Los hábitos de consumo han sufrido profundos cambios en sus rutinas en las últimas semanas por efecto de la Covid-19, con un mercado totalmente cerrado las compras se paralizaron y sólo quedaron los salones de los supermercados y los mercados de cercanía como una de las pocas opciones de compra y, principalmente, de salida en medio del aislamiento social opción.
Cuando comience la apertura del aislamiento extremo la sociedad seguramente encarará la forma en la que consumirá de una manera diferente, como consecuencia de haber adoptado nuevos hábitos de consumo en particular en la forma en que hubo que comenzar a vivir. Así ya se empieza a ver en todas las imágenes que llegan del mundo y también se refleja en las encuestas locales.
En lo que se refiere a los hábitos de consumo se observa un claro giro hacia los comercios de cercanía, con mayor uso de efectivo, y caída del flujo hacia los supermercados pese a que permite las compras con tarjeta; y creció el uso del comercio electrónico a través de las aplicaciones con entrega puerta a puerta.
El economista y especialista en consumo Damian Di Pace observa dos procesos. El primeros es cómo en la previa al aislamiento hubo un fuerte incremente en las compras de los locales de cercanía y, después, como empieza a disminuir, más teniendo en cuenta que se convierten en la única salida.
El ticket promedio de los locales de cercanía en la previa al aislamiento era de poco más de $570 y se llevaban 8,3 productos, con la cuarentena ya establecida, bajó tanto el gasto como la cantidad de productos. “Se convirtió en la salida en este contexto. Y hasta también se puede ver esto en la reposición, donde creció mucho la venta de harina, huevo, levadura porque hay mucha más gente cocinando porque contamos con mucho más tiempo. La contracara de eso es el delivery, una herramienta que suplantaba un recurso escaso que es el tiempo”.
Creció mucho la venta de harina, huevo, levadura porque hay mucha más gente cocinando porque contamos con mucho más tiempo (Damián Di Pace)
El titular de la consultora Focus Market entiende que el distanciamiento social “llegó para quedarse, por lo menos hasta que aparezca una vacuna" y que esto también impactará en el consumo de otro sector que hoy está paralizado y que aún no sabe cómo se reconvertirá: el entretenimiento.
Una particularidad que señala Di Pace es que el comercio electrónico que en otros mercados mostró un fuerte crecimiento, en la Argentina encuentra dos barreras: “está creciendo, pero lo podría hacer a un ritmo mayor, el problema es que tenes mucha informalidad por un lado y, por el otro, una fuerte presión fiscal que hace que el dueño de una zapatería de barrio que quiere usarlo esté limitado”.
Carolina Suárez, asesora de la Comisión Defensa del Consumidor de la Legislatura porteña concuerda con Di Pace en que “la salida a hacer las compras se convirtió en algo sustancial", pero marca la diferencia entre cómo compran los hombres y las mujeres. “Sin hacer una generalización ni mucho menos, lo que se observa es que la mujer tiene una compra más racional que el hombre y esta es una buena oportunidad para ese aprendizaje y de esa manera tener un cambio de hábito del consumo”.
Aunque Suárez no es muy optimista respecto a si habrá cambios relevantes a la hora de la vuelta a la “normalidad” ya que, señala, la experiencia de 2001 “realmente nos dejó muy poco como consumidores”, hizo referencia a cómo impactará la canasta tecnológica y la de limpieza dentro del modelo de “consumo de guerra” que hoy se está aplicando.
“La economía de la sociedad está muy golpeada por lo que el consumo hoy está pensado en menores ingresos, con la aparición de dos canastas. La primera es la canasta de limpieza, por lo que hoy hay que elegir entre el congelado o el lampazo. La segunda es la canasta tecnológica: netflix, spotify, etc. Todavía hay que ver cómo se encausan estas necesidades al bolsillo”.
Para Suárez, el cambio más radical puede llegar de la mano de algo que entiende una deficiencia de los consumidores argentinos: los presupuestos. “Nadie sabe hacer un presupuesto, nadie sabe cuánto gasta. Hoy hacer un presupuesto es una herramienta fundamental para saber reordenar los gastos. Eso sí sería un gran cambio de hábito”
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