El pecado original de la política argentina fue duplicar el tamaño del Estado apoyado en el boom de los precios de las materias primas agrícolas, con ingresos que finalmente fueron coyunturales. Tras la crisis subprime de 2009 bajó el precio de la soja y el “Estado presente” quedó desnudo. Imposible de financiar. Desde esa fecha es que la Argentina dejó de crecer.
A partir de entonces y para evitar el ajuste fiscal, el Estado salió a buscar los fondos que reemplacen al “yuyito”, y nunca alcanzó, a saber:
1. Se probó elevar la presión impositiva a nivel récord;
2. Se confiscaron los ahorros privados en las AFJP;
3. Se estatizó a YPF para quedarse con la renta energética;
4. Se usaron las reservas del BCRA, administradas a cuenta gotas con el primer cepo cambiario;
5. Se le pidió plata a China y se puso a funcionar nuevamente la maquinita del Banco Central de la República Argentinba;
6. Cambió el gobierno en 2015 e hizo un blanqueo impositivo;
7. Cambiemos tomó deuda con residentes y luego con acreedores externos; y después obtuvo un mega préstamo del FMI.
Es ahí cuando llega el actual Gobierno. Cuando ya no hay activos por manotear, ni pasivos por tomar. Sólo se tiene la “maquinita” del Banco Central para enfrentar el déficit fiscal que se gestó en la década ganada.
Sólo se tiene la “maquinita” del Banco Central para enfrentar el déficit fiscal que se gestó en la década ganada
Pero alimentar al Estado con este placebo de papeles rápidamente los escupirá en forma de inflación. Y ahí llega la COVID-19. Si no se ahorró en las buenas, no se puede pretender pasarla bien en las malas. De hecho, el Gobierno sabe que esto termina con “diez puntos más de pobreza”, a 45% de la población.
El plan de reestructuración de vencimientos
Ecuador tampoco puede pagar la deuda en este contexto y les pidió tiempo a sus acreedores para negociar después de la pandemia.
Pero el Gobierno argentino tomó un camino más altanero. Hizo una oferta unilateral y dio un ultimátum de 20 días para aceptarla, amenazando que es eso, o el default.
La oferta es una quita simbólica sobre el capital, pero dinamitando los intereses a pagar, además de extender los plazos de pago. En números, la deuda externa a negociar suma USD 66.000 millones y la oferta propone una quita de USD 3.600 millones sobre el capital (5,4%), pero recorta en USD 37.900 millones el pago de intereses, casi dos tercios del total. Sobre ello exige un periodo de gracia de 3 años y postergar casi una década los vencimientos.
A grandes rasgos, a precios de mercado y con una tasa de descuento del 12% anual, la oferta ronda los USD 33 por cada USD 100 que debe la Argentina, lo que implica una quita del 67 por ciento.
Por supuesto que el Gobierno podría mejorar la oferta sin recortar tanto los intereses. Más recordando que el FMI financia al 3,5% anual y la propuesta tiene una tasa de interés promedio que pasa del 6% al 2,3% anual.
Si no se ahorró en las buenas, no se puede pretender pasarla bien en las malas. De hecho, el Gobierno sabe que esto termina con “diez puntos más de pobreza
Pero igual de importante sería reducir la percepción de riesgo (la tasa de descuento) y eso sólo se logra mediante la presentación de un plan macroeconómico que permita explicar cómo Argentina aumentará su capacidad de repago de esta deuda. Después de todo, los mismos que entraron al canje del 2005, ahora le proponen un nuevo canje. ¿Qué garantía hay que no los vuelvan a deshonrar en unos años?
Previo a la COVID-19, el nuevo Gobierno no sólo no presentó un plan económico, sino que los pocos pasos que dio fueron en dirección a relanzar el clásico plan que llevó a la Argentina al fracaso y a la sucesión de default. Esto es: pisar el dólar, pisar tarifas, cerrar la economía, alimentar la demanda con gasto público y financiar todo con emisión monetaria. Si ese programa funcionara, Argentina sería potencia desde que lo inició Domingo Perón. Pero sucedió todo lo contrario.
La importancia de reconstruir el ahorro
En definitiva, la pandemia se suma a los problemas de estructurales de la Argentina. Un modelo económico que ya tiene décadas para demostrar que no funciona, y que esa falta de crecimiento económico lo busca tapar con gasto público y el relato de “Estado presente”. Estrategia que le suma un segundo problema: una eterna inflación para financiarlo, cuando no se consume el poco ahorro privado que encuentra. Sin ahorro no hay inversión, y sin inversión no hay crecimiento. La Argentina de los últimos 80 años.
La pandemia se suma a los problemas de estructurales de la Argentina. Un modelo económico que ya tiene décadas para demostrar que no funciona, y que esa falta de crecimiento económico lo busca tapar con gasto público y el relato de “Estado presente”
Países que ahorraron, tienen crédito y tiene moneda, podrán pasar la crisis de la COVID-19 apoyado en ellos.
Pero Argentina no ahorra por su amor a John Maynard Keynes, dilapida el crédito cuando lo dispone y en su historia le quitó 13 ceros a su propia moneda, por lo que está crisis no será fácil de sobrellevar.
Pero si también se pelea con sus acreedores, muchos de los cuales confiaron en 2005 de la misma manera que lo hicieron en 2015, es una clara muestra que Argentina sólo busca un chivo expiatorio, además de no entender dónde se origina su crisis eterna.
El autor es director y Economista Jefe de Econométrica, Economic Research & Forecast
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