Las tres “D” que acechan a la economía argentina: devaluación, default y depresión

La cuarentena está degradando el aparato productivo y la ya delicada situación social. Pero los elevados niveles de desconfianza en la política económica del Gobierno agravan mucho más el panorama hacia adelante

El presidente Alberto Fernández (Franco Fafasuli)

La Argentina está viviendo un 2002 en cuotas. La salida de la convertibilidad llevó en menos de dos meses el dólar de 1 peso a poco más de 3 pesos. Desde agosto de 2019 hasta ahora el tipo de cambio también se triplicó: pasó de $40 hasta rozar los $120 y seguramente continuará en ascenso en las próximas semanas. Aquella crisis encontró a la Argentina en default, igual que ahora. La falta de empleo y la caída de ingresos por el salto inflacionario provocó un récord de pobreza a más del 50%. Ahora el Gobierno reconoció que podría tener un gran incremento en la cantidad de pobres. La cifra superaría cómodamente el 40%.

El freno casi total de la economía que generó la cuarentena obligatoria a causa del coronavirus ya está haciendo estragos y todavía no se vio lo peor. Las últimas estimaciones de consultores, bancos y sociedades de Bolsa indican que el bajón podría ser incluso peor de lo que se venía estimando en las últimas semanas. Ya se habla de una caída del PBI superior al 7% pero que podría llegar hasta el 9%. El déficit fiscal podría llegar a 6% del PBI. Se estima una inflación de entre 60% y 70%. Y en relación a la cotización del dólar, ya directamente se dejaron de publicar proyecciones para el año.

Ante este tremendo panorama que hay por delante, también aparecen los optimistas: ¿no estábamos peor en 2002 y se salió adelante? Se trata de una duda razonable. ¿Y si la Argentina se recupera ahora como pasó hace 18 años y vuelve a crecer?

El ministro de Economía Martín Guzmán (REUTERS/Agustin Marcarian)

El mundo está apostando a una salida de la crisis económica desatada por la pandemia con forma de “V”, es decir una caída muy profunda, pero una salida bien contundente. Se estima que para el primer trimestre del 2021 todo lo perdido en estos meses ya se habrá recuperado. Por supuesto algunos sectores quedarán mucho más golpeados, especialmente los vinculados al turismo (hoteles, cruceros, líneas áreas por ejemplo) y otros deberán adaptarse a las nuevas modalidades de teletrabajo que llegaron para quedarse.

Pero no todos tendrán la misma fortaleza. “Sólo cuando baje la marea se sabrá quién nadaba desnudo”, indica un viejo refrán. Hoy el coronavirus es una marea que llevó el agua al cuello a la mayoría de las sociedades alrededor del mundo. Pero la marea bajará y allí se sabrá quién es quién.

Aunque tienen un origen diferente, hay muchas similitudes entre la crisis del 2002 y la actual desatada por la cuarentena obligatoria. Pero aún es un ministerio si el Gobierno podrá conseguir un repunte parecido al de aquella crisis desatada por la explosión de la Convertibilidad

Todo parece indicar que la Argentina es uno de los países que está “desnudo”, aunque ahora todos parecen igualmente afectados por el golpe producido por la pandemia. La economía fue sorprendida en una situación de extrema debilidad. Acumula dos años de recesión con fuerte caída del nivel de ingresos y casi diez años de estancamiento. Está en situación de default, es decir sin acceso alguno a los mercados financieros y con bajísimos niveles de inversión. Todo esto expone a la economía a una gran emisión monetaria para ayudar a los sectores más afectados por la cuarentena, con el peligro de un mayor impacto en el tipo de cambio.

El Gobierno extendió el aislamiento obligatorio hasta el 10 de mayo (Adrián Escandar)

Algunos países de América Latina demostraron en los últimos días que no todos están igual parados ante esta crisis inédito. Perú y Paraguay consiguieron financiarse en los mercados internacionales a tasas inferiores al 5% anual, a través de la emisión de bonos. De esta forma, tienen mayor flexibilidad para afrontar el fuerte aumento del gasto que implica enfrentar la pandemia.

El mundo entró en recesión por culpa del coronavirus. Y es probable que salga de la misma ni bien se termine la pandemia. La Argentina, en cambio, estaba en recesión antes que se desate el drama de la enfermedad. Y hoy lo más probable es que siga así aún cuando se terminen los efectos de la cuarentena.

