Con más de 1,2 millones de trabajadores suspendidos y con descuentos ya acordados del 25%, millones de monotributistas y autónomos en serios problemas y centenares de miles de pymes que a duras penas pagaron los sueldos de marzo y no saben aún cómo completarán los de abril e incluso si podrán seguir en pie, el Gobierno reconoció los gravísimos costos que las medidas para contener la pandemia de la COVID-19 han causado a la economía argentina.
Sin saber aún cómo será la evolución del “distanciamiento social”, ni el proceso de salida de las sucesivas cuarentenas (que puede tener avances y retrocesos, según sean los resultados sanitarios), es difícil prever qué economía emergerá de la post-pandemia. Pero las previsiones iniciales, tanto a nivel mundial como nacional, no son auspiciosas: será una economía más pobre, más endeudada y más desigual.
En un artículo para Project Syndicate, Nouriel Roubini, apodado el “Doctor Catástrofe” por haber previsto la crisis financiera 2008/2009, enumeró 10 características de lo que llamó la “Depresión más grande” que la iniciada en 1929 y que marcó los años treinta del siglo pasado.
1. Roubini avizora una mundial híperendeudada y una era de defaults masivos, por el aumento de los déficits fiscales y la pérdida de ingresos de empresas y familias, que llevará a una cadena de insolvencias y comprometerá los sistemas bancarios.
2. La mayor conciencia sobre la necesidad de mejorar los sistemas de salud pública acentuará el déficit de los sistemas jubilatorios debido a la “bomba de tiempo demográfica” de los países avanzados.
3. Depresión, dibujando una evolución del PBI mundial en forma de L.
4. Pérdida de respaldo de las divisas, por la necesidad de monetizar los déficits) resultará en un período de estanflación (estancamiento con inflación).
5. La “disrupción digital”: millones de personas perdiendo sus actuales trabajos o trabajando por menos y en medio de crecientes brechas salariales. Para prevenir futuros “shocks de oferta” (como el derivado del cierre inicial de gran parte de la economía china), dice Roubini, las firmas transnacionales llevarán de vuelta a sus países de origen gran parte de la producción, pero con más automatización que empleo de mano de obra local.
Se trata, esta última, de la acentuación de una tendencia pre-existente. Ya antes de la pandemia, un estudio de la consultora PwC sobre robotización y empleo proyectaba el potencial de reemplazo de trabajo humano por robots en distintos sectores de la economía, a partir de tres “olas” tecnológicas, la de los algoritmos, basada en la automatización a través de esquemas computacionales (que afecta sobre todo a las finanzas, la información y las comunicaciones), la de “aumentación”, focalizada en la automatización de tareas repetitivas, y la más compleja de “autonomía”, para reemplazar tareas que requieren una destreza física superior o la respuesta a situaciones dinámicas.
Según ese estudio, transporte, almacenamiento, industria y construcción serán los sectores donde más avanzará la robotización a expensas del trabajo humano (que podría reemplazar en más de 50% hacia 2030), mientras que las áreas de más difícil reemplazo son la educación, la asistencia humana y social y servicios de atención como los que implican la comida y la hotelería, donde de todos modos se proyecta una tasa de reemplazo cercana o superior al 10 por ciento.
La segunda mitad del decálogo de Roubini tiene más características de tipo político.
6. "Desglobalización”, implicará más restricciones al movimiento de bienes, servicios, capital, tecnología e información. Ya se está viendo, apunta Roubini, en los sectores farmaceútico, de alimentos y de equipamiento médico.
7. Revuelta contra la democracia, en la medida que líderes populistas canalicen el descontento emergente de una economía estancada, con alto desempleo y más desigual. Si esa retórica tiene eco en las clases medias, se reforzarán la restricciones migratorias y comerciales.
La “desglobalización” implicará más restricciones al movimiento de bienes, servicios, capital, tecnología e información. Y ya se está viendo en los sectores farmaceútico, de alimentos y de equipamiento médico
8. Choque geoestratégico entre EEUU y China, que podría extenderse a una “nueva Guerra Fría” en la que contra EEUU se alinearán también Rusia, Irán y Corea del Norte.
9. Creciente integración del sector privado “high tech” norteamericano con el aparato de seguridad nacional, deja-vu del “Complejo Militar-Industrial” de la vieja Guerra Fría.
10. Riesgo de disrupciones ambientales cada vez más severas y costosas y de nuevas pandemias, recordando que desde los 80s el mundo ya vio la del SIDA (80s), SARS (2003), H1N1 (2009), MERS (2011), Ebola (2014-16) y el actual coronavirus.
La economía argentina
Para el caso local, el economista Víctor Beker, director del Centro de Estudios de la Nueva Economía (CENE) de la Universidad de Belgrano, reconoce que es aún difícil proyectar cuál será la magnitud del impacto negativo sobre el PBI 2020, aunque cita la proyección de Cepal (caída del 6,5%) y marca diferencias entre el sector agropecuario, que siguió trabajando a pleno y cuya evolución dependerá más de factores climáticos que de la pandemia, la industria, muy fuertemente afectada, y los servicios, que tuvieron suerte muy variada: desde turismo, hotelería, gastronomía y comercio minorista casi en colapso, hasta sectores como tecnología e informática, que aceleraron el impulso que ya tenían.
