El ingeniero mecánico Roberto Le Bas, argentino de cuarta generación, trabajaba en Acindar. Primero en laminación, en la producción de clavos y alambres. Luego, en la parte técnica de ventas. En la empresa sabían que había montado un taller en el patio de la casa de su madre en Rosario, donde fundía chatarra y hacía cosas chicas, como fajas de estaño para el sellado de cajones mortuorios. La empresa necesitaba hacer lingotes de aluminio y lo desafiaron: “Tenemos dos toneladas, ¿te animás a fundirlas?”
Tal el origen, en 1977, de Jols (por Jozami, Osorio y Le Bas, los socios de origen), nacida como productora de desoxidante y elaboración de aleaciones metálicas, y Fexa (Fundición y Extrusión de Aluminio), ambas SRL, ambas de los Le Bas: Roberto y sus cinco hijos: Andrés, Esteban, Ignacio, Orestes y Ulises, en riguroso orden alfabético.
La producción inicial creció a la par de las quejas de los vecinos por el tránsito de camiones con chatarra. En 1982, Roberto compró un lote en el área industrial de Rosario y empezó el primer galpón. “Hay fotos de mi viejo subido a los andamios poniendo ladrillos”, cuenta Orestes, nacido en 1981.
En 1995, Roberto fue por la agregación de valor: compró una vieja prensa de granos de una aceitera y con la ayuda de un ingeniero amigo la convirtió en una extrusora de metal de 600 toneladas de fuerza. En 2006, otro salto: una inyectora de plástico convertida en extrusora de escala comercial: 1.100 toneladas. En 2007 los Le Bas certificaron normas ISO 9001. En 2014 armaron una planta completa y compraron la primera prensa extrusora de metal propiamente dicha y la Federación Industrial de Santa Fe los distinguió como “Pyme del Año”.
En 2014 armaron una planta completa y compraron la primera extrusora de metal propiamente dicha y la Federación Industrial de Santa Fe las distinguió como “Pyme del año”.
Un horno precalienta el material, que pasa por la extrusora, suerte de churrera de la que sale el perfil a 500 grados y se deposita en una mesa de kevlar (material textil que resiste hasta 600 grados). Una sierra de corte en caliente fracciona el perfil y un horno de templado le da la dureza final, explica Orestes con entusiasmo de Técnico Universitario en Gestión y Producción graduado del Politécnico de Rosario.
43 años de trabajo
En sus 43 años, los Le Bas llegaron así a tener 150 empleados, trabajar con cuatro distribuidores (en Córdoba, Neuquén, Salta y Entre Ríos). Sus productos son insumo de carpinterías metálicas y fábricas de aberturas y otros productos de aluminio. En su zona distribuyen directamente. “Los carpinteros chicos son nuestros principales clientes”, dice Orestes.
Jols y Fexa llegaron en 2017, en su pico histórico mensual, a producir 160 toneladas de perfiles, pero ya antes del coronavirus trabajaban al 50% de su capacidad y con la cuarentena debieron cerrar. Tenían esperanza de que en la última ampliación de “actividades esenciales” los dejaran abrir, pero la extrusión de aluminio no fue habilitada como proveedora de la construcción pese a que –cuenta Orestes- “99% de nuestros productos son para la construcción”.
Más allá de lo que digan las normas, los Le Bas se resisten a reducir o suspender personal. Entre otras cosas porque formar un empleado les lleva al menos tres meses. Al recurso de anticipar vacaciones lo agotaron en el verano. Tienen una escuela de carpintería metálica donde enseñan a armar aberturas; ponen el material y los “alumnos” donan su producción a escuelas e instituciones sin fines de lucro. También dan cursos online sobre procesos de calidad.
“La premisa de papá es clara: primero el personal, luego los proveedores y después el resto; nuestro enfoque es no perder gente”, dice Orestes. El sindicato participa en la carpintería-escuela, que ahora está donando material para un espacio de contención de infectados de coronavirus en el Hipódromo de Rosario, iniciativa del intendente, Pablo Javkin.
Advertidos de lo que se venía, los Le Bas gestionaron un crédito para capital de trabajo: les habilitaron el dinero el 20 de marzo, primer día de la cuarentena. “Con eso pagamos los salarios de marzo y estamos gestionando otro para pagar los salarios de abril. Trabajamos en un contexto adverso, pero somos optimistas”, cuenta Orestes, quien admite sin embargo las crecientes dificultades en caso de que la situación se prolongue demasiado tiempo.
La relación con el personal y el sindicato (la UOM) es buena. “Cuando piden algo, tratamos de cumplir, y cuando les pedimos una mano, nos la dan”, dice Orestes.
Pero la situación apremia.
El propio Orestes participó en uno de los 8 subgrupos de trabajo en que se organizaron más de 700 empresarios, profesionales y emprendedores santafecinos que presentaron propuestas al gobernador provincial, Omar Perotti, y a Javkin, el intendente de Rosario. Aún no tuvieron respuesta.
Mientras, en Rosario circuló un audio de Javkin, preocupado por la situación de las pymes y molesto con su propia planta municipal: de 2.500 empleados, sólo 40 se registraron como voluntarios para, por caso, asistir jubilados en colas bancarias. Tienen su ingreso asegurado.
No es el caso de empresas como la de los Le Bas, ni de sus empleados, enfrentados a un futuro incierto. Por el coronavirus y por la pandemia económica que azota las pymes del país.
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