Las decisiones que dependen del Gobierno y que no están relacionadas al menos directamente con la pandemia, sólo logran aumentar el clima de incertidumbre y desconfianza respecto a lo que viene. Los inversores y los empresarios las ven como verdaderos palos en la rueda para el “día después”.

A diferencia del resto del mundo, Argentina ya estaba en recesión antes de que estalle el coronavirus. Esas debilidades serán las que compliquen todavía más la salida de la crisis, que en muchos países se espera que sea rápida.

La oferta del ministro de Economía, Martín Guzmán, para salir del default cayó muy mal en el mundo de las finanzas. Consideran que es demasiado agresiva y que hay margen para un esfuerzo mayor. La suba del riesgo país a más de 4.000 puntos y el salto del dólar libre esta semana no hicieron más que reflejar estas dudas.

Hoy por hoy el escenario más probable es que la deuda quede en una suerte de “limbo”: una porción de los bonos entraría canjeado y otros quedarán en default por un plazo prolongado. Algo parecido a lo que sucedió en el canje de 2005, cuando el 76% de la deuda fue canjeada pero el otro 24% quedó impago. Si se repitiera ese porcentaje de aceptación podría ser considerado un triunfo para Guzmán. Pero aún está muy lejos de lograrlo.

El impulso de un nuevo impuesto a la riqueza de parte del oficialismo ya provocó las primeras respuestas formales del empresariado. El viernes el Foro Convergencia, donde confluyen más de 35 cámaras empresarias, manifestó su oposición a la medida y advirtió que va en contra de captar nuevas inversiones. Varios tributaristas ya salieron a plantear la inconstitucionalidad de la ley si es que se aprueba.

Más allá de la crisis “importada”, la política económica está lejos de llevar tranquilidad. Una propuesta muy agresiva por la deuda, el nuevo impuesto a la riqueza y la decisión de bajarse de las negociaciones del Mercosur para avanzar con acuerdos de libre comercio sólo suman incertidumbre

Se trata, explican, de un nuevo gravamen sobre los mismos bienes que ya tributan el impuesto a las Bienes Personales.

En las últimas horas se sumó a esta lista polémica la decisión del Gobierno de abandonar las negociaciones de libre comercio que venía encarando el Mercosur. Más allá de las consecuencias prácticas, luego el propio canciller Felipe Solá explico con claridad cuál es el objetivo buscado: cerrar más la economía para “proteger a las empresas y el empleo de los argentinos”. Las entidades agropecuarias agrupadas en la Mesa de Enlace fueron las primeras en salir a criticar la medida. Advierten que la Argentina podría perder valiosos mercados de exportación.

El canciller Felipe Solá (REUTERS/Adriano Machado)

Es decir que la Argentina vuelve a un modelo de fuerte proteccionismo, que difícilmente le permita multiplicar sus exportaciones y conseguir más dólares para equilibrar el mercado cambiario. Sin embargo, el propio Presidente y su equipo llegaron al poder planteando la necesidad de venderle más al mundo y conseguir más dólares del mercado comercial. El coronavirus y quizás otro tipo de presiones le hicieron cambiar de parecer.

En el medio de la tormenta económica, desde Wall Street algunos empresarios locales comenzaron a hablar de un posible recambio de Gabinete, ensayando amargas críticas contra Guzmán. Consideran que el ministro de Economía no está a la altura de llevar adelante el canje de deuda y que expone peligrosamente al país al default.

En el fondo, imaginan un cambio parecido al del ministro Jorge Remes Lenicov en 2002, cuando luego de su renuncia asumió Roberto Lavagna. Eso ayudó no sólo a oxigenar sino a pegar un verdadero golpe de timón en las expectativas.

Las especulaciones giran en torno a un grupo de economistas y especialistas en otras áreas que trabajan cerca de Sergio Massa. Sin embargo, Alberto Fernández no dio una sola muestra en público ni en privado de estar pensando en un cambio para un puesto clave. Y parecería demasiado prematuro hacerlo.

Primero habrá que ver el resultado del canje y cómo se prepara la salida de la pandemia desde el punto de vista económico. Recién entonces estarán los elementos para definir si realmente hace falta un recambio en Economía o en otras áreas. Sería un error subestimar el rol de Cristina Kirchner dentro de la fórmula presidencial. Ella fue quien dio visto bueno de Guzmán, como discípulo del premio Nobel Joseph Stiglitz. Pero también quien eligió a otros personajes claves para las decisiones económicas como Alejandro Vanoli en la ANSES y Miguel Pesce en el BCRA. Difícilmente se pueda avanzar en un recambio tan sensible sin su visto bueno.

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