El titánico desafío que le espera a Alberto Fernández: cómo dejar rápidamente atrás la depresión económica

La Argentina está sufriendo la parálisis de la actividad como el resto del mundo. Pero está en malas condiciones para enfrentar el “día después” de la pandemia y volver a crecer, mientras las pequeñas empresas luchan por su supervivencia

Alberto Fernández anuncia la extensión del aislamiento obligatorio (Franco Fafasuli)

Alberto Fernández tuvo una actitud decidida, rápida y contundente para enfrentar la pandemia. No dudo en apurar la cuarentena general cuando la propagación de la enfermedad estaba en su fase inicial, lo que los infectólogos y la comunidad médica internacional consideran un acierto. No puede decirse lo mismo en relación a la economía. Las medidas han sido lentas, poco eficaces, varias de ellas directamente incorrectas y todavía no han llegado aún a quienes más lo necesitan. Las pymes, por ejemplo, deberán esperar hasta fin de mes para que el Estado las asista en los pagos de sueldo y los cuentapropistas deberán conformarse con $10.000, si es que tuvieron la “suerte” de ser convalidados por la ANSES para recibir el Ingreso Familiar de Emergencia.

El Presidente reiteró en la conferencia de prensa del viernes, cuando anunció la prórroga de la cuarentena, que la salud está por encima de la economía en estas circunstancias. “Si el PBI cae el 1% se recupera, pero la vida que se pierde no se recupera más”. Imposible discutir la última parte de la frase, pero sí en cambio conviene repensar el inicio de dicha afirmación.

Ocurre que la economía argentina no va a caer 1%, sino que podría derrumbarse tranquilamente más de 4%. No son pocos los bancos, analistas y fondos de inversión que esperan incluso una debacle mayor al 6% y así lo han señalado en sus reportes. No es lo mismo recuperar el 1% o 2% de caída del PBI que un 6%, más aún cuando se trata del tercer año consecutivo de recesión que atraviesa el país.

El Presidente demostró firmeza y rapidez para atacar las consecuencias sanitarias del coronavirus, adelantando la cuarentena que muchos países definieron mucho tiempo después. Pero no sucede lo mismo con las medidas económicas. Llegan a destiempo, a cuentagotas y por montos insuficientes

Pero al fin y al cabo, la Argentina no será la excepción de lo que pase en el resto del planeta. Los pronósticos para 2020 marcan un derrumbe global inédito, como no se veía desde la Gran Depresión de 1929. Así lo señaló incluso el FMI a fines de la semana pasada. Es decir que se trata de una crisis como no se había vivido en las últimas décadas. ¿El país tenía alguna posibilidad de quedar al margen de la debacle? La respuesta más que obvia es que no.

El mundo desarrollado empezó tarde a combatir los efectos del coronavirus y lo está pagando con cuarentenas masivas que han paralizado la producción como nunca antes había sucedido. Primero fue China, más tarde pegó con toda la fuerza en Italia, luego España, Reino Unido y ahora Estados Unidos.

Pero si bien la reacción inicial ante los contagios resultó tardía, las grandes potencias ya se pusieron en marcha para pensar en el “día después”. El confinamiento no durará para siempre; es más, se espera que tenga una duración acotada. Y por eso hay que preparar rápidamente a las economías para lo que viene. Los mega millonarios paquetes de estímulo apuntan justamente a eso, a prepararse para que la actividad tenga un repunte histórico una vez que la pandemia sea dejada atrás.

La ayuda social es imprescindible, pero también lo es apoyar a las pymes. Son las que pueden mantener el empleo y deben estar fuertes para afrontar los desafíos que enfrentará la economía argentina cuando pase la pandemia.

Algo de esto ya se está viendo en China, el país que primero entró en cuarentena pero que ya está dejando atrás. Luego de una caída abrupta de la industria y el comercio en el primer trimestre, ya empieza a mostrar señales de reactivación impresionantes. Y todo indica que la tendencia seguirá en los próximos meses.

FOTO DE ARCHIVO: El presidente de los Estados Unidos Donald Trump habla durante la sesión informativa diaria de respuesta al coronavirus en la Casa Blanca en Washington, EEUU, el 10 de abril de 2020. REUTERS/Yuri Gripas/Foto de archivo

La expectativa es que lo mismo suceda en Estados Unidos, con un rebote con forma de “V”. El segundo trimestre mostraría un descenso histórico, en el tercero llegaría el piso y el rebote desde niveles muy bajos sería espectacular a partir de los últimos tres meses de 2020. Para el primer trimestre de 2021 se haya recuperado todo lo perdido en esta primera parte de año. Y posiblemente lo mismo aplique a China y a Europa.

