académico de Columbia comienza por resaltar la actual situación económica mundial, en la que –dice- “la verdadera tasa de desempleo” en EEUU puede superar el 25% y la crisis a raíz de la pandemia de coronavirus tendrá “efectos devastadores” sobre los países en desarrollo que con muy adversas tasas de pobreza y condiciones sanitarias deben lidiar con una crisis prolongada que les dejará pocos recursos para afrontar sus deudas y los obligará a restructurar sus deudas soberanas.
Por todo eso, dice Stiglitz, una “pequeña dosis de racionalidad” haría que los acreedores no presionen demasiado a la Argentina que –prosigue- “ha hecho una oferta que está en los límites de la sostenibilidad” ya que asumiendo razonables supuestos de crecimiento y otras variables, es lo máximo que la Argentina puede pagar.
A coro con Guzmán
Allí, el Nobel reitera un argumento expuesto en papers del propio Guzmán; que en gran número de restructuraciones los acreedores han presionado tanto que la mitad de ellas tuvo que ser seguida de nuevas restructuraciones dentro de los cinco años siguientes. En situaciones así, argumenta, los dos lados pierden. “Mucho mejor es acordar una restructuración sostenible”, dice, haciéndole coro al mensaje de Guzmán.
Según Stiglitz, las últimas noticias en torno de la restructuración indican que los acreedores “viven en una burbuja”, ignoran las “devastadoras consecuencias económicas de la pandemia” y creen que éstas no los pueden alcanzar.
Allí el economista mete al FMI en el campo de juego. Hasta la crisis de 2008/09, dice, el Fondo actuaba como una suerte de cobrador de los acreedores privados, ignorando cuestiones como la sostenibilidad y el crecimiento inclusivo. Sin embargo, dice, desde 2008 el FMI se preocupa por ambas cuestiones, porque piensa que una mayor igualdad social permite un mejor desempeño económico.
El nuevo y el viejo FMI
La secuencia tradicional, dice Stiglitz, era que los acreedores recurrían al Tesoro de EEUU, que recurría al FMI, que presionaba al país deudor hasta que éste aflojaba en la negociación. Ahora, en cambio, sigue, el propio FMI, delineó lo que la Argentina puede sosteniblemente pagar, una verdad que los acreedores intentan ignorar.
Por eso, prosigue, la primera oferta de BlackRock fue que la Argentina pague el doble del límite calculado por el Fondo y si bien la oferta subsiguiente fue mejor, está aún 50% por sobre lo que el Fondo estimó “sustentable”. Stiglitz hace estos cálculo a una tasa de descuento del 5% y se pregunta qué es lo que hace que los acreedores se porten de modo tan obcecado, no negociando de buena fe y haciendo propuestas irrealistas que –dice- incluso provocaron el default del 22 de mayo (cuando la Argentina no pagó USD 503 millones en bonos globales).
La cuestión es que ahora, cualquier remezón en los mercados impactará no sólo a la Argentina. “Acaso los acreedores no saben –pregunta Stiglitz- que la única opción es entre una restructuración ordenada o una restructuración desordenada?”.
El académico pone presión moral sobre BlackRock, el administrador de fondos más grande del mundo y acreedor más duro de la Argentina.
“Se supone que son los maestros del análisis de riesgo; acaso no saben el riesgo de pedir más de lo que es sostenible”, chucea.
Y arremete –como ya lo hicieron Jeffrey Sachs y la senadora demócrata Elizabeth Warren- sobre el CEO de BlackRock. “Es irónico que Larry Fink, en su famosa ‘carta abierta del CEO’ enfatice correctamente la importancia de la sostenibilidad” de los activos en que invertía. Fink se refería a la sostenibilidad ambiental, aclara Stiglitz, pero lo mismo es válido, e incluso con mayor fuerza, para la sostenibilidad económica.
Volvé, Bill Rhodes
Tal vez, concluye, los acreedores piensan que si son “blandos” con la Argentina, serán obligados a serlo también en las reestructuraciones que seguirán y por eso quieren preservar su reputación de tipos duros.
A propósito de esa posición, Stiglitz recuerda que las crisis de deuda han sido una constante de las últimos 40 años y trae a colación una anécdota –tal vez apócrifa- de que en crisis previas el “legendario Bill Rhodes, de Citibank- llegaba un momento en que decía a sus pares: “Ok, suficiente”. Estaría faltando un líder de la comunidad financiera que juegue ese rol, especula.
Si la cuestión se limitara a la Argentina, sería de por sí interesante, cierra, pero se trata de la “historia del capitalismo financiero del siglo 21 y aún no es muy tarde para que tenga un final feliz”.
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