A medida que los países inicialmente golpeados por la pandemia de coronavirus emergen de la etapa de cuarentenas severas, expertos, empresas e instituciones intentan avizorar su legado, que surgirá de una disputa entre dos fuerzas contrapuestas: la aceleración de tendencias de cambio preexistentes y una incipiente “desglobalización” a partir de conflictos geopolíticos, ideas de autarquía y caída del movimiento internacional de personas, brutal en el presente y quizás más leve y permanente o restringido a “burbujas de transporte” en el futuro.
La “aceleración del cambio” se refleja, por caso, en el ranking de marcas internacionales, elaborado por la consultora Kantar, que más aumentaron o perdieron valor por la pandemia.
Ganadores y perdedores
Las que más aumentaron fueron la canadiense Lululemon (nombre pensado para sonar lo más occidental posible a oídos asiáticos), iniciada como ropa de yoga y ampliada a indumentaria deportiva en general, que en 2019 adquirió Mirror, suerte de “espejo digital” para hacer gimnasia en el hogar: el virus aumentó su valor 40%, a USD 10.000 millones. Más conocidos son los casos de Amazon, Costco y Wal Mart en EEUU, menos los de Alibaba y JD.Com, suerte de Amazon chinas, y aún menos los de las indias Tanishq (joyería y tiendas “Gold Plus”) y Flipkart (E-Commerce).
Las que más valor perdieron fueron cadenas de comida rápida como Subway y Dunkin (EEUU) y Tim Hortons (Canadá), y de ropa como Uniqlo (japonesa, la solían vestir Macri y sus ministros), North Face (EEUU) las inglesas Burberry y Marks & Spencer y la sueca H&M.
Los contrastes son claros: e-commerse y logística (más oro, tradicional refugio en tiempos de incertidumbre) del lado ganador, y ropa tradicional y presencia física del lado perdedor.
Caso extremo de contraste -destacó Ian Bremmer, de Eurasia Group, evaluador top de riesgo político- son Zoom y las Compañías aéreas. La App de reuniones virtuales no llegaba en diciembre de 2019 a 10 millones de usuarios, en mayo llegó a 300 millones y con más de USD 48.000 millones de valor de mercado ya supera a 7 grandes aerolíneas internacionales: SouthWest, Delta, United, American, Lufthansa, IAG y Air France+KLM, que juntas apenas superan los USD 46.000 millones.
Eso sí, cuando la digitalización conduce a transporte o presencia física, está en problemas, como prueban Uber, la App para transporte personal, que por videollamada despidió a 3.500 empleados y busca reorientarse a servicios de movilidad y entrega (tipo Glovo y Rappi), y Airbnb, el sitio de renta de alojamiento en cabañas y casas particulares, que despidió a 25% de sus 7.500 empleados, prevé que sus ingresos este año serán de menos de la mitad de 2019 y para no recortar más depende de la recuperación del turismo en el verano europeo.
A nivel local, el espejo más visible de esas tendencias es Mercado Libre, cuya cotización superó el martes pasado los USD 40.000 millones, hasta casi duplicar el valor de las otras 19 empresas argentinas que cotizan en Wall Street. Marcos Galperín, el fundador de la compañía, precisó en un tuit que entre el 24 de febrero y el 3 de mayo sumó casi 700.000 compradores en línea en la Argentina y 5 millones en América Latina.
Facebook y Twitter ya apuestan al trabajo remoto “permanente”. La red social del pajarito ya dio esa opción a gran parte de su staff, en tanto Mark Zuckerberg dijo a Bloomberg que FB planea contratar más trabajadores remotos en áreas donde no tiene oficinas, permitir que algunos trabajen de modo permanente desde sus casas (encuestas internas concluyeron que 50% lo hará en los próximos cinco años) y busca, en especial, “talento de ingeniería”.
El sitio MasterClass, especializado en movilidad digital, calculó que el 12 de mayo fue el punto de inflexión del trabajo remoto, el momento en que la suma de “innovadores”, “adoptadores tempranos” y “temprana mayoría” llegó al 50% del universo de potenciales usuarios de cierta tecnología. Luego, dice, viene la “tardía mayoría” y los “rezagados”.
La tendencia al trabajo remoto requiere desde infraestructura general (en particular, telecomunicaciones) a particular (de cada empresa) y va de la mano del trabajo por objetivos y del free-lancing, pero también genera resistencias institucionales. Como Matías Cremonte, de la Asociación de Abogados Laboralistas, comentó en una nota de Infobae. “El teletrabajo, si vino para quedarse, ¿va a mejorar las condiciones laborales y el trabajador va a disponer más de su tiempo? Le ahorrás al empleador el alquiler de un lugar, los servicios y la persona se paga su Internet, su teléfono. No hay regulación en la Argentina del teletrabajo”.
