Alberto Fernández y Martín Guzmán compartieron ayer un desayuno de trabajo en la quinta de Olivos para revisar la estrategia que se ejecutaría ante los bonistas internacionales que tienen títulos argentinos por 66.000 millones de dólares. Y tres horas más tarde, el ministro de Economía enfrentaba a los principales fondos de inversión para abrir una negociación final que intenta esquivar un eventual juicio por default en los tribunales de Nueva York. El diálogo fue tenso y no pasó de un round de estudio entre dos contrincantes que tienen mucho para perder.
Guzmán llegó temprano a Olivos y Alberto Fernández lo recibió con jugo de naranjas, café negro y medialunas de manteca. El jefe de Estado y su ministro trabajaron solos cerca dos horas y a continuación se sumaron el jefe de Gabinete, Santiago Cafiero, y el secretario de Asuntos Estratégicos, Gustavo Beliz. Entre los cuatro terminaron de diseñar una hoja de ruta que se inició cuando concluyó la reunión a puerta cerradas.
La primera decisión de esa hoja de ruta fue asumida por Alberto Fernández al comunicar en redes sociales que nada había cambiado en su posición sobre la sostenibilidad de la deuda, pese a la escasa adhesión de los bonistas a la oferta inscripta en la Comisión de Bolsa y Valores de Estados Unidos (SEC). El presidente descarta modificar ese concepto fundamental de su perspectiva sobre el endeudamiento externo, y así lo ratificó en un tuit que posteó después de almorzar en familia.
La segunda fase de la hoja de ruta se relaciona con las 40 horas que mediarán entre el cónclave en Olivos que lideró Alberto Fernández y la expiración formal de la oferta presentada ante la SEC. Esa propuesta vence a las 10 AM del lunes (hora de Nueva York), y tras su caducidad, el jefe de Estado deberá decidir que hará frente a los acreedores privados.
Esa decisión presidencial clave se vincula -inexorablemente- a los resultados de la negociación que emprendió ayer Guzmán ante los poderosos bonistas que acumulan una acreencia de 66.000 millones de dólares.
Estos bonistas internacionales, que durante semanas observaron al ministro regodearse con sus propios conceptos académicos, esta vez lo vieron con un ritmo más pausado y proclive a escuchar las propuestas que llegaba desde Nueva York a través de una videoconferencia.
No era de esperarse otra reacción: menos del 20% de los acreedores privados convalidaron la oferta argentina que proponía una largo período de gracia, una poda ejemplar en los intereses y una quita menor en el capital aportado. Ese resultado, que el jefe de Estado revisó ayer en Olivos, habría sido determinante para explicar el cambio de tono del ministro.
“Guzmán es Alberto”, contestó un miembro clave del gobierno cuando Infobae preguntó si se había planteado remover al ministro de Economía como único negociador ante los fondos de inversión.
Y remató, antes de continuar con su reunión en Olivos: “No hay que buscar nada raro. Negociamos de buena fe, con las cartas en la mesa, y buscando un acuerdo sustentable que evite default”.
Los bonistas convergen en tres bloques diferentes. Grupo Argentina Ad Hoc, que lidera BlackRock, Fidelity y Ashmore; el Comité de Acreedores de la Argentina, encabezado por Greylock Capital; y el Grupo de Bonistas del Canje, integrado por Monarch, Cyrus, HBK y VR, entre otros fondos de inversión.
Estos representantes financieros tenían una posición hostil y se preparaban para un default con fecha 22 de mayo. Ayer a la tarde, durante las distintas videoconferencia y los chats que cruzaron con Guzmán, se mostraron más abiertos y prometieron acercar un principio de contra oferta antes que caiga la propuesta oficial registrada en la SEC.
El cambio de actitud y su sentido fue informado a Olivos cuando ya había pocas luces encendidas en la quinta presidencial. Así como Alberto Fernández no quiere defaultear la deuda argentina por 66.000 millones de dólares, los fondos de inversión tampoco quieren gastar el tiempo subiendo las escaleras de los tribunales ubicados al sur de Manhattan.
El Presidente no se moverá de su concepto básico sobre la sustentabilidad de la deuda. Es decir: no pagará un sólo centavo de más, si ello implica más pobreza, desempleo y crisis económica. Y esa fue la instrucción que repitió frente a Guzmán durante el cónclave que protagonizó junto a Cafiero y Beliz.
Guzmán llegó al Palacio de Hacienda, reunió a su equipo de trabajo, comentó su cónclave en Olivos e inició las nuevas negociaciones con los bonistas bajo legislación extranjera.
Durante esos encuentros virtuales, los fondos precisaron el menú de opciones que pretenden para cerrar un acuerdo con Argentina y evitar el default. En principio, ese menú tiene tres variables básicas:
1. Reducción del período de gracia.
2. Pagó de los intereses durante la vigencia de ese período.
3. Eliminar la quita de capital.
El Presidente tiene dos opciones frente al vencimiento de la oferta que se consumará mañana en Nueva York. Extiende su vigencia o declara desierto el canje de los títulos soberanos. Si decide prorrogar la propuesta, expresa su decisión de continuar negociando con los bonistas. Si declara desierta, Argentina se encamina a su segundo default en el siglo XXI.
Alberto Fernández se inclinaría por extender la oferta hasta el 22 de mayo, mientras Guzmán y los acreedores privados buscan una fórmula de consenso que evite la quiebra virtual del estado argentino. El 22 de mayo no es una fecha casual: ese día hay que pagar 503 millones de dólares por los intereses de tres bonos Global.
Y si Argentina no paga, cae en default.
Faltan 12 días para la línea roja. En un proceso dinámico que cambia minuto a minuto. Todo dependerá de cuatro jugadores: Alberto Fernández, los bonistas, el Fondo Monetario Internacional y la Casa Blanca.
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