“Una lección de la pandemia es que trabajos antes intensivos en mano de obra son susceptibles de reemplazo”, dice Beker. Otra enseñanza, agrega, es que “los humanos se enferman y contagian; los robots no, así que alguien tenía dudas sobre la utilidad de la robotización, esto le va a dar un impulso enorme”.
En ese nuevo mundo, dice Beker, habrá tasas de desocupación “más altas de las que estamos acostumbrados, al menos en los próximos años”. Si habrá, prosigue, empleos muy bien remunerados, pero para relativamente pocos; la brecha entre remuneraciones se va a ampliar; es una tendencia, por más que se trate de morigerar”.
Una lección de la pandemia es que trabajos antes intensivos en mano de obra son susceptibles de reemplazo (Víctor Beker)
Beker advierte contra el riesgo de que, pasada la pandemia, el excedente monetario actual (que ahora sólo se manifiesta en la presión sobre el dólar) derive en riesgo hiperinflacionario, lo que hará necesario manejar bien la salida. Un paralelo –admite- podrían ser las transiciones de las economías ex soviéticas, en particular Rusia, donde la producción colapsó y el Estado debió emitir para contrarrestar la abrupta caída de los ingresos de la población. “Rusia hasta cambió el signo monetario (se creó el “nuevo rublo”) recordó Beker y cometió errores importantes, que sería útil volver a estudiar, para no repetir.
Por cierto, el profesor de la Universidad de Belgrano está convencido de que el actual gobierno ya se embarcó en una política de aislamiento que que tiene cierto “consenso implícito” de la sociedad y que a nivel mundial ganó impulso a partir de Donald Trump. “Creo que vamos a una política más proteccionista, más de cierre de las importaciones, más del tipo vivir con lo nuestro”, concluyó.
La era del híperendeudamiento
En cuanto al peso decisivo que el endeudamiento tendrá a nivel global y local, el Instituto de Finanzas Internacionales, centro de estudios y lobby de la gran banca internacional, actualizó a principios de abril su “Monitor de Deuda Global” y estimó que, debido al efecto combinado de la contracción económica y los paquetes fiscales para morigerarla, hacia fin de año la relación Deuda/PBI global subirá del actual 322 a a 342% del PBI mundial y sólo este año vencen bonos por 20 billones (millones de millones) de dólares.
Debido al efecto combinado de la contracción económica y los paquetes fiscales para morigerarla, hacia fin de año la relación Deuda/PBI global subirá de 322 a 342% del PBI mundial (Instituto de Finanzas Internacionales)
Países como Italia y Japón, cuyas deudas ya sobrepasaban el PBI, pasarán a proporciones superiores e incluso la deuda de EEUU, estimó Stephen Roach, ex economista jefe de Morgan Stanley y actual profesor de la Universidad de Yale), llegará a fin de 2020 a 106% del PBI norteamericano.
En el estudio del IIF puede observarse, por caso, que mientras las deudas “soberanas” de las economías avanzadas aumentaron (eje vertical) 40% entre 2007 y 2019, en gran medida por las políticas para combatir la crisis financiera 2008/09, la deuda soberana argentina aumentó poco menos de 30% y se encuentra a la misma altura en el eje horizontal, que mide el cambio en las deudas personales y corporativas.
Desde la crisis de 2008 hasta 2019, precisa el informe, las deudas soberanas se duplicaron, de USD 35 a 70 billones. Sólo la deuda de los mercados emergentes en moneda extranjera, precisa el IIF, suma USD 5,3 billones, de los que USD 730.000 millones deben ser refinanciados antes de fin de año.
El “Monitor” del IIF incluye todo tipo de deudas (personales, corporativas y soberanas) y alerta que el “impacto de la COVID-19” será más fuerte en aquellos países con deudas corporativas sean más altas en relación a las reservas de la economía (eje vertical) o con mayor porcentaje de empresas en que la deuda supere a los activos (eje horizontal). En ese sentido, destaca en rojo cinco economías: Argentina (la de más alta relación de deuda corporativa de corto o mediano plazo en relación a reservas) e India (la segunda) y España, Tailandia y Turquía, como aquellas en que cerca de 40% de las empresas tienen deudas superiores al valor de sus activos.
Para las perspectivas argentinas en el mundo post-pandemia será clave el resultado de la restructuración de deuda en que está empeñado el gobierno. Pero lo que los datos del IIF muestran es que un default soberano llevaría probablemente a importantes defaults corporativos y una absoluta sequía de crédito internacional.
Hasta qué punto la economía global o las economías nacionales podrán manejar semejantes niveles de endeudamiento dependerá fundamentalmente del crédito (en el sentido más profundo de confianza) que le otorguen sus propios ciudadanos o los del resto del mundo. A diferencia de las personas, el horizonte de los países se extiende varias generaciones.
Para el el economista Ricardo Arriazu la Argentina “no tiene un problema de solvencia a pesar de que creció la deuda; la dificultad es que no le renuevan el crédito. Y sin renovación no hay país ni empresa ni banco que pueda sobrevivir”. Los países ricos, que están combatiendo la pandemia a fuerza de emisión y paquetes fiscales, resaltó el destacado consultor de empresas, tienen reservas, moneda, confianza y crédito, la Argentina, no. No hay riesgo de hiperinflación, por ahora, señaló, pero habrá que cuidarse en la etapa post-pandemia, si es que el país aspira a recuperar no sólo la economía sino también la confianza en el futuro.
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