Los grandes acreedores privados afirman que el primer eje que discutirán con el Gobierno en esta fase de la negociación es que se les reconozcan los intereses por el período en el que la Argentina no pague la deuda.
Luego del fuerte rechazo a la oferta inicial del Ministerio de Economía, los principales fondos de inversión comenzaron a debatir cuáles serán los ejes que le presentarán al Gobierno para intentar llegar a un acuerdo y evitar un default.
Uno de los planteos iniciales será que el período de gracia sea sustituido por la capitalización de intereses devengados.
Esta solución, afirman en Nueva York, le daría el oxígeno que el Gobierno para cumplir con su plan de crecer primero para pagar después y, a la vez, le agrega valor a la oferta para acercarla a lo que pretenden los inversores.
Ese monto podría sumarse al capital de los nuevos bonos si el Gobierno no quiere pagar un cupón aparte, explicaron a Infobae desde uno de los principales fondos con los que el Ministerio de Economía pretende llegar a un acuerdo en los próximos 10 días.
¿Esa modificación por sí sola llevaría el valor presente neto de los bonos a 50 dólares, como pretenden varios fondos? La respuesta es que son varias las modificaciones que deberían hacerse a la oferta original.
Pero la principal es que es imposible pensar en una aceptación si se les pretende entregar un cupón con valor cero. Es, afirman, un incentivo a seguir afuera de cualquier futuro canje, luego del fracaso del primero, que concluyó ayer.
A la vez, intentarán que los técnicos del Palacio de Hacienda comprendan que, si los nuevos bonos no tienen un valor atractivo, será una invitación para venderlos en forma masiva apenas sean emitidos en lugar de los viejos títulos. Eso, aclaran por si fuera necesario, redundaría en un perjuicio para la estrategia financiera del país.
El Gobierno, expresan, parece no entender que los inversores con los que dialoga en esta ocasión no son “fondos buitres”, sino los mismos inversores a los que, en el futuro, les volverá a pedir financiamiento.
No se trata de inversores que compraron los bonos a un precio muy bajo y que, sobre todo, afirman que se quedarán con gran parte de los nuevos bonos en sus carteras.
Estas cuestiones formarán parte del diálogo que el equipo económico abrirá este fin de semana con los principales fondos de inversión en la búsqueda de un rápido acercamiento, sin olvidarse del principio de “sustentabilidad”, pero entendiendo que el default está mucho más cerca que antes.
Con un rechazo tan abultado -apenas se consiguió que la mayoría de los tenedores individuales aceptaran, pero, a diferencia del 2005, constituyen una minoría- el equipo de Guzmán deberá tener un enfoque más pragmático, aseguran los acreedores.
La intención de Economía, si el presidente Alberto Fernández avala hoy la decisión, es comunicar el lunes ante la comisión de Valores de los Estados Unidos (SEC, según su sigla en inglés) que postergará el canje previsto para ese día por 10 días, al filo del vencimiento de los bonos globales por 590 millones de dólares.
Si hubiera una mejora en la oferta -ya sea por la vía mencionada de capitalización de los intereses, de un menor período de gracia, o de una reducción de la quita de capital- los cambios aplicarían a los bonistas que ya expresaron su consentimiento para canjear sus bonos. Otro pedido de los bonistas es reducir el período de maduración de los nuevos bonos más largos.
Pero, más allá de esta discusión individual por los instrumentos elegidos, los grandes tenedores quieren rediscutir con el equipo económico los supuestos sobre los que se basó la oferta original, al afirmar que se planteó un objetivo de superávit primario muy modesto en el mediano plazo.
Como lo aclaró un pragmático negociador que tiene muy buenos vínculos con el Gobierno: ¿Cuál es el costo de plantear un escenario más optimista para el mediano plazo, a un costo nulo para la actual gestión presidencial, si eso redundara en una mejor predisposición por parte de los bonistas?
La otra cuestión clave es que, aunque se sabe que seguirán los dardos cruzados, haya una discusión sin golpes bajos -como la filtración de documentos reservados- con la premisa de que, cuando uno se sienta a negociar, como ocurre en un conflicto bélico, no elige a sus adversarios, sino que debe tratar de llegar con ellos al mejor entendimiento posible.
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