Que el lector no crea que esta nota es de erudición destacada. Solo pone sobre la mesa consideraciones elementales para entender parte del presente que vivimos y establecer unas líneas básicas sobre lo que puede venir.
El fenómeno inflacionario lamentablemente no suele definirse en forma precisa. Y ello, lleva a errores en las decisiones. No creo que la inflación sea, exactamente, el aumento en el nivel general de precios. Más bien, es un fenómeno de raíz monetaria, que lleva a la depreciación sostenida del peso en un considerable período. En otros términos: se trata de la pérdida de valor de la moneda, cuya consecuencia se advierte en los precios, al menos en el largo plazo.
Puede haber varios elementos que inciden en su intensidad, pero las causas fundamentales no están en los costos; están en el continuo exceso de oferta monetario, tanto por emisión monetaria como disminución de la demanda de pesos durante un período de cierta extensión.
Algunos preguntarán ¿y qué es la demanda de pesos? Pues bien, es la demanda de la gente para guardarlos, en el bolsillo, en el cajón o en el banco. Y… ¿por qué se demandan los pesos? En nuestro país, nadie quiere retenerlos porque pierden poder adquisitivo. La gente sólo los quiere para realizar transacciones prácticamente instantáneas. El peso ha perdido una de las funciones de la moneda: no es más reserva de valor; por ello, no sirve para ahorrar. Tampoco, como unidad de cuenta en forma intertemporal. En una economía de trueque se asemejaría a una manzana por lo rápido que se pudre.
En nuestro país como en pocos, la demanda cae cuando crece la tasa esperada de inflación, dada la historia de nuestra moneda, de permanente depreciación.
Dijimos que la raíz de la inflación es monetaria. ¿Por qué? Porque ésta surge del déficit fiscal permanente. Y acá hay que remarcar algo: el punto no es estrictamente el déficit, el punto es el gasto público que supera las posibilidades del fisco.
Nadie guarda los pesos bajo el colchón y así circulan velozmente. También, los depósitos bancarios rotan rápidamente. La velocidad de circulación de los pesos tiene el mismo efecto inflacionario que un incremento de la masa monetaria
Si la gente se da cuenta de que el peso pierde valor cada vez más rápidamente, entonces se desprende de éste más aceleradamente. Trata de gastarlo con rapidez o cambiarlo por dólares u otros valores estables.
Nadie guarda los pesos bajo el colchón y así circulan velozmente. También, los depósitos bancarios rotan rápidamente. La velocidad de circulación de los pesos tiene el mismo efecto inflacionario que un incremento de la masa monetaria. Por eso, los argentinos eligen el dólar como su reserva de valor e incluso para hacer transacciones.
El problema estructural es el nivel de gasto público, tan alto y de baja calidad; ergo: no existe mecanismos para financiarlo. A éste ahora se une el abrupto y comprensible aumento del gasto para amortiguar los efectos de la cuarentena y del coronavirus; para aliviar la situación social.
La raíz de la inflación es monetaria. ¿Por qué? Porque ésta surge del déficit fiscal permanente. Y acá hay que remarcar algo: el punto no es estrictamente el déficit, el punto es el gasto público que supera las posibilidades del fisco
Probablemente, la última gran crisis (2001-02) sea menor a la que estamos atravesando. Hasta el año 2001, las expectativas inflacionarias eran más reducidas, pues la década del ´90 fue un período sin inflación. Con la historia reciente, las expectativas de inflación por parte de la gente son enormes. Desde el año 2014, la inflación ha seguido un camino de persistente ascenso. ¿Algo favorable para decir? A diferencia de aquélla, hoy el cuadro institucional es de mayor fortaleza. Y esto puede ayudar.
La irrupción de la pandemia encontró a la economía en fragilidad extrema. Para paliar sus consecuencias, el Gobierno está implementando una serie de medidas que exigen un elevado financiamiento. Y no le queda otra vía que la de la emisión, a un ritmo aún mayor al que venía desarrollando, en un cuadro de debilitamiento en la recaudación. La caída en la velocidad de circulación del dinero entre la gente y las pymes, a partir del aislamiento, con la excepción del dólar que es requerido como reserva de valor, atenúa la suba de precios.
La tasa de inflación todavía no ha crecido porque la propia cuarentena deprime la velocidad de circulación del peso, pero en un futuro muy cercano lo hará.
Y ella, dadas la situación descripta, puede llegar a niveles próximos a una hiperinflación. Ojalá no sea para tanto.
Con este cuadro, sería bueno que el sector público muestre al resto de la gente algún grado de sacrificio.
El autor es Profesor de la Universidad del CEMA (UCEMA)