En cualquier caso, las tendencias estarán condicionadas y hasta podrían ser rechazadas si el contexto social, económico o geopolítico no las acomodan. Al respecto, un flamante informe del Foro Económico Mundial clasifica los “riesgos” futuros asociados a la COVID-19 en emergentes 1) “del cambio estructural”; 2) del “estancamiento del progreso”; 3) de “disrupciones y ansiedades sociales”; y 4) de “dependencia” o “adopción brusca” de nuevas tecnologías y modos de organización.
Las tendencias estarán condicionadas y hasta podrían ser rechazadas si el contexto social, económico o geopolítico no las acomodan
Según la consulta a 350 expertos en riesgo y líderes empresarios, la principal amenaza es una depresión o recesión prolongada, porque la alta deuda pública (122% promedio en los países avanzados) impulsada por los recientes paquetes fiscales será difícil de reducir, pues pocos sectores soportarían una mayor carga impositiva.
El informe del Foro Económico Mundial también duda de la recuperación del comercio internacional, caerá entre 13% y 32% en 2020, y dice que no servirá de mucho la reducción de aranceles, debido a la incertidumbre en torno de la inversión internacional. Las otras preocupaciones son altos niveles de desempleo estructural, la emergencia de una nueva pandemia, la debilidad fiscal de las economías avanzadas, la incapacidad de recuperación de ciertas industrias, un aumento de quiebras corporativas y mayores restricciones al movimiento de bienes y personas.
En particular, el Foro (que anualmente organiza su tenida anual en Davos, Suiza) alerta sobre la crisis en los mercados emergentes, enfrentados a un abrupto retiro de fondos, el desafío de reforzar sus sistemas de salud y sin margen para estimular una recuperación de la economía. Para peor, concluye, la “confianza en los negocios” está en su punto más bajo desde 2009 y el intento de restablecer las cadenas de valor chocará con tendencias proteccionistas, en especial en el comercio de alimentos, remedios y equipo médico.
Entre los riesgos de “estancamiento del progreso" el informe apunta a un nuevo aumento de la polución ambiental. Si bien las emisiones globales caerán 8% este año, gracias a fenómenos como los observados a principios de año en China y Lombardía (Imágenes), dice el informe, cumplir los objetivos ambientales requiere una caída sostenida de las emisiones a un ritmo de 7,6% anual hasta 2030, meta por cierto difícil, teniendo en cuenta que tras la crisis de 2008/09, en que las emisiones cayeron 1%, en los doce meses posteriores crecieron 5 por ciento.
Los objetivos ambientales requiere una caída sostenida de las emisiones a un ritmo de 7,6% anual hasta 2030, meta por cierto difícil, teniendo en cuenta que tras la crisis de 2008/09, en que las emisiones cayeron 1%, en los doce meses posteriores crecieron 5 por ciento
Otro riesgo es la propia recurrencia de pandemias, por cierto no menor. Al respecto, el informe sostiene: “en promedio una nueva infección humana emerge cada cuatro meses y 75% de ellas proviene de animales”. El nuevo coronavirus recuerda, fue sólo la más exitosa de ellas.
En cuanto a ansiedades y disrupciones sociales el informe de Davos anota la creciente desigualdad entre la retribución a trabajos calificados y no calificados, el acecho a las libertades personales y a la privacidad asociados al control del virus, el aumento de enfermedades no transmisibles: 45% de los trabajadores adultos, precisa, ya han tenido efectos adversos en las cuarentenas y 70% respondió que el actual es el período de mayor estrés de su vida laboral.
Un mundo de “distanciamiento social” derivará en que cada vez más la participación política será a través de las redes sociales, lo que a su vez será una tentación para la vigilancia gubernamental, generará más episodios de cibercrimen y exacerbará los síndromes asociados a la soledad
Un mundo “socialmente distanciado”, agrega, derivará cada vez más la participación política a las redes sociales, lo que a su vez tentará la vigilancia gubernamental y episodios de cibercrimen, amén de exacerbar los síndromes asociados a la soledad. Por último, el Foro alerta sobre el riesgo- ya visible en las tasas de desempleo juveniles- de una “generación perdida de la era de los Grandes confinamientos”.
Por último, entre los riesgos de dependencia o “adopción brusca” de tecnología el informe alerta por la “sobrecorrección”: reorganizar en exceso y exponerse a cadenas de abastecimiento frágiles o que las medidas de protección sanitaria impulsen a las empresas a decisiones equivocadas en materia de tecnología priorizando, por caso, la completa automatización en vez de la adopción de procesos híbridos -de “aumentación”- entre trabajadores y fierros.
Bloques regionales, geopolítica y China
El riesgo de un “emblocamiento” se nota ya en la iniciativa de “burbujas de transporte”, fenómeno señalado en la reciente edición de The Economist. En 2019, precisa la revista británica, 4.600 millones de pasajeros volaron en avión, mientras que en abril de este año lo hicieron apenas 47 millones, cifra que anualizada retrotrae la aviación comercial mundial a 1978. Para contrarrestar esa tendencia, que puede llevar (y tal vez lleve) a la quiebra de varias compañías aéreas, el 15 de mayo Estonia, Letonia y Lituania iniciaron la primera “burbuja aérea”, que permite ir de un país a otro sin necesidad de hacer cuarentena al llegar o al volver.