Es indiscutible, como repite una y otra vez el Presidente, que la salud debe estar por encima de todo. Pero a su vez es indispensable pensar en la economía: el momento actual y en especial cuáles serán las condiciones para salir de la depresión.

Claramente la “billetera” a disposición del Gobierno para volcar ayuda a los sectores más golpeados es infinitamente más chica que en el mundo desarrollado y la mayor parte de los mercados emergentes. Mientras que en otros países los planes de estímulo superaron los 20 puntos del PBI, en la Argentina hasta ahora hay compromiso de desembolso de apenas 2% del Producto. Y ya empezaron las advertencias sobre el riesgo de “empapelar” la economía con billetes que imprimirá el Banco Central, con el peligro del desborde inflacionario que eso conlleva.

Luego de defaultear la deuda local, la expectativa es qué pasará el 22 de abril, cuando vencen intereses de bonos emitidos con ley extranjera. Hoy más que nunca la Argentina precisa avanzar rápido en la renegociación de la deuda. Son nulas las chances de recuperación luego de la pandemia si el país entra en cesación de pagos.

El desafío, por lo tanto, es establecer una “hoja de ruta” muy clara para encarar por un lado las consecuencias que la cuarentena provoca en los sectores más vulnerables pero al mismo tiempo permitir una salida lo más rápida posible de la crisis. El riesgo que enfrenta la Argentina es que los próximos meses la actividad presenta una forma de “L”: derrumbe –como el resto del planeta- pero sin recuperación posterior.

¿Cuáles deberían ser las prioridades en este contexto? No hay un manual, pero sí aparecen algunas prioridades, entre las que se deberían enumerar las siguientes:

-Profundizar mucho más la ayuda a las pymes. Una gran cantidad de empresas está al borde de fundirse, sin posibilidad de pagar sueldos en tiempo y forma, con cero facturación y la cadena de pagos casi rota. Los préstamos al 24% para pagar sueldos o la posibilidad de que el Estado se haga cargo de parte de los salarios es una ayuda, pero a todas luces insuficiente. Sobre todo considerando que la actividad seguirá a “media máquina” por mucho tiempo. Será necesario una ayuda mucho más contundente para que las empresas sobrevivan, no echen empleados y estén listas para operar con normalidad ni bien se salga de la cuarentena. El diferimiento de impuestos al trabajo que la AFIP tardó un mes en resolver se caída de maduro y todavía faltan muchas medidas adicionales en la misma dirección.

-Arreglar con rapidez el tema de la deuda: más que nunca se hace necesario evitar un default total o reducir al mínimo la duración del mismo. Es imposible que la Argentina pueda recuperarse si no tiene solucionada la renegociación de la deuda. Por lo tanto, los próximos 60 días serán fundamentales para llegar a un acuerdo a los acreedores, emitir nuevos bonos y que el riesgo país vuelva a niveles de 800 puntos o menos. Sin acceso al crédito para el Estado o para el sector privado, las chances de una recuperación son prácticamente nulas. Alberto Fernández declaró que la deuda pasó a “un segundo o tercer lugar”. Es posible mientras se atiende la necesidad de frenar el contagio del coronavirus. Pero pronto pasará nuevamente a ocupar un lugar de privilegio en el orden de esas prioridades.

-Actuar con rapidez para absorber el “tsunami” de pesos que se avecina: será la responsabilidad del Banco Central y es un problema que la mayoría de los países no tiene. La Argentina ya acumula años de elevada inflación y si se actúa incorrectamente la consecuencia podría ser un estallido inflacionario. Por eso habrá que salir a absorber muy rápido el dinero emitido cuando pase la crisis. No será tan sencillo. En algunos meses la percepción será que ese dinero es vital para aceitar la reativación, cuando en realidad puede generar el efecto exactamente contrario. Por ahora no queda otro remedio que emitir para salvar a las pymes y asistir a los sectores más desprotegidos.

-Encarar las reformas estructurales necesarias para consolidar el crecimiento: es quizás lo que luce más complicado, pero será inevitable encararlo una vez que pase la pandemia. Es uno de los temas que plantearon tanto la UIA como la CAC en la reunión que mantuvieron con el Presidente a principios de la última semana para hablar de la posible flexibilización de la cuarentena. Una vez superada esta crisis global, la Argentina seguirá siendo un país con enorme carga impositiva, leyes laborales muy poco competitivas, escasa apertura exportadora y un país poco interesante en general para atraer inversiones en general. Seguramente hoy suena a una discusión algo desubicada, pero no lo será en pocos meses, cuando el mundo vuelva a crecer y la economía local se enfrente con su dura realidad.

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