Lucas Llach, sobre la ayuda estatal por el coronavirus: “Las empresas quedaron a merced de los criterios caprichosos del Estado”

El ex vicepresidente del Banco Central consideró como “muy defectuoso” el plan de auxilio oficial. Qué sistemas usaron otros países y cómo se aplica el concepto de “hibernar los trabajadores”

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"Veo más razonable un aporte
"Veo más razonable un aporte de capital estatal que lo que hicimos acá con YPF y otras empresas, donde ponemos un precio sostén al petróleo", dijo Lucas Llach (Adrián Escandar)

El economista Lucas Llach, ex vicepresidente del Banco Central, consideró que la batería de medidas paliativas del Gobierno para que el sector privado pueda enfrentar la pandemia de la COVID-19 resultó atada a los “criterios caprichosos del Estado”. En tren de conservar el empleo, apuntó que en otros países se buscó que cada empresa pueda “hibernar la cantidad de trabajadores que no necesite" con cobertura estatal o privada de los salarios. Y rechazó, en diálogo con Infobae, el mensaje de quienes pregonan que “el Estado te salva”, ya que en su criterio las empresas no tienen que agradecerle nada.

- ¿Los paliativos que armó el Gobierno fueron adecuados? ¿Hay países que, en situación asimilable a la argentina, tomaron mejores medidas?

- El sistema de ayudas de Argentina ante la COVID-19 es muy defectuoso. Se tomaron medidas de “sí o no”, de un estilo que también se extendió ahora a los permisos cambiarios. La empresa es ayudada si cumple con ciertos umbrales de facturación, si está en ciertos sectores, si tiene cierto tamaño. A su vez, esos criterios son cambiantes. Y, a su vez, las actividades de las empresas ayudadas quedan condicionadas, por ejemplo, en el acceso a dólares. El impacto del Covid-19 es general, a toda la economía, y las diferencias son siempre de grados. Muchos países, como casi todos los europeos o Chile, usaron un sistema que implica autoselección: mientras dura el impacto de la cuarentena, la empresa puede hibernar los trabajadores que no necesita. El gobierno (y a veces la empresa) les paga a esos trabajadores un porcentaje del salario, con un máximo. Habrá empresas que preferirán no hibernar trabajadores, otras algunos, otros muchos.

- ¿Hubiera sido viable con la legislación laboral argentina el esquema de “hibernar” trabajadores?

- Bueno, hubo acuerdos con sindicatos específicos contemplando suspensiones, de modo que no veo por qué no podría hacerse. Mucho más si se está gobernando por DNU (Decreto de Necesidad y Urgencia).

Es falaz decir que un empleado es “ayudado”, cuando se trata de una ayuda a la empresa en la que trabaja, que en buena parte compensa la obligación que se le generó de mantener toda su plantilla sin suspensiones mientras, en muchos casos, se le prohíbe trabajar

- ¿Hay otros ejemplos destacables de ayuda a empresas en otros países?

- Creo que si en un extremo está el argentino de prohibición de despidos, el otro extremo es el norteamericano, con un mercado totalmente desregulado. No me parece bueno ninguno de esos extremos. Estamos ante un situación muy particular en la que el Estado prohíbe producir por un tiempo. Si se rompen esos vínculos laborales no es obvio que se van a reconstruir con la misma facilidad. Hay mucha “inversión específica” que hace un trabajador para aprender un trabajo y se puede perder parte de eso. Otro tema son los rescates a empresas, por ejemplo en el sector aerocomercial. Aunque son decisiones difíciles, veo más razonable un aporte de capital estatal que lo que hicimos acá con YPF y otras empresas, donde ponemos un precio sostén al petróleo.

- El Gobierno resalta que el 89% de la población recibió algún aporte económico del Estado, impulsado en base a la emisión monetaria. ¿Lo ves como algo adecuado para este escenario o como un exceso que va a traer consecuencias en lo fiscal/monetario?

- Que el Gobierno machaque esa cifra también funda mis temores de una agenda pedagógica del gobierno. Con cualquier otro sistema, ese número sería mucho menor: las ayudas estarían concentradas donde se necesitan, y no dispersas. Ese 89% sintetiza lo disperso y anárquico del sistema de ayudas. Además de que es falaz decir que un empleado es “ayudado”, cuando se trata de una ayuda a la empresa en la que trabaja, que en buena parte compensa la obligación que se le generó de mantener toda su plantilla sin suspensiones mientras, en muchos casos, se le prohíbe trabajar.

Tener la cuarentena como única estrategia contra el virus prolonga el cierre de actividades económicas. Por suerte no hicimos el siga-siga de (Jair) Bolsonaro, pero lamentablemente tampoco hicimos la cuarentena inteligente

- ¿Hubo discrecionalidad en la implementación de las medidas, más allá de lo esperable por la gravedad del escenario?

- Temo que haya una vocación del Estado o del gobierno de que el sector privado tenga que agradecerle, eso de “el Estado te salva”. El Gobierno impuso la cuarentena y prohibió los despidos, dos medidas que no discuto aquí. Pero al no habilitar un sistema de suspensiones con subsidio, todas las empresas quedan a merced de los criterios caprichosos del Estado para otorgarle o no las ayudas. Nadie dice que no haya que ayudar al sector privado. Al contrario: hay que ayudarlo mejor. Se cometen errores del “tipo 1” y del “tipo 2”: no ayudar al que lo necesita y ayudar al que no tanto.

- ¿Quién puede ser el error “tipo 1”, después de haber llegado al 89% de la población, y quién el error “tipo 2”, si casi no hay sector que no se haya desplomado?

- Es todo muy asimétrico. Por ejemplo empresas que tienen trabajadores más cerca del salario mínimo reciben un subsidio que cubre todo su costo laboral pero puede haber empresas que estén todavía más en crisis y reciben un aporte menor por los topes que tiene la ayuda por trabajador. Es decir, no hay un vínculo razonable entre necesidad y asistencia.

- ¿Es legítimo el reclamo empresarial del “queremos trabajar” de pymes y comerciantes cuando está de por medio la salud? ¿O hay un motivo de interés público que se superpone a todo?

- Era inevitable que el descongelamiento de la cuarentena genere conflictos, porque forzosamente hay que tomar decisiones segmentadas. No todas las actividades son igualmente riesgosas para la salud, ni son iguales todas las geografías. Sí creo que tener la cuarentena como única estrategia contra la COVID-19 prolonga el cierre de actividades económicas. De nuevo somos un extremo. Por suerte no hicimos el siga-siga de (Jair) Bolsonaro, pero lamentablemente tampoco hicimos la cuarentena inteligente (aprovechar el tiempo para salir a cazar al virus, testear todos los contactos estrechos) que hicieron muchos otros países. Eso habría tenido un costo económico menor.

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