Nueva Zelanda y la isla australiana de Tasmania serían el próximo genteducto aéreo, China y Corea del Sur ya establecieron un “fast-track” de negocios y The Economist identificó otras potenciales “burbujas” entre países que explican el 35% del PBI, el 39% del comercio y el 42% del turismo mundiales, con fuerte predominio asiático y epicentro en China.
China es, a su vez, el principal acreedor oficial de los países en desarrollo, por unos USD 350.000 millones, mas de 75% por sobre los estados agrupados en el “Club de París" y claramente por sobre organismos como el FMI y el Banco Mundial (Gráfico).
¿Cómo será ese mundo? ¿Cuán preparado está la Argentina para él? “La demografía determina el futuro, y hoy la mitad de la humanidad vive en la región de Asia-Pacífico. El ascenso político y económico de China, que alberga a un quinto de la humanidad, no debería sorprender. El mundo que viene es post-occidental, con o sin pandemia”, dijo a Infobae el politólogo Andrés Malamud, que mira el mundo y la Argentina desde su cátedra en la Universidad de Lisboa, Portugal.
Marcelo Elizondo, fundador de la consultora DNI (Desarrollo de Negocios Internacionales), representante en el país de una red mundial de benchmarking empresario (International Society for Performance Improvement) y docente del Instituto Tecnológico de Buenos Aires (ITBA) notó, en tanto: lo que asoma es “un relativo estancamiento de la vieja globalización, asociada al comercio físico entre productos manufacturados”. Tal vez crezca menos, con episodios de relocalización y reversión que, sin embargo, no podrán ir muy lejos. “Un poco más en sectores como el farmaceútico o en algunos de la economía del conocimiento, porque las comunicaciones son críticas”, dice Elizondo, quien precisa que el comercio mundial de bienes ya había retrocedido 2% en 2019, a 19 billones (millones de millones) de dólares.
La ‘nueva globalización’ ya supera el comercio mundial de bienes si a estos se les resta el conocimiento incorporado (Elizondo)
Pero lo que sí crecerá y mucho, sigue el experto, es el comercio mundial de “intangibles: patentes, royalties, conocimiento, información, capital intelectual”, sea en forma “abstracta” (por caso, proyectos de ingeniería) o como normas incorporadas que ‘califican’ y valorizan bienes físicos. “Eso va a seguir creciendo, no es detenible en frontera”.
De hecho, sostuvo Elizondo, esa “nueva globalización” ya supera el comercio mundial de bienes si a estos se les resta el conocimiento incorporado. “No me imagino el comercio internacional retrocediendo, pero sí cambiando de matriz.”, explicó el experto.
En ese contexto, la Argentina necesita impulsar los servicios, que exportó por USD 14.000 millones entre software, producción audiovisual, consultoría y tecnologías de la comunicación, amén de proveer bienes con mucho conocimiento incorporado, desde producción agroindustrial (semillas, satelización, software de aplicaciones) hasta la exportación de autos con diseño e ingeniería externa y empresas como Invap, que venden reactores “llave en mano”.
Subirse al mundo, más que bajarse de él
Por eso, dijo Elizondo: “la Argentina tiene una mitad de su capacidad externa en línea con la tendencia mundial y la otra mitad basada en el modelo antiguo”. El problema central, dice, es la bajísima inserción: más que bajarse, el país necesita volver a subirse al mundo: exporta hoy el 0,3% del comercio mundial, contra 0,9% que detentaba hace 60 años. Para eso, concluye, necesita ordenar su macroeconomía, mejorar el ambiente regulatorio y político, hoy muy obstuructivo, y su acceso a mercados, a través de una política internacional más beneficiosa, contraria a impulsos como los que tuvo recientemente en el seno del Mercosur.
La Argentina tiene una mitad de su capacidad externa en línea con la tendencia mundial y la otra mitad basada en el modelo antiguo (Elizondo)
Elizondo anticipa también “una geopolítica internacional más complicada, de tensiones entre bloques”, como la que se ha visto entre Australia, Alemania, Francia, Inglaterra y EEUU, de un lado, y China, del otro, sobre el origen del coronavirus y refriegas menores (por caso, EEUU vs México).
El principal enigma político será la resolución, en noviembre, de la elección en EEUU, entre Trump y el seguro candidato demócrata, Joseph Biden. “Las elecciones de EEUU son relevantes por dos razones –dijo el politólogo Malamud–; la primera es que, si el perdedor no acepta el resultado, podría generarse un conflicto interno que desestabilice lo que queda del orden mundial. La segunda es que, si gana Biden, generaría alguna expectativa de cooperación con China, que resulta imprescindible para evitar el vacío de poder global”.
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