“Tenemos todo listo. El respirador ya está, lo hicimos”, asegura Mauricio Gallo (57), el dueño de una pyme llamada True que fabrica maquinaria para el campo en Firmat, en el sur de Santa Fe. Allí, en una mesa tiene el prototipo funcional de un respirador artificial low cost. Gallo está entusiasmado, aunque siente algo de frustración. Igual, no baja los brazos. La pandemia, cree, va a impactar fuerte y él quiere ayudar a su zona y, si se puede, al resto del país.
Según informó Infobae, Argentina necesitaría 2.600 equipos más ante un eventual pico de coronavirus. Eso, con tres fábricas locales que el Gobierno intervino para administrar la logística de la distribución a las provincias, es algo que, por ejemplo, países vecinos no tienen.
¿Se puede suplir parte de esa demanda con este tipo de desarrollos? ¿Pueden funcionar de manera oficial un proyecto de este tipo en establecimientos médicos? ¿Ayudarían o son sólo intentos solidarios, válidos, pero que pueden complicar aún más la situación de un enfermo?
Lo primero que hay que decir es que el Gobierno reitera desde hace semanas, y de manera concreta ayer en un posteo en el sitio de Casa Rosada, que “los ventiladores (respiradores) de cuidados críticos son productos médicos, soporte de vida, y pertenecen a la clase de riesgo III según la regulación vigente”. En resumen: requieren de habilitación expresa de la Anmat y una larga lista de reportes, pruebas y registros y rótulos. En el mismo sentido se manifestaron instituciones como la Sociedad Argentina de Bioingeniería, la Cámara de Equipamiento Hospitalario de Fabricación Argentina y la Sociedad Argentina de Terapia intensiva.
Gallo suena muy convencido del otro lado del teléfono. Está acostumbrado a lidiar con los barquinazos de una pyme en Argentina y cree que lo único que vale es ir para adelante. “Había que hacer algo con lo que se viene”, así empieza a contar la historia de lo que para él es un respirador mecánico que va a costar unos $50.000 –los de las fábricas locales cuestan unos USD 12.000– y con el que, está convencido, se van a poder salvar vidas en medio de la emergencia.
Solo necesita $1 millón para producir en una pequeña escala su prototipo. Hoy tiene un conjunto de caños, cables, chips, controladores y plaquetas sobre una mesa que terminan, a modo de ejemplo, en un guante quirúrgico que se infla al ritmo del aire que administra el equipo sostenidamente. ¿Qué falta? Tener todo ese material dentro de un gabinete de metal, cuyas matrices ya encargaron a un tornero de precisión local. “Y listo”, asegura.
“Fuimos al hospital de Firmat, encontramos un respirador roto y con el terapista armamos un grupo que integran un ingeniero electrónico, un biomédico, un diseñador industrial y yo, y en el que colaboran muchas más personas”, dice Gallo, quien está al frente desde hace 30 años de su empresa de metalmecánica. Norberto Pellegrini, ingeniero electrónico a quien conoce desde la infancia, es su principal compañero en este proyecto.
True tiene cuatro empleados, una larga de lista de proveedores, todos locales. Fabrica distribuidores de estiércol, bombas trasvasadoras y desparramadores de paja.
“Tenemos listo un respirador: ya está, lo hicimos. Funciona. El terapista nos guió y tenemos un modelo estandarizado con circuitos, electroválvulas, plaquetas electrónicas y display. Todos componentes nacionales”, asegura Gallo.
El modelo que “copiaron” es de la fábrica cordobesa Tecme, el mayor fabricante local. “Creo que se podrían hacer unos 200 por semana. Pero para empezar con series medianas necesitamos $1millón porque hay que comprar componentes en cantidad. El ensamble es muy rápido, sólo hay que aceitar el tema de los proveedores identificados, que tengan producto, y luego resolver la logística, que en estos días es complicada”, detalla.
- ¿Cómo se financian?
- Con nada. Mi empresa está parada. Tenemos una senadora nacional amiga (María de los Angeles Sacnun, del FPV) que nos está gestionando algunas cosas y también hablamos con el ministerio de Salud de la Provincia. Abrimos una cuenta hace tres días auditada por el Colegio de contadores y llevamos recaudados $280.000. El Senado de la provincia dijo que iba a aportar. Pero ya estoy cansado de hablar con los políticos, prefiero concentrarme en el desarrollo. Lo importante es que podemos hacer equipos de primera, no son dos plaquetitas. Es complejo, pero seguimos todos los procesos.
Fuimos al hospital de Firmat, encontramos un respirador roto y con el terapista armamos un grupo que integran un ingeniero electrónico, un biomédico, un diseñador industrial y yo, y en el que colaboran muchas más personas
- Los equipos requieren de aprobación de Anmat.
- Sí, ahora en Anmat dicen que tienen una mesa chica que va a aprobar este tipo de desarrollos. Esperemos que sea así. Las clínicas, por otro lado, nos aseguran que los van a usar igual, aunque no estén aprobados. Queremos cubrir la zona que con 15 respiradores para casos críticos. Los médicos están a favor, lo mismo que los terapistas y todos los neumonólogos de la zona. ¿Sabe quién arregla los respiradores en ciudades como las nuestras? El electricista que más maña se da. Me gustaría que Anmat lo vea, claro. Vino gente de Fabricaciones Militares, tomó parámetros y estaban todos bien. Hay temas morales y legales, pero no sé quien tiene que resolverlos.
Gallo también está trabajando en desarrollar generadores de oxígeno de baja presión que son transportables y cuestan unos $5 millones. Se instalan en los sanatorios y hospitales y pueden brindar 6 metros cúbicos por hora todo el día durante 8 años y, asegura, ya está bastante avanzado.
“Somos metalúrgicos. Conozco a mis proveedores desde siempre. Somos una empresa familiar y hace 20 años que estamos en economía de guerra acá, no es de ahora”, describe este emprendedor. “Yo trabajo. Esto es una pandemia, a ver si nos enteramos. Si puedo hacer los respiradores se los voy a dar a quienes me los pida. Esto es una emergencia y tenemos un producto de primera. Ojalá nos ayuden y puede ser una realidad, rápido”. Y repite “ojalá” y “rápido” antes de cortar.
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