Demián Español lleva 20 años en el negocio gastronómico. Tuvo bares, paradores en la playa y barras para eventos. Varias aperturas, cierres y cambios de rumbo. En los últimos años se afianzó en el rubro de cafeterías con su pequeña cadena, “Acacia Negra”, que incluye una fábrica de pastelería en Villa Urquiza y dos locales en Villa Devoto y Paternal. Apenas unos meses atrás —en febrero— se había animado al tercer local en el barrio de Núñez. Pero solo estuvo abierto unas pocas semanas.
“Jamás me pasó algo así. Cerré, abrí, vendí, fracasé pero siempre seguí adelante. Lo miro ahora, y el camino fue exitoso. Desde los 23 años que soy mi propio jefe. Pero este año está perdido, no sé si voy a poder volver a abrir”, explicó Español.
Cerré, abrí, vendí, fracasé pero siempre seguí adelante. Lo miro ahora, y el camino fue exitoso. Desde los 23 años que soy mi propio jefe. Pero este año está perdido, no sé si voy a poder volver a abrir
A pesar de tener los tres locales cerrados desde el comienzo de la cuarentena, el emprendedor detalló que tiene un costo de $450.000 por mes, entre salarios, alquileres y pago de servicios. Pidió dinero prestado para cubrir una parte, pero no sabe cómo podrá seguir adelante y lamenta la falta de ayuda para el sector de gastronomía que será uno de los últimos en poder volver a funcionar.
“Y en mi caso son locales pequeños, de 40 metros cuadrados, con mesas afuera. Bajé mucho los costos. Es un negocio familiar donde está mi tía, que se ocupa de la producción de pastelería, mi tío y mi pareja. Fuimos creciendo, fue un trabajito de a poco. Armamos la clientela, un nombre", enumeró Español.
El emprendedor lamentó que el Gobierno no haya implementado una ayuda más rápida y directa para los que tienen comercios. “No se tomaron decisiones económicas en paralelo a la cuarentena para comerciantes o pymes. No hay sensibilidad. Hablan de una pyme como si fuera una empresa multinacional. Yo no puedo tomar un crédito si estoy cerrado y no sé cómo lo voy a pagar después. No es un tema de que te paguen la mitad de los salarios. El Estado no se hace cargo ni siquiera de la luz y el agua. Nuestros empleados son personas de entre 40 y 65, con hijos, que valoran tener un trabajo", señaló.
Esta semana comenzaran a ofrecer delivery, aunque Español reconoce que es más difícil para los emprendimientos que hasta ahora no lo tenían implementado. Pero su preocupación es por el día después. “¿Con qué plata voy a volver a abrir? ¿Cómo empiezo de cero? El dólar está a $120 y la bolsa de harina va a pasar de $1.500 a $3.000. No hay posibilidad de que esto vuelva a arrancar hasta el año que viene”, indicó.
"El tercer local que abrimos se iba a ir pagando con los otros tres y si tenía algo de ahorro, ya no lo tengo más. El negocio gastronómico fue mal en diciembre, enero y febrero y casi todo el mundo tuvo que poner plata encima”, agregó Español.
En los últimos años, las cosas no fueron bien para el sector gastronómico y por la caída del consumo tuvo que cerrar los dos locales que había abierto en Barracas y Villa Ortúzar. Este año, había decidido apostar nuevamente por crecer, pero la pandemia frustró todos sus planes. En las póximas semanas, debería renovar sus contratos de alquiler, pero aun no sabe cómo enfrentar esa situación. “El propietario vive del alquiler. El empleado vive de su salario. Nos vamos a empezar a pelear entre nosotros”, concluyó.
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